Los últimos románticos, capítulo VI |
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Rating/Advertencias: M | Sexo y situaciones sexuales. Lenguaje SMS.
Nota de autor: Si seguimos a este paso, el décimo capítulo tendrá un millón de palabras. Gracias a todas por leer, por comentar (que nos hace muy felices) y por aguantar lo mucho que os hacemos sufrir. Besos!
VI (parte i).
Raúl se despertó abrazando algo. Algo caliente y sólido y muy parecido a un cuerpo, y tardó un momento en darse cuenta de que era Álvaro, de que tenía un brazo alrededor de su torso y la frente apoyada en su hombro, y las piernas amoldándose a la forma de las de él. Aún no había acabado de abrir los ojos y ya sabía que tenía que salir de ahí.
No quería despertarle y tener que enfrentarse a él a esas horas, en ese momento y de esa manera, después de lo que había pasado por la noche. Estaba haciendo todo lo que llevaba intentando evitar una eternidad. Habían hecho que cayera la primera ficha de dominó de la intrincada figura que era su amistad, y las demás estaban cayendo una tras otra, sin que él ni nadie pudiera evitarlo. Era cuestión de tiempo que todo se jodiera, que alguno de los dos diera un paso en falso y todos esos años de amistad se fueran al traste, si es que no había pasado ya.
Por la noche no había parecido una mala idea, al menos al principio. Parecía natural. Álvaro quería hacerlo, Raúl quería hacerlo, y de algún modo se habían convencido de que no pasaría nada por intentarlo. Pero si lo hubieran llegado a hacer, si se hubieran acostado… ¿en qué les convertiría eso? La idea de ser novios era tan ridícula que ni siquiera se le pasó por la mente, pero el concepto de amigos con derecho a roce no era algo que él entendiera. Si lo hacía con Álvaro una vez, probablemente quisiera hacerlo otras cien después, y sabía que no podría soportar que él estuviera con otra persona a la vez. Raúl era uno de esos pocos hombres de la vieja escuela que quedaban, que aún creían en las relaciones exclusivas y la fidelidad y… ¡estaba hablando de su mejor amigo, por Dios! Había perdido la cabeza.
Aún no se había atrevido a moverse, por miedo a despertarle. Ni siquiera había respirado demasiado profundamente. Pero tenía que salir de allí, eso era lo único de lo que estaba seguro en ese momento. Lo primero que hizo fue levantar la cabeza, apartándose de él muy lentamente. Lo siguiente, ya más delicado, era apartar el brazo con el que le rodeaba a la altura de la cintura. Por suerte Álvaro dormía con las dos manos bajo la almohada, así que no se interponían en su camino.
“Control”, pensó. Puso toda su atención en los músculos de su brazo, empezando en la muñeca y subiendo lentamente el antebrazo, el codo, girando la articulación del hombro hasta que quedó por fin todo en el aire, perpendicular a su cuerpo. Lo dejó ahí un momento, dándose cuenta de la imagen tan estúpida que tenía que presentar desde fuera. La parte fácil estaba hecha, sólo quedaba pasar por encima de él sin despertarle.
Por un instante pensó si no sería mejor enfrentarse a él como un hombre adulto. Hablar de lo que había pasado. No tardó ni dos segundos en descartar la idea. Ser adulto estaba sobrevalorado.
Levantó una pierna como hacía su madre en la alfombra del salón cuando practicaba yoga. Lo esencial era no mover demasiado la cama. Se sentía capaz de pasar una pierna sobre su cuerpo si apoyaba una mano al otro lado de su cabeza. “Madre mía, qué gilipollas soy”. Cruzó la pierna de arriba, y por primera vez en mucho tiempo se alegró de tenerlas largas, porque fue capaz de ponerse de rodillas sobre la cama con una a cada lado de su cuerpo, sin siquiera rozarle. Contuvo la respiración para que ni siquiera su aliento le rozara. Con cuidado puso el pie en el suelo. “Lo peor ya ha pasado, no la cagues ahora, macho”. Se agarró a la estantería de la pared para mantener el equilibro, temiendo que después de todas las molestias para no despertarle la tirara y le cayeran todos los libros y las figuritas de Batman encima. Pero no, la estantería aguantó, y Raúl fue capaz de pasar la otra pierna sobre Álvaro y hasta el suelo. “Gracias” pensó, dirigiéndose a ninguna deidad en particular, antes de darse la vuelta y machacarse el dedo meñique del pie con la mesilla de noche.
Tuvo que morderse el puño para no cagarse en su puta madre. Lo esencial era salir de la habitación cuanto antes, ya que estaba libre. Cogió una camiseta y unos pantalones que aún estaban medio limpios de algún montón en el suelo, y se llevó también unas Converse, sin pararse a mirar siquiera si eran del mismo color.
