Afectos Rivales

Aug 14, 2010 21:43

Título: Afectos Rivales
Autora: Alexis Kemp
Clasificación: R
Resumen: Forzan a Harry a ofrecerle un trabajo a Draco y a que lo lleve a su casa. Cuando descubre que empieza a sentir algo hacia su rival de la escuela... ¿Draco corresponde a sus sentimientos o seguirá resistiéndose hasta que Harry se de por vencido?


Capítulo 11 : Protector

“Se tocan,” anunció Minerva con una sonrisa irónica.

“¿Qué? ¿Cuándo pasó esto?” preguntó Narcissa emocionada.

“Si no sabes lo que estás buscando, no es evidente, pero obviamente, yo sí sé lo que estoy buscando,” soltó una risita. Tenía muchos años de no sentirse tan joven como se sentía andando detrás de ese par de jóvenes necios. “Hasta el momento son cosas pequeñas, un roce de dedos cuando se pasan algo durante la comida, una mano colocada cuidadosamente en la parte baja de la espalda, la otra mañana incluso vi a Harry quitarle un mechón de cabello a Draco,” gimió.

Andrómeda asintió. “También lo hacen en la casa, incluso Harry prepara un postre especial todas las noches cuando antes no se molestaba en cocinar cuando estaba en periodo escolar, sólo en raros fines de semana. Y se la pasan casi todas las tarde platicando en el jardín.”

“¿Pero siguen siendo sólo pláticas?” preguntó Narcissa.

“No los he visto besarse ni una sola vez desde el fin de semana en que llegó Draco,” comentó Andrómeda.

“Yo tampoco,” observó Minerva. “Pero ambos toman muy en serio sus trabajos en Hogwarts, así que me sorprendería que alguna vez llegaran a hacer algo así en los terrenos de la escuela.”

Narcissa asintió. “Quizá Draco presionaría un poco sobre el asunto, pero dudo que Potter accediera. Tiene un alto sentido de la responsabilidad para con los estudiantes.”

“Pero las cosas están progresando,” sugirió Andrómeda. “Lentamente,” añadió con un gruñido.

“¿Qué podemos hacer para acelerarlas?” preguntó Narcissa. “¿Quizá un fin de semana solos?”

A Minerva se le iluminaron los ojos. “Brillante, Cissy.”

Andrómeda asintió mostrando su acuerdo. “Me parece que este fin de semana vendré a visitarte, querida hermana,” añadió sonriendo.

***

Las cosas habían permanecido en un nivel civilizado entre él y Draco, y de vez en cuando Harry creía que el otro hombre podría estar considerando una relación romántica con él. Sin embargo, cuando esto ocurriera, las cosas se enfriarían rápidamente y él quedaría atrás preguntándose si Draco habría notado siquiera la química que había entre ambos o si sólo había sido producto de su imaginación.

Estaba demasiado tranquilo para ser viernes.

Habitualmente los estudiantes se mostraban ansiosos por el fin de semana, pero como el fin de semana anterior había sido la salida a Hogsmeade, ahora estaban un poco más tranquilos. Su primera clase después del almuerzo fue con un grupo de alumnos de primero de Slytherin y Ravenclaw. Teddy estaba entre ellos.

No le había costado trabajo asegurarle a Teddy que no le importaba el sorteo y que lo amaba a pesar de todo, pero todavía le costaba trabajo digerir verlo rodeado de un mar de verde, pero se juró que nunca le mostraría su desazón. Sí amaba a Teddy y sabía que el carácter del chico sobrepasaba el estigma que tenía la casa de Salazar, al igual que Draco.

