Los últimos románticos, capítulo II |
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Rating/Advertencias: M | Un poco de esto y otro poco de lo otro, ya sabéis.
Nota de autor: La mayoría acertasteis con lo del sobrino de Xavi. Pin para vosotras :) Ahora, esperamos que estéis preparadas para la noche loca que se les avecina a nuestro elenco de personajes. Habrá cosas sorprendentes y cosas no tan sorprendentes, pero que nadie se lleve las manos a la cabeza (aún) :P
II.
Incluso antes de abrir la puerta, el sonido atronador de la música que Albiol solía escuchar para ponerse a tono una noche de fiesta, llenó sus oídos. Entró directamente a su habitación dejando la mochila sobre la cama. Antes de que pudiera salir a dejar la bolsa que tenía en la mano en la cocina, Raúl había irrumpido como un torbellino.
-Hoy no me dices que no.
-¿Qué? -preguntó intentando esquivarle y seguir su camino.
-Tenemos un planazo. Una parada en casa, unas macetas y luego directos al Copérnico. Hay fiesta de Ron Arehucas, te sentirás como en casa -bromeó parándose en mitad de la puerta para que no pudiese huir.
-¿No es lo que hacéis todos los viernes?
-Eh… bueno sí, pero venga tío… por una vez.
-Tengo que estudiar.
-Joder, estamos en Octubre. Necesitas que te de un poco el aire. Esta vez no aceptaré un no por respuesta.
-Raúl…-suplicó-. Te he traído chocolate -le dijo metiendo la mano en la bolsa y mostrándole la tableta.
-Renunciaré a él si sales. ¡Joder! Limpiaré la casa, ¡coño! Hasta el puto baño.
-¡No! -gritó-. La última vez casi morimos ahogados después de que mezclaras la lejía con el amoniaco. Casi prefiero salir…
-Vale -respondió risueño- Voy a llamar a Álvaro para confirmar.
-Raúl, era una broma -trató de explicarse.
-No, no, Pequeño Pony ha dicho que prefería salir -se acercó a él para pasarle el brazo por los hombres y pegarle a su cuerpo-, así que pequeño pony saldrá de fiesta.
-En serio, no puedo. Tengo que sacar de paseo al sobrino de Xavi, el marido de Carles. -Albiol parecía no tener ni idea de lo que le estaba hablando. -El budista del herbolario.
-¿El tío raruno que parece que fuma incienso? -Silva asintió. -Pues te lo traes, cuantos más mejor.
-Pero…
-Nada tío, que te he pillado. Así que ponte guapo, que esta noche vas a mojar.
David le observó salir moviéndose al ritmo de la canción que comenzaba a escucharse en su reproductor de música. Se dejó caer sobre la cama, tumbándose con las piernas colgando por el borde. Podía considerar a Raúl como algo más que un compañero de piso, era un amigo que siempre se había preocupado por él, y le había apoyado en algunos momentos difíciles en los últimos tres años, pero esa manía que tenía por hacer que saliera o, peor aún, por obligarle a ligar, estaba empezando a sacarle un poco de quicio. Ya había accedido a tomar un café con el sobrino de Xavi, ¿no era suficiente? Ahora perdería toda una noche de estudio y conociendo como conocía a Albiol y sus amigos, la mañana del sábado la dedicarían a recuperarse de la resaca y él tampoco podría avanzar. Cogió el cuaderno donde anotaba su plan de estudio y decidió que tenía tiempo para reestructurarlo de tal manera que todo el trabajo que debía realizar ese mes no fuese a perderse.
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-Y… ¿de qué le conocéis? -preguntó mientras terminaba de vestirse y caminaba hacia el baño.
-Es cliente del herbolario -respondió Carles desde el salón-. Un chico inteligente y responsable, alguna vez ha hecho de canguro de Pedro.
-Es muy mono -añadió Xavi, que estaba sentado en el sofá ojeando una revista-. ¡Au! -protestó tras recibir una colleja cariñosa por parte de Puyol-. ¿Acaso no piensas lo mismo?
-No creo que sea conveniente que tu sobrino sepa lo que pensamos de David, debe formarse su propia opinión.
Xavi le miró escéptico, se levantó y caminó hasta el baño donde Cesc se miraba al espejo. Tenía las pinzas de depilar en una mano, y observaba minuciosamente que no había un pelo fuera del lugar en sus cejas.
-Es monísimo -susurró, apoyándose en el marco de la puerta-, pequeño y con pecas. Te va a encantar. Estoy seguro que os llevareis genial. -Su sobrino se giró para ver como le guiñaba un ojo.
Cesc no dijo nada. Se sentía un poco cohibido, como siempre que iba a conocer a alguien, y eso le pasaba demasiado a menudo. Entre los cambios de residencia por el trabajo de su padre, y que en los últimos años se los había pasado estudiando en el extranjero, había conocido a los más variopintos personajes. Aunque nunca había permanecido lo suficiente en un mismo lugar para que pudiera llegar a trabar una verdadera amistad y mucho menos una relación. Lo más parecido había sido aquel lío que había tenido con un compañero de clase el pasado curso, y apenas había durado unas cinco semanas. Además, no habían terminado especialmente bien.
-David acaba de llamar -dijo Carles apareciendo tras Xavi -parece que hay un cambio de planes, y saldréis con un grupo de amigos, un poco más tarde, eso sí. Le he dicho que no creía que hubiese problema, ¿verdad?
-Supongo que no.
-Me ha dado su dirección. Xavi y yo te explicaremos para llegar, pero no te preocupes no hay perdida. Si no recuerdo mal, la boca de Metro no queda demasiado lejos.
