Los últimos románticos (12.2/??)

Dec 15, 2010 17:49

Viene de: Parte I

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Habían quedado en Sevilla -la parada de Metro, no la ciudad-, donde había un restaurante que David llevaba tiempo queriendo probar. Con Villa no había podido, porque era bastante especialito con la comida, Xabi llevaba un tiempo bastante ocupado, y a Raúl era complicado sacarle de sus tres sitios de siempre. Al final siempre acababa arrastrando a Cesc, que nunca ponía demasiadas pegas.

Desde la puerta del restaurante le vio salir de la boca de Metro, subiendo los escalones de dos en dos y mirando el reloj. Era algo tarde, pero Silva ya estaba acostumbrado a los problemas que tenía su amigo para calcular el tiempo. Miró a su alrededor un par de veces, antes de volver la vista hasta el cartel rojo y blanco del Metro y comprobar que estaba en la estación adecuada. David esperó a que se fijara en él, pero Cesc seguía sin verle, así que se acercó hasta él y le llamó la atención poniendo una mano en su hombro. Él pegó un brinco.

-Ostras, tío, vaya susto -dijo, quitándose los auriculares con los que estaba escuchando música.

-Es que te notaba un poco perdido.

-Mi sentido de la orientación no es muy bueno.

-Me lo dices o me lo cuentas -respondió divertido-. Vamos dentro, anda, que tengo frío y me muero de hambre.

Entraron al restaurante, un sitio decorado en blanco y naranja y con aires muy modernos y sillas de plástico con forma de huevo. Les llevaron a una mesa para dos y les dejaron las cartas, llenas de platos con nombres raros de influencia asiática. Debatieron un momento lo que pedir, mirándose confusamente, y se decantaron por unos platos de noodles con pollo y verduras.

-Bueno, ¿qué tal las clases? -preguntó David cuando el camarero acabó de tomarles nota.

-Bien, bien. Más fáciles de lo que esperaba -reconoció-. Además, tengo bastante tiempo libre y me estoy centrando sólo en estudiar, que tengo los exámenes ahora -dijo, encogiéndose de hombros-. ¿Y tú?

-Bien, cómo siempre. Sin tiempo libre para nada -bromeó.

-Porque el poco que tienes se lo dedicas a Villa, ¿eh? -le picó.

Eso lo dijo en el mismo momento en el que el camarero se acercó con sus platos. Silva se hundió en la silla hasta que él se fue.

-Te has puesto colorao…

-Es que tienes un don, tú también -dijo, notando el calor en sus mejillas.

-Sí, suelo estar en el lugar equivocado en el momento equivocado -respondió, más amargamente de lo que había pretendido. Silva de dio cuenta de lo que había querido decir, o no había querido pero había dicho igualmente.

-Quería darte las gracias por lo del cumple -dijo, cambiando de tema sin mucha sutileza-, Raúl me dijo que le ayudaste mucho.

-No fue nada. Me lo pasé muy bien con Raúl, organizándolo todo. ¿Te gustaron los globos? Yo me encargué de eso.

Lo cierto era que cuando llegó a casa los globos estaban medio desinflados y arrugados, pero sonrió igualmente.

-Sí, si, muchas gracias. Siento mucho habérmelo perdido.

-Bah, no importa. Conseguiste tu regalo de cumpleaños de todas maneras, ¿verdad? -bromeó, agitando las cejas.

Silva murmuró sobre sus noodles:

-Más de uno.

Cesc tuvo que hacer esfuerzos para no escupir la cocacola, entre divertido y sorprendido, porque ese no era un comentario que David soliera sentirse cómodo haciendo. Él se limpió la comisura de los labios con la servilleta y le dio un trago a su bebida antes de abordar el tema que realmente le preocupaba.

-Raúl me contó lo que pasó.

A Cesc se le congelaron los palillos a medio camino de la boca.

-¿Así que por eso hemos quedado?

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Villa y Piqué habían quedado en un Vips, uno de esos restaurantes de comida sencilla americana que poblaban cada esquina de Madrid. Gerard hojeaba el menú aunque ya sabía lo que quería, lo mismo que pedía siempre, y David le hacía ojitos a la página de postres.

-Me apetecen tortitas -dijo.

-Son las cuatro de la tarde -apuntó él-. Y te estás amariconando.

-Coño, me comería también una fabada, pero no es plan, no me la van a hacer aquí.

-Si bueno, ahora trata de excusarte, moñas de mierda -repuso, mientras aparecía la camarera a su lado, con media sonrisa que indicaba que no había podido evitar oír la conversación.

-¿Qué os pongo?

-A éste le traes unas tortitas, y yo... ¿qué tal está esta hamburguesa? -preguntó, señalando una en el menú, aunque la había comido cien veces. Le dedicó también una de sus estudiadas miradas, que podrían desarmar a todo el ejército israelí.