Cerró la puerta tras de sí con toda la delicadeza del mundo, y en cuanto estuvo en el pasillo se permitió respirar por primera vez en toda la mañana.
“Eres un cagado de mierda” se dijo. Le gustaba hablar consigo mismo en esas situaciones, lo que no le ayudaba a sentirse algo menos loco en ese momento.
Lo que necesitaba era despejarse, quizá darse una ducha, pero era demasiado arriesgado. Esas tuberías viejas sonaban como una orquesta sinfónica, seguro que le despertarían. Se planteó lavarse con una esponja en el fregadero de la cocina, pero le pareció demasiado triste hasta para él. Se mojó un poco la cara, bebió un vaso de agua y cogió unas rebanadas de pan de molde para matar el gusanillo del hambre.
El plan ya estaba claro en su mente. Entraría en un bar que quedara en el camino opuesto al que Álvaro tendría que coger para llegar al Metro. Pediría un café con leche y un donut de chocolate y se leería el As de arriba abajo, no sólo las secciones del Madrid y el Valencia. Incluso esas páginas de relleno sobre ciclismo o halterofilia que metían para aparentar ser un periódico deportivo. Sólo cuando hubiera acabado volvería a casa, rezando para que él ya se hubiera ido. Otra opción era ir a clase, pero realmente no la consideró muy en serio.
Cuando se disponía a salir por fin, se dio cuenta de que la bici de David seguía allí, lo que quería decir que aún no se había levantado. Eso sí que era raro.
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Un fuerte golpe, posiblemente la puerta al cerrarse, le despertó. David se quedo quieto, con los ojos cerrados, esperando que su cuerpo fuera poco a poco desentumeciéndose. Hacía un poco de frío y el despertador aún no había sonado así que se permitió el lujo de tirar de las mantas hacia arriba, tapándose hasta la barbilla. Mientras alargaba el tiempo de ponerse en pie comenzó a pensar en las tareas que tenía pendientes, en la forma más precisa y eficaz de realizarlas para aprovechar el tiempo al máximo. Esa mañana tenía clases de Historia de la Ciencia y prácticas después de comer, si llegaba con tiempo podría pasarse por la biblioteca y consultar un par de datos. Contaba con que al despertador no le quedaba demasiado tiempo para sonar, y estaba dispuesto a apagarlo para no escuchar el estridente pitido. Alargó la mano hasta la mesilla y tras un par de intentos fallidos consiguió dar con él, tomándolo en la mano para acercárselo al rostro. Abrió los ojos lentamente, parpadeando para enfocar los números.
-Mierda -gruñó al darse cuenta de que marcaba las diez y cuarto pasadas. Lo meneó un par de veces esperando que se hubiera estropeado, pero no había duda. Se había quedado dormido. Se incorporó lentamente y entonces le vio.
Villa estaba de pie, junto al escritorio, escrutando su póster de la musculatura humana. Y todo lo que había pasado acudió a su cabeza como si de la descarga de una tormenta de verano se tratara. Se sintió abrumado y cohibido sin saber si debía moverse o no, y estaba en su propia cama, no podría sentirse más patético. David tenía las manos metidas en los bolsillos traseros del vaquero y estaba inclinado hacia delante, probablemente intentando descifrar alguno de los nombres que Silva había anotado. Éste se percató que Villa estaba tan ensimismado que ni siquiera se había dado cuenta de que se había despertado por lo que aprovechó para observarle tranquilamente. Si era sincero era la primera vez que le dedicaba más de unos minutos, los días anteriores se había sentido raro haciéndolo pero ahora podía aprovechar las circunstancias. Lo que sabía es que puede que David tuviera la nariz fruncida, y el semblante relajado. Quizás una sonrisa asomase por sus labios. Y entonces deseó poder verla, poder mirarle a la cara y hacerlo tranquilamente sin que eso supusiese ningún tipo de problema. Sin que aquello le llevara a pasarse horas pensando en por qué lo había hecho, si había sido correcto o no.
-Hola.
Villa se había dado la vuelta mientras él vagaba entre sus confusos pensamientos, y le miraba apoyándose contra el escritorio, con las piernas extendidas y cruzadas por los pies. Silva se quedó sin palabras, como si acabase de darse cuenta de lo mucho que le atraía, más bien como si acabara de dejar a su cabeza pensar en ello, a sus entrañas sentir ese cosquilleo que había acallado las primeras veces.
-Me he dormido -dijo al fin.
-No sabía a que hora tenías que despertarte, y no quería hacerlo si podías descansar. Parecías necesitarlo.
