Los últimos románticos, capítulo XVI |
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Rating/Advertencias: M | Palabrotas, sexo explícito.
Nota de autor: Cinco meses más tarde, WE'RE BACK! Por si habéis olvidado dónde nos habíamos quedado (lo que es perfectamente normal, porque nosotras también), aquí va un pequeño resumen:
- Sergio y Fernando siguen teniendo una tensión sexual sin resolver que les quema las entrañas. Sergio acude a Álvaro para pedir consejo (mala idea, Sergio!)
- Villa y Piqué compran el taller de Pep (VISIONARIAS!), convirtiéndose en hombres de negocios nada respetables.
- Silva+Villa y Arbeloa+Albiol producen diabetes de lo monos que son.
- Mata tiene 18 años y una recién descubierta sexualidad. Está on fire. Marchena aguanta como puede, el pobre señor.
- Cesc y Piqué siguen tomándose su relación con calma.
#calmacalma- Xabi decide ir con Esteban Granero a ver una exposición de hipsters. Y acaba invitándole a su casa.
XVI. (parte i)
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La alarma de un coche en la calle le sobresaltó, haciéndole abrir los ojos de repente y medio incorporarse en la cama. Xabi masculló una maldición y volvió a tumbarse en la cama. Cerró los ojos de nuevo, sólo un par de segundos antes de abrirlos una vez más. Giró la cabeza para encontrarse una media melena rizosa descansando sobre la almohada.
-Joder -murmuró entre dientes.
Esteban se movió entre las sabanas, haciendo que Xabi se tensara bajo ellas. Durante unos segundos trató de pensar la mejor manera de salir de allí sin hacer ruido. Pero desistió al darse cuenta de que sería prácticamente imposible, además de sumamente ridículo.
¿Cómo había acabado en esa situación? ¿Cómo había pasado de quedar a ver una exposición con Esteban a tenerle desnudo en su cama? ¿Qué había hecho? No pensar, se dijo a sí mismo. Has actuado sin tener en cuenta las consecuencias. Se había dejado llevar, besándole en un primer momento, y después un cable se le debía haber cruzado, porque había actuado como jamás lo había hecho, movido por sus instintos y no por sus pensamientos.
Granero volvió a moverse girando la cabeza hacia su lado, sus pestañas temblaron ligeramente antes de que sus ojos abrieran lentamente, tardó unos segundos en enfocar pero, cuando lo hizo y reconoció a Xabi tumbado a su lado, se mordió el labio mientras se tensaba ligeramente, mostrándose ciertamente incomodo.
-Hola -dijo Xabi.
-Hola.
-Mmm...… ¿has dormido bien?
-Sí, sí…
Xabi se incorporó en la cama, colocando una de las almohadas detrás de su espalda. Esteban permaneció tumbado mirando ahora hacia el techo. Duraron así durante varios minutos más, con Xabi preguntándose como actuar y Granero intentando fusionarse con las sabanas y el colchón.
-¿Quieres un café? -preguntó, por fin.
-Ehh… creo que… Debería irme a casa. Mi madre estará preocupada.
-Claro, claro.
El incomodo silencio volvió a llenar la habitación, ninguno de los dos se movió y Xabi comenzaba a sentirse estúpido, debía dejar de comportarse como un jovenzuelo, era un hombre adulto, debía de tomar el toro por el cuernos, aceptar las consecuencias de lo que había hecho y poner fin aquel incómodo momento.
-Necesito una ducha, ¿quieres? -Esteban le miró sorprendido. -Quiero decir, ¿quieres darte tú una ducha primero?
-Lo cierto es que me vendría bien para despejarme.
Pero Esteban no hizo ningún movimiento para salir de la cama, la situación era insostenible a ojos de Xabi así que, resignado, pensó que debía hacer algo de una vez, apartó las sabanas de un movimiento rápido y se puso de pie, buscando su ropa por la habitación. A medio camino encontró la ropa interior de Granero.
-Creo que esto es tuyo -dijo antes de lanzarla sobre la cama.
-Gracias.
Xabi sonrió mientras abría el armario para sacar su batín, se lo puso y lo abrochó.
-Puedes ducharte, yo voy a preparar café por si cambias de opinión.
