CAPÍTULO1 | Semilla
Sehun no sabe con seguridad cuándo es que aquello se volvió un ritual semanal, pero allí está nuevamente, abriéndose camino por la sórdida calle.
La mayoría de los negocios del lugar están cerrados, dejándolo oscuro y desierto salvo por la casa bermellón de dos plantas con llamativas linternas rojas de papel suspendidas por ambos lados del sombrío establecimiento. La Casa Bermellón atrae a aquellos que vagan por la desierta calle, prometiéndoles noches llenas de pasión y deseos concedidos a todos los que entren.
Va a ver al chico vestido de seda una vez por semana, cada miércoles antes de la puesta de sol. Técnicamente no es un chico (incluso tiene un par de años más que Sehun), pero su rostro angelical engaña a casi todos los que posan sus ojos en él.
Su nombre es Luhan, y ahora mismo es lo más perfecto en la vida de Sehun.
Su pulso se acelera mientras se aproxima a la pequeña figura de pie bajo una brillante linterna roja. Sehun admira el hermoso traje de seda que le cuelga con soltura por su delgada complexión. El joven no puede saber si sus escalofríos son producto del aire fresco o de su emoción por hablar con Luhan.
-Desearía que no te vistieras así en público -dice Sehun con una sonrisa juguetona al acercarse al otro hombre. Y si bien pronuncia esas palabras con alegría, las dice en serio.
Luhan se voltea para sonreírle. No le da ninguna respuesta pero Sehun sabe por qué tiene que usar el traje de seda en el frente de la Casa Bermellón. Así es como consigue nuevos clientes.
Una de las muchas cosas que le gusta a Sehun sobre lo que sea que tengan ellos es que siempre tiene el control. No el tipo dominante de control, donde siente que Luhan es una marioneta que hará lo que él desee (aunque esa es una mentalidad común entre los muchos clientes de la Casa Bermellón). Se siente con el control de su propia vida cuando está con el joven. Como si pudiera tomar sus propias decisiones por una vez y no sentirse en la obligación de hacer ni decir nada.
Sehun observa con embelesada atención mientras Luhan tira del nudo alrededor de su cintura y deja que la cara seda se le deslice por los hombros y hacia el suelo. No importa cuántas veces lo haya hecho antes; Sehun se sonroja cada vez.
No puede evitar repasar con sus ojos cada centímetro de la perfecta y pálida piel ante él. El modo en que Luhan se para, con una mano descansando sobre su delgado cuello y una pierna doblada, apuntando hacia su pie, crea una hermosa curva en su cuerpo.
Luhan se mueve para unírsele en la cama y no pierde el tiempo cubriéndolo de suaves besos y ligeros toques, y Sehun trata de no imaginar a cuánta otra gente habrá tocado así antes el otro. La mano que posa sobre la suave curva en la parte baja de la espalda de Luhan genera un débil jadeo en su oído. Se pregunta brevemente si aquella es otra ilusión que Luhan produce para sus clientes, o si sus toques realmente lo hacen sentir así.
Tendría su respuesta si notara la piel de gallina que se forma por los delgados brazos de Luhan.
A Sehun no le gusta el mundo real, y no le gusta cuando Luhan decide destrozar la fantasía con la que se puede satisfacer una vez a la semana. Esa fantasía es la que le permite atravesar los otros seis días, pero sabe que no debería revelarle aquello a Luhan.
-¿Qué es tan terrible en tu vida que me necesitas? -pregunta éste cínicamente un día mientras Sehun le llena el cuello de suaves besos. Tal vez sea la calidez que se extiende desde las puntas de sus dedos hasta sus pies, o la sensación desconocida que burbujea en su estómago cada vez que Sehun lo toca que le hace utilizar un tono cáustico con el más joven.
Sehun hace una pausa, apartándose lentamente del cuello del otro.
-No es importante.
-Tengo derecho a saber.
-Te pago para que me ayudes a olvidar mis problemas.
Luhan simplemente lo mira intencionadamente, y cuando Sehun intenta regresar sus labios a su cuello, lo aparta empujándolo. El más joven suspira pesadamente, rueda en el colchón quedando a su lado y se le pone de espaldas, desconfiando de su control sobre sus propias emociones.
-Creo que si te lo cuento… me odiarás.
-No lo haré.
-Soy espantoso.
-También yo.
Sehun no puede evitar que una sonrisa se forme en sus labios, pero aún siente ansiedad en la boca del estómago. Jamás quiso que su vida real se filtrara en su tiempo con Luhan, pero finalmente ocurrió.
Traga con fuerza y se aleja más de Luhan en el colchón.
