Título: Afectos Rivales
Autora: Alexis Kemp
Clasificación: R
Resumen: Forzan a Harry a ofrecerle un trabajo a Draco y a que lo lleve a su casa. Cuando descubre que empieza a sentir algo hacia su rival de la escuela... ¿Draco corresponde a sus sentimientos o seguirá resistiéndose hasta que Harry se de por vencido?
Capítulo 9: Tendencias de Slytherin
Después de que Harry saludara a los otros miembros del personal, le fue asignado que le mostrara la escuela a Draco. Había sido reconstruida después de la guerra, pero a pesar de que era prácticamente igual en todos los sentidos, Minerva insistió en que se le diera el gran recorrido a Draco.
Harry fingió molestarse, pero sinceramente disfrutaba mucho cada minuto que pasaba con Draco. Era sarcástico, grosero y tenía un sentido del humor muy seco, pero Harry descubrió que le resultaba mucho más entretenido que cualquiera de sus otros amigos.
Era rara la vez que lo visitaban Hermione y Ron y cuando lo hacían, toda su plática se centraba en sus hijos, cosa que estaba bien, pero en dosis pequeñas y no durante horas. No sabía que parte de tener un bebe le daba a uno el derecho de hablar abierta y vívidamente sobre las funciones corporales, pero le alegraba haberse saltado todo eso con Teddy.
“Y esta es tu oficina,” dijo haciendo un movimiento florido con la mano terminando así el recorrido en la habitación que alguna vez fue de Slughorn y de Snape antes que él.
“Gracias por mostrarme el lugar en el que crecí y que conozco como la palma de mi mano,” replicó Draco sarcástico.
Harry sonrió encogiéndose de hombros. “En cualquier podrías haberme mandado a volar,” sugirió.
“¿Y lo hubieras hecho?” preguntó Draco con el rostro lleno de dudas.
“Sí. No quiero hacer nada que arruine tu primer día,” replicó Harry encogiéndose de hombros. “¿Quieres que me vaya ahora?”
¿Acaso le hicieron algún cambio a este lugar?” preguntó Draco en vez de contestar su pregunta. Harry sonrió para sí mismo ante el evidente acercamiento Slytherin para obtener lo que tu quieres sin ceder nada a cambio. Se lo habría hecho notar a Draco, pero estaba contento de que el otro no quisiera que se marchara.
“Agrandamos el campo,” respondió.
“El campo de Quidditch no se vio afectado por la guerra,” observó Draco.
“No, pero fue la excusa perfecta para agrandarlo mientras reconstruíamos lo demás,” replicó Harry sonriendo.
Draco sacudió la cabeza fingiendo molestia, pero sonriendo al mismo tiempo. “¿Alguna vez has salido?”
Harry asintió entusiasmado. Frecuentemente pasaba sus horas libres volando en el campo; era algo genial para liberar el estrés cuando había estado encerrado en la escuela o cuando tenía un mal día. “Bastante.”
“¿Te gustaría un duelo por la snitch?” preguntó Draco recargándose presuntuoso en el marco de la puerta.
“¿Te gustaría un beso?” le rebatió Harry.
Draco lo miró confundido ante el cambio repentino de tema, pero se inclinó hacia él asintiendo.
“Bueno, ambas cosas tendrán que esperar,” dijo Harry con una risita baja, “porque están llegando los estudiantes.”
Draco gruñó y entrecerró los ojos, pero Harry se limitó a sonreír antes de caminar con paso vigoroso hacia el frente de la escuela. Draco no necesitó mucho tiempo para alcanzarlo. “Eres un provocador malvado. Si no te conociera, habría pensado que eras de Slytherin.”
Harry se rió. “Casi lo fui.”
“¿Qué?” preguntó Draco mirándolo confundido.
“Es una historia larga. Baste decir que aunque sea un Gryffindor, tengo tendencias de Slytherin,” replicó Harry riendo por lo bajo.