-No sabría decirte, no como carne.

-Vaya, una lástima. Bueno, la probaremos de todas maneras. Gracias, preciosa -añadió, acercándole las cartas para que se las llevara-. Mmm...

-Oye, ¿cómo va el curro? -interrumpió a Piqué en su ensimismamiento con el culo de la camarera.

-Bueno, bien. Hay un pesado últimamente, un cani con un Opel Astra tuneado, que viene todas las mañanas a asegurarse de que lo estamos tratando bien. Te juro que quiere más a ese trasto que a su novia.

-Seguro que es un callo, porque si no ya te lo habrías trajinado. A él o a la novia -rió.

-Ja -contestó Piqué, sacándole un dedo.

-Ah, que se me olvidaba que ahora estás en dique seco.

-¿Perdona?

-Hombre, no has estado con nadie desde antes de Navidades -le recordó, con un tonillo irritante.

-Lo sabrás tú, guapito de cara.

-Con lo que te gusta dar detalles, si hubieras mojado lo sabría todo el barrio.

-Lo que sea -masculló, oliéndose de qué iba la cosa-. ¿Por qué cojones me has invitado a comer?

Villa se metió media tortita en la boca, con nata y chocolate rebosando por todas partes, masticó lentamente y tragó antes de hablar.

-Aquí pasa una cosa, mi novio David ha tenido la brillante idea de persuadirme para que hablara contigo,

-Tío, macho, ¿tiene tu novio que decirte con quién hablar?

-Calla, cojones, que tengo que comentarte ese bonito espectáculo que montaste en la fiesta de cumpleaños de David.

-¿Y eso por qué?

-Porque me ha prometido sexo a cambio.

Piqué mojó una patata frita en ketchup lentamente, pensativo.

-Lo que tiene que hacer uno por los amigos.

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-Tienes que darte cuenta de que estoy preocupado -dijo Silva, inclinándose sobre la mesa.

-¿Por qué? -preguntó Cesc malhumorado.

-Porque, lo creas o no, te conozco, y se que esa conversación no te ha dejado indiferente.

-¿Que vas a saber, si no estabas? -bufó frunciendo el ceño.

-Hombre, estaba la casa llena, y tengo unos amigos muy cotillas.

-Genial -ironizó-, me encanta que se hable de mí a mis espaldas.

-Estamos intentando buscarle sentido a lo que ocurrió.

-¿Qué sentido ni qué hostias? Piqué se sentía culpable y como tiene el don de la oportunidad sólo se le ocurrió montar el numerito en tu casa.

-¿De verdad crees que sólo se siente culpable?

Eso era lo que le gustaba pensar, que nada de lo que le había dicho era cierto en el mundo real, que sólo lo era en ese mundo en el que vivía Gerard, en el que la fidelidad o el simple respeto eran cosas casi alienígenas. Le gustaba pensar que Piqué sólo le había dicho esas cosas para quitarse de encima la sensación de que la había cagado. Que para él era tan fácil como disculparse y poner cara de pena para que todo el mundo olvidara lo cruel que realmente era.

Pero era cierto que había dicho eso otro, ese 'me gustas' que era lo que más había dolido, lo que le había hecho pensar de nuevo en él, en vez de sólo en lo que le había hecho.

-¿Qué otra cosa puede ser?

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-Entonces, ¿ha llamado cupido a tu puerta? -dijo Villa, rebañando el borde del plato con un dedo. Piqué le miró mal desde detrás de su hamburguesa. -Que te declaraste en medio de una fiesta llena de gente, macho.

-No tenía que ser en medio de nada -estalló, con la boca llena-, pero es que los amigos de tu Pony estaban ahí poniendo la oreja.

-La cosa es que las noticias vuelan y todos nos hemos enterado. ¿No tienes nada que decirme?

-¿Desde cuándo hablamos tu y yo de estas cosas? -replicó.

-Para todo hay una primera vez. Tu primer amor, nuestra primera conversación sobre ello...

-¿Amor? -repitió, casi escandalizado.

-Hombre, estás enamorado, no me jodas.

Gerard achinó los ojos, mirándole con cautela.

-Dejémoslo en encoñado.

-Ya, claro.

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-¿De verdad necesitas que te lo explique?

-Es sólo otra de las tácticas de Piqué -se trataba de convencer Cesc-. No está acostumbrado a que le den calabazas y se ha salido por la tangente.

-Puede, o puede que…

-Se supone que somos amigos -le cortó, antes de que pudiera decir algo incómodo-, que tendrías que estar de mi parte.

-Porque lo somos me preocupa que te estés planteando dejar la ciudad simplemente por lo que ha pasado con Gerard, porque lo que tú me has dado a entender es que no te importa tanto, pero uno no huye si no hay daño profundo.