Su ahijado lo miró feliz mientras los estudiantes entraban en fila. Harry había mejorado ampliamente el contenido de la clase cuando comenzó a trabajar ahí, y la lección de hoy trataba sobre los hombres lobo, que antes no se enseñaba si no hasta tercero. Sin embargo Harry sabía que debido a Voldemort, en la actualidad había muchos más hombres lobo que nunca antes en la sociedad mágica y pensaba que los estudiantes obtendrían mucho más aprendiendo sobre ellos que sobre, digamos, los hechizos de mocos. No se oponía a un buen hechizo de éstos, pero ese tipo de estudios prefería dejarlos como tarea. El simple hecho de imaginarse los salones llenos de estudiantes lanzándose el hechizo unos a otros le aligeró el humor.

Se dirigió al frente del salón, revisando con la mirada a la multitud de estudiantes atentos y se recargó contra la espalda de su escritorio. Le había pedido a Draco que le advirtiera a Teddy sobre la clase, ya que sabía que podía ser un tema delicado y el asentimiento breve de su sobrino le confirmó que había recibido el mensaje; se veía en su mayor parte listo a escuchar sobre la condición de su padre en el salón. No diría nada que Teddy no supiera ya, puesto que habían platicado vastamente sobre Remus en varias ocasiones, pero sabía que aún así sería difícil para el niño.

Cruzando los brazos sobre el pecho respiró profundo e inició la clase. “Hombres lobo,” comenzó con un ligero jadeo de algunas de las chiquillas de Slytherin que no paraban de reír por lo bajo. “¿Quién puede decirme el nombre de la cepa que llevan en la sangre y que los hace diferentes al resto de nosotros?”

Unas cuantas manos se levantaron y Harry se sintió complacido de ver que la de Teddy estaba entre ellas. “Sr. Lupin,” dijo sintiendo una punzada de dolor ante la sensación instantánea de pérdida que sintió al pronunciar el nombre. En ocasiones le resultaba fácil olvidar que era el hijo de Remus: después de todo, casi nunca utilizaba el apellido del chico, pero cada vez que lo hacía, sentía una punzada aguda en el corazón, la misma que sentía por Tonks cada vez que el niño hacía uso de sus habilidades metamórfagas.

“Licantropía,” contestó Teddy alegre y Harry asintió.

“Correcto. En el pasado se le ha visto como una enfermedad o una infección, pero los hechos son que esta cepa en la sangre no puede ser curada y que el lobo se vuelve parte del humano. Son seres humanos comunes y corrientes como ustedes o como yo, salvo por doce o trece días al año,” declaró.

Un chico de Ravenclaw de cabello rubio cenizo levantó la mano y Harry le indicó con la cabeza que podía hacer su pregunta. “¿Es cierto que algunos hombres lobo pueden permanecer en su horma de lobo?”

“Los hombres lobo tienen la habilidad de prolongar su transformación mediante el uso de pociones y hechizos, pero no es muy común,” contestó Harry. “La gran mayoría de las personas con esta aflicción no puede distinguirse de las otras mientras están en su forma humana. Comen, duermen y trabajan igual que ustedes y yo. Tienen relaciones, hijos y viven vidas relativamente normales fuera de la luna llena,” añadió guiñándole un ojo a Teddy.

Luego levitó unos panfletos del Ministerio a cada estudiante. “Esta noche quiero que lean este artículo escrito por la Sra. Granger-Weasley sobre los efectos que tienen los prejuicios contra los hombres lobo en sus vidas diarias y cómo puede cambiarse con la aprobación de la propuesta de ley que ella presentó para prevenir la discriminación contra los hombres lobo y otras criaturas que son igualmente perseguidas.”

“¿Por qué todo el mundo les tiene miedo si son tan inofensivos?” preguntó despectiva una niña de Slytherin y a Harry no le pasó desapercibida la mirada mordaz que le dirigió a Teddy.

“Con frecuencia la gente tiene miedo de lo que es diferente. Con esto no quiero decir que los hombres lobo no sean peligrosos. Cuando son lobos, generalmente no pueden distinguir entre un amigo y una presa, y si se les provoca cuando están en esta forma, pueden llegar a matar a un ser querido fácilmente, pero la sociedad mágica presenta un cuadro horrible sobre ellos que no es cierto,” los previno.