“No tengo idea de lo que quisiste decir con eso, ¿de casualidad estás parafraseando a Dumbledore?” preguntó Draco poniendo los ojos en blanco.
Harry volvió a reír y siguió caminando. “En fin, sabes que va en contra de las reglas fajar en los corredores, ¿verdad?” preguntó retomando la conversación anterior. Su meta era que Draco pensara en él todo el tiempo, y quizá algún día lo quisiera para algo más que un acostón y un beso de despedida.
Porque eso sería lo que pasaría si lo besaba ahora y lo sabía. Draco ya estaba buscando pretextos para evitar una intimidad mayor; Harry lo podía ver en esos ojos árticos.
“Es evidente que esa regla es para los estudiantes,” replicó Draco.
“Tan sólo porque debe ser implícito que los profesores no deben fajar frente a los estudiantes,” lo corrigió Harry.
“Entonces, podríamos ir a tu oficina,” sugirió Draco.
“¿Acaso fantaseas con que Snape nos vea besándonos?” replicó Harry entre risas.
Draco resopló caminando al mismo paso rápido que Harry. “¿No es inseguro que tengas conectada la red flu a tu oficina?” preguntó de la nada.
“No está conectada a la oficina. Mi oficina está conectada directamente a mi estudio y la casa tiene las mismas protecciones que tiene Hogwarts,” replicó Harry. “Es el mismo tipo de conexión que usaron para conectar la oficina de la directora con la del Ministro.”
“Muy útil,” comentó Draco y Harry se encogió de hombros.
“Es mejor que caminar de ida y vuelta todos los días.” Y así era, porque sería toda una excursión diaria si no tuviera otra forma de viajar. Incluso las escobas tenían sus desventajas cuando tenían un clima como el de esa misma mañana.
“Quizá pida la misma conexión cuando mi casa esté terminada,” meditó Draco y Harry frunció el ceño. No le agradaba la idea de que Draco se mudara, aún cuando sabía que era inevitable.
“Creo que Minerva te hará caminar,” lo bromeó Harry.
“Quizá tengas razón,” estuvo de acuerdo Draco. “Ella siempre te concedió privilegios especiales.”
“No es cierto,” se defendió Harry lo que provocó que Draco le dirigiera una mirada escéptica. “Está bien, quizá unos cuantos, pero me los gané,” añadió.
“Sí, sí. Por haber librado al mundo del villano Voldemort,” meditó Draco; a Harry le impresionó escucharlo utilizar el nombre, no mucha gente lo hacía, aún después de tanto tiempo. “¿Cómo pude olvidarlo?”
“Eso no parece impresionarte tanto como a muchas personas que quieren dormir conmigo,” lo bromeó Harry.
“Yo no quiero dormir contigo,” lo corrigió Draco deteniéndose abruptamente y haciendo que Harry tuviera que girarse para verlo. Éste se quedó tan sorprendido que se quedó callado, conteniendo el aliento en espera de sus siguientes palabras. Pudo sentir su aliento en la cara cuando se inclinó para murmurarle al oído. “Quiero cogerte, Potter. Quiero verte retorcerte de placer por mis caricias y quiero escucharte gritar mi nombre al cielo. No dormiremos,” dijo al final.
Harry se estremeció y sonrió. “Entonces, ¿cuándo te gustaría salir a cenar?” le preguntó.
“¿Qué?” replicó Draco, el cambio tan abrupto de tema lo desconcertó.
“Creí que había dejado perfectamente claro que no me gusta el sexo casual. Entonces, si eso es lo que quieres tan desesperadamente...” comentó sonriendo pero Draco lo interrumpió con un resoplido.
“Maldición, Potter. ¿Por qué tienes que complicar las cosas?” bufó reanudando la marcha hacia el gran comedor.
Harry se rió, lo alcanzó rápidamente, lo sujetó del brazo y lo volvió a detener. “No eres material de una noche, Malfoy. Cuando menos, no para mí.”