-Gracias -susurró-, ¿y tú? ¿No has dormido bien?
-Sí. Sólo que normalmente me despierto a las seis, y hoy a las nueve ya tenía los ojos abiertos -dijo tranquilamente-, así que me levanté con cuidado de no molestar y he estado cotilleando un poco -confesó.
-¿Has encontrado algo interesante? -preguntó apartando la sabana y moviéndose un poco más adelante.
-Libros, más libros. Apuntes con letra que casi no puedo entender… y ¡oh! -se dio la vuelta hacia la estantería y agarro el cráneo que David tenía en ella- Esto. ¿Una de tus victimas?
-La primera -dijo sonriendo.
-Admito que me he quedado tó pillao. Sabía que los matasanos, o proyecto de ello, erais raritos pero esto ha superado mi límite.
-No es para tanto, la mayoría nos hacemos con algún hueso el primer año.
-¿Por qué una calavera? -preguntó dejándola de nuevo en su lugar.
-Quiero ser neurocirujano.
-¡Coño! Apuntas alto. ¿Por algo en especial?
-Supongo que… -en realidad no tenía una razón particular, la neurología ni siquiera era su asignatura favorita-, es el listón más alto. Me gusta dar todo hasta conseguirlo.
-O sea que no es por vocación ni nada de eso ¿no?
-Bueno, la medicina sí es por vocación. La especialidad… creo que no.
-¿Y cuál sería?
Era la primera vez que alguien se lo preguntaba. Todo el mundo había dado por sentado que la neurocirugía era lo que deseaba, y no iban muy desencaminados, pero para llegar a ello había tenía que echar a un lado otras especialidades que probablemente le hubieran llenado mas.
-Oncología.
-¡Hostia! Eso es muy duro… quiero decir… mucha gente muere.
-Lo sé, pero… -agachó la cabeza- Creo que podría hacerlo bien, conectar con la gente más allá del vinculo del doctor-paciente ¿sabes? Soy muy empático y probablemente sufriría más de la cuenta. Pero creo que eso me ayudaría también a tratar con ellos. ¿Entiendes?
Villa asintió sonriendo, escucharle hablar así, relajado y sobre todo confiándole algo que parecía tan personal hacía que se sintiera mucho más cerca de él. Pero había tenido similares sensaciones durante el día anterior y no habían servido de nada. Cuando parecía que estaban conectando David había reculado y habían dado un paso atrás. No estaba muy seguro de lo que iba a pasar con ellos, ni siquiera había pensando verdaderamente en lo que sentía, sólo quería poder acercarse a él, poder intentarlo.
-Deberías hacer lo que más te gustara, más allá que la neurocirugía exija un gran sacrificio. La gente suele dar más cuando hace lo que realmente le gusta.
-Y ¿a ti? ¿Qué es lo que te gusta?
-La mecánica, supongo. Se me da bien, me gusta trabajar con los coches, llenarme las manos de grasa. Quiero montar un taller, con Gerard -le contó-, aunque aún queda mucho, necesito ahorrar.
-¿Por eso trabajas con tu familia? -Villa asintió. -Estoy seguro de que lo conseguirás. Además, si no siempre puedes empezar con las bicis -bromeó.
-Lo tendré en cuenta.
Se quedaron callados de nuevo, mirándose directamente hasta que Villa giró la cabeza y observó el póster tras de él.
-Me he sentido tan estúpido -confesó-. No sabía la mitad de los nombres. No sé cómo alguien puede sabérselos todos.
-Bueno, yo no podría distinguir la batería del motor en un coche.
-Entonces… ¿te los sabes todos? -Silva asintió. -A ver… este ¿cuál es? -dijo señalándose el abdomen.
-Estás señalando a un punto indeterminado de tu estomago. Puedo enumerarlos todos si quieres.
-No, no -dijo acercándose a la cama, tomó una de sus manos y se las llevo hasta su cuerpo, colocándola sobre su barriga. -Este, éste de aquí. -Presionó los dedos de Silva contra su piel.
David observaba su mano sobre la camiseta de Villa, los dedos trazaron el camino del abdominal oblicuo izquierdo de arriba hacia abajo hasta detenerse justo por encima de la cinturilla del pantalón. Había tenido la vista clavada en sus propios movimientos hasta que se había detenido, levantó entonces la cabeza para observar cómo le miraba con intensidad. Su mano tembló ligeramente, y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo cuando Villa se inclinó hacia delante, curvándose ligeramente, acercando su cabeza. Entonces David cerró los ojos y esperó el contacto. Sus labios estaban resecos, y le costó aguantar las ganas de pasar la lengua por ellos y humedecérselos. Por unos segundos Villa simplemente se mantuvo así presionando su boca contra la de Silva, hasta que el estudiante de medicina entreabrió la boca y él la abordó con rapidez. Alzó la mano y le tomó de la nuca, aprovechando el jadeo que ese movimiento había provocado en Silva para besarle con furia, este se agarró con las dos manos a su camiseta levantándose sobre sus rodillas lo que permitió a Villa tomar por completo el control del beso, haciéndolo húmedo y largo, hasta que empezó a notar que no podría detenerse mucho más tiempo, pensando por primera vez en una situación así.
