Tabla: Química
Fandom: Harry Potter
Claim: Penélope Clearwater.
Personajes: Penélope Clearwater. Charlie Weasley. Una constante alusión a percy Weasley
Tema: #1 Isómeros
Extensión: 1016 palabras- que hacen un total de 3235 para el
dekasem .
Advertencias: No hay nada explícito, pero todos sabemos que todo Charlie/Penny implica sexo.
Penélope giró sobre si misma hasta quedar boca arriba mirando el pecho, en la segunda cama de un Weasley en la que había estado en su vida. Se quedó un rato pensativa, en esa posición, con un brazo estirado en cruz y el otro pegado al cuerpo para no molestar a Charlie Weasley, que dormía profundamente con el sueño del soldado.
Finalmente, se levantó a fumar un cigarrillo. No podía dormir, y no creía que iba a poder hacerlo a menos que fuera una necesidad física demasiado perentoria. Su mente iba a impedírselo. Se sentó en el alfeizar de la ventana, completamente desnuda, y la abrió de par en par para que el viento de julio le refrescara un poco las mejillas y las ideas. Cuando prendió el cigarrillo, se dio cuenta de que las manos le temblaban. Sonrió levemente con una sonrisa nerviosa. Se daba cuenta de que se estaba comportando como si tuviera doce años, y no estaba segura del todo sobre si eso la fastidiaba tanto. Sentía la piel fresca y tersa, y se sentía más joven y más bonita de lo que se había sentido en mucho tiempo. Le dio la primera pitada, larga, al cigarro, y contempló la luna, tratando de poner la mente en blanco y disfrutar simplemente de la brisa fresca sobre su rostro.
Era inútil. Simplemente, no podía dejar de pensar. Igual, tal vez y no fuese tan malo seguirlo haciendo. Porque dos meses atrás, se hubiera auto flagelado de sólo tener pensamientos similares a la que era su situación actual. Y en ese entonces… Bah, ¡que importaba lo que pensaba en ese entonces! Penny se echó hacía atrás del hombro la larga y espesa cabellera castaña.
Charlie le había dicho que era uno de sus mejores atributos. Percy nunca le había dicho nada al respecto.
Primero, había pensado que la clave del asunto era que Charlie era un Weasley, hecho y derecho. Esa había sido su excusa, e incluso, se decía, su aliciente: si no podía tener a Percy, bueno, aunque sea iba a tener a su hermano. Le tomó cinco segundos darse cuenta de que las diferencias eran abismales: Charlie y Percy eran tan parecidos como ella y Cho Chang (y la boca se le torcía de una forma un tanto extraña de sólo pensar en la comparación). Los mismos componentes, quizás, pero una composición radicalmente distinta (que iba mucho más allá de las gafas de Percy y los músculos de Charlie).
Percy tenía todo, pero también mucho más, de lo que cualquiera hubiera podido ver en él a simple vista. Si, la inteligencia, si, la ambición, sí, la severidad. Pero había algunas vetas en su personalidad que Penélope se jactaba de haber sido solamente ella quien llegara a conocerlas: aquella debilidad esporádica, que lo hacía lucir tan pequeño y tan tierno; aquella tendencia a la ternura que lo hacía recordar no sólo fecha exacta, sino también la hora precisa de su aniversario. Percy era, entonces, una persona muy particular, con todos sus defectos y sus no pocas virtudes, a la cual Penny había amado, pero no solamente eso: también lo había respetado y lo había querido.
Charlie, en cambio, era harina de otro costal. ¿Qué podía tener en común con Percy? El cabello de llamarada. Los ojos azules. Las pecas. Y poco más. ¡Ni siquiera la contextura física! A esa altura de su relación con ellos, Penny ya se había dado cuenta de que algunos de los Weasley (Ginny, George, Charlie y, por supuesto, también Fred) se parecían rotundamente a Molly, mientras que los demás (Bill, Percy, Ron) eran definitivamente hijos de Arthur. ¿Y en personalidad? ¿Qué había en común en la personalidad de los dos? Poco y nada. Por no decir nada.
Charlie era un hombre sufrido y salvaje, curtido por la vida y por los dragones, al que una sabiduría más ancestral que el hombre había tocado el corazón. Y quizás por eso, en el fondo, muy en el fondo, detrás de las cicatrices y las manos curtidas, se escondía un corazón dulce y vulnerable. Su gran amor de juventud había muerto, y eso era algo que Charlie no había superado, ni iba a superar jamás, pese a que su relación se hubiera terminado mucho antes del fallecimiento de ella. Pero a veces, sólo a veces, Charlie se permitía la redención de otras curvas, otras caderas, otros rizos. Aunque más no fuese que para liberar tensiones. Penélope no sabía si eso le hacía sentir que estaba traicionando a Tonks, o si se auto flagelaría después por ello. Prefería no saberlo. Ella tenía sus propios remordimientos y sus propios fantasmas. Podía (o no; lo único seguro era que quería) ayudar a Charlie a superar los suyos; pero no podía cargárselos a la espalda. Charlie lo entendía, y jamás había querido actuar en contra de esos sentimientos. Siempre había sabido llevar solo su propia carga.
Y allí estaba Penélope Clearwater, completamente al desnudo (literal y metafóricamente) entre aquellos dos hombres que habían marcado a fuego su vida. Percy había sido, y Penélope sabía que jamás volvería a ser, no sólo por la esposa rubia y aburrida y los hijos, sino por ella misma y por una cuestión de orgullo. Pero a veces, sólo a veces, Penny sentía el aire tan espeso que le costaba respirar, y el olor de su poción de después de afeitar invadía cada poro de su cuerpo. Afortunadamente, solo a veces. Percy podía ser el pasado, pero continuaba siendo, y Penélope no creía poder cambiar eso ni queriendo. Y la verdad era que no quería.
Charlie era, sin llegar a ser absolutamente nada definido entre presente y futuro. Charlie era una gran incógnita, un placer de esos que se te deslizan entre los dedos justo cuando quieres atraparlo. Entonces, mejor no intentar hacerlo y disfrutarlo mientras se pudiera, pensó Penny mientras sentía los labios de Charlie sobre su cuello y sus manos en sus caderas, invitándola a regresar a la cama. Charlie siempre había sido un hombre de pocas palabras. Mejor así.
Para la elocuencia, Penny ya lo tenía a Percy.