Snow

Nov 27, 2010 19:43

 Bueno, vuelvo a las andadas guiado por el instinto.

Hoy algo inspirado en este tiempo que ha llegado a España (aunque aquí no nieve).

- Hace frío. - Su voz me llega amortiguada por la bufanda que lleva enrollada al cuello y que cubre su boca y apenas si deja ver su nariz respingona. Me giro para mirarla y veo que la tiene roja por el frío. Incluso a través de la bufanda veo a contraluz su aliento condensado.

Andamos sobre la nieve que cruje; nuestros pies se hunden en ella dejando un rastro claro pero que se pierde en la oscuridad que nos rodea por todas partes. Solo la pequeña lámpara de gas que llevo en la mano derecha enguantada impide que las tinieblas nos envuelvan por completo.

Está un rato callada, mirando siempre al frente. Yo la observo de reojo pero no digo nada tampoco. La nieve sigue cayendo sobre nosotros, se deposita en nuestras cabezas cubiertas con gorros de lana y en nuestros hombros. Cuando la miro otra vez veo que ha sacado sus manos de los bolsillos. No lleva guantes, no los ha querido cuando se los he ofrecido, y pronto su piel se pone ligeramente roja. Sin pensarlo dos veces saco mi otra mano y le cojo la mano derecha con mi izquierda. Ella se deja hacer pese a todo y cuando le aprieto para darle calor, me devuelve el apretón.

- ¿No vas a decir nada? - pregunta ella deteniéndose de repente y girándose hacia mí.
- ¿Qué puedo decir? - respondo yo, mirándola a esos ojos verdes que tanto me hacen sentir -. Ya has tomado una decisión.
- Esperaba algo de oposición de tu parte - dice ella. Su cara se mueve un poco y sé que está sonriendo, aunque sus ojos no reflejen más que dolor -. ¿Ya no me quieres?
- Creo que no son mis sentimientos los que importan, ¿verdad? - Mi tono es frío. Me hace daño que diga esas cosas y ver ese dolor en sus ojos, el mismo que hay en los míos, cuando es ella la que lo está causando.
- Es cierto. Lo siento.
- No quiero tus disculpas.

Vuelve a andar y me suelta la mano. Sé que la he fastidiado otra vez, pero luego pienso que no tiene porque importarme, que es ella la que va a dejarme. Que porqué cojones tengo que contenerme. Y sin embargo, excepto esa última frase, sé que me he estado conteniendo. Que podría estar echándole en cara lo que hace, lo egoísta que es. Pero en el fondo sé que no soy capaz de hacerlo. Que sí, que aún la quiero por mucho daño que me haga.

Camino tras ella y le alcanzo. Sus manos están otra vez en los bolsillos de la chaqueta. Yo dejo mi mano libre fuera para que el frío me mantenga firme y despierto. Noto un nudo en la garganta pero intento ignorarlo.

Ya estamos allí. La estación de tren aparece entre la nieve de repente; primero se ven las luces y luego el pequeño edificio. A lo lejos se escucha el tren llegando. Entramos en ella y yo espero mientras saca el billete. He apagado la lámpara que ahora parece un cadáver que se va enfriando por momentos. Ella vuelve y me sonríe. Ahora que se ha quitado la bufanda puedo ver sus labios, que tantas veces he besado; suaves y dulces. Sus ojos siguen sin sonreír con sus labios y de nuevo siento esa furia en mi interior; como antes la reprimo.

Nos miramos durante un rato sin saber qué decir. Fuera de la estación el tren ya ha llegado y espera para salir en unos minutos. Ella mira al suelo y luego se acerca a mí. Me besa en la mejilla; sus labios cálidos contra mi piel fría mandan un escalofrío por todo mi cuerpo. Cuando se está alejando, la agarro del brazo y la obligo a mirarme. Sin decir nada, me inclino hacia ella y beso esos labios carnosos que nunca más disfrutaré. Le muerdo el labio inferior y al final cede y me abre su boca. Mi lengua entra y busca la suya. Durante casi un minuto estoy besándola. Ella no hace nada al principio pero luego no puede evitar unirse a mí en este último beso. Luego me separo de ella y le doy un último beso, ligero esta vez.

- Adiós. - Mi voz sale forzada y veo que se muerde el labio inferior. Antes de que diga nada me doy la vuelta y salgo fuera, a la nieve.

Escucho la puerta cerrarse a mi espalda. Enciendo de nuevo la lámpara y hecho a andar siguiendo nuestras huellas, aún frescas pero que no tardarán en desaparecer tapadas por la nieve que sigue cayendo silenciosa.

No me doy cuenta pero voy caminando por encima de sus huellas, borrándolas con las mías antes de que lo haga la nieve. Sin embargo, sólo el tiempo logrará borrar sus huellas de mi. Me cierro mejor el abrigo y agacho la cabeza mientras sigo andando entre la nieve. Mi respiración se condensa al salir de entre mis labios mientras sus besos se borran poco a poco.

A lo lejos, se deja oír el pitido del tren que parte.

drabble

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