Después de que sus tíos se fuesen volvió a mirarse al espejo, alisando la camiseta sobre su pecho. No le había hecho demasiada gracia el cambio de planes. No sólo debía enfrentarse a un grupo de desconocidos sino que lo haría en su terreno.
-David es un poco serio a veces. -Pedro, su primo, apareció junto a él. -Pero me trae caramelos siempre. Además, conoce un montón de historias.
-¿Sí? -El pequeño asintió.
-Él me dice que es porque lee mucho, pero yo creo que se las inventa. Es bueno con esas cosas, y juega muy bien al ajedrez. Pero me deja ganarle de vez en cuando. -Pedro se quedó pensativo durante unos segundos.
-¿Pasa algo?
-Estaba imaginándoos juntos.
-¿Y eso?
-No sé, papá Carles siempre dice que lo que David necesita es un novio. Igual eres tú, ¿no?
Estupendo. Sus tíos haciendo de casamenteros. Justo lo que necesitaba.
--
Habían forjado una rutina a base de repetirla cada viernes durante lo que parecía toda una vida. Albiol solía salir el primero, ya que su casa estaba un poco más alejada del centro de Fuenabrada, porque sus padres siempre habían tenido más dinero. Cogía un autobús desde la pequeña colonia de chalés adosados hasta el mismo portal de casa de los Arbeloa. Ahora que Raúl vivía en Madrid, a Álvaro le tocaba empezar el camino solo. Bajaba su calle tranquilamente, porque sabía que, pasara lo que pasara, Sergio le haría esperar. Cuando llegaba a su puerta y tocaba en el telefonillo, la escena siempre era la misma.
-Mama, ese tiene que ser Arbeloa -se oía de fondo-. Dile que bajo enseguida.
-¿Álvaro? -decía la madre de Sergio, con su acento sevillano-. Que ya mismo baja.
Y a él le tocaba sentarse en un banco a esperar los buenos diez minutos que su amigo tardaba en acabar de peinarse, o lo que demonios fuera que le llevaba tanto tiempo.
-¿Qué pasa, tú? -saludaba al bajar, engalanado con su mejor polo de la marca que en ese momento atrajera más miradas. Después de las palmadas pertinentes en la espalda se dirigían hacia la estación de tren, junto a la que vivía Fernando, al que también recogían de paso.
Esa tarde fue exactamente igual que tantas otras. Fernando bajó comiéndose un chupa-chups y gritándole a su madre por las escaleras que no haría ninguna locura y que le mandaría un mensaje a su padre si no pensaba volver a dormir a casa. Como siempre, perdieron el tren por los pelos y tuvieron que esperar veinte minutos al siguiente que les llevara hasta Príncipe Pío.
-¿Dónde vamos hoy? -preguntó Ramos distraídamente, mientras jugueteaba con su Abono Transportes entre los dedos.
-No sé. Supongo que donde siempre -contestó Álvaro-. He hablado con el Chori hace un rato. Me ha dicho que se apunta también David.
-¿Y eso?
-Yo qué sé. ¿Parezco su secretario personal?
-Hablas con él tantas veces al día que sí, lo pareces -se rió Torres.
-Ah, vale. Como vosotros no os pasáis todo el puto día juntos en el gimnasio… -bufó.
-¿Y qué pasa con eso?
-Nada, nada. Es algo muy normal -ironizó Arbeloa, levantándose en cuanto entró su tren en la estación.
-Cierra la boca, Tostadas -gruñó burlonamente Sergio, subiendo al tren tras él. Buscaron unos asientos libres de aquellos en los que podían sentarse dos personas enfrentadas a otras dos, que iban en el sentido contrario a la marcha del tren. Esas sillas las ocuparon Torres y Arbeloa, y Sergio se sentó en el que dejaron libres las piernas de Fernando-. ¿A qué hora llegaste a casa ayer?
-Pasadas las siete.
-¿Y pasó algo con las tías esas con las que os dejamos?
-Que va -se lamentó-. Yo a la mía la tenía a puntito, pero Raúl no hizo ni puto caso a la otra, así que al final me quedé a dos velas.
-Este chaval necesita echar un polvo -sentenció
-No parece muy por la labor.
-Pues hoy es el día de ir a por todas. ¿Sí o no? -preguntó, buscando la complicidad de Fernando.
-Supongo.
-Hostia, has sonado muy convencido, ¿eh?
-A ver, no me malinterpretéis, que os conozco -avisó-, pero hoy paso de eso. No me apetece estar como siempre, tirarme a alguien y luego sentirme culpable al día siguiente por no llamar y…
-Es que eres un romántico, Niño.
-Eres acojonante -se quejó Álvaro-. Si yo tuviera esa cara también me hartaría de follar.
-¿No podemos salir simplemente a beber y pasarlo bien sin más?
-¿Cuándo hemos hecho eso? -preguntó Arbeloa sorprendido-. ¿Desde cuando los tíos salen para algo que no sea mojar?
-Es que ya sé a lo que vais, y paso de acabar solo volviéndome a casa a las tres de la madrugada.
-Consuélate con que el Pony tampoco va a mojar esta noche, así que al menos tendrás compañía -se burló.
-Qué bien -contestó, con fingida alegría.
-Vale. Yo me comprometo a no meter ficha con nadie -dijo Sergio, tratando de sonar solemne-. A intentarlo.
-Eso ya es un paso. -Entonces sonó el pitido de un mensaje de texto, y medio vagón de tren buscó en sus bolsillos. Torres resultó ser el afortunado receptor. -¿Veis? La del otro día, diciéndome que si voy a salir esta noche.
-¿Qué vas a hacer?