Cesc suspiró. Claro que había daño profundo, pero no por lo que Piqué le había hecho, sino porque había dejado que se lo hiciera. Porque, como le decía su madre, había puesto todos los huevos en la misma cesta, y sin darse cuenta. Había confiado en alguien que sabía de antemano que no era de fiar. Había dejado que atravesara todas sus defensas, y ni siquiera había oído la voz de alarma hasta que había sido demasiado tarde.

-No estoy preparado para que me haga daño otra vez.

-Estamos hablando de Gerard, nadie puede asegurarte que no va a cagarla otra vez. Eso no podría asegurarlo ni aunque fuera San Franciso de Asís, porque las relaciones son así, siempre existe la posibilidad de que salgan mal -le aseguró Silva-, pero eres tú el que tiene que valorar si lo que sientes por él hace que merezca la pena arriesgarse.

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Entre Geri y David se había creado un silencio incómodo mientras el último se acababa sus patatas una a una, con desesperante lentitud. Cogió su vaso de cocacola, en el que apenas quedaban más que los hielos, y sorbió estruendosamente con la pajita el poco líquido que quedaba.

-¿Cómo conseguiste que David te perdonara? -preguntó al fin, a media voz y sin mirarle.

-Para empezar, yo no le puse los cuernos.

-Yo tampoco se los puse, no estábamos saliendo en serio -le cortó.

-Tú no reconocerías una relación seria ni aunque te mordiera los huevos. Lo que tuviste con Cesc fue lo más parecido que has tenido nunca a algo estable, así que cállate -le espetó de malos modos-. Segundo, mi problema con David fue la falta de comunicación. Además, la culpa fue de los dos.

-Vale, yo soy el malo de la película. Eso ya lo sé, no hace falta que me lo recuerdes.

Villa se tomó un momento para contestarle. No quería ser duro con él, uno de sus mejores amigos. Sabía que lo estaba pasando mucho peor de lo que dejaba que nadie notara. Que por mucho que tratara de esconderlo, le echaba terriblemente de menos.

-La cagaste, y eso no te lo quita nadie, pero aún puedes arreglarlo. Necesitas empezar de cero. Convencerle de que no eres la persona que fuiste con él.

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Fuera había empezado a nevar. Copos finos que no llegaban a cuajar pero que hacían que la vista desde su ático se volviese más hermosa. Carlos descorrió las cortinas y dejó que la claridad entrase en la habitación. Revisó el salón, más recogido que de costumbre gracias a la ayuda de David, se acercó al sofá y ahueco los cojines. Consultó el reloj en el bolsillo de su cardigan, faltaban unos minutos para la seis. Pensó en aprovechar el tiempo para ponerse a escribir pero ¿a quién iba a engañar? Estaba demasiado nervioso.

-Vamos, Carlos -dijo en voz alta- puedes hacer esto, no es la primera vez. Tienes una edad, compórtate como el hombre que eres.

Aquellas palabras de ánimo resonaron en el silencioso piso. Resopló con fuerza y se reclinó contra el escritorio, apoyando las manos a ambos lados de su cadera. Los dedos comenzaron a tamborilear sobre la madera.

-Pues sí que…-masculló para si mismo incorporándose de repente.

En el mueble del salón, junto a la tele que apenas encendía, había un pequeño armario que siempre estaba cerrado con llave, la cual estaba en el primer cajón del mueble de la entrada, fue hasta allí y la cogió. Al abrirlo se encontró con el viejo tocadiscos de su padre, uno de las más valiosas pertenencias que tenía. Era una pieza realmente extraña, probablemente una de las pocas que existían, era una serie que había dejado de fabricarse sólo un año después de su puesta en el mercado. Carlos recordaba las tardes en el cortijo familiar, cuando se resguardaban del calor abrasador en la sala de lectura. Su padre encendía el tocadiscos y él y sus hermanos jugaban allí con las sinfonías de Mozart o los conciertos para piano Chopin de fondo. A veces él se quedaba absorto en la música, dejaba que las melodías le envolviesen eran los momentos de más paz y tranquilidad que jamás había tenido.

Seleccionó para aquella ocasión a Beethoven, extrajo con cuidado el delicado vinilo y lo colocó sobre el plato, la aguja de deslizó mecánicamente y pronto la Pastoral comenzó a sonar. Se sentó en el sofá, cerró los ojos y dejó que el sonido de los violines fuese colándose en su cerebro, se dejó arropar por la armonía que las traveseras desprendían y poco a poco fue notando como la tranquilidad se instauraba en su cuerpo. Sonrió extendiendo los brazos sobre el respaldo, puso las piernas sobre la mesa de café y se dispuso a esperar. Casi había alcanzado la serenidad máxima cuando el sonido del timbre resonó con fuerza en toda la casa.

