Título: Afectos Rivales
Autora: Alexis Kemp
Clasificación: R
Resumen: Forzan a Harry a ofrecerle un trabajo a Draco y a que lo lleve a su casa. Cuando descubre que empieza a sentir algo hacia su rival de la escuela... ¿Draco corresponde a sus sentimientos o seguirá resistiéndose hasta que Harry se de por vencido?
Capítulo 3: Hogar es donde está Malfoy
“¿Me llamó, Minerva?” preguntó Harry mientras entraba en la oficina de la directora. Abrió ligeramente los ojos al ver a Draco sentado frente a ella, pero recobró la compostura tan rápido que estuvo seguro de que nadie lo había notado.
“Malfoy,” dijo inclinando la cabeza en dirección al Slytherin.
“Potter,” fue la respuesta con un movimiento igual.
“Harry, estaba intentando hacer los arreglos en cuanto a la vivienda con el Sr. Malfoy y me preguntaba si podría pedirte un favor,” le pidió recatadamente.
Harry gruñó en silencio. Generalmente no era un buen indicio cuando le preguntaba si le podía pedir algo. “Sí, por supuesto, Minerva, adelante.”
“Bueno, me preguntaba si Draco podría quedarse contigo,” le dijo con franqueza.
Harry sacudió la cabeza como si intentara limpiarse las orejas. “¿Perdón?”
“A Draco no le agrada la idea de dormir en los calabozos y no puedo culparlo, entonces me preguntaba si tu podrías darle hospedaje.”
“¿Por qué no le crea el mismo pasaje que hizo para mí a la Mansión?” preguntó Harry.
“Bueno, por principio de cuentas está muy lejos y por otro lado Narcissa se niega rotundamente a que alteremos las protecciones de la Mansión,” replicó con vivacidad.
“¿Estás de acuerdo con esto?” le preguntó directamente a Draco.
El otro se encogió un poco de hombros. “Sólo sería temporalmente hasta que me termine de construir una casa propia,” dijo. “No me interesa quedarme demasiado tiempo en la casucha que llames casa,” añadió impertinente.
Harry puso los ojos en blanco. “¿De verdad quiere que soporte eso y no solamente aquí, sino también en mi casa?” le gruñó a McGonagall.
Ella sonrió dulcemente sacudiendo la cabeza. “Estoy segura de que Draco se mantendrá fuera de tu camino, Harry.”
“Sí,” prometió el otro con una sonrisa desdeñosa.
“De acuerdo,” dijo Harry antes de salir hecho una furia de la oficina. Minerva le pedía demasiado, pero lo haría. Sólo sería temporalmente y seguramente podría soportar a Draco un período corto de tiempo. Además sería agradable para Andrómeda y Teddy poder ver a su pariente.
Bajó prácticamente volando las escaleras y luego el pasillo alejándose de la oficina mientras rumiaba su coraje. Alcanzó a escuchar detrás suyo una respiración entrecortada y sintió que le ponían una mano sobre el hombro. Harry se estremeció ante el contacto y se alejó mirando furioso a Malfoy. “¿Qué quieres?”
“¿Quieres que ande vagando por todo Hogsmeade en busca de tu casa?” resopló Draco.
Imaginárselo tocando puerta por puerta hasta llegar a la de Harry lo hizo sonreír ampliamente. “Sería muy divertido, sí,” contestó alejándose.
Draco gruñó detrás de él caminando rápido para alcanzarlo. “¿Podrías enseñarme en dónde está? Así me desapareceré de tu vista el resto del día.”
Harry se talló ociosamente la barbilla con la mano y fingió sopesar su pedido. “Desaparece de mi vista un año y trato hecho,” dijo.
Draco puso los ojos en blanco. “Bien sabes que no puedo prometerte con plena certeza no verte otra vez durante un año entero. Estoy trabajando y viviendo contigo,” declaró despectivo.
Al escuchar las palabras de Draco un estremecimiento recorrió su espina. Estaba a punto de vivir con Draco, otro gay por quien sentía una ligera atracción. No por la parte lógica, sino por la parte que no había tenido relaciones sexuales en bastante tiempo.
“Vamos,” dijo al fin a regañadientes. Dormir en una habitación frente a la de Malfoy no iba a ser sencillo si no ponía en paz su mente.
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A Draco le sorprendió la casa de Harry y no era un hombre que se sorprendiera fácilmente.
Aunque realmente no había sabido qué esperar cuando se imaginó la casa de Potter y sólo lo había estado provocando al referirse a ella como una casucha. Draco asumió que alguien con la fortuna y poder de Harry alardearía ante todo el mundo. Se había imaginado para el héroe de guerra una mansión enorme, no este hermoso chalet ubicado al final de un sendero tranquilo.