Salió de la habitación rápidamente, caminando hacia la cocina. Allí empezó a moverse con mayor comodidad, y se dio la oportunidad de pensar un poco más en lo que había hecho. Había actuado por instinto por primera vez en mucho tiempo, y lo cierto es que, salvo el extraño despertar, las cosas habían ido bien. Esteban era tímido y dulce, pero a medida que las cosas habían ido poniéndose más intensas se había transformado y Xabi había podido disfrutar de su cuerpo, de sus movimientos, y no iba a quejarse por ello porque había pasado una buena noche, y lo cierto es que si era sincero consigo mismo era algo que necesitaba.
El café empezó a hervir en ese momento, sacó un par de tazas del armario, las cucharillas y el azúcar. Se sirvió una taza y se sentó mirando hacia la ventana, dando vueltas a la cucharilla mientras trataba de buscar sentido a las últimas veinticuatro horas de su vida.
Esteban apareció entonces bajo el quicio de la puerta, tosió un par de veces mostrando su incomodidad. Xabi le miró un par de segundos, Granero traba de sostenerle la mirada pero parecía prácticamente imposible. Xabi le sonrió tratando de ser amable, brindándole la oportunidad de relajarse, entonces él le devolvió una media sonrisa pero fue incapaz de seguir mirándole.
-¿Seguro que no quieres un café? -le preguntó.
-Eh… yo…
-Te prometo que no hay ninguna droga en él, no voy a aprovecharme de ti. -Esteban alzó la cabeza poco a poco. -Más de lo que ya lo he hecho, quiero decir.
Granero sonrió, y Xabi hizo lo mismo. Ese fue el momento en el que el ambiente empezó a relajarse, del mismo modo que el propio Esteban con sus hombros menos rígidos y su mirada entre Xabi y algún punto detrás de él, lo cual supuso un avance.
-Esto es ridículo -comenzó Xabi-. Siéntate -le ordenó poniéndose en pie-. Vamos a tomar un café y a comportarnos como los adultos que somos.
-Mmm… vale -arrastró los pies hasta la silla más cerca y se dejó caer en ella.
-¿Dos de azúcar?
-Por favor.
Le tendió la taza de café sólo, recordando como lo había tomado la noche anterior en el restaurante, y se sentó frente a él.
-No suelo hacer estas cosas -se sinceró Xabi dando un trago a su bebida-. Quiero decir, traer a casa a alguien la primera vez que quedo con él. No es la primera vez -aclaró-, pero tampoco es algo habitual.
-Ya… supongo. ¿Debo sentirme halagado? -bromeó.
-No sé -contestó con sinceridad-. Creo que últimamente no estoy muy seguro de lo que hago.
Esteban aprovechó que Xabi volvía la vista a la ventana para observarle, recién levantado era aún mucho más atractivo, con el pelo ligeramente revuelto, su batín azul y su mirada confusa. Lo cierto era que para Granero si que era la primera vez que acaba en la cama de alguien tras apenas conocerse, pero con Xabi todo había parecido natural, como sus conversaciones sobre arte, sus charlas acerca de cine o literatura incluso hasta sus silencios habían sido algo que había fluido entre los dos. Salvo una extraña sensación que Esteban trataba de dejar de lado, y que en aquel momento parecía volverse más intensa.
-¿Estás bien? -se atrevió a preguntar.
-¿Qué? Sí, sí. Perdona solo estaba un poco distraído.
-¿Seguro? -añadió tomando la taza entre las manos.
-¿Tanto se me nota? -replicó con cierta melancolía-. Si alguien que apenas me conoce puede darse cuenta, lo cierto es que sí debe hacerlo.
-Es sólo que hay momentos en los que pareces ausente.
-Demasiadas cosas en la cabeza -concluyó.
Granero dio un trago a su café sin dejar de mirarle, tratando de dilucidar si podía ir más allá, si debía hacerlo. No le conocía lo suficiente, no había una unión entre ellos, pero si que había cierta conexión, era algo que se podía notar desde el principio así que podía arriesgarse e ir más allá. Contemplado la mirada perdida de Xabi, supo que debía seguir adelante.
-Puedes… Si necesitas hablar.
-¿No haría esto todavía más raro? -preguntó señalándoles a ambos.