“Qué bueno que tu padre está muerto,” le dijo un chico corpulento de Slytherin a Teddy. “¡O si no, te hubiera comido cuando eras un bebé!”

El rostro de Teddy se puso de un rojo brillante y se hundió un poco más en su silla. El cuerpo entero de Harry comenzó a temblar con la rabia que le bullía por el comentario del niño. Sabía que los niños podían ser crueles, pero Teddy no había hecho nada para provocar semejante respuesta.

“De hecho, ¿Cómo sabemos que tú no eres un hombre lobo?” le gritó el mismo niño que se encontraba al otro extremo del salón. “¡La siguiente luna llena deberíamos encerrarte en una jaula para averiguarlo!”

“Salgan,” exigió Harry haciendo que el niño de Slytherin volviera inquisitivo sus ojos fríos hacia él.

Harry podía sentir su poder colándose por las puntas de sus dedos y dejó la varita cuidadosamente sobre el escritorio para no sentirse tentado a dirigir toda la fuerza de su poder hacia ese estudiante.

“¿Profesor?” preguntó una chica morena de Ravenclaw. Harry sólo podía imaginarse cómo deberían verlo los estudiantes al intentar controlar su furia.

“¿Harry?” gritó Teddy viéndose más preocupado que los demás.

“¡Salgan!” gritó prácticamente entre dientes. “Todos. Se acabó la clase. Váyanse. ¡Ya!”

Cerró fuertemente los ojos para controlar el dolor que lo laceraba en un intento por controlar todo el poder adentro de su cuerpo. Escuchó el ruido de las sillas contra el piso, luego pasos que salían apresuradamente del salón y luego silencio.

El salón estaba vacío cuando volvió a abrir los ojos, así que se dejó ir.

Una atemorizante llamarada blanca surgió de su cuerpo abrasando las paredes, el suelo y enviando todo lo que no estaba atornillado al suelo a volar por el aire para irse a estrellar al otro lado del salón. Los escritorios salieron volando, convirtiéndose en astillas cuando golpearon la pared para después convertirse en cenizas y los libros se hicieron bolitas de fuego antes de desaparecer. Si hubiera habido alguien más en el salón habría resultado con numerosas heridas, si no es que hasta muerto.

La explosión duró cerca de tres minutos completos y cuando finalmente el poder regresó a su cuerpo, Harry suspiró aliviado. Una llamarada de poder de esa magnitud podría haber matado a cualquier otro mago que la hubiera emitido, pero a él ni siquiera lo dejó mareado. Estaba bien: de hecho, mucho más que bien y era ese hecho el que lo preocupaba aún más que la llamarada en sí.
No había nada que evitara que se volviera adicto a una magia tan poderosa: no había efectos colaterales, ningún daño físico duradero, ni siquiera un dolor de cabeza. Sólo su consciencia le permitía luchar contra ella diariamente y su habilidad para resistir la tentación de usar magia para las cosas comunes que fácilmente podía lograr sin el uso de ella.

Su varita le era prácticamente inútil, lo había sido desde que la guerra terminó. La llevaba consigo para no llamar una atención indeseada, y además le resultaba útil para concentrar y ubicar su energía mágica, pero de cualquier otra manera era un juguete anticuado.
“Potter, ¿estás bien?” preguntó una voz desde la puerta y él apartó la mirada de las ruinas de su salón para ver a su amiga y mentora.
“Estoy bien, Minerva, pero no puedo decir lo mismo de este salón,” intentó bromear, aunque el tono monótono careció de todo humor.
“Teddy me dijo que estabas actuando raro y vine de inmediato,” le dijo pisando las piezas rotas de un escritorio y pergamino chamuscado para llegar hasta donde estaba parado. Le colocó una mano gentil en el hombro y suspiró. “¿Qué pasó?”