Se incorporó de un salto, el corazón latiendo desbocado. Le sudaban las manos y puede que hasta le temblasen. Respiró hondo un par de veces antes de avanzar por el pasillo y pararse frente a la puerta. Le llevó más tiempo de lo normal decidirse a echar la mano al pomo, girarlo y por fin, abrir.

-Hola -Juan le sonrió-. Te he traído esto -dijo mostrándole una bandeja envuelta en papel de aluminio- es queso, de Asturias -le explicó- Mi tía te lo trajo.

-Oh -musitó extendiendo una mano para tomarlo.

-Mmm…¿puedo pasar?

-Sí, claro. Claro -comentó mientras se hacía a un lado- Voy a dejar esto en la nevera, ¿quieres café, té o algo?

-Café, por favor.

Carlos se escabulló hacia la cocina, dejó el plato sobre la encimera. Miró la mesa, en la bandeja ya estaban las dos tazas, el azúcar y la leche aunque el lo tomaba siempre sólo, pero sabía que Juan prefería el café bastante claro y bastante dulce. Todo lo contrario a él. Echó el agua en la cafetera y esperó a comenzase a hervir. Era absurdo los nervios que le recorrían el cuerpo, el temblor en sus manos y ese nudo en el estomago. Un hombre adulto, con una inteligencia y saber estar como el suyo. Estaba perdiendo la cabeza.

-¿Te ayudo?

-Mierda -gruñó cuando la taza que sostenía se estrelló contra el suelo. No le había oído llegar, sumergido como estaba en sus propios pensamientos.

-Vaya, lo siento.

-No pasa nada, soy un torpe -le exculpó.

Ambos se agacharon para empezar a recoger la porcelana blanca a la que había quedado reducida la taza de café. Uno por uno, fueron amontonándolos sobre la mesa, hasta el último que estaba cerca de la encima, unos pasos más allá de dónde Carlos estaba. Caminó hacia él para recogerlo, Juan que estaba más cerca se agachó para hacer lo mismo. Fue allí donde sus manos se encontraron. Juan levantó la vista, Carlos le miraba titubeante, dejándose llevar por un repentino impulso Mata rompió la distancia entre ambos uniendo sus labios.

Carlos se quedó quieto con los labios cerrados y los ojos abiertos, Juan se inclinó un poco más hacia él apoyando las manos sobre sus hombros, el movimiento hizo que Marchena se tambalease, estuvo a punto de caer pero consiguió ponerse de pie. Habían tenido que separarse y cuando el profesor iba a decir algo, Juan no se lo permitió lanzándose de nuevo a sus labios. Esta vez Carlos no se mantuvo impasible, sino que abrió la boca y dejó que Juan profundizase en el beso. La cabeza la daba vueltas, y volvía a tener esa sensación en el estomago y la garganta, esas ganas locas de seguir y seguir, que hacía demasiado que no estaba allí, llevó las manos a la cintura de Juan y le atrajo hacia él. Mata gimió entre sus labios y le rodeó el cuello con las manos, aquello fue el detonante para que Carlos tomase el control, empotrándole contra la encimera y besándole casi con devoción.

Carlos no fue consciente del tiempo que estuvieron así, besándose, dejando que la sombra de barba de Juan le arañara las mejillas, mordiéndole en el cuello, volviéndole a besar mientras que Mata llevaba sus manos a su pecho, estrujando la camisa y el cardigan entre sus dedos. Carlos subió una de sus manos a la nuca de Juan, apretándole contra él. Este se revolvió separando sus piernas obligando a Marchena a colarse entre ellas.

La ínfima parte del cerebro de Carlos que no se había derretido, esa que aún pensaba con claridad, reaccionó cuando sintió la erección de Mata presionándose contra su muslo, un atisbo de peligro que se confirmó cuando Juan comenzó a moverse contra él. Con más esfuerzo de lo que reconocería se dijo a si mismo que debía pararlo, que tenía que hacerlo. Todo estaba yendo demasiado rápido, todo estaba fuera de control.

-Juan -dijo con voz ronca separando sus labios, pero Mata volvió a inclinarse sobre él, abriendo la boca para volver a beber de él, mientras sus manos iba deslizándose por su abdomen hasta llegar a la hebilla del cinturón de Carlos- Juan -repitió esta vez con algo más de certeza, consiguió que levantase la vista, que sus labios se distanciasen apenas unos centímetros, pero sus manos seguían ahí, jugando con el cinturón tirando de él. Cerró los ojos un instante, sólo para serenarse, para ser capaz de seguir hablando- Esto… creo que debemos…

-¿Sí? -preguntó mirándole con impaciencia.

-Despacio -musitó en un hilo de voz.

-¿Qué?

-Creo que debemos ir más despacio.

