Running to not cry...

Dec 19, 2010 21:16

 Bueno, acabo de escribir esto después de ver Chungking Express así que mucho está inspirado copiado de la película. No sé si está bien o no, creo que más bien no pero bueno, tenía que escribir algo, no sé porqué xDDDD Ahí va:

La mujer estaba sentada en uno de los banquillos para los equipos que circundaban el campo de baseball. Era uno de los que quedaban más en las sombras debido a que tenían un techo para guarecerse de la lluvia y el foco de luz estaba justo encima del mismo. Por eso no la vi al principio; aunque, la verdad, en mis circunstancias es normal que no me diera cuenta de su presencia.

Al principio, cuando llegué allí, era imposible, ya que yo me quedé en una de las cabinas de prácticas para el bateo; una de esas que tienen una máquina que lanza bolas automáticamente, dejándote a ti la tarea de golpearlas. Yo lo hacía con rabia y cada vez mandaba la pelota con todas mis fuerzas a estrellarse contra la malla metálica que impedía que las pelotas huyeran.

Llevaba un buen rato golpeando esas bolas pero aún me sentía destrozado por dentro, al borde de las lágrimas. Pero no quería darle esa satisfacción, intentaba retenerlas con esfuerzo pero alguna que otra lograba escapara, muy a pesar mío. Me pasaba el brazo por los ojos para enjuagarlas y sentía su calor en mi piel.

Luego me acordé de una cosa. En su momento pensé que era una tontería, aunque he de reconocer que me arrancó una sonrisa al verlo. Pero ahora estaba desesperado, tenía que desahogarme de alguna manera y no quería hacerlo llorando por ella. Dejé caer el bate al suelo cuando la máquina se detuvo y salí de la cabina. Había dejado la chaqueta en el suelo, a la entrada de la cabina, pero no me detuve a recogerla; me daba igual su destino.

Ante mí se extendía el campo iluminado en parte por los focos dispuestos a intervalos regulares a su alrededor. Sentí que mis labios esbozaban una sonrisa involuntaria al acordarme de nuevo de aquella escena y empecé a correr. Al principio apenas iba rápido pero luego, sin quererlo, aunque empujado seguramente por la rabia que aún sentía, empecé a acelerar más y más, hasta que al final iba corriendo a mi máxima velocidad.

Pronto empecé a sudar pero no me detuve. Intenté acelerar aún más. La camiseta se me pegaba al cuerpo y sentía el sudor correr por mis piernas y mi cara pero no paraba. Seguía corriendo, eliminando el agua de mi cuerpo. Impidiendo que las lágrimas pudieran surgir. Y luego, de repente, empezó a llover.

Me detuve de golpe. Notaba mi respiración agitada, mi pecho subiendo y bajando, como si estuviera viéndome desde fuera, sin control sobre mi cuerpo. También noté que, pese a la lluvia que empezaba a bajarme por la cara y el resto del cuerpo, llevándose el sudor con ella, mis ojos estaban secos. No había lágrimas.

Se me escapó una carcajada al pensar en que al final, esa escena de la película estaba en lo cierto. No hay nada mejor que ponerse a correr cuando no se desea llorar por una ruptura. ¿Quién lo habría dicho?

Aún así, seguía sintiendo el dolor sordo en mi pecho, de nuevo formando parte de mí. Y seguí allí, bajo la lluvia, dejando que ella me lavara de todo lo que había conocido hasta entonces. Aunque algunas cosas se resistían a ser arrastradas.

De repente sentí que alguien me observaba. No sé porqué tuve esa sensación pero era muy fuerte. Miré a mi alrededor y acabé por detectar la presencia de alguien por el humo que salía de debajo del techado de uno de los banquillos del campo. Algo me empujó a acercarme hasta allí, bajo la lluvia y la luz que caía del foco, que me impedían ver bien en la oscuridad del lugar donde el entrenador y los jugadores suplentes observan el partido.

En el interior había una mujer fumando. No me atreví a entrar dentro así que me quedé apoyado en el murito que delimitaba el banquillo, escrutando su cara. Ella me miraba también y de vez en cuando daba una calada al cigarrillo, exhalando luego el humo entre los labios carnosos y pintados de rojo. Como estaba muy cerca, podía observar sus rasgos con facilidad. Tenía el pelo rubio y liso, recogido en una cola, llevaba gafas de sol así que no podía ver sus ojos pero su nariz era bonita. Sus orejas eran de un tamaño adecuado y su cara desprendía una sensación global de belleza. Los dedos con los que sujetaba el cigarrillo eran largos y finos. Vestía una gabardina de color beige y bajo ella se apreciaba un vestido de color negro. Lucía, además, unos zapatos de tacón blanco.

-¿Fumas? - su voz era grave y al escucharla sentí un escalofrío bajarme por la espalda.
-No.
-Haces bien. Yo voy a dejarlo - dijo mirando el cigarro en la mano. Luego lo soltó y lo apagó con el zapato. Metió la mano en la chaqueta y sacó un paquete que tiró por encima del murito, a la arena empapada que seguía recibiendo la lluvia, igual que yo -. De hecho, ahora mismo.
-Es una buena decisión - sostuve yo mirándola un poco sorprendido.
-¿Por qué corrías tanto? - me preguntó de repente. Al hacerlo se quitó las gafas y sus ojos me hicieron perder el equilibrio.
-La verdad... - empecé a decir después de volver a recuperar mi posición. Dudé un poco pero luego me decidía a contárselo. Sentí que era lo que debía hacer -. Mi novia me ha dejado y el otro día viendo una película uno de los protagonistas decía que la mejor manera de no llorar después de una ruptura es correr mucho para así sudar y que no quede agua en el cuerpo para las lágrimas. Sé que es una tontería pero no sabía que más...
-No creo que sea una tontería. ¿No estás llorando, verdad?
-No.
-Entonces es que funciona, ¿no crees?
-Supongo que sí.
-¿Por qué no entras?

Sin pensarlo dos veces me metí dentro del banquillo y ella se echó hacia un lado para que me sentara. Rápidamente empecé a llenarlo todo de agua pero no me importó. Y a ella creo que tampoco.

Yo no sabía qué decir, pero no me hizo falta decir nada porque ella ya me estaba acariciando la mejilla. Me hizo girar la cara para que la mirara directamente. Se mordió el labio inferior y se acercó a mí. Cerró los ojos al besarme. Fue un beso suave que dejó en mi boca un ligero sabor a tabaco pero, para mi sorpresa, era de vainilla. Hasta ese momento su olor lo había enmascarado el de la lluvia y la arena mojada. Se retiró y pasó sus dedos por mi mejilla hasta mi barbilla.

-¿Correrás por mí? - Su voz parecía de repente rota y llena de dolor. Se levantó y se puso de nuevo las gafas.
-Claro que sí - respondí sin dudar. Luego ella salió del banquillo y desapareció entre la lluvia.

Estuve un rato más sentado y luego me levanté y salí también al exterior. De repente, sentí ganas de llorar pero no por la chica que me había dejado - extrañamente, sentía como si eso hubiera pasado hacia meses -, sino por aquella extraña mujer que con un beso había conseguido revolverme entero.

Sin pensar, empecé a correr de nuevo, cada vez más y más rápido.

drabble, chungking express

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