“Perdí los estribos,” replicó llanamente. “Uno de los estudiantes comenzó a molestar a Teddy sobre Remus y perdí el control,” le dijo sacudiendo la cabeza consternado.

“Creo que deberías tomarte libre el resto del día, Harry,” replicó ella en voz baja, en su voz no se percibía otra cosa más que preocupación.
Harry suspiró y se dejó caer al suelo con la cabeza entre las piernas. “Me debería tomar libre el resto de mi carrera profesional,” murmuró. “No tengo nada qué hacer aquí, podría lastimar a estos estudiantes.”

“Cualquiera de nosotros podría lastimarlos,” resopló Minerva. “¿Crees que eres el único profesor que ha necesitado controlar sus poderes para no lastimar a un estudiante insolente?”

“Pero yo -” comenzó a protestar Harry, pero la directora lo interrumpió.

“Sólo porque puedas ocasionar un poco de más daño no te convierte en alguien inadecuado para enseñar. Eres uno de los mejores profesores que ha tenido esta escuela, Potter, y no permitiré que digas tonterías sobre mi empleado favorito,” añadió con severidad y una ligera sonrisa.

Harry puso los ojos en blanco e intentó regresarle la sonrisa, pero fracasó completamente.

***

Harry estaba en su oficina girando una y otra vez su silla en espera de que Draco llegara para poder marcharse a casa. Estaba intentando limpiar su mente, pero todos sus pensamientos se desviaban a sobre si debería o no decirle a Draco lo que había pasado y lo que podría significar para él.
 “¿Dejarías de tratar tan espantosamente esa silla? Me estás mareando,” gritó una voz desde el retrato arriba de él.

Harry le dio una última vuelta a la silla para disgusto de Snape y luego se volteó a mirar de lleno a su viejo profesor. “Me imagino que Minerva te contó lo que pasó,” dijo Harry a secas.

“Por supuesto que lo hizo, también dijo algo sobre que podrías necesitar que te levantaran el ánimo y me mandó por más que le dije que yo no era la persona indicada para ese trabajo,” replicó.

“Estoy seguro de que está muy preocupada,” murmuró Harry reclinándose sobre la silla y girando los pulgares.

“Está preocupada por ti, no sobre ti,” le dijo Snape.

“¿Se supone que significan dos cosas diferentes?” preguntó Harry sarcástico.

Snape puso los ojos en blanco dramáticamente y se inclinó sobre el marco, como si fuera a sacar la mano para darle una bofetada a Harry. “Significa que está más preocupada por cómo te sientes desde el incidente, que por el incidente mismo.”

“Eso es ridículo. ¿Podría haber matado a alguien y ella se preocupa por cómo esté yo?” preguntó incrédulo.

“¿Creerías capaz de alguna otra cosa a Minerva McGonagall?” preguntó Snape desdeñoso.

Harry suspiró y comenzó a pasearse por la oficina, deslizando los dedos sobre los tomos llenos de polvo. “No, supongo que no, pero no por eso deja de ser una tontería que me deje seguir enseñando aquí.”

“Potter, tú y yo sabemos que no asisto a tus fiestas de autocompasión,” dijo Snape monótonamente. “Así que ya contrólate y sé el profesor que merecen esos estudiantes.”

“Sí, señor,” refunfuñó Harry.

“Diez puntos para Gryffindor,” lo bromeó Snape y Harry no pudo evitar la sonrisa sutil que curvó sus labios. “Entonces, ¿puedo reportarte como bastante animado sin que encuentre mi cuadro en llamas la próxima vez que me vaya a la oficina de la directora?”

“Puedes reportarme como mayormente animado, pero no por completo,” lo corrigió Harry.

“Sí, me imagino que el joven Malfoy tendrá que terminar el trabajo,” replicó Snape con una sonrisa conocedora y se fue dejando a Harry solo con las mejillas ardiendo.