-¿Qué? ¿Por qué? -preguntó arrugando la nariz- ¿No quieres…?

-No, no… quiero decir… Sí, pero…

Carlos dio un par de pasos atrás, las manos de Mata habían perdido fuerza y no se lo impidieron. Se giró sobre si mismo, apoyando las manos sobre la mesa, resopló una vez más sólo para tratar de calmarse.

-Juan yo… no sé que es lo que piensas de mí, o como piensas que podría ser pero… Estas cosas, yo… no se me dan bien -se volteó rápidamente para encararle- Hace tanto tiempo que… que no me pasaba algo así, y me siento estúpido y tú… eres un crío, Juan. Un niño y yo…

-Carlos…

-No te pido que me entiendas, no sé si podrías, sólo trato de explicarte lo que sea que está pasándome.

-Lo sé -Mata dio un paso titubeante alargó el brazo y buscó su mano, entrelazando sus dedos- Sé que soy joven e inexperto pero Carlos, tú… tú me gustas mucho, y antes me han gustado otros chicos, pero es tan distinto.

-Juan ya no soy ningún chico -dijo seriamente-. Ahora piensas así -murmuró- pero con el tiempo -suspiró resignado- con el tiempo las cosas cambiarán, no sé si esto llegaría a algún lado, pero me asusta que pueda hacerlo -confesó.

-¿Por qué?

Carlos alzó la otra mano y le acarició la mejilla. Qué pregunta tan sencilla y qué difícil la respuesta. Temía tanto volver a sufrir, equivocarse en sus decisiones, hacerse y hacerle daño a Juan. Estaba atemorizado.

-Yo también tengo miedo -comenzó Mata- porque piensas que soy un niño, así es como me ves, y quizás nunca dejes de hacerlo. Pero no lo soy Carlos, y sé lo que quiero.

-Ahora, pero…

-Carlos, por favor -le pidió-. Cree en mí.

Juan sonrió consiguiendo que la expresión de Marchena fuese poco a poco relajándose, se puso de puntillas dispuesto a besarle de nuevo, pero el estridente sonido del timbre rompió el instante.

-Tengo que… ahora vengo -se excusó saliendo aceleradamente hacia la puerta, la cual abrió de golpe- ¿Qué cojones?

-Buenas tardes, Carlos.

-¡Qué buenas tardes y que hostias! -gritó intentado cerrar la puerta.

-Espera, por favor. Necesito…

-De verdad Steven, cualquiera de las razones que te hayan traído a mi casa me son indiferentes.

-Lo sé, lo entiendo, pero es importante. No habría venido si no lo fuera, lo sabes.

Carlos resopló indignado. Miraba a la expareja de su amigo, y realmente tenía que decir que había tenido valor para presentarse así, después de la última vez que se habían visto, cuando había ido a buscar las últimas cosas de Xabi a Liverpool y en un arrebato poco propio de él se había presentado en The Kop y le había tumbado de puñetazo.

-Tienes dos minutos -concedió al final.

-Gracias -Stevie revolvió en el portafolios que llevaba colgado del hombro y extrajo unos papeles- Estos son los contratos de la casa, estaba a nombre de los dos y ya sabes que decidimos que lo mejor sería venderla.

-Vale.

-Tiene que firmar aquí y aquí -Gerrard señaló un par de puntos en las hojas- De todas formas, debemos hacerlo oficial en una notaria, si no quiere presentarse lo entendería -musitó- por eso le he traído un poder, supongo que podría autorizarte a ti o a otra persona para arreglarlo todo en Liverpool.

-Bien.

-Bueno, pues eso es todo. Gracias. Hasta otra.

-Adiós.

Stevie se mantuvo un par de segundos frente a él dudando si decir algo más pero al final desistió y se dio media vuelta dispuesto a coger el ascensor. Carlos cerró la puerta y hojeó los papeles, cuando se dio cuenta volvió a abrirla.

-Steven, espera -dijo antes de que se metiera en el ascensor- Aquí pone que tú eres el comprador.

-Lo sé.

-Creía que la idea era venderla y repartiros el dinero.

-Tú lo has dicho, lo era.

-Pero Xabi me comentó que cuando lo hablasteis, para ti era imposible comprar su parte. ¿Te ha tocado la lotería o algo?

-No. He vendido el pub -respondió encogiéndose de hombros.

-¿Qué? -exclamó- Pero si ese maldito sitio era tu vida.

-La casa es mucho más importante para mí.

-¿Por qué? -se atrevió a preguntar.

-Es lo único que me queda de Xabi.

Carlos le vio meterse dentro del ascensor y desaparecer, se quedó allí a mitad de camino entre las escaleras y la puerta de su casa con los papeles en la mano y el peso de la confesión de Gerrard sobre los hombros.

-¿Ese era el ex novio de Xabi?