Las paredes eran en su mayor parte de adoquín con vigas de secuoya que acentuaban las orillas de las paredes y de las ventanas. Una hiedra de un verde vivo crecía a un costado de la casa y estaba podada de tal forma que revelaba unas ventanas de cristal emplomado.
El patio de enfrente era un hermoso jardín compuesto de flores que no crecían mucho y salpicado con árboles frutales. Una cerca de hierro y piedra rodeaba la casa que, a pesar de la impresión inicial de Draco era bastante grande. Harry lo guió por un camino de piedra que serpenteaba entre las flores y arbustos y terminaba ante una puerta con una enorme aldaba de metal.
Abrió la puerta y un aroma invitante lo golpeó casi de inmediato. Olía a manzanas, canela y vainilla y deseó fervientemente que se tratara de un pastel. Su madre no horneaba, así que se imaginaba que tampoco lo hacía Andrómeda.
Harry entró rápido en la casa dejando a Draco parado en el umbral admirando sus alrededores. Se encontró en un pequeño vestíbulo con un perchero para los abrigos y una banquita a un lado y arriba de ésta había colgada una pintura grande de un laurel. Las paredes principales estaban hechas de la misma piedra del exterior, pero las paredes del interior eran de una rica textura beige que contrastaban bellamente con los muebles y las ventanas.
El color beige llegaba hasta el techo que era acentuado por las vigas de secuoya que fluían a varios metros por encima de ellos. El piso era de la misma madera suave y corría en tablones con patrones intrincados bajo sus pies.
Enfrente había una escalera pequeña de madera, a su izquierda, un arco de madera enorme que conducía a una acogedora sala y a su derecha otro arco guiaba hasta un comedor enorme. Harry se había dio a la derecha, por lo que Draco lo siguió.
El comedor era bañado por una luz brillante proveniente de la ventana. Desde aquí podía ver el jardín y lo verde de la hiedra y por un momento pensó en los brillantes ojos verde esmeralda de Harry. Los muebles de esta habitación eran sencillos, pero Draco sabía que eran caros. Eran de una madera más oscura que la del suelo y cada silla que rodeaba la enorme mesa estaba tapizada de una tela color verde salvia.
La mesa estaba puesta como para una comida formal y en el centro había un gran arreglo de girasoles amarillos y borgoña.
Junto al comedor había una puerta por la que Draco entró a una gigantesca cocina.
Casi dejó de respirar al verla, tenía hermosos gabinetes de secuoya tallada acentuados con cobre martillado en las encimeras, el salpicadero y campana. En el centro había una pequeña isla de piedra con sillas a su alrededor y de una estructura de hierro que había arriba colgaban varias cazuelas de cobre y sartenes.
Al principio no vio a Harry, pero cuando entró más lo encontró agachado sobre la enorme estufa de metal sacando un pastel. El estómago le gruñó al percibir el olor que se había triplicado desde que cruzó la puerta.
Harry lo puso suavemente en el centro de la mesa de piedra sonriendo contento. Se veía delicioso y despedía un aroma celestial. “¿Manzana?” preguntó y Harry se vio sobresaltado un momento, pero luego asintió.
“Manzana caramelizada,” lo corrigió, “y antes de que te burles de mí, sí, me gusta hornear. Sí, me gusta… me relaja,” dijo cortante.
Una vez más lo había sorprendido el héroe de Gryffindor. “No iba a burlarme de ti,” dijo. “Huele a gloria,” añadió.
Harry sonrió ampliamente y Draco se sintió un poco mareado. De chico había visto esa sonrisa en varias ocasiones, pero nunca dirigida a él. “¿Quieres una rebanada?” preguntó Harry.
Draco asintió fervientemente y avanzó hacia la isla. Harry cortó el pastel y extendió la mano para agarrar el plato que venía volando hacia él. Sirvió el platillo empalagoso, esparció un poco de migas encima y se lo dio a Draco.
Draco respiró profundo saboreando el aroma. Claro que había comido pastel de manzana con anterioridad, pero nunca fresco y casero, generalmente lo había comprado en algún restaurante. Él también cocinaba un poco, pero había fallado miserablemente con la horneada. Se necesitaban habilidades diferentes de las que él poseía.
Hundió el tenedor y cortó un trozo de ese pastel de manzana humeante y lo probó. Pudo sentir cómo se le cerraban los ojos al masticar y que una sonrisa curvó su boca al tragar. Abrió los ojos para encontrar a Harry observándolo embelesado con un ligero rubor rosado tiñendo sus mejillas besadas por el sol.
“¿Siempre te ves tan feliz cuando comes?” preguntó con voz ronca.