Draco puso los ojos en blanco y se zafó. “Gryffindor estúpido y romántico,” murmuró y Harry sonrió.
Fueron los últimos en unirse a los demás miembros del personal en el Gran Comedor; Harry se sentó junto a Minerva y Draco junto a él. Esperaron pacientemente a que los estudiantes mas grandes entraran y luego a que Hagrid guiara al grupo de primeo. Generalmente este trabajo lo hacía Harry, pero Minerva le dijo que se concentrara en Draco. Siendo el miembro de menor antigüedad aparte de Harry, ella creía que necesitaba atención especial.
Harry intentó no reír ante su propia definición de atención personal.
Todos los estudiantes estaban en sus lugares y Harry se relajó para escuchar el discurso de McGonagall y la canción del sombrero seleccionador. Resistió la tentación de saludar con la mano a Teddy, pero sí le guiñó un ojo cuando el chico volteó a mirarlo. Todo el tiempo estuvo mirando a Draco con el rabillo del ojo, observando como le daba un trago a su copa mientras observaba orgulloso a Teddy; ahora su miraba se desviaba a cada rato hacia Harry cuando creía que éste no lo estaba mirando.
Pronto llegó el turno de Teddy, y el chico se dirigió al banco con paso firme. Se sentó y el sombrero fue colocado sobre su cabeza. Harry no podía ver su cara, pero se imaginó que se veía muy parecida a la suya cuando se anunció la decisión.
“Slytherin,” gritó el sombreo y Harry se quedó boquiabierto.
A su lado, Draco reía maliciosamente mientras le dirigía a su sobrino sonrisas triunfales. Cuando finalmente Teddy se volvió para ver a Harry, el chico se veía desolado y sorprendido. Todos habían estado seguros de que sería sorteado en Gryffindor. Sus papás habían pertenecido a esa casa y Harry creía que le había inculcado cualidades que cualquier Gryffindor apreciaría.
“Ese es mi muchacho,” susurró Draco para sí, y Harry se dio cuenta en ese momento que era cierto. Draco ahora sería el Jefe de Casa de Teddy, Draco sería al que acudiera con sus problemas y preguntas de ahora en adelante, a quien acudiría en busca de consejo tanto personales como de Quidditch.
Harry suspiró y se volteó para ver tanto a Draco como a Minerva sonriendo felices, pero él lo único que quería era gritar que todo esto era injusto.
**
Draco estaba en un éxtasis, y no le importaba lo molestos que estuvieran Teddy o Harry por el resultado de la selección. Poco a poco Draco convencería a Teddy de los beneficios de estar en la casa de Slytherin y Harry... bueno, dudaba que pudiera hacer mucho por su mal humor, cuando menos, nada que Draco le permitiera hacer.
Aún así, era emocionante tener la oportunidad de ser el mentor de su sobrino y sospechaba que Andrómeda estaría complacida.
“En el nombre de Merlín, ¿cómo fue que pasó eso?” murmuró Harry una vez que hubo comenzado el banquete y que tanto los estudiantes como los profesores comenzaron a platicar entre ellos.
“Es un Black,” fue toda la respuesta de Draco. Era cierto que la balanza se inclinaba hacia Gryffindor, pero al final había ganado la pureza de sangre sin importar que tan manchada estuviera de muggles y hombres lobo.
“Es el hijo de dos Gryffindor,” replicó Harry.
“Es obvio que el sombrero vio la sangre Black en sus venas aunque el lodo Gryffindor intentó enmascararla,” replicó Draco riendo.
“Yo creo que es maravilloso,” se vanaglorió Minerva lo que provocó que Harry le dirigiera una mirada sucia. “ Las casas necesitan un poco de diversidad y, ¿qué podría ser mejor que el ahijado de Harry Potter quedara en Slytherin?”
“Debería haberle enseñado más encantamientos protectores,” murmuró Harry.