-Sí -respondió sin darse la vuelta.

-¿Está todo bien?

-No lo sé.

Marchena se dio la vuelta y entró en la casa, Juan esperó unos segundos y cerró la puerta siguiendo sus pasos, observó los movimientos lentos de Carlos, dejando los papeles sobre su mesa y alzando la cabeza para mirar por la ventana. Se acercó a él despacio, casi sin hacer ruido, justo hasta quedar hombro con hombro. Carlos alzo un brazo y lo pasó por encima de los hombros de Mata pegándole a su pecho, él envolvió su cintura con ambas manos.

-Sigo teniendo miedo -dijo besándole el pelo.

-Yo también.

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Cuando Gerard quería evitar hablar de un tema que le preocupaba, siempre lo hacía hablando él sin parar. Así nadie podía intervenir para preguntarle por qué tenía esa cara de amargura que trataba de ocultar bajo una sonrisa de suficiencia.

Llevaba algunos días hablando por los codos sin decir apenas nada, pero esa tarde era especialmente irritante. Con la cabeza metida en el capó del coche, comprobando por qué el cigüeñal seguía fallando más que una escopeta de feria, ni siquiera paraba a tomar aire.

-Mira, ¿ves? ¿Estás viendo? Ven, Busi, mira lo que pasa.

-Lo he visto cien…

-Mira -le interrumpió-. ¿Ves esa especie de titubeo que hace ahí? Espera. ¡Ahí! ¿Lo ves?

-Me estás poniendo histérico.

-¿Pero lo ves o no lo ves?

-¿Estoy ciego, Geri? Claro que lo veo. Lo he visto las primeras ochocientas veces que lo has dicho, y como vuelvas a repetirlo te salto los dientes.

-Hostia, macho, ¿qué pasa?

-¿A mí? -se rió con cinismo-. ¿Qué coño te pasa a ti? Desde lo de Cesc estás insoportable.

-Bah -contestó, quitándole importancia con un gesto de la mano.

-Bah mis cojones -le espetó-. Estás jodido porque no te ha llamado después del número del otro día. Pues supéralo. No todo el mundo pierde el culo por ti, ¿sabes?

-Cierra la puta boca -masculló, volviendo a hundirse bajo el capó, evitando su mirada.

-Bienvenido al mundo real, en el que a veces te enamoras de gente a la que no le interesas.

-No estoy enamorado.

-Vale -contestó con sarcasmo-. Claro que no.

Piqué clavó la mirada en el cigüeñal otra vez, dejando que la monotonía de sus movimientos le ayudara a pensar. O a dejar de pensar. Se dio cuenta de que tendría que volver a desmontarlo para encontrar dónde estaba el fallo, por qué había una biela que parecía desacompasada. Ni siquiera estaba seguro de que ese fuera realmente el problema. Llevaba tanto tiempo mirándolo que ya empezaba a ver lo que quería.

-He hablado con Villa, ¿sabes? -dijo, sin mirar siquiera a Busi para ver si le estaba escuchando-. Dice que tengo que volver a ligármelo desde el principio. Que si está tan cabreado conmigo es porque le gusto de verdad, pero que tiene que ser capaz de confiar en mí.

-¿Cuánto os ha costado llegar a esa conclusión? Mentes brillantes -se burló.

-No es como si hubiera tenido que hacer esto nunca, ¿vale? -replicó-. No sé si tengo que seguir tratando de que me coja el teléfono o tengo que dejarle solo. Y no sé cómo coño tengo que… conquistarle, si ni siquiera quiere hablar conmigo.

-¿Estás pidiéndome consejo?

-No lo sé.

-No es que yo pueda dar muchas clases, ¿sabes? A la vista está que se me da muy mal.

-Joder, Sergi, tío.

-¿Qué quieres que te diga? Ahora que Villa está con su amigo puedes aprovechar para pasar tiempo con él de vez en cuando, como si coincidieras con él por casualidad.

-Sí, porque la última vez salió tan de puta madre… -ironizó.

-Pero no le des sermones, a nadie le gusta eso. Sólo… no sé, demuéstrale que no eres un hijo de puta total. O finge.

-Ja -contestó, simulando una risa.

-¿Sabes lo que puedes hacer? Convence a David para que le traiga al partidillo. Nos falta gente.

-¿David? ¿Pero tú has visto bien a ese tío? Ese no le daría una patada a un balón ni por error.

-Geri, somos tres. Tres. De un equipo de once. Hasta tu abuela sería una buena incorporación al equipo. Le diremos a Villa que traiga a todos los amigos de su novio de Móstoles, y listo. Ahí tienes tu oportunidad.

-Fuenlabrada.

-¿Qué?

-Que son de Fuenla.