Draco sonrió más ampliamente. “Sólo cuando es algo bueno.”
Harry sonrió con nostalgia. “Te hornearía pasteles todos los días si te sigues viendo así,” susurró.
A Draco se le cayó el tenedor de la mano produciendo un ruido fuerte y ambos chicos parpadearon como si hubieran despertado de un sueño. ¿Acaso Potter acaba de coquetearme? Se preguntó en silencio.
Harry sacudió la cabeza dándole la espalda. Se aclaró la garganta y señaló las puertas francesas que había al otro lado de la cocina. “Te enseñaré tu recámara,” dijo rápidamente.
Draco asintió siguiéndolo.
La casa parecía haber sido construida con la parte principal hacia el frente y las recámaras al fondo. Harry guió a Draco hasta el otro extremo de la sala y luego por un pasillo. Señaló la primera puerta a la derecha. “Esta es la recámara de Teddy,” dijo sin dejar de caminar. “Un baño de invitados,” dijo señalando la puerta directamente enfrente. Se detuvo en la siguiente puerta y le indicó a Draco que entrara con una seña. “Puedes escoger entre ésta y la otra, pero yo te sugeriría la otra porque tiene un baño propio,” añadió Harry.
Draco asintió y lo siguió para salir de la recámara. “La puerta de la derecha es mi recámara, y la de la izquierda es la segunda recámara principal,” dijo señalando las dos únicas puertas que quedaban.
“¿En dónde duerme Andrómeda?” se preguntó Draco en voz alta.
Harry sonrió. “Se queda en el chalet para invitados que hay en el jardín trasero,” replicó.
Draco sintió y fue hacia la puerta que Harry había sugerido como su recámara. La abrió y jadeó. La habitación era grande, tenía una chimenea privada y frente a ella una salita. Todos los muebles eran de hierro y los sillones estaban tapizados con ricas telas color marfil.
La cama era en su mayor parte también de color marfil, pero tenía bordados arreglos florales en hilo color plata oscuro que combinaba con la herrería. Unas pesadas cortinas colgaban alrededor de la cama y las que colgaban de las ventanas combinaban con ellas.
Harry estuvo a su lado en un instante. “¿Qué? ¿Qué pasa?”
Draco volteó a verlo confundido. “¿A qué te refieres?”
“Jadeaste, pensé que algo te había espantado,” replicó Harry mirando todavía a su alrededor en busca de lo que lo podría haber espantado.
“Oh,” replicó Draco sonrojándose. “Es sólo que… me sorprendió que un Gryffindor tenga tan buen gusto para decorar,” comentó burlón en un intento por cubrir su desliz.
Harry sonrió ante el cumplido ambiguo. “Me alegra que te guste. Espero que te quedes aquí la mayor parte del tiempo y que no me molestes,” contestó simplemente.
“Comenzaré ahora mismo, si no te molesta,” resopló Draco e intentó cerrar la puerta. Por supuesto, Harry estaba bloqueando el camino y reía.
“¿Te gustaría cenar algo en particular?” preguntó.
A Draco se le hizo agua la boca al pensar en el pastel de Harry y se descubrió sintiendo curiosidad por saber qué otras cosas podría hacer el hombre. “Estoy seguro de que cualquier cosa que hagas será deliciosa,” comentó sin poder evitar sacar la lengua para humedecerse los labios.
Harry se mordió el labio inferior y se pasó los dedos por el cabello, un gesto que Draco encontró más atractivo de lo que le hubiera gustado y se encontró pensando cómo se sentirían los mechones negros de Harry.
Le dirigió una sonrisa torcida a Draco quitándose del umbral. “Bueno, te veré en la cena,” dijo y se dio la vuelta para alejarse por el pasillo otorgándole a Draco una vista agradable de su trasero.
Draco sacudió la cabeza y cerró la puerta un poco más fuerte de lo que había pretendido e hizo una mueca al escuchar el ruido. Sacó de sus bolsillos el equipaje que había encogido mágicamente, lo puso sobre la cama y lo regresó a su tamaño normal para alzar rápidamente sus cosas.
Esperaba que Teddy y Andrómeda ayudaran a aliviar la tensión sexual durante la cena. No necesitaba recorrer ese camino con su antiguo enemigo. Se estremeció ante la idea.
Harry sería un desastre como novio; eran polos opuestos, no tenían nada en común. ¿Y qué si podía hornear? ¿O qué que tuviera un gusto excelente en muebles para el hogar, o que sus gestos nerviosos lo dejaran todo tembloroso? Todavía tenía mejores prospectos que Potter y no necesitaba llevar más allá la relación con su actual anfitrión.
Estaría completamente mal.
Saben que nos encanta saber sus opiniones... :DD