#55. Esperando.

Mar 14, 2013 22:36

No lo esperaba.


Domingo.
Hay algo que la tiene intranquila, desde el día sábado. Hay algo que se remueve en sus entrañas y no la deja dormir o respirar tranquilamente. Hay algo -o alguien- que la tiene intranquila.
Respira erráticamente y las manos le sudan. Camila (porque sí, han vuelto a ser amigas) la mira intranquila desde el otro lado de la cama y resopla exasperada, sabiendo que Cris lleva toda la tarde así.

-No quiero que veas tu móvil -dice. Y Cris asiente, más para que Camila esté tranquila que para ella.

Los minutos pasan y los mensajes siguen llegando. Cris sabe lo que tiene que hacer. Tiene que hacerlo. Es esa fuerza superior que la nubla y le impide pensar racionalmente. Ya se lamentará más tarde por la decisión que tomó.

-Iré -dice tranquilamente. Camila la mira horrorizada-. No me veas así, sabes que aunque me digas que es peligroso, que soy una boba y no sé cuántas cosas más, iré.

-Después no te lamentes -responde. Y Cris sonríe.

Toma sus cosas y se va. Y le manda un mensaje a él. Por que es él y siempre será él la razón para que ella haga tamañas idioteces. Por que es él que eclipsa su mente desde hace casi cinco meses. Y si es sincera, es un año. Por que para ella, hace un año todo comenzó (de una extraña manera, pero nada en su vida es normal)
No lo ha visto desde hace un mes y 16 días. Y no, no es que lleve la cuenta, para nada. Pero le añoraba. Demasiado.
El taxi para y saluda cordialmente al chofer. El hombre la saluda amable y ella le da las indicaciones para llegar a destino. Sus manos tiemblan y su respiración se vuelve más rápida y errática con el pasar de los minutos. Abre la ventana para poder respirar, pero ni el aire húmedo la logran tranquilizar. 48 días, piensa y el corazón le late ansioso en el pecho.
Baja del taxi y el chofer le da las buenas noches. Y espera.
Saca su móvil y los dedos se deslizan temblorosos por la pantalla del teléfono y presiona levemente para llamarlo.
Suena, pero no contesta.
La calle está desierta y teme que, quizás, solo haya sido una jugarreta.
Con la respiración contenida guarda su móvil. Y es en ese momento que su nombre resuena por la calle.
Y lo ve.
Seis semanas después de su último encuentro lo ve. Y el corazón le late fuerte en el pecho.
Cruza hasta dónde él se encuentra. No ha cambiado nada. Esos ojos de sueño eterno siguen ahí y la observan de pies a cabeza. Y las mariposas vuelven.

-Hola -le dice escuetamente, casi con miedo.

-Hola -responde ella. Cortante y fría. Aunque por dentro todo es confusión y amor.

Él le indica su nuevo hogar (dos pisos, rejas y un pequeño ante-jardín con baldosas). Y entran.
Y él la abraza.
Y ella no lo hace.
Quizás, esa fachada fría que estuvo construyendo durante las últimas semanas la protegen. Pero extrañaba su abrazo cálido y reconfortante. Lo extrañaba a él. A ese todo confuso, algo infantil -quizás- y con esos ojos de sueño eterno que tanto le encantan.
Lo rodea levemente con sus brazos. El abrazo es corto y frío por parte de ella.
Se sientan y hablan. De lo ocurrido, de las mentiras y de lo que ha pasado en estos días. Y se da cuenta que, a pesar de todo lo que ha sucedido, aún le sigue queriendo como si nada hubiera pasado. Y casi imperceptible...

-... Por que aún te sigo queriendo -dice, casi susurrando.

Sus miradas se encuentran y algo en su pecho se remueve. Quizás nervios por que hace 48 días que no escuchaba eso. Quizás por que esperaba cualquier cosa de él, menos aquella declaración.
No dice nada. No sonríe. Aunque por dentro algo parecido al dolor y la felicidad la recorran de pies a cabeza.
Quiere decirle que lo quiere. Que no ha dejado de pensar en él durante estas seis semanas. Que todos los días lo extraña y que extraña sus mensajes y sus llamadas. Que lo extraña en sí.
Pero calla.
Y quizás, de ese modo, es mejor.

camila, domingo, jo, lsc, life

Previous post Next post
Up