“Las casas no son tan malas como en tus tiempos, Harry. La guerra separó a los estudiantes más de lo normal. Pero trata de ver el beneficio de todo esto,” lo animó.
“Lo voy a apoyar, Potter, no te preocupes,” comentó Draco sintiéndose feliz de que fuera así. Sería el guardián y mentor del chico durante los siguientes siete años.
“Eso es precisamente lo que me preocupa,” gruñó Harry.
“Eso no es justo. No todo Slytherin resulta ser malo,” le dijo Draco ofendido ante la falta de confianza de Harry en él. “Mírame a mí.”
Por toda respuesta Harry enarcó una ceja con una expresión que decía claramente que lo que Draco decía no tenía mucho argumento.
Draco resopló y dio media vuelta molesto consigo mismo por preocuparse por lo que pensara Harry. Le había dejado bien claro que no tenía intenciones de salir con el Gryffindor, entonces, ¿por qué le preocupaba lo que pensara Harry de él?
Una manó cálida cubrió la suya y levantó la mirada para ver a Harry sonriéndole a modo de disculpa. “Lo siento, tienes razón, Malfoy,” susurró.
“Un momento, repite eso,” lo bromeó. “Creo que nunca se ha disculpado conmigo un héroe.”
Harry puso los ojos en blanco. “Te lo volveré a repetir en la cena si aceptas salir conmigo este fin de semana,” replicó con una sonrisa maliciosa.
“No, Potter. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?” replicó Draco frustrado. Una de las cosas que más trabajo le costaba hacer a Draco era negarle algo a Harry, pero tenía que hacerlo. A él no le gustaban las relaciones y nunca se molestaba en salir con hombres a los que sí les gustaran. Por ello mismo era igualmente importante que dejara bien claro esto, porque si llegara a salir con Harry, las cosas inevitablemente estallarían y Draco tendría que abandonar Hogwarts y quizá toda la Europa mágica para escapar de los rumores y los recordatorios constantes.
Draco arruinaba todo.
Era algo que había aceptado hace mucho tiempo. Todo lo que tocaba siempre se echaba a perder y eso a la larga incluiría a Harry si es que comenzaba una relación con él. Aunque tenía que admitir que si existía alguien que pudiera resistir su habilidad para echar a perder las cosas, ése sería Harry.
Tenía una voluntad de acero y era independiente, ingenioso, encantador y endemoniadamente sexy. Se había percatado de inmediato de todas estas cosas e interiormente se había alegrado al descubrir que el Chico Dorado de Gryffindor era gay. Disfrutaba mucho más de lo esperado el hecho de que Harry anduviera detrás de él, pero aún así, no podía permitirse ceder.
Nunca podrían tener la relación que buscaba Harry.
“Esta fue la última vez,” replicó Harry sacándolo de sus pensamientos. Luego cruzó los dedos sobre su corazón sonriendo tristemente. “No te lo volveré a pedir. Lo prometo.”
Draco se asombró al descubrir cuánto lo decepcionaron las palabras de Harry, pero de cualquier forma asintió secamente. “Qué bien. Es lo mejor, Potter.”
“Como digas, Malfoy,” dijo Harry para luego regresar a su comida y dedicarse a ignorarlo durante el resto de la tarde.
No era que lo ignorara, no exactamente, era más bien que se concentró en otras cosas aparte de Draco. Si éste le hacía una pregunta se la contestaba, pero no con ese tono de coqueteo de antes. También se percató de que no lo miraba directamente a los ojos cuando hablaba y que las respuestas eran cortas y directas.
El ambiente entre ellos siguió haciéndose pesado por todos estos detalles hasta que finalmente terminó el banquete y los estudiantes se marcharon. Harry se levantó para seguir a los de Gryffindor y Draco se marchó con los de Slytherin con Teddy caminando vigorosamente a su lado.
“¿Qué tan emocionado estás?” le preguntó cuando los demás estudiantes no pudieron escucharlos.
“¿En una escala del uno al diez?” preguntó Teddy.