-O paramos, o…
Silva resopló por la nariz, y sin pararse a pensar se recostó sobre la cama, llevándose a Villa con él tirando de su camiseta. David se subió a la cama quedando de rodillas primero, hasta que las manos del más joven volvieron a reclamarle haciendo que se tumbara ligeramente sobre él. Volvió a besarle, más lento esta vez, mientras que dejaba que Silva colase las manos por debajo de su ropa acariciando sus costados, él llevo su mano derecha a su mejilla y le acarició el rostro, bajándola después hasta que abarcó con ella su cuello, dejando que el pulgar delineará la línea de la mandíbula. Un suspiro de satisfacción escapó de sus labios cuando el cuerpo bajo el suyo tembló al dejar que su peso cayese por fin sobre él. Villa cortó el beso para dejar que sus labios descendieran desde la barbilla hasta el cuello, momento que David aprovechó para tirar de los bordes de su camiseta y obligarle a deshacerse de ella, no queriendo desaprovechar la oportunidad que se le presentaba hizo lo mismo con la camiseta que cubría el torso de Silva.
El teléfono sobre la mesilla de noche sonó.
-No -le ordenó Villa-, ni se te ocurra -suplicó.
-Puede… es sólo que… -se excusó alargando la mano para tomar el móvil-. ¿Sí?
-Pony, Pony tío ¿aún estas en casa? -Raúl hablaba entre susurros.
-Sí.
-Hostia, que raro… pero… ¿estás bien?
-Sí, ¿Raúl necesitas algo? -le cortó la comprobar que pese a que no parecía haberle gustado demasiado que contestase la llamada, Villa volvía a estar dispuesto a dejarlo donde había parado, como comprobó cuando sus labios volvieron a recorrer su cuello.
-Álvaro… ¿sigue ahí?
-¿Qué? Yo… -un jadeo involuntario escapó de sus labios.
-Pony… ¡coño! ¿No estaré interrumpiendo…? ¿Por qué David ya se ha ido no?
-No, no me he ido -gruñó Villa-. Y sí, estás interrumpiendo -comentó lo suficientemente alto tratando de que Albiol se diera por aludido.
-Joder, tío… mierda… yo. Lo siento.
-Espera, Raúl -le cortó- ¿Pasa algo?
-No, nada… sólo… avísame cuando Álvaro se vaya. Pues eso, que se os de bien. Y recuerda, hay condones en el armario del baño.
Silva no tuvo tiempo para decirle nada más puesto que ya había colgado. Se quedó un par de segundos mirando el teléfono como si no fuera consciente de lo que acababa de pasar. Villa, que por nada del mundo quería que lo que estaba pasando entre ellos tuviera un brusco final, le quitó el móvil de la mano y lo lanzó a los pies de la cama.
-¿Qué…?
-Shhh… -musitó poniendo un dedo sobre sus labios- estábamos en algo verdaderamente interesante, no vamos a dejar que se estropee ¿verdad?
Villa lanzó la pregunta, dejando la pelota sobre el tejado de David, que debería decidir sí la llamada había sido lo suficiente para romper el momento o si por el contrario podían retomarlo dónde lo habían dejado. Por segundos Silva estuvo tentando a detener lo que habían comenzado, porque el pensamiento de que las cosas se le estaban yendo de las manos había acudido a su cabeza, raudo y veloz, pero Villa le había dejado decidir a él, no había intentado convencerle con besos, o palabras con doble sentido que le hubiesen mareado lo suficiente como para que sus hormonas actuasen por sí solas. No iba a ser capaz de tomar una decisión, no podía pararse a pensar en lo que iba a suceder después y por primera vez en mucho tiempo, no le importaba, no quería ser consciente de ello. Simplemente quería dejarse llevar. Levantó entonces la cabeza para besarle de nuevo.