-Nada -contestó, guardándose de nuevo el teléfono en los vaqueros con indiferencia-. Paso de movidas.
-No seas cabrón.
-Como vosotros sois unos santos con las tías… -replicó.
-Al menos miente -le sugirió Arbeloa-. Dile que te quedas en casa porque tienes… mononucleosis.
-Sí, es una idea de puta madre -contestó, dándole una colleja.
-¿Creéis que David sigue siendo virgen? -preguntó Sergio entonces, saliendo de su trance.
Álvaro, aún frotándose la nuca, se rió sólo de pensarlo.
-Yo qué sé.
-Albiol lo sabrá, ¿no?
-Y no tengo cosas mejores que preguntarle -replicó, sarcástico.
-Macho, habláis mucho por teléfono. En algún momento se os tienen que acabar los temas normales.
-Te aseguro, Sergio -dijo, intentando ponerse serio sin conseguirlo-, que cuando se nos acaben buscaremos otra cosa mejor que discutir que la vida sexual de los ponys.
--
La música se le colaba por sus oídos deslizándose a través de su cerebro, donde parecía rebotar contra las paredes de su cráneo a ritmo del BUMBUM de la base de la canción. Hacía apenas una hora que los amigos de Raúl habían llegado a casa, cargados de bolsas de hielo y refrescos. Albiol había puesto sobre la mesa del comedor las botellas de vodka, ron y whisky que guardaba en su cuarto bajo llave, como si Silva fuese a robárselas en una desenfrenada noche de estudio. Los cinco estaban sentados, con las copas rellenadas cada dos por tres por Raúl que se había empeñado en que esa noche fuese un completo desfase.
David, que no estaba muy por la labor, se levantaba a menudo con la excusa de que su vaso se había quedado sin hielos para ir a la cocina, donde vaciaba ligeramente el contenido en el fregadero. En uno de sus paseos, Arbeloa le siguió.
-¡Te pillé! Tramposete…
-Me has asustado y ha sido por eso -se excusó torpemente.
-Ya, me parece que voy a tener que chivarme. Que se supone que eres tú el que tiene que emborracharse. Aunque seré benévolo, y si te bebes al menos dos cervezas no le diré nada.
Silva barajó sus opciones, y ciertamente no tenía muchas. Así que con tal de evitar la charla de su amigo, asintió y se acercó a la nevera a por una cerveza. Ambos regresaron al salón.
¬-Que no, tío. -Sergio se inclinó sobre la mesa para coger unos Doritos de la bolsa que aún quedaba en la mesa. -Que este año el Madrid tampoco se va a comer un colín, que lo estamos haciendo muy mal. Mucho Mou y mucha hostia, pero lo que hace falta son huevos. Y estos cabrones están amariconaos.
-No voy a ser yo el que te lleve la contraria -apuntó Fernando.
-Que no, coño, que este año lo siento, lo noto. Vamos a ser campeones. ¿A que sí, Alvarito? -preguntó palmeando la silla para que volviese a sentarse a su lado.
-Vamos a ganarlo todo -sentenció mientras añadía vodka a su copa.
-Y tú qué, Pony, ¿no dices nada? -preguntó Ramos.
-Hombre, es que a mí el Madrid… Yo soy más de la Unión.
-¿De qué?
-De las Palmas -le explicó Torres- De todas formas, deberías hacerte del Atleti, es el equipo del pueblo y tú eres muy de pueblo.
David negó con la cabeza, y dio un largo trago a su cerveza. Iba a ser una noche muy, muy larga. El estridente sonido del timbre llamó la atención de los cinco.
-¡Voy yo! -gritó Fernando poniéndose de pie.
-Tú como si estuvieras en tu casa, ¿eh? -dijo Albiol.
Torres avanzó por el pasillo hasta la puerta principal y la abrió de un tirón.
-¡Hola! -gritó al joven que parado frente a él miraba estupefacto el número sobre la puerta.
-¿Tú eres David?
-No, ese soy yo -dijo Silva asomando la cabeza por detrás de Torres-. perdónale, ha bebido un poco.
-Qué va, si estoy empezando. Dame tiempo -contestó antes de volver al salón.
-Pasa, los demás están dentro.
David se hizo a un lado dejando que el joven, bastante más alto que él y considerablemente guapo, avanzara junto a él. Le echó una rápida mirada, y se dio cuenta de que parecía un poco aturdido. David lo achacó a lo incomodo que podría sentirse en un ambiente que desconocía por completo. Cuando llegaron al salón, los chicos callaron y les miraron fijamente.
-Este es Cesc -dijo mientras hacía un gesto con la mano hacia el recién llegado- Y estos son Raúl…
-¡Chori! -corearon Arbeloa, Ramos y Torres.
-Bueno, pues Chori, mi compañero de piso -Albiol se puso en pie y le estrechó cordialmente la mano - El del polo rosa es Sergio…
-¡Ramos!
-En fin, pues Ramos, un amigo -Sergio levantó su copa a modo de saludo.
-Ses, que nombre tan raro -le comentó a Torres por lo bajo.
-El que parece que duerme poco es Álvaro…
-¡Trufas! -gritó Albiol
-Tu puta madre -protestó él.
-Ya ves, aquí como en familia -se excusó David que empezaba a temer por la primera impresión que estarían dándole a su invitado-. Y por último, el rubio borracho que ha salido a abrirte la puerta es -dudó un momento-… el Niño.
-¡Eh! Que lo de Niño es personal -protestó Sergio. Raúl y Álvaro comenzaron a reírse.
-No le hagas caso -comentó Fernando- Se pone mu tonto cuando bebe.
-Bueno, pues ¿Torres? -Ramos asintió satisfecho.