“Sí,” replicó Draco encogiéndose de hombros.
“Menos ocho,” murmuró Teddy.
Draco puso los ojos en blanco riéndose a pesar de sí mismo. “No es tan malo.”
“No es tan bueno como estar en Gryffindor,” replicó Teddy. “¿Tío Harry está muy molesto?”
“Está feliz por ti. Sabe que los de Slytherin son demasiado superiores a cualquier otra casa,” mintió Draco.
“Seguro,” resopló Teddy. “No puedo creer que vaya a dormir en un calabozo.
“La sala común tiene vista a la parte subterránea del lago. Incluso en ocasiones puedes ver pasar por ahí a la gente del agua,” sugirió Draco.
Teddy reflexionó esto y al fin sonrió. “Bueno, me imagino que eso es padre.”
Draco sintió una punzada de orgullo por haber podido animar a su sobrinito. “Te enseñaré el encantamiento calentador que funciona mejor cuando hace demasiado frío.”
“Genial, entonces podré vendérselo a los demás estudiantes,” comentó Teddy riendo por lo bajo.
“Te irá bien en Slytherin, Teddy. Perfectamente bien,” meditó Draco feliz.
Después de repasar las reglas de la casa con los de primero, les mostró a todos las instrucciones para su oficina y se marchó para buscar a Harry. No le gustaba cómo había terminado su última plática, pero no estaba seguro sobre qué debía hacer al respecto, pues no le iba a ofrecer a Harry lo que quería.
Éste estaba en su oficina revisando algunos papeles cuando Draco se asomó. No se había molestado en tocar y todavía no estaba seguro del por qué, aunque esto hablaba mucho sobre el nivel de comodidad que sentía con Potter y esto lo inquietaba un poco.
El Gryffindor ni siquiera levantó la mirada cuando Draco entró, y éste tuvo que aclararse la garganta para obtener su atención. Pero cuando finalmente levantó la cara fue con una mueca. “¿Podrías no hacer eso?” preguntó Harry con voz molesta.
“¿Qué¡” replicó Draco perplejo ante este nuevo Harry completamente frío.
“Aclararte la garganta para llamar mi atención, me recuerda a Unbridge,” murmuró distraídamente.
“Lo siento,” murmuró Draco. En ese momento vio el enorme florero sobre su escritorio. No entendía cómo era que no lo había visto puesto que estaba justo al lado de la cabeza agachada de Harry.
“Merlín, Harry. ¿Quién te las mandó?” preguntó con un tinte de celos que no sabía era capaz de sentir.
“No sé, no tenían tarjeta,” replicó Harry sin levantar la mirada de sus papeles.
“¿Tienes tantos admiradores que ni siquiera sabes quién te envía flores?” escupió de una forma más grosera de lo que esperaba.
Harry lo miró con expresión cautelosa. “Todo lo contrario, no tengo admiradores, por lo tanto no sé quién me enviaría flores, a menos... ¿que fueras tú?” preguntó y Draco creyó escuchar un timbre de esperanza.
“No fui yo,” replicó a regañadientes, casi deseando haber sido él.
“Eso pensé,” dijo Harry levantándose de su escritorio y sacando las flores del florero.
“¿Qué fue eso? ¿No soy lo suficientemente bueno como para enviarte flores?” resopló Draco.
Harry se rió. “No es eso. Es que creo que me habrías mandado unas más bonitas,” dijo con una sonrisa poco entusiasta mientras caminaba hacia la chimenea sacudiendo el ramo colorido detrás suyo como si estuviera provocando a Draco.
“¿Estás listo?” preguntó.
“¿Para?” replicó Draco distraído, pues estaba pensando quién podría haberle mandado a Harry ese ramo fragante.
“¿Para ir a casa?” le informó con el ceño fruncido.
“Eh, sí, seguro, vamos a casa,” dijo sin estar seguro que cómo sentía en la boca la palabra ‘casa’.
Un capítulo más...