-Es lo más probable, pero a mí no me importa.
-Y una vez más vuelves a ponerme en bandeja que me aproveche de ti.
-¡Eh! -se quejó-. Vamos, me haces quedar como una damisela indefensa, y te aseguro que no lo soy.
-No, no lo eres.
Xabi le miraba directamente a los ojos, lo que provocó que se sintiese pequeño, una vez más, sus mejillas se sonrojaron y tuvo que dar un nuevo trago al café.
-Entonces… -le animó Esteban.
-No estoy pasando por mi mejor momento -reconoció-, hay ciertas cosas de mi pasado que creí que estaban solucionadas y, bueno, puede que no lo estén.
-Ya.
-Y eso me hace tener la cabeza en otro lugar la mayor parte del tiempo, lo que provoca que no sea demasiado consciente de lo que hago -miro a Esteban y sonrió-, pero eso no quita que lo de ayer me gustara, porque lo hizo -se explicó-. Aunque probablemente en otro momento de mi vida hubiese sucedido de otra forma.
-Entiendo. ¿Y no es posible arreglar las cosas de tu pasado?
-¿La verdad? -Granero asintió. -Ahora mismo no lo sé, porque hace dos semanas pensaba que podría acabarlo todo, y dejar el pasado en el maldito pasado.
-¿Y ahora?
-Ahora… -Xabi tomó aire y suspiró- Ahora no sé si quiero que las cosas se terminen.
Cuando el silencio volvió a instaurarse entre los dos Granero se permitió el lujo de pensar con más detalle en todo lo que Xabi estaba contándole. Estaba claro que lo que hubiese sucedido tiempo atrás no había sido sencillo para él, y que por mucho que hubiera querido olvidarlo le estaba resultando más que difícil. Esteban no tenía muy claro si era porque la situación era realmente complicada, o si la maraña de sentimientos que Xabi parecía tener en la cabeza le impedía razonar con claridad y poner todas sus fuerzas en ello. Lo único que Esteban podía hacer era escucharle, como estaba haciendo, quizás darle algún consejo aunque él no estaba muy seguro de si podría aportar alguna luz en su camino.
-Sin saber muy bien lo que ocurre, creo que puedo decirte que hay veces que el pasado vuelve por alguna razón, puede que porque esté sin cerrarse del todo y necesite, entonces, un fin natural. O porque pese a todo, es posible que pueda tener algún tipo de solución.
-Es demasiado complicado, hay cosas que no pueden cambiar. Hechos, acciones que son imposibles de olvidar… -meditó durante un par de segundos-. Que no se pueden perdonar.
-Quizás no debas hacerlo entonces. Quizás lo que debas hacer es avanzar.
-Pero entonces el pasado seguiría ahí, podría acecharme en cualquier momento.
-Avanzar es más que dejar las cosas atrás, es superarlas, arreglarlas. Ser más fuerte que ellas.
-Créeme, lo he intentado. Con toda mi alma.
Granero frunció el ceño, preguntándose cómo explicar las cosas, cómo plasmar todo lo que pensaba en palabras. Dudó un instante y siguió hablando.
-Entonces es que te importa demasiado, que lo que está en una página atrás en tu vida es importante, más que eso, es tan grande que no te permite ir más allá, que no puede quedarse en el pasado.
Xabi suspiró, cerró su mano en torno a la taza y, nuevamente, guardó silencio. Esteban podía notar la tensión en su rostro, las dudas y la incertidumbre acechándole, y si se paraba a pensarlo, eso había estado ahí todo el tiempo, en la exposición, el café… incluso entre las sábanas de su cama. Aquello no le hizo sentirse mal, porque en el fondo podía entenderle. Él solo había estado allí como la salida más cercana y accesible para toda esa presión que Xabi cargaba, y aunque Granero tenía que reconocer que se sentía atraído por él, la intensidad no era suficiente como para salir dolido de aquella situación. Y mucho menos cuando Xabi parecía tan débil e indefenso.
-Debes pensar que estoy loco. -Xabi volvió a hablar, sacándole de sus propios pensamientos. -Actuando así, trayéndote a mi casa, llevándote a mi cama para acabar contándote todas estas tonterías.