-¿Una copa? -le preguntó Albiol
-Ron con Cola -respondió antes de sentarse en la silla que David acababa de tenderle-. Gracias.
-¿Os conocéis hace mucho? -preguntó Arbeloa.
-El mismo tiempo que hace que tú le conoces -respondió Silva.
-¿Eh?
-Que le acabo de conocer, es el sobrino de un amigo, ha llegado hace poco de Inglaterra, ¿verdad?
-Sí, unas semanas -comentó felizmente-. Por cierto, gracias por invitarme
-No me las des tan rápido, espera a pasar un par de horas con estos.
Cesc río. David le parecía bastante divertido, y su tío tenía razón. Era muy mono.
--
Más de dos horas después, los cinco caminaban -más bien serpenteaban- por las calles de Argüelles rumbo al Macetero dónde tenía previsto seguir con la noche de alcohol que acababan de empezar.
-Venga, va, va, vamos… -les animó Sergio-. Tenemos que tener un compromiso con la fiesta.
-Cállate la puta boca -espetó Albiol.
-No me jodas, Chori, estoy intentando exprimir al máximo esta noche.
-Los cojones te voy a exprimir como sigas haciendo el gilipollas -le regañó Torres.
-Cuanta hostilidad en tan poca gente -se percató David- Cualquiera diría que sois amigos de toda la vida.
-Por eso mismo -añadió Fernando-, porque le conocemos y cuando empieza con estas tonterías no hay quien le aguante.
-Soy un incomprendido.
-A mí también me pasa -comentó Cesc.
-¿También animas a tus amigos a hacer el tolai? -preguntó Álvaro.
-No, es que normalmente la gente me dice que no me entiende -respondió encogiéndose de hombros.
-Eso es porque hablas muchos idiomas. -Albiol le pasó un brazo por los hombros. -Tienes que tener un jaleo aquí dentro… -Acompañó sus palabras llevando su mano hasta su cabeza y despeinándole ligeramente. -Si antes nos has hablado en catalán.
Los cinco rieron. En el tiempo que habían pasado bebiendo en el piso de David y Raúl, Cesc se había mostrado como un chico alegre y charlatán aunque también algo perdido en las conversaciones que habían mantenido. En un par de ocasiones había expuesto sus opiniones en inglés e incluso en catalán, lo que había causado el desconcierto al principio y las carcajadas después. Con el alcohol corriéndoles por las venas, todo empezaba a volverse más divertido.
-¿Lo estás pasando bien? -le preguntó David, poniéndose a su altura.
-Sí, la verdad es que no salía mucho en Londres -respondió.
-Lo cierto es que yo tampoco suelo salir mucho con ellos, están un poco mal.
-Pues a mí me gusta, será que yo también estoy mal.
-Créeme, tú no estás nada mal -Cesc se sonrojó y Silva al percatarse tartamudeó ligeramente -eh, eh… ¡Chicos! -gritó-. Que nos pasamos de calle.
Tomaron la calle que bajaba hacia la derecha y pusieron rumbo hacia el local al que solían acudir para terminar de “entonarse”. Un pub oscuro y pequeño, con apenas media docena de mesas dónde la gente iba a tomarse las “macetas” llenas de calimocho mientras charlaban todo lo distendidamente que la música y las conversaciones a voces en las otras mesas les permitían.
Al llegar, Ramos y Torres fueron hacia la barra para encargar su bebida, mientras que el resto se sentaron en la mesa más cercana a la entrada, la única que había libre a esas horas.
-Voy al baño -anunció Silva.
-Pero si acabamos de salir -se sorprendió Álvaro.
-Es que cuando empiezo, ya no paro -se defendió.
-¡Joder, tío! Demasiada información.
David que no acostumbraba a beber, caminó tambaleándose hacia el fondo del local. Lo cierto es que apenas había bebido la mitad que sus compañeros, pero estaba claro que los efectos eran casi los mismos. Antes de llegar a su destino, se tropezó con lo que creyó una columna y resultó un tío el doble de alto que él, y con unas espaldas que podrían pasar por las puertas de su armario.
-Vaya, perdona -se excuso.
-Te voy a perdonar, pero a hostias -replicó, limpiándose la camiseta sobre la que al parecer se había derramado la cerveza que tenía en la mano al tropezarse con David.
-Bueno, yo, lo siento… es sólo que… de verdad, lo siento.
-Como si me importase una mierda -dejó la botella sobre la mesa y le dio un empujón haciendo que David trastabillase.
-Mira, de verdad que no quiero problemas.
-Lo que tú quieras tampoco me importa -añadió, cogiendo a David por la camiseta y empotrándole contra la pared.
-A lo mejor lo que yo quiero si te importa.
Salido de la nada, Sergio apareció junto a ellos. Silva le miró de reojo, parecía bastante más grande que el otro, o quizás era sólo lo que él quería pensar.
-Suelta a mi amigo, que no es de tu tamaño. Y a ver si tienes huevos de agarrarme a mí.
-A ti y a tu puta madre.
El puñetazo pilló al tipo de improviso, que no tuvo más remedio que soltar a David, y acabó dando con la espalda en una mesa cercana.
-¿Decías? -preguntó Ramos acercándose a él.
-Sergio, en serio… déjalo -le pidió Silva percatándose que un par de amigos de su agresor se acercaban a ellos.
-Primero que te pida perdón. Y luego ya veré.
-A la única que le voy a pedir perdón es a tu hermana, por fallármela ayer -contestó orgulloso, mientras se aseguraba de que no le había abierto una herida en el labio.
-Se acabaron las buenas maneras -sentenció Ramos, acercándose de nuevo y agarrándole de la camiseta para erguirle, dispuesto a asestarle otro golpe.