-Como si son de la Luna, macho. Tú sólo consigue que vengan. Es por una buena causa, los niños del barrio lo necesitan -dijo, poniendo cara beatífica-. Tío, si quieres dejo que te lleves tú el mérito de organizar la liguilla benéfica, si eso le va a ablandar un poco.

-¿Y qué le vas a decir a Pep? -se burló, mirando sobre su hombro hacia la oficina, en la que estaba revisando unos papeles-. Con lo orgulloso que se pondrá cuando te vea siendo tan caritativo.

-Primero, yo esto sólo lo hago por los chavales -respondió-. Segundo, si además de organizarlo le digo que dejo que otro se lleve los laureles, son dos buenas obras en una. Le va a encantar.

-Lo tienes todo pensado.

-Otra de las muchas ventajas de tener más de dos neuronas.

-¿Sabes? Si acabáis enrollados va a ser un bajón. Esto empieza a ser como un culebrón, no sé lo que haré cuando se acabe.

-Hay culebrón para rato, tranquilo.

-Ya, hablando de eso -dijo Piqué riendo-. Villa también me ha contado lo de la tía esa.

-¿Qué tía? -contestó él, tensándose.

-Venga, Busi.

-Se supone que no tenía que contártelo, porque eres un puto bocas.

-¿A quién se lo voy a decir, al jefe? Eso te encantaría, ¿no?

-Cierra el pico -replicó, cruzándose de brazos-. Ni siquiera hay nada que contar. Sólo hemos quedado un par de veces. No ha pasado nada.

-Pero va a pasar.

-No lo sé. No estoy seguro de que me guste de esa manera.

-Sergio, eres un maricón. Si hay alguien dispuesto a chupártela, no haces preguntas. Dices 'muy amable' y te bajas los pantalones.

-Ya, bueno, si tú mantuvieras los pantalones en su sitio más a menudo no tendrías estas movidas que tienes, así que me parece que voy a pasar de tus consejos.

Pep salió del despacho y se acercó lentamente hacia ellos como quien no quería la cosa. Echó un vistazo rápido al coche en el que estaba trabajando Piqué.

-Cómo se nota que cobras por horas, ¿eh? -dijo secamente, haciendo un gesto para que volviera a ponerse manos a la obra-. ¿Qué tal? -preguntó, mirando a Busquets.

Antes de que pudiera contestar, Gerard intercedió.

-Uy, jefe, ¿sabes que se ha echado novia? Estábamos hablando de eso.

-¿Sí? -respondió sin parecer muy interesado.

-No es... Sólo hemos quedado un par de veces -repitió Sergi, mirando a Piqué furibundamente.

-Eso está bien. Oye, Geri, me voy a ir a por un café al bar, no me la líes en los tres minutos que voy a estar fuera, haz el favor.

-Tranqui, jefe.

-Que uses la palabra 'tranqui' no me tranquiliza -replicó, saliendo a la calle sin más, resguardándose del frío en su chaqueta.

En cuanto estuvo suficientemente lejos, Busquets bufó, lanzándole a Gerard un trapo lleno de grasa.

-Eres un cabrón.

-¿Qué he hecho?

-Por eso le pedí a Villa que no te lo contara, joder.

-A ver, estás saliendo con esta tía para darle celos a Pep, ¿sí o no?

-¡No! Estoy intentando salir con ella para olvidarme de Pep -susurró, como si pudiera oírles-. ¿Es que eres tonto?

-Yo qué coño sé. Tienes unas ideas de bombero, nenu...

-Sólo intento ser un poco realista. Él nunca me va a hacer caso, y cuanto antes lo vaya asumiendo, mejor.

-Pues me parece que no está funcionando -contestó, poniendo en evidencia lo colorado que se había puesto su amigo al aparecer Guardiola.

-Ya, joder, muchas gracias.

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Observó los apuntes sobre la mesa, tomó un folio en la mano y comenzó a leerlo. Esa semana debía presentarse a un parcial, curiosamente lo llevaba bastante bien. Estaba organizándose mejor de lo que había esperado. Quizás había tenido que robarse una hora de sueño al día, pero de momento aquello no le había afectado. Tenía tiempo para las clases, las prácticas, estudiar, trabajar y para David. Sonrió. No podía evitarlo. La gente no hacía más que decírselo, que últimamente tenía una sonrisa perenne en el rostro. Él se sonrojaba un poco pero no lo negaba. No podía. Estaba feliz.

Miró sobre su hombro. Villa dormitaba en su cama, cubierto sólo por una sábana. Esa noche había llegado bastante tarde, había tenido que hacer inventario con su padre y aunque David había insistido en que podían verse otro día, él se había presentado alrededor de la una de la mañana. Habían pasado un par de horas desgastándose contra el colchón, después habían compartido su día y Villa se había quedado dormido entre sus brazos. Él se había escurrido poco tiempo después y se había puesto a estudiar. Volvió a sonreír dándose la vuelta para seguir estudiando.