-No creo que lo sean. Y tampoco pienso que estés loco, simplemente la situación es más complicada de lo que parece.
-Lo es.
Esteban consultó el reloj en su muñeca, apuró un último trago y se puso en pie.
-Será mejor que me vaya, pero me sabe mal dejarte así.
-¡Por Dios! -exclamó-. Has hecho más de lo que crees, de verdad.
-Bueno, no sé. No creo que hay podido darte ningún consejo útil.
-Lo has hecho, ahora sólo necesito ponerlo en práctica, o al menos intentarlo.
Salieron rumbo a la entrada, parando en el salón, donde Granero recogió su abrigo. Xabi le acompañó hasta la puerta.
-Bueno pues… -comenzó el joven.
-Anoche, la exposición, la cena… estuvieron realmente bien.
-Sí.
-Y lo de después… también. -Esteban asintió. -Me hubiera gustado estar en otro momento de mi vida, haber hecho las cosas mejor, pero quiero que sepas que no me arrepiento.
-Lo sé.
-Puede que… quizás cuando las cosas se solucionen…
-Podríamos tomar un café.
-Ir al cine o algo -añadió Xabi-. Hacer las cosas mejor.
Se miraron un segundo y sonrieron. Esteban se inclinó hacia él y le besó tímidamente en los labios.
-De verdad espero que las cosas vaya bien.
Se dio media vuelta y comenzó a bajar las escaleras. Xabi entró en el piso y cerró la puerta tras de sí. Él también esperaba que las cosas fueran bien.
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Habían quedado a las cuatro y Cesc, como casi siempre, iba a llegar tarde. David se apoyó en una de las maquinas expendedoras de billetes situadas a la entrada del metro, cargando su peso en uno de sus hombros. La gente iba y venía con total normalidad, yendo a toda prisa por los pasillos, picando sus billetes; todo ello sin parar de observar a nadie, que era lo que él estaba haciendo mientras esperaba a su amigo.
El taller estaba a menos de cincuenta metros de una de las salidas de Canillejas, pero Cesc había insistido en quedar antes. No quería parecer ansioso delante de Gerard, y llegar junto a David le daba cierto respiro, o eso es lo que había dicho para convencerle. Silva, como no, había aceptado tan vaga excusa sólo porque quería a su amigo relajado, quería que arreglase las cosas con Piqué, porque Gerad sería muchas cosas y habría hecho otras mucho peores, pero en las últimas semanas se estaba esforzando de verdad. No sólo con Cesc, tratando de ir poco a poco, haciendo todo lo que se suponía que había que hacer por un novio, sino que parecía haberse tomado muy en serio su papel de socio de Villa en el taller y estaba implicado al cien por cien.
Hacía apenas unos días que habían tomado posesión del taller, pero habían trabajado duro para darle un aspecto renovado, habían sacado todo los trastos viejos, las piezas inservibles e incluso habían hecho una limpieza a fondo, y esa misma tarde iban a pintar, para lo que había solicitado la ayuda de Cesc y la suya propia. David no estaba muy seguro de lo que podía aportar, porque aquella sería la segunda vez que tendría una brocha en la mano. La primera había sido dos años atrás, cuando Raúl se había empeñado en cambiar el color de su habitación y le había pedido ayuda. El resultado había sido tal que Albiol había tenido que comprarse tres pósters más para cubrir el estropicio.
Pero había sido Villa el que se lo había pedido y aunque no le dio una respuesta inmediata, la llamada desesperada de Cesc pidiéndole que no le dejase solo había hecho el resto.
-Lo siento -se excusó un jadeante Cesc-. El metro ha estado parado entre dos estaciones y luego el trasbordo era larguísimo y…
-Está bien, tranquilo. No llevo mucho esperando, que te conozco y he salido más tarde de casa.
-Jo, no ha sido culpa mía.
-Ya, ya… anda, vamos, que creo que David me ha dado un toque -dijo sacando el móvil del bolsillo para asegurarse que estaba en lo correcto.
-No puede vivir sin ti, ¿eh? -le picó mientras echaban a andar.
-Lo mismito que le pasa a Geri contigo.
-No es lo mismo -protestó.
-Seguro.