-Sergio, para -le pidió Torres en cuanto llegó al lugar.
-No me jodas -replicó, sin mirarle siquiera-, que se ha metido con mi hermana, ¿eh?
-Me da igual, déjalo.
-¿Qué pasa? -preguntó Albiol acercándose junto con Álvaro y Cesc.
-Se va a montar una cojonuda como no lo dejes. -Fernando se acercó a él por la espalda. -No quiero que haya bronca, por favor.
-Me toca los cojones, este capullo no se va a ir de rositas.
-El problema es que puede que tú tampoco lo vayas a hacer -le susurró al oído, mirando a los amigos del tipo, que parecían estar deseando partirle la cara-. No quiero eso. Por favor.
Sergio mantuvo aún sus manos agarrando su camiseta, como si estuviese pensándoselo, hasta que sintió la mano de Fernando sobre su hombro, apretándolo ligeramente.
-Parece que esta es tu noche de suerte -concluyó soltándole-. Vámonos.
--
El camino hacia el Copérnico lo hicieron extrañamente silenciosos.
-¿Siempre pasan estas cosas? -preguntó Cesc a media voz.
-Espero que no -contestó David sinceramente. Habían estado a punto de montar una buena pelea por su culpa, al fin y al cabo, y sólo quería acercarse a Sergio a pedirle perdón, pero él no tenía cara de querer hablar con nadie. Iba el primero, con Fernando un par de pasos detrás, también con cara de pocos amigos.
-Eh -dijo Albiol adelantándoles y obligando a Ramos y Torres a parar. Ya se veía la entrada de la discoteca desde donde estaban-. Vamos a intentar olvidarnos de esto y pasarlo bien, ¿vale?
-Procura que no se note que acabas de partirle la cara a un tipo -añadió Torres, señalando sus nudillos-. O nos dejarán fuera.
-Tranquilo -contestó él secamente, antes de volver a ponerse en marcha con las manos en los bolsillos.
No había cola para entrar al local, y enseguida pagaron su entrada todos y se adentraron en la discoteca decorada con motivos marítimos.
-¡Esperad! -gritó Álvaro a los que ya estaban bajando las escaleras-. A David le han pedido el DNI -dijo, sin poder contener la risa.
Todos miraron hacia arriba para verle rebuscando en su cartera, avergonzado.
-En serio, tengo veintidós años -dijo cuando por fin le dejaron pasar. Hasta Sergio se rió.
En cuanto encontraron un sitio más o menos despejado, Raúl y Álvaro gesticularon para indicar que iban a la barra a pedir unas copas. Sergio fue directo al fondo del local, donde estaban los aseos.
-Vaya movida, ¿eh? -gritó Albiol para hacerse oír, una vez estuvieron acodados en la barra y esperando a que les atendieran.
-¿Qué? -preguntó su amigo.
-Sergio -volvió a gritar, y gesticuló como un boxeador.
-Ah, ya -y se encogió de hombros, como si estuviera acostumbrado. Lo cierto era que si había una pelea por los alrededores, lo más probable es que él se encontrara en el centro-. Vodka con limón y ron con red bull -le dijo a la camarera, mientras ponía unos tickets de copas gratis sobre la barra.
Albiol observó cómo preparaba las copas, tratando de hacerlo tan rápido que echaba la mitad de los hielos fuera del vaso de tubo. Le pareció que tardaría menos haciéndolo despacio. Metió hielos hasta que asomaron sobre el borde de cristal, y luego puso el alcohol y les abrió los refrescos, sin ni siquiera mirarles a la cara.
-Chori, mira a esa -le comentó Álvaro, señalando no muy discretamente hacia una esquina de la barra.
-¿Qué le pasa?
-Que lleva un rato mirándote.
-Ya, seguro -le quitó importancia, pero cuando giró la cabeza en su dirección, sus miradas se cruzaron, y ella sonrió pícaramente.
-Se supone que hoy era una noche sin tías, pero hace tanto que no mojas que contigo vamos a hacer una excepción.
No fue capaz de oír la mitad de las cosas que su amigo le dijo, pero escuchó lo esencial para saber que no le apetecía el plan.
-Creo que paso.
-¿Qué, te has metido a cura?
-Hoy hay que buscarle rollo a David -puso como excusa.
-Ya me encargaré en cuanto estés bien servido. Hoy tienes que aprovechar que estás guapo.
-Joder, gracias, ¿eh?
-No es que no lo estés normalmente -se burló-. Pero mira, esa tía no te quita ojo de encima.
-No me gusta -respondió, frunciendo los labios.
-Eres un especialito.
-Preséntasela a David. Hoy yo paso.
Arbeloa bufó y cogió su copa de la barra, dándole por perdido.
-¿Dónde coño se ha metido el Pony? Es tan pequeño que no le veo.
En el baño, con la mano bajo el chorro del agua fría, Ramos apretaba la mandíbula cada vez que hacía un movimiento brusco con los dedos. Tenía los nudillos enrojecidos, y parecía que se había hecho más daño él del que le había hecho a aquél capullo. Con suerte le saldría un buen moratón a la mañana siguiente.
-¿Duele? -dijo Fernando tras él.
-Lo normal -contestó, sin levantar la mirada siquiera, para no verle reflejado en el espejo, con esa cara de decepción que a su lado era casi permanente.
-No sabría cómo es ‘lo normal’. Yo nunca he pegado un puñetazo a nadie.
-Porque los pego yo por ti.
-Nunca te he pedido que lo hagas -replicó tranquilamente.
-Pero lo hago de todas maneras, ¿no?