Villa le embistió entonces con su boca, barriendo cualquier tipo de duda que pudiese quedarle con besos húmedos y salvajes, mientras sus manos se perdían por su pecho y él sólo podía dejarle hacer, disfrutar de las caricias, de su movimiento y de cómo poco a poco sus cuerpos comenzaban a encajar. Fue el asturiano el que no perdió demasiado tiempo, como si aún tuviese miedo a que pudiera cambiar de opinión, y se deshizo de sus pantalones y de los propios. David tornó la situación en un rápido movimiento quedando sobre Villa, que pareció ligeramente conmocionado al verle tomar las riendas de la situación, aunque se olvidó de ello cuando Silva deslizó su lengua por su pecho, provocándole escalofríos que hicieron que todo el vello de su cuerpo se erizara. Y supo que debía pararle, porque necesitaba tenía que hacerlo, llevó su mano hasta la nuca y tiró de él para besarle con rabia. Aprovechó que se había incorporado para, con la otra mano, tomar sus pantalones, tirando de ellos y rebuscar en los bolsillos.
-Supongo que no tenemos que salir -bromeó cuando Villa encontró el preservativo que había estado buscando.
Silva se lo arrebató de entre los dedos y lo abrió, sacándolo rápidamente. Fue él quien también lo colocó sobre el miembro de Villa, y el que sentándose a horcajadas sobre él fue descendiendo lentamente. Los dedos del asturiano se le clavaban en los huesos de la cadera, apretando con fuerza mientras él se asía a sus hombros; cuando le sintió completamente dentro se permitió parar uno o dos segundos, para llevar sus piernas alrededor de la cintura de Villa. Comenzó a moverse tan despacio como podía, escuchando perfectamente como la respiración de David se aceleraba poco a poco y eso le hacía encenderse mucho más, tanto que le costaba controlarse, pero no tuvo que hacerlo porque Villa ascendió sus manos por la espalda obligando a curvarla clavándose un poco más en el interior, lo que hizo que todo su autocontrol se desvaneciera y, ayudado por sus propios talones, empezara a moverse más y más rápido.
Villa gimió con fuerza cuando David estrechó el abrazo al que sus piernas le sometían, la sensación de placer llenaba cada fibra de su ser, y supo que estaba a punto, demasiado a punto. Así que llevó una mano entre sus cuerpos, enredando sus dedos alrededor del miembro de Silva, le escuchó sisear y dejándose llevar llevó su boca hasta su barbilla mordiéndole ligeramente. El más joven no pudo contenerse más, y se dejó ir, con una sensación brumosa recorriendo todo su cuerpo. Villa no necesitó más para acompañarle.
El asturiano apoyó la frente en el pecho de Silva mientras sus manos rodearon su espalda, acariciándolo con pereza, podía escuchar perfectamente su corazón palpitar con fuerza, aunque a medida que los minutos transcurrían iba volviendo a su ritmo natural. David tenía la cabeza ladeada con la mejilla contra la sien de Villa, estaba empapado en sudor y sus cuerpos parecían estar pegados. Sabía que tenían que moverse, que debían hacerlo pero se sentía demasiado bien, le gustaba el tacto de las manos de Villa por su cuerpo, su calidad respiración contra él y después de recuperarse unos pequeños besos que estaba repartiendo por su cuello.
Una carcajada le nació desde el fondo de la garganta, llenando el silencio que había poblado la habitación. Villa levantó la cabeza, mirándole confundido. Silva no podía parar de reírse, contrayendo su cuerpo contra él.
-Eh… ¿Qué cojones es tan divertido? -preguntó ligeramente molesto.
-Nada… nada, yo… -pero no podía evitarlo, la risa nerviosa se había adueñado de él y le era imposible parar.
-Joder, pues para no serlo te estás partiendo el pecho.
Silva se incorporó separándose de David, y rodando en la cama, se encogió tratando de parar el inoportuno ataque de risa, pero fue peor, sufrió una especie de acceso de tos y la cosa se complicó más. Villa le miraba atónito, no sabía que hacer o decir así que simplemente se quedó ahí, sentado observándole.
-Lo siento… -dijo al fin, con lágrimas en los ojos-. Es sólo, no sé… mierda…-se quejó-. Estaba pensando y… de verdad. ¡Dios! -se llevó las manos a la cara completamente avergonzado.
Villa se inclinó sobre él, apartándole las manos de la cara y obligándole a que le mirara. David no le dijo nada, sólo abrió los ojos mostrando la culpa y el malestar que estaba sintiendo en aquellos momentos. Intuía que si le dejaba más tiempo, caería en esa rutina de pensamientos y sentimientos encontrados que parecía ser propio de él así que pegó su frente contra la suya y le susurró.
-Está bien… no pasa nada -le besó con pereza, presionando sus labios contra los suyos, mientras su lengua se abría camino en su boca. Al romper el contacto, y volver a encararle sonrió con sinceridad.
-Gracias -dijo mordiéndose el labio-, es sólo que me he dado cuenta de que el único momento en el que no pienso es… y… por un segundo deseé poder estar siempre así.