Al salir ambos se arrebujaron en sus abrigos, pues el viento helado soplaba con fuerza. Anduvieron el uno junto al otro, codo con codo, con Cesc caminando más lento de lo normal.
-¿Estás bien? -preguntó Silva mirándole de reojo.
-Sí, sí.
-¿Seguro? -Cesc asintió pero aquello no acabo de convencerle así que le dio un pequeño codazo en el costado-. Venga, va cuenta.
-Nada, de verdad…
-¡Cesc! -le regañó.
- Es solo, es raro, todo esto con Gerard va demasiado bien. Está siendo demasiado bueno
-¿Y eso es un problema?
-No supongo… No estoy acostumbrado a eso, por lo menos con Geri.
-No seas bobo, estáis bien. Disfrútalo.
Cesc se detuvo y agarró a David, obligándole a encararle.
-¿Quién eres y qué has hecho con mi amigo?
-Qué gracioso.
-No, en serio, el David que yo conozco no va por ahí recomendado a la gente actuar sin pensar, o al menos sin sopesar pros y contras.
-Sólo creo que puede pasar algo bonito entre vosotros, ¿por qué no disfrutarlo?
-¿Cómo tú haces con Villa?
-Estoy tratando de hacerlo.
-Ya…
-Vamos, anda, que nos están esperando.
Acabaron de recorrer el camino hasta el taller, donde Silva dio un par de golpes a la persiana mecánica, la llamada que había quedado en hacerle cuando llegase.
-¡Vaya horas! -protestó Villa mientras levantaba la persiana desde el interior.
-Ha sido culpa mía -reconoció Cesc.
-No si ya… pasad, anda. -David se inclinó para besar a Silva en los labios antes de dejarle dentro. Cesc les rodeó y pasó al interior.
El taller parecía prácticamente vacío, salvo que todo el material, piezas y aparatos estaban al fondo tapados por sabanas viejas llenas de manchas de pintura. Gerard estaba en el centro en cuclillas, con su mono azul anudado a la cintura y una camiseta blanca de tirantes. Les daba la espalda así que Cesc pudo observar como se inclinaba para mezclar los botes de pintura. Con el mono apretado en torno a sus piernas y su culo, marcando cada forma. Cesc se mordió el labio, había cosas que eran demasiado difíciles.
-¡Hey! -Piqué se dio la vuelta y se puso de pie. -¡Hola! ¿Qué tal? -Se acercó hasta él para saludarle y por los movimientos Cesc vio sus intenciones. Cuando estaba lo suficientemente cerca como para besarle, se giró para hablar con Silva.
-No he traído nada para cambiarme.
-Tranquilo, lo tengo todo pensado. Hay por ahí un par de monos viejos, ahora os lo traigo.
Mientras Villa iba a por la ropa, los tres se quedaron en un incomodo silencio que alguien debía romper, pero parecía que nadie estaba dispuesto a hacerlo. Silva suspiró con resignación.
-¿Habéis empezado? -preguntó señalando los botes.
-¿Qué? -preguntó Pique- ¡Oh, no! Solo hemos hecho la mezcla para la franja de abajo, y el verde para el despacho. Ahora hay que dedicarse a poner la cinta de carrocero y los plásticos que faltan. Y luego ya podemos empezar.
-Bien.
El ambiente volvió a enrarecerse y Silva no sabía si era porque algo había pasado entre ellos o porque al verse envueltos en una nueva rutina implicar a sus amigos suponía algún tipo de problema. Afortunadamente, Villa volvió con los monos en las manos y se puso a dar ordenes a todo el mundo, rompiendo así la tensión.
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Estoy tan cabreado que podría DKLHSGHJDRG AGH!!!! Entretenme.
Álvaro tuvo que leer un par de veces el mensaje para intentar encontrar el significado oculto, hasta que se convenció de que no lo tenía, que simplemente Raúl estaba cabreado. Marcó su número, y él lo cogió antes de que sonara siquiera un tono entero.
-Hola.
-¿Qué te pasa?
-No quiero hablar de ello. Estoy en el bus, y no quiero montar un número.
-Vale -contestó inmediatamente, bajando el volumen de la música y subiendo las piernas a la mesa de escritorio.
-Cuéntame algo -suplicó.