-¿Qué hora es? -gruñó Villa un rato más tarde.

-Es pronto. Sigue durmiendo.

-¿Por qué no estás en la cama?

-Tengo un examen -respondió sin darse la vuelta.

-¿Has dormido algo?

-Claro.

-Ya…-David se incorporó en la cama, el reloj marcaba las seis, aún tenía tiempo antes de ir a trabajar.

-¿Qué haces? -preguntó cuando Villa cogió los folios que tenía entre las manos.

-Ven.

-No puedo -le dijo intentando recuperar sus apuntes.

-No era una pregunta.

Volvió a meterse en la cama, con las notas de Silva en una mano, con la otra palmeó el colchón. Él le miró desde la silla, no muy convencido, pero al final se puso de pie. Necesitaba terminar de repasar, y la idea de meterse con él en la cama no parecía que fuese llevarle a seguir con Patología Quirúrgica.

-No voy a comerte ¿sabes? -Silva sonrió, subiéndose a la cama. -Aunque si quieres…

-Tengo que estudiar -repitió pegando la espalda contra el cabecero.

-Bien, toma -le tendió los apuntes.

-¿Ya?

-Sí.

-Vale.

Silva se tapó las piernas desnudas con la sábana y empezó a leer de nuevo. Entonces Villa se removió en la cama y él le miró de reojo.

-¿Qué haces?

-Ponerme cómodo.

Se había deslizado en la cama hasta poner su cabeza en el regazo de Silva, abrazando sus piernas con sus brazos. El canario se quedó quieto un segundo, tratando de dilucidar si de aquello podía salir algo bueno, cuando se percató de que la respiración de Villa se hacía cada vez más pesada volvió a relajarse. Sostenía los folios con una mano mientras que con la otra acariciaba la cabeza de David, desde la nuca hasta la coronilla, enredando los dedos ligeramente entre su pelo.

-Mmmm… -ronroneó Villa.

-Esos ruidos no me ayudan a concentrarme -susurró.

-Vale, pero has empezado tú.

- Al final la culpa será mía.

-No lo he dicho yo -Villa giró la cabeza y abrió los ojos- ¿Sabes?

-¿Qué?

-Estoy pensando en la conversación que tuve con Geri esta tarde -Silva asintió- Y la verdad es que fue muy, muy difícil hacerle hablar.

-Ya -respondió con una media sonrisa.

-Pero como me lo habías pedido -David se revolvió en la cama incorporándose hasta quedar de rodillas- Y ya sabes que soy un bueno novio.

-Claro -Silva dejó los apuntes sobre la mesilla de noche.

-Y no es por nada ¿eh? Sólo es una observación, pero prometiste compensarme.

-¿Sí? ¿No lo hice ya cuando llegaste? -murmuró acercándose a sus labios.

-Tengo muy mala memoria.

Un fuerte golpe en la pared hizo que se separaran instintivamente.

-¡Me cago en Dios! -gritó Álvaro desde la habitación de Raúl- Si vais a follar poneros de una puta vez, que algunos queremos dormir. Menos cháchara, cojones.

-Joder, Trufas -replicó Villa- No sabía que te ponía oírnos follar.

-No veas, vuestro ritmo es una nana para mí.

-¿Qué cojones acaba de decir? -le preguntó Villa a Silva. Éste se encogió de hombros. De fondo pudieron escuchar a Raúl riéndose- Tú dale a tu novio lo suyo, que parece que acaba de vértela por primera vez.

-Si tú supieras… -musitó Silva.

-Como vaya vas a dejar de reírte pero rápido -contestó Arbeloa.

-No si ya sabemos que rápido lo harías -continuó Villa.

-Bueno, vale ya, ¿no? -Silva decidió que había sido bastante- Ya nos callamos -les dijo a los de la otra habitación.

-A ver si es verdad -concilió Raúl, de fondo seguía escuchando a Álvaro despotricar- ¿Voy a tener que meterte algo en la boca para que te calles?

Fueron las últimas palabras que oyeron por parte de sus amigos. Villa parecía dispuesto a replicar pero Silva se acercó a él, puso un dedo sobre sus labios y se acercó a su oído para susurrarle.

-Álvaro tiene razón.

Villa no le dio tiempo a decir nada más, torció el rostro y comenzó a besar su cuello mientras Silva se dejaba hacer, deslizando las manos por la espalda desnuda de David, clavándole las uñas cuando Villa decidió morderle en la unión del cuello y el hombro. Se deslizaron sobre el colchón hasta quedar uno sobre el otro.

Poco tiempo después, los únicos sonidos que procedían de ambas habitaciones eran los quejidos de ambas camas.

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fic: los últimos románticos

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