Sólo un rato, sólo un poco. Para Acuática

Jan 23, 2009 14:51

 

Sólo un rato, sólo un poco.

De Lyneth para Acuática.

Las luces de Hogwarts se apagan a las once.

Desde los gigantescos velones que alumbran el Gran Comedor hasta la más pequeña lámpara de aceite se extinguen ante este toque de queda, y el infinito castillo se pierde como por arte de magia en la densa oscuridad de las noches de invierno de Escocia.

La oscuridad lo consume todo con la única excepción, tal vez, de la morada del Guardián de los Terrenos de Hogwarts.  A él pocas reglas se le han impuesto -al menos en lo concerniente a esta función- después del cambio de las autoridades del Colegio, y su humilde lugar cerca del Bosque Prohibido suele ser el único punto luminoso que los estudiantes  vislumbran desde sus ventanas en lo alto de las torres.

Esto es, claro, exceptuando aquellas noches en las que algún revoltoso es enviado a su custodia. Ahí, cierra las puertas con llave y entorna las ventanas, corre las cortinas y tapa como puede cada resquicio visible, cada pasaje por el que la luz o el sonido puedan escaparse.

Cuando los profesores de Hogwarts le envían a algún alumno castigado, se asegura de que nadie sepa lo que ocurre tras los muros de su cabaña.

Porque sabe que el castigo sería duro si se enteran de que sólo se sientan a tomar té.

- Es casi medianoche- anuncia Luna, con la vista perdida en algún punto de la pared, y nadie duda un segundo de su reloj interno.

- Quiere decir que ya debemos irnos- dice la pequeña Ginny Weasley, rodando los ojos.

Mientras bufa y se hunde en su asiento graciosamente, Hagrid piensa que, de hecho, no es ya tan pequeña así como tampoco lo son ninguno de los niños que solía conocer. Ni los que faltan, ni los que han debido quedarse.

Los chicos comienzan a pararse y a buscar sus abrigos, preparándose para salir a la nieve y, luego, volver a entrar al infierno. Hace un frío de perros, pero aunque lleven cada centímetro de su piel cubierto de lana Hagrid aún puede ver sombras de cicatrices asomándose por el cuello de sus poleras y el dobladillo de sus túnicas y siente otra vez ese nudo apretarse en su garganta, hasta hacer asomar lágrimas en sus ojos.

- Gracias por todo, Hagrid.

- Pffft. Gracias por nada, querrás decir. Lo único que hago todo el día es quedarme sentado y fingir que obedezco a esos desalmados mientras hago oídos sordos. ¿En verdad no habrá nada más que pueda hacer para ayudar?

Todos lo miran sonriendo, complacientes. Pero el que se adelanta dos pasos hacia él y le habla es el pequeño Neville -Neville-, con la frente alta y el semblante seguro. Con él no hace falta forzar la vista para ver las heridas y pocas personas lo han visitado tan seguido alguna vez, pero aún así jamás estuvo más alejado del pequeñajo temeroso que solía ser.

Neville tiende la mano frente a él y se le estrecha, con una dignidad y un control inusitados para alguien varios pies más pequeño, con esa sonrisa segura que dice -que sabe- que  todo va a estar bien. Hagrid no tiene, o más bien nadie tiene, idea alguna de cuándo aquel chico tembloroso se volvió capaz de infundir tanta fuerza, tanta tranquilidad. Y así, casi divertido, con su mano entre las de él, sólo dice:

- Simplemente sigue teniendo apariencia de grande y malo, ¿quieres?

----

La clase de Estudios Muggles es la única que no parece vacía. Las personas son las mismas con las que Neville recuerda haber compartido clase todos los años, pero esto no es mucho decir: excepto por Hermione, aquella vez hace millones de años, ningún nacido muggle la cursó nunca.

En las otras aulas sí. Se siente la falta, como un dolor físico, como una herida supurante.

De risas, de conversaciones, de aviones de papel lanzados de una punta de la clase a la otra, de gritos de asombro. De personas, jóvenes que ocupen los pupitres vacíos al fondo de los salón que ahora habitan sólo sombras y fantasmas que perforan con la mirada sus espaldas, recordándole que algo -o mejor dicho, que todo- va mal.

Alecto Carrow se pasea por el salón con aire complacido. Todos permanecen en silencio, concentrados en la redacción que deben terminar para el final de la clase (12 razones por las que el llamado “ingenio Muggle” es puro cuento) y Neville comprende que su sonrisa sibilante se debe a que el panorama frente a ella es un poco la versión reducida de su sueño: jóvenes magos, todos pura sangre, aprendiendo con la cabeza reclinada la inferioridad de los que no son cómo ellos, sin dudas ni discusiones. En el mundo que ella y los suyos se plantean, ellos son el primer paso: los vulnerables, las mentes fáciles de moldear.

Los que temen. Los que no pueden  hacer nada frente a la injusticia y, por lo tanto, no pueden más que racionalizarla.

- Discúlpeme, profesora.

- Nadie te ha dado permiso para hablar, mocoso.

Neville alza la mano, con expresión paciente. A su lado siente susurros de asombro y exclamaciones ahogadas. Ahí va otra vez.

- ¿Qué es lo que quieres ahora?- pregunta Alecto, desafiante, con una mano frente suyo y la otra en su túnica en silenciosa amenaza que todos saben más que clara.

- Tengo una duda con respecto a la redacción -le dice Neville, sin perder la calma -. Sobre el punto cuatro: ‘¿Por qué la electricidad es una invención absurda y completamente obsoleta?’

- Creo que la consigna está muy clara, muchacho.

- De hecho no. ¿Sabe? No creo que la electricidad sea inútil en absoluto. Es un invento genial para quienes no pueden traer luz con magia.