-Verás, te vas a descojonar. ¿Sabes lo que ha hecho mi hermano Raúl?
-¿Qué ha hecho?
-¿Quién coño es? -dijo Raúl Arbeloa a su espalda, tumbado sobre la cama en su mitad de la habitación-. Ya vale, ¿eh?
-Es el Chori.
-No le cuentes esto a tu novio, joder -suplicó.
-Se ha roto la polla a pajas -dijo, ignorando los ruegos de su hermano y mordiéndose la lengua para no volver a reírse.
-¿Qué? -exclamó Raúl al otro lado de la línea.
-Hostia, Álvaro, macho. No me he roto la polla.
-¿Y cómo lo llamas?
-Me he… desgarrado el frenillo -musitó, avergonzado.
Raúl, en el autobús, tenía dificultades para respirar por culpa de su ataque de risa. Se daba cuenta de que todo el mundo le miraba, pero no podía parar.
-Acabo de mandarlo a ADV en su nombre. ¿Sabes que le han puesto como una escayola…?
-No es una puta escayola, hijo de puta.
-Eh, chaval -le cortó, poniendo su mejor cara de severidad fraternal-, cuidadito con lo que llamas a tu hermano mayor.
-Se lo voy a contar a mamá.
-¿Que me acabas de llamar hijo de puta? Corre.
-No, que le estás contando esto a todo el mundo -respondió el pequeño de los Arbeloa, cruzando los brazos sobre el pecho.
-¿Y qué va a hacer? ¿Castigarme?
-Joder.
-En fin -dijo, volviendo al Raúl al otro lado del teléfono-. ¿Estás mejor?
-Sí.
-¿Y me vas a contar qué ha pasado?
Raúl suspiró sonoramente, y Álvaro casi pudo verle hundiéndose en el asiento del autobús.
-Ha sido mi madre -dijo al fin.
-Eso ya lo había supuesto.
-He venido a comer, porque me había dicho que quería verme y tal, y estábamos en la mesa y ella estaba todo simpática, como tratando de… no sé, ponerse a buenas conmigo. Y entonces no sé qué ha pasado, si he dicho algo… No sé qué ha sido. Estábamos hablando de la Universidad, y ella ha dicho que ya sabía que iba a acabar dejando la carrera. -Tuvo que parar un momento y carraspear para mantener la calma. -Porque dice que cuando tuve el accidente me quedé tonto -siguió, con la voz a punto de romperse.
-No me jodas -gruñó Álvaro.
-Y que ni siquiera puedo leer un libro que no tenga dibujos, y que…
-Vale, vale, para.
Le oyó respirar entrecortadamente. Sabía que estaba intentando no llorar en público, que llevaba desde de había salido de su casa aguantando las lágrimas detrás de los ojos hasta que le quemaron.
Había momentos en los que realmente odiaba a la madre de Raúl.
-¿Tú crees que es verdad?
-¿Qué?
-Que soy tonto.
-Claro que no -exclamó.
-Pero en el fondo tiene razón.
-No la tiene, Raúl.
-Pero me cuesta más pillar las cosas que a los demás, y siempre se me han dado mal las matemáticas, y la lengua, y la historia.
-Pero eres capaz de decirme por orden cronológico todos los villanos de los cómics de Batman sin tener que pararte ni a pensarlo.
-¿Y de qué me vale eso?
-Eres bueno con las cosas que te gustan. Yo tampoco soy listo, joder -dijo, encendiéndose-. No comprendemos la filosofía y nos aburre la historia y lo único que leemos en el periódico son las páginas deportivas. ¿Y qué? Tú tienes algo mucho más importante que eso -le espetó, casi con tono de reproche-. Tienes un tipo de inteligencia que ya le gustaría a tu madre y a medio mundo tener. Entiendes a las personas. Siempre sabes lo que tienes que decir o hacer para que cada persona pueda ser la mejor versión de sí misma. Y eso es muy importante, y muy difícil.
-Pero eso no es ser inteligente.
-Es tener inteligencia emocional, y vale mucho más que saber hacer raíces cuadradas de cabeza. Porque haces feliz a la gente.
-¿Lo dices en serio? -musitó Albiol.
-Claro que sí.
-¡Maricas! -se oyó gritar al hermano de Arbeloa de fondo.