-Estoy en una especie de… predicamento extraño -comienza lentamente, sin saber cómo empezar. Cuando no recibe ninguna respuesta del mayor, continúa-. Mis padres están en una situación algo complicada ahora. Mi hermano falleció hace poco menos de un año, así que he quedado yo como el nuevo proveedor de la familia.
-¿No tu padre? ¿Es muy vago?
-Es discapacitado.
Los ojos de Luhan se apartan de la forma a su lado, con culpa. Tal vez sea tiempo de aceptar el hecho de que no es la única persona que lleva una vida difícil.
-Hace varios meses, un hombre se me aproximó en el mercado. Creí que tal vez me ofrecería aprendizaje, pero tras pasar más tiempo con él, se volvió claro que su interés era… yo.
Luhan no puede evitar poner los ojos en blanco. Los hombres homosexuales no son poco comunes, a pesar de la creencia popular, y muchos burdeles ofrecen muchachos jóvenes como él bajo el disfraz de asistentes de actores o cuidadores del establecimiento. Por qué el hombre está desperdiciando su tiempo con un chico inmaduro como Sehun está más allá de su conocimiento.
-Es una figura prominente de la sociedad -continúa él-. Su vida desde afuera luce perfecta: es rico, tiene una hermosa esposa, una bella casa y es amado por la gente de la ciudad. Pero no está feliz, al menos no con su matrimonio. Tiene que mantener la imagen pública y dice que no puede ser visto en… bueno… un lugar como este. Así que ahora soy una especie de retorcido enlace sexual entre él y su esposa. Dice que necesita un hijo. Tal vez un hijo ayude a recomponer su matrimonio o a que el público se mantenga ajeno a su sexualidad. Pero no puede… excitarse con su esposa, y es entonces cuando me lleva a mí.
Luhan puede ver al adolescente a su lado derrumbándose lentamente bajo cualesquiera fueran los recuerdos que pasaran frente a sus ojos.
-Usualmente lo ayudo a empezar. Pero últimamente quiere que me les una. -Sehun tiembla ante las últimas dos palabras, con los frescos recuerdos grabados en su mente. Las lágrimas y los gemidos y la humillación. Es demasiado. Siente que las lágrimas le escuecen los ojos. Tan sólo quiere que Luhan lo consuele ahora, pero ni siquiera obtiene una mano tranquilizadora en el hombro o unas palabras amables. Nada.
Luhan ha estado en muchas situaciones incómodas antes, pero nunca tan degradantes como la que está oyendo de aquel adolescente. Aquel chico, que no debería estar tan corrompido aún. Por primera vez en su vida, siente lástima de alguien además de sí mismo.
-Y no me puedo ni imaginar lo que su esposa debe sentir. Que tu propio esposo no te encuentre atractiva. Tener que recurrir a la ayuda de un chico. Es asqueroso.
Luhan permanece callado. Sabe que debería decir algo, pero no puede.
-Ella me paga bien… demasiado bien, en realidad. Mis padres se lo quedan todo porque se sienten con derecho a hacerlo. No saben lo que realmente hago… Piensan que soy su aprendiz. Me hacen regresar.
Sehun se alegra de estar de espaldas al otro hombre, porque no puede contener las lágrimas de vergüenza y mortificación que comienzan a caerle por el rostro y a formar una mancha húmeda en la almohada de Luhan. Odia ser tan débil y llorar más de lo que debería llorar cualquier joven respetable.
-Así que soy la puta de la puta, ¿no? -dice Luhan, finalmente encontrando su voz. Hay tantas cosas distintas que podría decir en aquel momento y le sale la peor de la boca. Está enojado de que aquel chico lo esté haciendo sentir esas cosas que sabe que no debería. Siempre se sintió orgulloso de sí mismo por su habilidad de permanecer completamente neutral detrás de los muros figurados que erigió alrededor de sí-. Me empezaba a preguntar cómo podías permitirte el verme cada semana.
Sehun se estremece visiblemente a su lado.
-No te llames así.
-¿Por qué? Es lo que soy. Y es lo que eres tú, aparentemente.
Sehun se encuentra fuera de la cama en un parpadeo, abriendo de un tirón la puerta del cuarto con un resonante golpe. Corre escaleras abajo, con lágrimas haciéndole difícil ver sus pisadas por los escalones.
Luhan no puede hacer más que contemplar la entrada abierta por unos instantes. Mira fuera de su ventana para ver a Sehun apresurándose por la calle. El joven se enjuga furiosamente las lágrimas que le bajan por el rostro antes de ceder y quebrarse, ovillándose bajo una de las linternas rojas y ganándose miradas curiosas pero desinteresadas de los demás.
Con esa imagen grabada a fuego en su memoria, la primera grieta en el aparentemente impenetrable muro de Luhan hacia el mundo exterior aparece.
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