-Es muy útil. Ahora te sientes de puta madre, ¿a que sí?
-¿Qué se supone que tenía que hacer? -le espetó, dándose la vuelta para encararle-. ¿Dejar que se metiera con un chaval al que sacaba dos cabezas?
-Hay mejores maneras de solucionarlo. ¿Qué hubiera pasado si sus amigos hubieran decidido venir a darnos a los demás? ¿Habrías podido con todos?
-Si hubieran venido de uno en uno…
-No estoy de coña, ¿vale?
-No te pongas todo pacifista ahora, con los rollos de ‘la violencia no es la solución’ -le reprochó-. Cuando la violencia es el problema sólo hay una solución: partirle la boca al gilipollas que ha empezado.
Torres negó con la cabeza.
-Habrá un día en el que alguien lleve una navaja.
-Pues prefiero que me raje a mí antes que a alguno de vosotros.
-No digas gilipolleces, Sergio.
-Si alguien se mete con mis amigos, se las va a ver conmigo -sentenció-. Eso es algo que no va a cambiar.
-Podrían vérselas con tus palabras, en vez de con tus puños.
-Con las palabras siempre has sido tú mejor.
-No es tan difícil, ¿sabes? Deberías probarlo. Déjame ver eso -le pidió, cogiendo su mano derecha para examinarla.
-No es nada -replicó, tratando de esconderla, pero Fernando no le dejó. Los nudillos estaban rojos, y se notaban más calientes que el resto de su piel.
-Le prometí a tu madre que no dejaría que te metieras en problemas.
¬-Eso fue hace diez años.
-Pero aún cuenta -le cortó, tajantemente-. ¿Quieres que te pida unos hielos?
-No. Estaré bien -dijo, para quitarle importancia.
-La próxima vez, intenta contar hasta diez antes de abrirle la cabeza a alguien.
-Lo intentaré.
-Gracias -contestó Fernando tras un momento, pasándole un brazo sobre los hombros-. Vamos a por una copa, anda.
Volvieron a la sala y buscaron a sus amigos entre los grupos de gente bailando y saltando como locos. Encontraron a Álvaro y Raúl, él último con un cigarrillo encajado en su oreja y la copa en la mano, bailando desenfrenadamente moviendo los brazos al ritmo de la música. Arbeloa no podía parar de reír.
-¿Todo bien? -le preguntó a Sergio, tratando de hacerse oír. Él asintió con la cabeza y le guiño un ojo con complicidad. Todo estaba bien.
-¿Dónde están los demás? -preguntó Fernando acercándose al oído de Raúl para que le oyera.
-Les he visto allí fuera hace un momento -contestó, señalando la entrada del local, donde la música no se oía tan ensordecedora.
-¿David estaba bebiendo?
-Sí.
Torres levantó los pulgares satisfecho. Había pocas cosas más divertidas que verle borracho.
Al comprobar que el grupo de amigos se había separado en las parejas de siempre, David le sugirió a Cesc quedarse en un lugar dónde pudieran al menos escucharse, aunque tuviera que ser elevando la voz.
-Lo siento -se disculpó David apoyándose contra la pared y dando un trago a la copa que acaban de pedir-. No debes de tener el mejor de los conceptos de nosotros ahora mismo.
-Estas cosas pasan -respondió encogiéndose de hombros- lo que pasa es que no pegas mucho con ellos.
-Ya, la verdad es que no. En realidad, sólo conocía a Raúl y luego él se ha encargado de ir presentándome a sus amigos.
-¿Hace mucho que lo conoces?
-Pues, cuatro años. Coincidimos en el primer año en el Colegio Mayor. Y después el quería irse a un piso, y yo necesitaba encontrar algo más barato. Nos llevábamos bastante bien.
-Con lo diferentes que sois -musitó llevándose la cerveza a la boca-… ¿Tú y él…?
-¿Qué? No, no… -respondió negando con la cabeza.
-Es guapo -dijo como si fuese lo más normal del mundo.
-Ya bueno, eso es verdad… pero no sé. No creo que yo fuese su tipo de todas formas -bromeó.
-¿Por qué no? -David giró la cabeza y se encontró con la mirada de Cesc clavada en él-. Tú también lo eres, y pareces inteligente y divertido.
-Hummm… gracias.
-¡Hey! -Albiol surgió junto a Silva y él estuvo a punto de tirarse a sus brazos por la bendita aparición de su amigo- Te traigo otra copa, que invita Fernando.
-¿Estáis intentando emborracharme? -se quejó.
-Es que queremos verte cantar y bailar… -Raúl comenzó a reírse.
-Te odio tanto -bufó terminándose la copa que tenía en la mano y tomando el que su amigo le había tendido-. Fue culpa del tequila, y del maldito camarero.
-Hace un par de años -Albiol comenzó explicarle a Cesc- aquí el amigo acababa de aprobar la asignatura más chunga de la carrera, así que me preguntó si podía salir con nosotros a celebrarlo. Imagínate mi cara, el Pony queriendo salir de fiesta. Así que nos fuimos a cenar a un mexicano, donde el colega se pimpló casi dos jarras de sangría él solo. Y después nos lo llevamos a un garito que tiene unos chupitos cojonudos. Cuando nos dimos cuenta, estaba subido encima de una de las mesas cantando y haciendo un striptease.
-¡Eh, eh! -protestó- me estaba quitando el jersey porque tenía calor.
-Si Sergio no te hubiera cargado sobre sus hombros, te hubieras quedado en bolas. Me las piro, que Álvaro está on fire y habrá que controlarle.
-Hubiera sido divertido de ver -bromeó Cesc.