Un momento después la puerta se abrió y Draco entró. “Llegaste temprano,” casi gritó sorprendido por la presencia de Harry. Generalmente era Draco el que lo esperaba.

“Es mi oficina,” replicó Harry sarcástico.

“Lo sé, es sólo que a veces te espero aquí durante una hora más o menos antes de que llegues,” admitió Draco que de pronto se vio incómodo por haberlo dicho.

“¿En serio? ¿Y qué haces aquí todo ese tiempo?” preguntó Harry sonriendo abiertamente.

“Me pongo a buscar entre tus cosas, por supuesto,” replicó Draco con una sonrisa burlona.

“¿En serio?” preguntó Harry ligeramente sorprendido por su franqueza.

“No, no es en serio. Generalmente leo o califico las tareas,” contestó Draco señalando los rollos de pergamino que tenía bajo el brazo.

“¿Entonces no fisgonear mi escritorio ni nada por el estilo?” quiso confirmar Harry.

“No es divertido después de la primera vez. Después de toparte unas cuantas veces con la misma revista de ‘Varita’ pierdes el interés,” le informó Draco. “Deberías conseguirte nuevo material de lectura.”

Harry se sonrojó y le hizo un gesto grosero antes de activar la red flu. “¿Estás listo?” le preguntó a Draco por encima del hombro.

Draco asintió y lo siguió a casa. “No me dijiste por qué llegaste temprano,” señaló Draco cuando llegaron al estudio de Harry.

“Minerva me mandó a casa, sólo regresé para recogerte,” le dijo Harry escapándose rápidamente a la cocina.

“¿Qué hiciste?” preguntó Draco curioso.

“Nada,” mintió Harry sintiéndose inmediatamente mareado por ello.

“Mentiroso,” replicó el rubio.

Harry suspiró y se recargó sobre el mostrador. “Me descubrieron besando a un hombre en el pasillo.”

Draco abrió la boca y entrecerró los ojos. “¿Quién?”

“Un tipo muy guapo, no creo que lo conozcas,” replicó Harry con un movimiento casual de la mano.

“Tú… pero - no puedes,” tartamudeó Draco.

“¿Por qué no? No estoy saliendo con nadie más,” replicó y se volteó para salir de la cocina antes de que le ganara la risa.

Draco lo sujetó del brazo y lo giró mirándolo con el ceño fruncido cuando vio la sonrisa en el rostro de Harry. “Me estabas mintiendo otra vez,” gruñó.

“Un poco,” concedió Harry. “¿Te pusiste celoso?”

Draco respiró profundo y dejó salir el aire lentamente. “Sí,” resopló.

Harry cerró los ojos nuevamente impresionado por sus palabras. “¿En serio?”

“Sí. Sé… sé que he sido un poco difícil, pero la imaginarte con alguien más me volvió un poco loco,” admitió.

“Sabes lo que eso significa, ¿verdad?” preguntó Harry feliz.

“Estoy seguro de que vas a decírmelo,” murmuró Draco.

“Significa que quieres salir conmigo,” replicó con voz cantarina.

“No es cierto. Sólo significa que te tengo cariño y que no confío en cualquiera para que sea tu novio,” le dijo altanero. “Es que soy sobreprotector con mis amigos.”

“¿Cuándo te darás por vencido?” resopló Harry soltando el brazo que Draco le tenía agarrado. “¿Por qué es tan difícil que admitas que te gusto?” exigió saber.

“¿Y por qué es tan difícil que me digas que esta tarde volaste el salón de Defensa?” le replicó Draco curioso.

Harry lo miró con la boca abierta durante un momento, pero se recuperó rápido. “Perdí el control de mi magia,” dijo al fin.

“Se necesitó de muchísima magia para hacer lo que vi hoy,” susurró Draco.

“¿Cómo fue que te enteraste?” preguntó Harry.

