Vale, esto es para ti. Espero que te guste, lo hice con todo el amor del mundo :)
Viernes, 23:30 pm.
WROOOOOOP.
Valentina se congeló en su asiento. No podía ser.
WROOOOOOOOP.
Nuevamente ese sonido. La joven contó mentalmente hasta cinco, estaba llegando al número cuatro cuando nuevamente escuchó aquel sonido que durante años había soñado.
Wroooop. Wroooop.
Se levantó de su cama y corrió la cortina de la ventana. Ahí, en la calle se encontraba una caja de color azul.
No puede ser, pensó desesperada. Cerró sus ojos y contó hasta diez. Los abrió nuevamente y la caja azul seguía ahí, parada en el medio de la calle.
Quiso gritar y llorar de pura alegría. Habían pasado años desde que había sentido algo así. Ni siquiera toda las series o video juegos del mundo podrían superar lo que sentía en ese momento.
Se calzó sus pantuflas y corrió a la calle.
La TARDIS seguía inmóvil en la vía. Se acercó dos pasos y posó su mano en la puerta. La madera se sentía nueva y suave a su tacto. Había soñado por años aquel momento.
La puerta de la TARDIS se abrió, dejando a Valentina sobresaltada y mirando fijamente a un hombre con una graciosa bowtie.
-¡Hola, soy el Doctor! -saludó el hombre de la bowtie y la chaqueta de tweed.
La muchacha se congeló ahí mismo. El hombre aún le sonreía cuando salió de la TARDIS. La joven movía sus labios pero no podía emitir sonido alguno.
-¿Eres muda? -dijo el Doctor con el ceño fruncido, mientras la escaneaba con un aparato de luz verde-. Esto me dice que no… y que he vuelto al año dos mil doce.
-¿Eres el Doctor? -murmuró, aún en shock.
-¡Por supuesto! -exclamó con una sonrisa-. Y esta es mi TARDIS… es una-
-Nave espacial, lo sé. Time and Relative Dimension in Space.
-¿Y cómo tú sabes eso? -preguntó curioso. Valentina sonrió.
-La pregunta es quien no sabe eso.
-Oh… ¿entonces me conoces? -curioseó el Doctor.
-Algo así -dijo. Jamás le contaría todo lo que sabía de él y de sus aventuras. Y que, además, era la persona con la que había soñado por muchos años.
-Disculpa… pero ¿en qué país estoy...?
-Me llamo Valentina, pero me dicen Mango -el doctor la miró con rareza al escuchar el peculiar apodo de la joven-. Y estamos en Chile.
-Oh… ¡Chile! ¡Sudamérica! -dijo, mientras caminaba y daba vueltas por la calle. Valentina lo miraba curiosa y con una sonrisa en su rostro-. Me preguntó que habrá sido de Pedro… aunque a estas alturas ya debe estar muerto.
Pedro… ¿de Valdivia? Imposible, pensó.
-Disculpe… pero ¿Qué está haciendo aquí, específicamente? -curioseó la joven.
El hombre de la bowtie la observó unos cuantos segundos y respondió. -La TARDIS me trajo aquí por alguna razón.
-¿Y esa razón es…?
-Oh, no lo sé. Simplemente hice unas cosas aquí y otras allá y ¡boom! Aparecí en Chile -explicó.
-Oh, en ese entonces… ¿puedo invitarte a tomar un té? -preguntó dudosa. El Doctor le sonrió.
-Sería encantador, Valentina, pero me temo que tengo que irme -dijo, mientras caminaba hacia la TARDIS.
-¡NO! -las palabras salieron sin control de sus labios. Se tapó la boca con ambas manos. ¡Tonta, tonta! Se reprochaba.
-¿No?
-Lo siento, fue un… No debería haberlo dicho -comenzó, pero los nervios la consumían-. Me refiero que tienes planetas por visitar, hechos históricos que hacer y deshacer, buscar alguna compañera de viaje, cosas por hacer y yo… -no pudo continuar. Una sensación de pérdida se asentaba en ella.
-He viajado solo por mucho tiempo -comentó distraídamente el Doctor-. Y tu pareces alguien que disfrutaría el hecho de correr, visitar nuevos lugares y ver cosas imposibles -la joven lo miró con la sorpresa escrita en su rostro-. ¿Te gustaría un viaje en mi TARDIS?
-¿Y-Yo e-en la TA-TARDIS? -tartamudeó, presa de la sorpresa.
-Claro -respondió el hombre, como si fuera lo más normal del mundo-. Come along, Vals -dijo, mientras abría la puerta de la TARDIS.
La joven miró por última vez su barrio y entró a la TARDIS.
-Todo el tiempo y el espacio. Todo lo que va a suceder o ya sucedió -dijo el hombre de la bowtie, mientras movía palancas en la consola. El Doctor la miró con una sonrisa.- ¿Dónde quieres empezar?
Fin.-