-Este tipo de cosas son las que hacen que me pregunte por qué sigo viviendo con él. Le encanta dejarme en ridículo.
-Los amigos están para eso.
-¿Echas de menos a los tuyos? -preguntó Silva.
-No tenía muchos, la verdad. Es que, bueno, no he estado más de seis meses en el mismo sitio desde que tenía 10 años.
-Vaya, tiene que ser duro.
-Un poco -Cesc agachó la cabeza- Espero poder quedarme por aquí lo bastante para hacer amigos.
-Bueno, supongo que puedes empezar a pensar en mí, en nosotros, como eso.
-Gracias.
David dio un trago largo a su copa. Puede que esa noche no le diese por bailar y quitarse la ropa, pero estaba claro que empezaba a hablar más de la cuenta.
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Raúl necesitó un par de intentos para abrir la puerta de su piso, que parecía moverse en círculos. Detrás venían los otros cinco, tambaleándose en diversas fases del estado alcohólico. El más sobrio parecía Álvaro, que además estaba que echaba chispas. El más cocido… bueno, era complicado elegir sólo a uno.
-Vosotros al sofá -les dijo a Fernando y Sergio cuando entraron todos en la casa. Sus amigos habían pasado tantas noches en ese sofá cama que ya sabían abrirlo con los ojos cerrados y con más alcohol que sangre en las venas-. De Cesc te preocupas tú -gruñó hacia Silva, antes de dirigirse hacia Arbeloa-. Y tú en mi cuarto.
-No sé si quiero dormir en tu habitación, ¿sabes?
-Pues tú verás lo que haces. Tienes el suelo de la cocina, si te gusta más -repuso, metiéndose al baño.
-Aparta, Trufas, coño, que quiero dormir -le dijo Torres, empujándole del sofá. Él contestó algo por lo bajo y se sentó en una de las sillas del comedor. Sergio y él ya estaban quitándose los pantalones cuando Raúl salió del baño.
-¿Qué, te vas a quedar ahí toda la noche, subnormal?
-A lo mejor.
-¿Qué coño te pasa?
-Cierra la boquita, Chori -masculló Sergio, quitándose también la camiseta y acurrucándose en el colchón.
-¿Qué coño te pasa a ti? -contestó Álvaro-. Siempre con la misma mierda.
-Trae una manta -pidió Torres.
Raúl abrió el armario del pasillo y cogió una manta marrón del altillo, que lanzó sobre ellos de malos modos, haciendo que golpeara de lleno sobre la cabeza de Sergio.
-Y apaga la luz -añadió, ya medio dormido.
-Hostia, macho. ¿Por qué no os vais a la mierda? Tú, ¿te vas a quedar ahí o entras? -le gruñó a Álvaro señalando la puerta de su habitación. No tuvo más remedio que seguirle-. ¿Me vas a decir lo que te pasa conmigo? -le preguntó, mientras sacaba el colchón de debajo de su cama.
-¿Te sorprende que esté cabreado, cuando me has sacado de allí teniendo a una tía a punto?
-Si quieres dormir en mi casa, yo digo cuándo nos vamos.
-Y tiene que ser justo cuando más me jode, ¿no?
-¿Crees que lo he hecho a propósito?
-No sería la primera vez.
-Que te jodan.
-Desde ese… día -susurró, para que nadie más les oyera- no dejas de putearme.
-Deja de decir tonterías. Sólo lo hago porque sé lo que te conviene.
-¿Ah, sí? ¿Y qué es? Sorpréndeme.
Albiol dudó un momento, sentándose en la cama.
-Será mejor que nos acostemos. -El otro abrió mucho los ojos. -Que nos vayamos a dormir, quiero decir -rectificó, poniéndose colorado-. Cada uno en su cama.
-Sí, será lo mejor.
Fuera, en el salón, ya empezaba a entrar algo de luz por las ventanas, que se reflejaba en el cuerpo de Fernando, pálido y lleno de pecas. Se había quedado dormido boca arriba, con las manos bajo el cojín que le hacía las veces de almohada. Sólo llevaba los calzoncillos azules y los calcetines y, a esas horas, cuando la calefacción aún no había empezado a funcionar, hacía algo de frío. Sergio cogió la manta, gruesa y áspera, y le cubrió con ella. Era demasiado pequeña para todo el sofá cama, pero conseguiría que los dos quedaran bien tapados si no se movía demasiado por la noche. El cuerpo de Fernando empezó a irradiar calor bajo la manta, como una pequeña estufa humana. Era una sensación agradable y familiar que le recordaba a todas las noches de borrachera en el piso de Raúl o, antes, en su chalé en Fuenla cuando sus padres salían de viaje. O incluso a las noches de verano de hacía casi diez años, compartiendo cama en la casa del pueblo en Sevilla en vacaciones. Sergio trató de recordar todas las veces que, en ese largísimo tiempo que llevaban siendo amigos inseparables, había provocado a alguien para que le pegara a él en vez de a Fernando. Las cejas que había partido por él y todos los ojos morados que le habían puesto. Y seguía sin arrepentirse.
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Aunque había tratado de no beber demasiado, no lo había conseguido. Fernando y Raúl habían insistido bastante y le habían pagado un par de copas más. No es que estuviese en el punto en el que, como él había dicho con Albiol la noche anterior, alguien tuviese que meterle en la cama, pero la verdad es que Cesc le había servido de apoyo durante todo el camino. Aunque él tampoco estaba en mejores condiciones.
Le había convencido para que se quedase, porque no estaba como para ir hasta la casa de sus tíos, así que allí estaba, intentando mandar un mensaje de texto coherente para que no se preocupasen en su casa, mientras se tambaleaba ligeramente.