-No tengo problemas en ayudarte con ello. Es más, podemos empezar ahora mismo si quieres.
-Estaría bien -respondió con sinceridad-, pero tengo que estar en el hospital antes de las tres.
Villa se incorporó mirando el reloj sobre la mesilla.
-Tenemos tiempo de sobra.
-No puedo, de verdad. -Villa se subió sobre su cuerpo dispuesto a inmovilizarlo. -No ahora aunque…
-¿Aunque?
-Puede que otro día…
-Otro día… ¿mañana? -Silva torció la boca, sonriendo débilmente. Villa le besó rápidamente y aunque no consiguió una respuesta sabía que ya la tenía.
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Tenían ambos una taza entre las manos, estaban apoyados contra la encimera uno al lado del otro, Villa bebía su café cargado mientras él hacía lo mismo con su té. Se habían duchado y vestido, Silva tenía aún algo más de una hora para llegar al hospital y aunque en cualquier otro momento hubiera salido rumbo a la biblioteca, la presencia de David le había disuadido de ello.
-Supongo que debería ir tirando para casa -dijo dejando la taza en el fregadero-. Mi madre empezará a llamarme en unos diez minutos.
-Bien, yo tengo que… -Silva se quedó callado cuando Villa se puso frente a él, le quitó la taza de las manos y se presionó contra él- que ir a… -sus labios fueron ocupados por los de Villa.
-Hostia, Raúl… ¿dónde cojones estás? Me va a estallar la puta cabe…
-Hola -Silva asomó la cabeza por encima del hombro de Villa.
-Hombre… ¡hey!... ¿qué tal tíos? -dijo, tratando de sonar menos incómodo de lo que se encontraba-. Bueno, como que sobro. -Álvaro se dio cuenta de que había llegado en mal momento, así que se dio rápidamente la vuelta, volviendo a la habitación.
-Será mejor que me vaya -suspiró Villa- pero no creas que pienso olvidar lo de mañana.
-¿Mañana? -dijo caminando junto a él, rumbo a la entrada.
-Si, tengo que ayudarte a que sigas sin pensar, ¿recuerdas?
Silva abrió la puerta y se quedó apoyando contra ella mientras Villa salía, le observó con una sonrisa bailando en sus labios. El asturiano se acercó y volvió a besarle.
-Te llamo esta noche y concretamos.
-No puedo opinar al respecto ¿verdad?
-No. Que salves muchas vidas.
-Apenas me dejan acercarme a los pacientes.
-Con una sonrisa de esas tuyas, seguro que alguna salvarás.
Villa abrió la puerta del ascensor y se subió. Silva esperó unos segundos antes de cerrar la puerta, cuando lo hizo se encontró de nuevo con Álvaro.
-Vaya moñas.
-No es de buena educación escuchar las conversaciones ajenas.
-Lo qué sea, ¿dónde mierdas está el Chori?
-No sé, ¿por?
-El hijoputa se ha llevado mis zapatos y los suyos me quedan pequeños, no puedo ir hasta Fuenla descalzo ¿sabes?
-¿Y qué quieres que haga?
-Le he llamado tres veces, y pasa de mi cara. ¿Puedes hacerlo tú?
Silva asintió con desgana y se metió a la habitación. Cogió el teléfono que se había quedado olvidado entre las sábanas y llamó a su compañero de piso.
-¿Se ha ido ya?-Raúl ni siquiera le dio tiempo a decir nada.
-No, no puede.
-¿Por qué?
-Te has llevado sus zapatos.
-Coño, ya decía yo que me quedaban grandes.
-Bien, ahora que ya lo sabes, ya puedes volver a casa y darle a tu cenicienta su zapato.
-¿Qué?, el Villa folla bien ¿eh? Porque vaya humor que te gastas, y el horno no está para bollos.
-¿Qué has hecho?
Raúl se quedó callado, pensando en las tres horas que había estado sentado en aquella cafetería a la espera de esa llamada, pensando en lo que no había pasado la noche anterior y en lo que podría pasar en un futuro cercano.
-Dile que ya voy.
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En la semana que había pasado desde la accidentada noche en la que se conocieron, no había habido una mañana en la que Cesc no se hubiera despertado para encontrar un mensaje de Gerard en el móvil. Se daban los buenos días y las buenas noches, se contaban lo que desayunaban, lo que merendaban y las palmeras de chocolate que se comían a media mañana. Hablaban de fútbol, del Barça, de lo mucho que se aburría en el taller cuando no había curro, de lo coñazo que eran las clases en la Universidad. Piqué le decía las ganas que tenía de quedar con él a solas, Cesc jugaba a darle largas, porque sabía que eso haría que volviera a insistir con más ganas.