-Cállate, cabrón. Nosotros al menos no necesitamos pajearnos hasta que nos abrimos la polla en canal -gritó de vuelta, y volviendo a dirigirse a su novio-: ¿Dónde estás?
-Sigo en el bus, camino a la estación.
-Bájate en mi parada. Podemos perseguir a Raúl con porno hasta que se empalme, sólo para verle llorar de dolor.
Albiol sonrió.
-Pero tienes que estudiar.
-Me puedo coger la tarde libre. Además, mi madre ha hecho flanes para él, y te ha guardado unos cuantos.
-Vale.
-Y la próxima vez que te invite tu madre a comer, mándala a la mierda.
-No voy a hacer eso.
-Ya lo sé.
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Cesc había empezado a colocar la cinta por la parte más cercana a la puerta, mientras que Silva había empezado por el otro extremo. Villa le había seguido para colocar los plásticos que necesitaba, así que a Gerard no le había quedado más remedio que ponerse a su lado.
No habían hablado mucho, sólo se prestaban las tijeras cuando uno de ellos las necesitaba, o se pedían ayuda cuando lo requerían. Se notaba cierta tensión entre ellos. Todo lo contrario que al otro lado donde solo se oían risitas, y algún beso que otro. No es que Cesc estuviera celoso, se alegraba de que las cosas entre sus amigos fuesen bien, pero le resultaba tremendamente incómodo verles tan felices y desenfadados, por lo menos con Geri rondando a su alrededor, porque parecía que entre ellos había una especie de muro invisible.
Levantó la vista y vio a Gerard subido en una escalera, tratando de tapar uno de los elevadores para coches que tenían. Uno de los brazos estaba elevado y la camiseta se había salido del mono dejando a la vista el costado izquierdo por donde se veía la piel ligeramente morena. Cesc habría querido apartar la vista pero era difícil. Estuvo varios seguidos mirándole hasta que se dio cuenta de que Gerard le estaba observando con una sonrisa traviesa en sus labios. Azorado agachó la cabeza y siguió pegando la cinta, hasta que un ruido le hizo volver a girarse, sólo para encontrarse a Silva arrinconado contra la pared por David.
-¡Eh! -se quejo Piqué, que se había girado también-. Hemos venido a trabajar, ¿no?
-Sí, sí… -se excusó Silva todo sonrojado-. Lo sentimos.
-¿De verdad? -preguntó Villa-. ¡Au! -se lamentó cuando David le dio un manotazo en el estomago-. Vale, vale.
Silva le dirigió una mirada interrogante a Cesc y él solo se encogió de hombros. David suspiró frustrado antes de volver a hablar.
-Hemos acabado por aquí, nos vamos al despacho.
Agarró la mano de Villa y prácticamente lo arrastró con él.
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Álvaro había conseguido echar a su hermano de la habitación que compartían. Había puesto el capítulo de la semana pasada de Fringe y se había estirado sobre la cama, dejando que Raúl se apoyara sobre su pecho, con los pies colgando por el borde del colchón.
-¿Este tío quién es? ¿Este ha salido antes?
-Sí, macho, ¿no te acuerdas...?
Mientras le recordaba lo que había pasado en el capítulo anterior y en las dos temporadas previas, como le tocaba hacer cada vez que se ponían a ver un episodio de la serie, le acariciaba distraídamente con la yema de un dedo a lo largo de la ceja derecha. Desde el puente de la nariz hasta la sien y en sentido inverso, una y otra vez. En parte lo hacía porque sabía que a él le molestaba infinitamente, pero también lo encontraba extrañamente relajante cuando él no se pasaba todo el rato quejándose.
-¿Tú no sabes eso de que peinar a un perro a contrapelo puede volverle loco?
-¿Estás escuchando lo que te estoy diciendo sobre Peter y Olivia?
-Si me peinas la ceja a contrapelo, a parte de que me da mucha grima, me volveré loco -siguió, ignorándole.
-No te estoy peinando a contrapelo.
-Te lo voy a hacer yo en los cojones, para que veas lo agradable que es.
-Seguro que conseguirías que me gustara.
-Álvaro -se quejó, alargando las vocales con tono infantil, mientras se revolvía en la cama.