- Exactamente, hijo.

Los ojos de la profesora se encogen con malicia y brillan mientras las palabras salen de su boca como un siseo.

- La electricidad, como todos los inventos de Muggles, fue creada para reemplazar la magia que no poseen. Es decir que, al no ser capaces de realizar hechizos, pierden su inútil tiempo en realizar burdas imitaciones de la magia, que no son más que otra prueba de su terquedad: si fueran más listos, admitirían su inferioridad de una vez por todas. ¿Todos me siguen?- Pregunta a la clase, alzando la voz, como para dejar en claro que todo aquello es parte de la lección, y que su dialogo con Neville ha terminado.

- De hecho- dice él, sin amedrentarse- el hechizo de iluminación máxima, que permite alumbrar una habitación entera, no fue inventado por Tiberius Walrock hasta tres años después que el descubrimiento de la lámpara incandescente. Muchos sostienen que pudo desarrollarlo basándose en ella.

Todos se paralizan. Meses atrás, Neville no hubiera creído que existían silencios más silenciosos que otros, pero en el transcurso del año ya lo ha podido comprobar varias veces. El que todos hacen cuando forman en el Gran Comedor, cuando entran en el despacho de los profesores, mientras se imparten las clases, es un silencio muy diferente al que ahora envuelve a tres decenas de jóvenes, que contienen la respiración y agarran la tela de sus túnicas debajo de las mesas mientras esperan que Alecto Carrow entorne sus diminutos ojos y se de vuelta.

-----

Lo primero que Neville escucha cuando se despierta en la enfermería es

- ¿Eres idiota o qué?

Después termina de abrir los ojos, se incorpora en la cama hecha de metal (que, teniendo en cuenta la cantidad de noches que ha pasado en ella este último mes, podría ya considerar como “suya”) y suelta una risita amarga.

- ¿Qué forma es esa de tratar a un pobre convaleciente?-le dice a su compañera, con una sonrisa.

- El día que estés aquí por haberte pillado una gripe, seré buena contigo. Mientras sea tu culpa, te mereces todos los insultos que pueda decirte.

Ginny luce molesta. No molesta como en “molesta” molesta, sino como en “podría patearte el culo en cualquier momento” molesta, y Neville sabe que ese es uno de sus peores sentimientos.

- En serio, Nev, ¿qué piensas que ganas con esto?- le dice, parándose y gesticulando mucho con los brazos- ¿Qué pretendes con estas demostraciones de valentía, eh? ¿Llegar al corazón de los mortífagos con discursos de lógica y buenas intenciones, y así hacer que dejen la escuela? De cualquier forma, eres idiota.

Ginny se para frente a él, con los brazos en jarra y una expresión que da a entender que no está jugando. Neville considera que tal vez no sea buena idea del todo seguir sonriéndole cuando escuchan una voz a sus espaldas.

- Yo creo que es bastante noble- Luna esta allí, sentada con su habitual aire imperturbable y una cesta de frutas sostenida en un brazo. Neville no se había dado cuenta de su presencia, pero Luna tiene eso que la hace pasar desapercibida cuando lo desea (aunque a él le costara creerlo, al principio, por lo poco discreta que es habitualmente) y que la han vuelto unos excelentes ojos y oídos en los últimos tiempos. En los “tiempos desesperados”-. Muchos otros piensan lo mismo, además. He oído a Hannah Abott y Susan Bones hablar de ello en el Patio de Transformaciones, y un grupo de alumnos de cuarto claman que los inspiró para su siguiente jugarreta.

Ginny se voltea hacia su compañera, con el ceño aún más fruncido si cabe y Neville, divertido, hace un amague de risa complacida. Lo detiene otro sonido, seco y lastimero, proveniente desde el fondo de su garganta o desde algún lugar oscuro y húmedo en su pecho, que ensombrece el humor enseguida.

- Maleficio Cruciatus…-murmura Luna.

- No es tan fácil de curar como crees, ¿sabes? Todas las heridas que deja- dice Ginny, pausado, sentándose a los pies de su cama. Estira una mano lentamente y alcanza una de sus cicatrices: una de las primeras, en su brazo derecho-. Te puedes pensar que eres inmortal, pero no lo eres, pedazo de subnormal, ¿lo entiendes?

- No creo eso, Ginny…

- Te puedes pensar que decir cuatro estupideces con espíritu y aguantar el dolor es lo único que tienes que hacer, pero no es así. Tu cuerpo sufre, Neville, y hasta las pociones de Madam Pince tienen un límite. Está muy bien que quieras mantener la moral, ¿si?, recordarle a algunos tarados que mientras ellos están aquí tan cómodos en sus Salas Comunes afuera hay una guerra. Pero nada valdrá la pena si te terminan matando.

- No pasará nada, todo está…

- No está bien- lo corta, violenta-. Nada está bien, Neville.

Y se hace el silencio. Afuera, el cielo gris de Escocia  parece también decido a sincerarse y explota, descargando su frustración sobre los extensos jardines de Hogwarts, llenando las paredes de la enfermería con luz irregular. Por unos minutos sólo se escucha el traqueteo del agua sobre las ventanas y cuando Ginny rompe en llanto y murmura con aire despreciativo, casi como si se esforzara por escupirlo, “Noble”, Neville entiende que aquella honestidad bruta no iba sólo para él.

------

- ¿No es curioso que seamos tres? -pregunta Luna, tumbada sobre el césped frente al lago negro.

Ambos entienden de inmediato a qué se refiere y, mientras Ginny alza una ceja de incredulidad, Neville se limita a sonreírle al cielo despejado, con la vista en el horizonte interminable. Sólo un rato, sólo un poco.

Fin.

rating: pg, personaje:neville longbottom, fandom: harry potter

Previous post Next post
Up