Cesc tecleó rápidamente, haciendo que su teléfono emitiera unos molestos sonidos metálicos que interferían con el aura positiva de la música tibetana con la que Carles les deleitaba esa tarde.
Estoy en casa con mi tío y mi primo corriendo desnudos por el salón. Mi familia da miedo
La respuesta no tardó en llegar.
¿Stas desnudo? Nose dnd vives, pero voi de camino
Cesc no pudo evitar reír. Subió los pies al sofá y tecleó su respuesta.
Jaja no, idiota. Sólo ellos están desnudos. Son naturistas
-¿Qué haces? -preguntó Pedrito a su espalda, trepando por el respaldo del sofá. Él cubrió la pantalla del teléfono antes de que pudiera verla.
-Nada, sólo hablo con un amigo.
Otro de los familiares pitidos.
Yo tb puedo sr naturista, si ese es l rollo q t va. Mis actividads favoritas se hacen mjr desnudos, de toas maneras
-¿Con David? -insistió.
-Pedro, no está bien ser cotilla -dijo Puyol desde la cocina, donde cuidaba de su huerto de hierbas aromáticas.
-Es un amigo de David -contestó Cesc.
Ya sabía que ibas a decir eso. Estás empezando a ser muy predecible
-¿Es tu novio?
-No, no es mi novio. Yo no tengo novio.
Cesc pudo sentir la mirada de Carles atravesándole.
-¿Pero te gusta? -preguntó.
-Papi, creí que no había que ser cotilla.
Cesc miró la pantalla de su teléfono de reojo.
Predecible? Nunca. Slo soy insistente. Asiq cuand m as dixo q vams a qedar?
-Preocuparme por el bienestar emocional de mi sobrino no es ser cotilla. ¿Tú has terminado tus deberes de Mates?
-Sólo me queda un ejercicio -contestó, frunciendo la nariz. No necesitó que le dijera nada más antes de marcharse a su habitación a acabarlos, con la cabeza gacha.
Nunca he llegado a decirte que sí
-Parece que tenéis buena conexión.
-Cualquiera con móvil hoy en día tiene buena conexión -bromeó.
-Tenéis muchas cosas que deciros, al menos.
Otro pitido, y Cesc no fue capaz de resistir la tentación de mirarlo.
Pero ya sabs, cuand haces pop ya no hay stop. Slo necesito q m digas que si 1 vez. Luego no te cansaras de mí
-Me cae bien, eso es todo. -replicó, mientras le contestaba.
No sé, creo que ya estoy empezando a cansarme :P
-¿Es un buen chico?
-Es muy guapo. Y me hace reír, aunque no sé si es a propósito o…
-¿Es intrínsecamente bueno? -le interrumpió Carles.
-Supongo -respondió Cesc, sin estar muy seguro de lo que significaba esa palabra. El teléfono le avisó de que tenía un nuevo mensaje.
-Eso es lo más importante. La última vez que conocí a tu tío, yo tenía tu edad, y eso fue lo primero que percibí en él. Que era bueno, que tenía algo… una serenidad ancestral. Que estábamos en el mismo nivel de consciencia.
-Ya. Yo no sé nada de eso, así que… -se encogió de hombros-. No es como si quisiera casarme con él, ¿sabes? Ni siquiera sé si quiero ir con él al cine.
Otro pitido más.
-Yo diría que él parece muy interesado.
-Pero no precisamente en eso -musitó Cesc, sin querer explicar qué era lo que tanto quería Piqué de él. Carles tenía la creencia de que hablar de sexo era algo muy natural y saludable, y a él le daba ganas de esconder la cabeza en el suelo como un avestruz.
-Lo importante es que los dos tengáis claro hacia dónde queréis que os lleve la relación. Experimentar sexualmente es algo muy recomendable a tu edad. Yo mismo…
-Te creo, te creo -le cortó.
-Realmente, me doy cuenta de que la educación que has recibido ha fomentado el tabú que es el sexo en las conversaciones de los jóvenes con sus mayores. No es que yo sea muy mayor, pero ya sabes a lo que me refiero.
-En serio, Puyi…
-Carinyet, no voy a darte detalles de mi vida sexual, pero sí creo que estoy en disposición de aconsejarte -Cesc le miró con horror- en cuanto a la toma de decisiones se refiere. ¿Has pensado si esto es algo que quieres o algo que deseas? Porque en esos pequeños matices reside la importancia del camino que vayas a escoger.
-Papi, estás asustando al primo.
Cesc miró a Pedrito como si fuera el salvador.
-Siempre te animo a entablar conversaciones con los demás, especialmente con los adultos -le dijo su padre-, pero en este momento deberías dejar que Cesc y yo tuviéramos nuestro momento.