Draco puso los ojos en blanco. “¿Cómo se entera cualquiera de cualquier cosa en esa escuela?”

“¿Ya están corriendo los rumores?” preguntó Harry viéndose un poco hosco.

Draco suspiró y sacudió la cabeza. “No, fui a ver si querías dar una vuelta por el campo y me encontré a McGonagall en tu salón, que ya no parecía un salón.”

“¿Y ella te lo dijo?” gruñó Harry.

“No, no lo hizo. Lo supuse y tú me lo acabas de confirmar,” murmuró Draco.

“Entonces me imagino que ahora querrás mudarte,” comentó Harry girándose y dirigiéndose a su habitación sin esperar una respuesta.

“¿Quién dijo eso?” protestó Draco siguiéndolo.

Harry se volvió hacia él. “Deberías mudarte, de hecho, sería mejor que te llevaras a Andrómeda y a Teddy contigo,” gritó. “Soy peligroso.”

Draco lo ignoró y mejor optó por hacerle otra pregunta. “¿Cómo lo hiciste?”

“Es el poder de Voldemort,” le dijo Harry. “Absorbí absolutamente toda su magia a través de nuestra conexión cuando lo maté.”

“Eso es imposible,” se mofó Draco.

“Durante toda mi vida tuve una fracción de su alma dentro de mí,” susurró Harry. “Y aunque morí para matar esa pieza dentro de mí, algo en sus poderes debió haberme reconocido cuando lo maté,” terminó. “Cuando menos eso es lo que cree McGonagall basada en los diarios de Dumbledore.”

“Entonces el viejo sigue resolviendo misterios desde la tumba,” meditó Draco.

Harry sólo se encogió de hombros. “Minerva piensa que si uso el poder, eventualmente todo se nivelará y me acostumbraré a él, pero no puedo arriesgarme.”

“¿Por qué no? Si ella piensa que te ayudará, lo más probable es que así sea,” sugirió Draco.

“Viste lo que le hice al salón hoy, y he hecho cosas peores que esa,” replicó Harry.

“Bueno, no pienso mudarme, cuando menos no hasta que mi casa esté terminada, cosa que no pasará sino hasta dentro de unas
semanas,” le dijo Draco con firmeza. “A menos de que tú me estés echando,” añadió viéndose mucho menos seguro de sí mismo.

La expresión de Harry se suavizó de inmediato y sacudió la cabeza. “Nunca correría a un amigo,” replicó enfatizando cuidadosamente la última palabra.

Draco se movió incómodo en su lugar y asintió. “Bien, ¿qué quieres hacer este fin de semana? Deberíamos quitarte de la cabeza el incidente de hoy en la escuela.”

“Bueno, Andrómeda fue a quedarse a casa de tu mamá, así que este fin de semana estamos solos,” le informó Harry.

“¿Completamente solos?” preguntó Draco enarcando mucho las cejas y Harry asintió.

“No te preocupes,” le dijo Harry guiñándole un ojo. “Me comportaré,” añadió mientras entraba en la sala escuchando a Draco murmurar algo parecido a ‘eso era lo que me temía’, cosa que provocó que soltara una risita. “¿Noche de película?” sugirió por encima del hombro al profesor rubio de Slytherin que venía acercándose.

“¿Puedo escogerla?” preguntó Draco. Había descubierto que le gustaban bastante las películas muggles y generalmente lo lograban distraer de su deseo de follarse a Potter. Aunque últimamente, la frase noche de película consistía en que los dos compartieran una manta en el sofá, comiendo palomitas de mantequilla y tomando chocolate caliente, cosa que lo hacía querer más dormir con Harry en vez de menos.

“Por mí no hay problema,” dijo Harry mientras iba a preparar las palomitas y el chocolate caliente y se preparaba para pasar una noche cálida y pacífica con Draco.

¿Qué les pareció?

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