Destino - Tabla Digielegidos
Tabla: Digielegidos
Fandom: Digimon
Claim: Hermanos Ishida/Takaishi
Personajes: Takeru Takaishi
Tema: #4 Destino
Nº de palabras: 226
Notas: Es una visión muy, muy personal. Se aceptan opiniones ajenas.
Advertencias: Ninguna
4: Destino
Takeru Takaishi nunca había sido una persona supersticiosa ni creyente- aunque eso fuera porque tenía su propia diosa personal, y su altar eran su vida y su obra. Ni siquiera Hikari, con todo su caudal de bullente misticismo, había podido cambiar su perspectiva al respecto. Porque Takeru poseía sus propios rituales, y en ellos si creía de manera fervorosa- pero eran cosas mínimas, que nadie más podría entender.
Porque Takeru creía en esos espasmos esporádicos de placer y de dolor que podía tener mientras escuchaba música- generalmente la de Yamato-, mientras miraba las estrellas, mientras viajaba en subterráneo, mientras tomaba café. Esos impulsos casi eléctricos que lo obligaban a dejar inmediatamente lo que fuera que estaba haciendo, tomar una lapicera, el primer trozo de papel en blanco- o no tanto- que se le cruzara por delante, y escribir.
Escribir hasta cabecear.
Escribir hasta que las letras fueran arañas, sirenas, monstruos.
Escribir hasta que el cuerpo le pidiera tregua en varios idiomas distintos.
Escribir hasta que Hikari le agregara subrepticiamente una pastilla par dormir en el té.
Escribir hasta que Narumi pidiera a gritos la atención de su padre.
Escribir hasta que el mundo fuera cenizas y el futuro, recuerdo.
Takeru no creía en destinos y azares: creía en su destino. Y sabía que ante la hora de la verdad, no le quedaba otra alternativa que cumplirlo.
Fandom: Digimon
Claim: Hermanos Ishida/Takaishi
Personajes: Takeru Takaishi
Tema: #4 Destino
Nº de palabras: 226
Notas: Es una visión muy, muy personal. Se aceptan opiniones ajenas.
Advertencias: Ninguna
4: Destino
Takeru Takaishi nunca había sido una persona supersticiosa ni creyente- aunque eso fuera porque tenía su propia diosa personal, y su altar eran su vida y su obra. Ni siquiera Hikari, con todo su caudal de bullente misticismo, había podido cambiar su perspectiva al respecto. Porque Takeru poseía sus propios rituales, y en ellos si creía de manera fervorosa- pero eran cosas mínimas, que nadie más podría entender.
Porque Takeru creía en esos espasmos esporádicos de placer y de dolor que podía tener mientras escuchaba música- generalmente la de Yamato-, mientras miraba las estrellas, mientras viajaba en subterráneo, mientras tomaba café. Esos impulsos casi eléctricos que lo obligaban a dejar inmediatamente lo que fuera que estaba haciendo, tomar una lapicera, el primer trozo de papel en blanco- o no tanto- que se le cruzara por delante, y escribir.
Escribir hasta cabecear.
Escribir hasta que las letras fueran arañas, sirenas, monstruos.
Escribir hasta que el cuerpo le pidiera tregua en varios idiomas distintos.
Escribir hasta que Hikari le agregara subrepticiamente una pastilla par dormir en el té.
Escribir hasta que Narumi pidiera a gritos la atención de su padre.
Escribir hasta que el mundo fuera cenizas y el futuro, recuerdo.
Takeru no creía en destinos y azares: creía en su destino. Y sabía que ante la hora de la verdad, no le quedaba otra alternativa que cumplirlo.