Una estridente melodía, si es que se podía denominar así a la horrible música techno que emitía el móvil de Cesc, interrumpió la contestación de Pedro.
-Tengo que coger esto -exclamó, tratando de ocultar su alivio. Se levantó del sofá y fue corriendo a encerrarse en su cuarto.
-Pues ni tú, ni yo, ni nadie -oyó decir a su primo con retintín.
-Menos mal que has llamado -fue su saludo al descolgar.
-¿Te has cabreado conmigo? -le respondió Piqué.
-¿Yo?
-Sí, como no me contestabas los mensajes…
-Estaba hablando con mi tío.
-Has dicho que te estabas cansando de mí.
-Pero sólo era una broma.
-Así que… ¿aún tengo posibilidades?
-Geri…
Él se rió a borbotones, y Cesc no pudo evitar contagiarse. A veces le daba la impresión de que se conocían de toda la vida, aunque realmente no sabía nada de él. Había algo en la manera en la que se reía o en su forma de hablar, lenta y como perezosa, que le recordaba a algo que ni siquiera había tenido. Eso no tenía mucho sentido, pero Puyol probablemente le dijera que eran memorias de su vida pasada.
-¿Cuánto más me vas a hacer currármelo?
-Ah, que estás intentándolo -se burló-. No lo parece.
-Eso es porque soy muy bueno.
-O muy malo.
-Estás cayendo en mis redes sin ni siquiera saberlo. Cuando te vuelva a invitar al cine me vas a contestar que sí. No podrás evitarlo.
-¿Y cuándo va a ser eso?
-¿Has visto? Ya estás ansioso -presumió.
Cesc no pudo evitar reírse, tumbándose sobre su cama.
-Me parece que eres tú el que está ansioso. ¿Nunca antes te han dicho que no?
-Aún no me has dicho que no -apuntó Piqué-. No lo vas a hacer.
-¿Cómo estás tan seguro?
-Soy bueno captando las señales. Y tú eres todo señales, Francesc.
-No te vas a poner místico, ¿verdad? Ya tengo suficiente de eso en casa.
-Me voy a poner como tú quieras que me ponga -contestó, y Cesc casi pudo imaginar el movimiento de sus cejas y su caída de ojos.
-¿Esas frases te funcionan de verdad?
-Dímelo tú.
-Nunca sé si eres así a propósito o de verdad te crees que tus topicazos de mala peli porno funcionan con alguien normal -le dijo desinteresadamente.
-Me gustas mucho, ¿sabes? Y me gustas más cuanto peor te portas conmigo.
-No me porto mal -se quejó.
-Eres muy cruel. Cada vez que me comparas con un actor porno como si fuera algo malo me destrozas.
-Es que eres muy sensible.
-Claro que lo soy -repuso, tratando de sonar como ello-. Bajo mi espectacular físico hay un hombre muy sentimental.
-¿Te has sentado encima de él? -bromeó Cesc.
-Ríete todo lo que quieras, pero es cierto.
-¿Alguna vez te han roto el corazón?
-Estoy dispuesto a que tú seas el primero.
-Geri, en serio -le cortó-. ¿Has tenido alguna relación que durara más de un par de noches?
-No -reconoció, pareciendo bastante orgulloso de ello.
-Y estoy seguro de que tú has roto muchísimos.
-¿Me darás calabazas si digo que sí?
-Ni siquiera estaba haciéndote una pregunta.
-Si ya vienes con ideas preconcebidas de mí, esto va a ser imposible.
-¿Y qué es esto?
-Cualquier cosa que vaya a pasar entre tú y yo -le informó Piqué tranquilamente-. Lo que surja, como se suele decir.
-Geri, quieres acostarte conmigo. Dilo claro. No me voy a asustar, ¿sabes? Y no me parece una mala idea.
-¿No?
-Eres un idiota, pero estás bueno.
-Vaya. Eso es…
-Si pasaras menos tiempo tratando de ser encantador, o lo que sea que haces -le interrumpió- te iría mucho mejor.
-Me va suficientemente bien, muchas gracias -replicó, algo ofendido.
-Sólo intentaba darte un consejo.
-¿Por qué necesitaría consejos de alguien como tú?
-Porque soy la persona que llevas tratando de ligarte una semana. Porque, en algún momento, alguien te gustará de verdad, y a esa persona le gustarás por lo que eres, no por lo que finges ser.
-Lo que sea -repuso, tratando de sonar indiferente-. ¿Vamos a quedar o no?
Cesc miró hacia el techo, tratando de encontrar respuestas en su lámpara de papel japonés.
-¿A qué hora sales del trabajo?
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Parte 2