-Álvaro… -le imitó, lo que sólo le hizo ganarse un golpe con el codo en el estómago-. Ugh.
-Estoy muy sensible ahora mismo, no me toques los huevos.
-Lo que tienes es una poca vergüenza que no puedes con ella. ¿Podemos seguir con la serie?
-Sí. Uy, espera -dijo, buscando algo en su bolsillo-. Me llaman.
-Mira, si es tu madre…
-Fer, ¿qué pasa? -contestó, y Álvaro se levantó a pausar el capítulo que estaban viendo en el ordenador, exagerando un suspiro-. ¿El viernes? No sé, macho. ¿A dónde quiere ir Sergio?
-¿Te están llamando a ti para hacer planes? -preguntó Álvaro, un poco molesto.
-¿A Velázquez? ¿Eso qué es? Ah, la calle. ¿Y ahí qué se nos ha perdido? -Arbeloa cayó al fin en la cuenta de lo que estaba pasando, y le hizo gestos a su novio para que se callara. -Espera, que está este haciendo el gilipollas. ¿Qué te pasa?
-No podemos ir -susurró.
-¿Por qué?
-Porque es una cita.
-A ver, que aparentemente tenemos una cita. ¡Auch, coño! -exclamó cuando él se le lanzó encima para hacerle callar.
-Ellos dos… Déjalo, dame el puto teléfono -dijo, arrancándoselo de las manos-. ¿Torres?
-¿Qué coño está pasando? ¿Os he pillado en medio de algo?
-No. No podemos ir el viernes.
-Pero vamos a ir a Gabana. Ahí siempre hay pijas salidas de las que llevan bragas de encaje.
-Uhm… Vale, ¿y qué hay ahí para nosotros, aparte de copas que valen quince euros?
-Ya.
-Creo que Ramos espera que vayáis los dos solos. Nosotros os cortaríamos el rollo.
-Pues tienes razón.
-Claro que sí.
-Pues nada, macho, entonces os dejo que sigáis con vuestras cosas raras.
-No estábamos haciendo nada.
-Peor para vosotros. ¿Hablamos mañana?
-Venga, cuídate -se despidió, colgando y devolviéndole el móvil a su dueño.
-Tú no te cortes, ¿eh?
-Hemos estado a punto de cagarla a lo grande, Chori.
-No pensaba ir a Gabana con estos dos, de todas maneras. Ese sitio es un coñazo.
-No van a ir a Gabana a ligar. Tienen una cita.
-¿En Gabana?
-Olvida Gabana -replicó con desesperación-. Sergio le va a llevar a cenar a no se qué sitio fino que hay en Velázquez. Rollo cita.
-¿Así que no tenemos una cita el viernes, tú y yo?
-No. O sea, si quieres… Pero céntrate.
-¿Y a santo de qué van a un sitio fino?
-A santo de que pierden el culo el uno por el otro.
-¿Y Fer esto lo sabe?
-Más o menos.
-Ya veo -contestó, mesándose la barbilla-. Vaya movida. ¿Y cómo te has enterado de esto?
-Porque Ramos me lo ha estado contando. Se traen un rollo raro desde Nochevieja.
-Y desde mucho antes. ¿Tú les has visto?
-Ya, bueno.
-¿Crees que acabarán enrollados?
-Ni idea. Sólo espero que no la líen.
-Son unos copiotas, tío. Siempre hacen igual.
-¿En serio? -se rió Álvaro-. No creo que lo hagan por eso.
-Ya, eso dijiste cuando empezaron con los tazos dos semanas después que nosotros. Y ahí nos estaban copiando, ¿sí o no?
-¿Cuántos miles de años hace de eso?
-Perro viejo nunca muere.
-¿Qué? -replicó, puntuado con una carcajada.
-¿No se dice así?
-No tengo ni idea de lo que estás diciendo, macho.
-Lo que sea. Yo me entiendo.
-Gracias a Dios. ¿Podemos seguir viendo Fringe?
-Va. Pero entonces explícame qué le pasa a este tipo -dijo, señalando la pantalla.
-¿Y cómo lo voy a saber? Es el caso de esta semana.
-Ah, coño. Vale, haber empezado por ahí.
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Sigue en:
Parte II