-Te vas a caer -le dijo David mientras se sentaba en la cama para quitarse las deportivas.
-No, no… equilibrio -murmuró mientras empezaba a pelearse con sus zapatos- . Tienes muchos libros -comentó casualmente.
-Albiol me llama pony de biblioteca -ambos soltaron una carcajada-. ¡Dios! Aún me pitan los oídos, con suerte sólo habré perdido un uno por ciento de audición esta noche.
-¿Eh? -preguntó, frunciendo el ceño mientras se peleaba con el cinturón.
-Que me he quedado sordo -explicó. Terminó de quitarse la ropa, y rebuscó debajo de la almohada dónde tenía una camiseta- Raúl tiene otro colchón en su habitación pero yo no, vas a tener que dormir aquí -le dijo señalando el otro lado de la cama.
-Vale -y caminó hacia él. Aún llevaba la camiseta puesta pero estaba a la pata coja intentado deshacerse de los vaqueros, que se le habían quedado atorados en los tobillos.
-Terminarás de morros en el suelo, ya verás -dijo, incorporándose y apoyándose en sus codos.
-Que tengo equilibrio, hombre.
Apenas había terminado la frase cuando consiguió sacarse por completo los pantalones, pero con tal mala suerte que se tropezó con sus propios pies, cayendo casi a plomo sobre David.
-Ya veo, ya… -le dijo apretando las manos contra su pecho, evitando que le aplastase.
-Ha sido tu habitación, es una cabrona. Se mueve sola. -Comenzaron a reírse de nuevo hasta que Cesc se silenció y le miró fijamente.
-¿Qué?
-Jo, que guapo eres.
-Gracias -contestó mordiéndose el labio-… Tú también.
Llevó su mano derecha hacia la mejilla de Cesc y le acarició, provocándole un escalofrío. Levantó la cabeza ligeramente y le besó. Durante unos segundos sólo era la presión de unos labios contra los otros, el cosquilleo que los recorría, hasta que David no pudo más, sacó la lengua ligeramente y la paseó por los labios de Cesc. Éste abrió la boca dejando que Silva se colase en su interior. Fue un beso largo, húmedo y lento, muy lento.
Los gritos en la habitación de al lado rompieron el momento, y ambos se separaron aunque Cesc permanecía sobre él.
-Parecen un matrimonio -bromeó David, Cesc asintió--. Quizás deberíamos dormir.
-Supongo… -aunque no parecía muy convencido.
Silva sopesó la situación, que no es que se le presentase muy a menudo. Estaba en su habitación, con un chico atractivo que le consideraba “guapo” y acababan de besarse.
-O podríamos…
Cesc no necesitó que terminara la frase, y se abalanzó sobre él para volver a besarle. Mucho más húmedo y sucio que la primera, vez, con sus lenguas bailando, estrechándose la una con la otra. Y las manos de David recorriendo su espalda mientras él, se pegaba más aún, metiendo una rodilla entre sus piernas para separarlas. Un jadeo escapó de los labios de Silva, que echó la cabeza hacia atrás, momento que él aprovechó para marcar su cuello, mordiéndole. Las manos de Cesc se colaron entre ambos, yendo directamente al borde de la camiseta de David, de la que tiró para deshacerse de ella. Después hizo lo mismo con la suya. De rodillas sobre la cama, observó a Silva acercarse a él, sintió sus labios sobre su pecho y su abdomen, todo su cuerpo tembló de anticipación cuando sus manos se deslizaron hasta su trasero y lo apretaron.
Hacía menos tiempo del que Raúl pensaba que Silva no estaba con alguien, aunque no recordaba haberse sentido tan caliente, y necesitado a la vez. David levantó la mirada mientras introducía la mano dentro del boxer de Cesc, que cerró los ojos arqueándose ligeramente. Comenzó a deslizarlos ligeramente por sus piernas pero se vio interrumpido, cuando el cuerpo sobre el suyo se lanzó sobre él, y las manos de Cesc se colaron directamente dentro de su calzoncillo.
-Joder… -siseó, culebreando sobre el colchón al sentir los dedos cerniéndose sobre su miembro.
Cesc lo hacía despacio, condenadamente despacio, como si quisiera memorizar el recorrido, pero él no podía más. Llevó los tobillos hasta su culo, y le aprisionó contra su cuerpo. Aquello hizo que Cesc se espabilara, llevándose la ropa interior con sus manos. En el momento que sus miembros entraron en contacto Silva le clavó los dedos en el hombro y comenzó a moverse bajo él. Estaba claro que no iban a llegar mucho más lejos, estaban demasiado calientes y desesperados, y sólo podían frotarse el uno contra el otro. Cesc consiguió a duras penas llevar su boca hasta el cuello de David besándole y lamiéndole mientras se movía sobre él, apoyando una mano en el colchón y metiendo la otra entre ambos, tomando ambas erecciones con ellas.
-Mierda… -gruñó cuando se sintió casi al límite.
David le cogió por la nuca y le obligó a besarle justo cuando iba a correrse, consiguiendo que sus jadeos se mezclaran a la par que sus orgasmos.
Cesc rodó a su derecha y se quedó quieto recuperando el aliento, hombro con hombro con David. Hasta que le escuchó reírse suavemente.
-¿Qué pasa? -preguntó, ligeramente ofendido.
-Nada, que al final Raúl lo consiguió.
-¿El qué?
-Qué mojase. -Cesc se unió esta vez a su carcajada.
Apenas veinte minutos después, los dos se habían dormido, David primero, momento que Cesc había aprovechado para apretarse contra su cuerpo y descansar la cabeza sobre su pecho. Sería así como Raúl les descubriría unas horas después.