Ya que estamos en jornada de reflexión, os contaré que sería por Semana Santa cuando escuché en la radio la soleá 'La misa que voy yo', de Soleá Morente. Cantaba ella a capela, sin autotune.
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'La misa que voy yo' es una soleá tomada del repertorio de Fernanda y Bernarda de Utrera. Resulta que la soleá
se conoce también como terceto gallego o terceto celta.
A las que somos campurrianas nos la han cantado desde niñas a modo de tonada:
"Ya te he dicho que no vayas
a la misa que voy yo:
ni tú rezas ni yo rezo
ni estamos con devoción".
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Almudena López la interpreta de maravilla.
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Y será mi mente sucia y pecaminosa, pero a mí lo de "ermitaño, si vas a la ermita, moja bien los dedos en agua bendita" siempre me ha parecido así como de tensión sexual casi resuelta.
"Hay mozas en La Joyanca
que pegan cada josquíu
que al mozu más asentau
le hacen perder el sentíu".
Por lo que he podido indagar (más de forma curiosa que muy científicamente), la tonada del ermitaño y la misa que voy yo aparece en repertorios de las tierras del Elbro medio, en la Rioja y Aragón.
Cómo y cuándo viajó el ermitaño al repertorio del flamenco (asumo la hipótesis de que el recorrido fue desde la tradición oral campurriana hacia la flamenca, pero quién sabe si estoy equivocadísima) es algo que me tiene fascinada y súper intrigada.
Hay migraciones desde Cantabria a Andalucía desde la repoblación del Puerto de Santa María en tiempos de Alfonso X y, sobre todo el el siglo XIX y el XX, Sevilla y la Bahía de Cádiz han acogido a chicucos y jándalos, procedentes de Cantabria.
Pero también es cierto que el movimiento ha sido históricamente más de gentes de La Montaña y La Pasieguería que de campurrianas.
Felipe González, Teófila Martínez o el recientemente fallecido Manolo Santander, uno de los nombres importantes del Carnaval de Cádiz, son algunos de los andaluces de origen cántabro más conocidos.
Por otra parte, varios de los palos del flamenco viejo tienen su origen o al mesmos alguna relación con las músicas populares del septentrión de la península ibérica. Sucede así con la
farruca, que suele emparetarse con Galicia y Asturias.
También se atribuye
parentesco asturiano al garrotín, un género desarrollado por los gitanos de Lleida y que hizo popular Carmen Amaya.
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Dentro del repertorio de Antonio Pozo El Mochuelo, cantaor sevillano de finales del XIX y principios del XX, está la asturiana (
estos tipos de cante a veces también se llaman pravianas) 'De Santander a Gijón'.
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No sé si os suena la introducción de guitarra un poco a la Alborada de Veiga.
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Por lo que respecta al 'De Santander a Gijón' de El Mochuelo, qué maravilla que conserve la toponimia propia con Xixón (segunda estrofa) y Cangues.
Mención especial para la estrofa "No es tanta la virulencia (o violencia) que lleva el ferrocarril", una de las más populares del repertorio cántabro gracias a 'La tonada más bonita'.
"No es tanta la violencia
que lleva el ferrocarril
que se planta en hora y media
de Molledo a Portolín".
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Para ir poniendo el final a toda esta chapa que os acabo de soltar, a ver si a alguien le da por rastrear la tonada campurriana de 'El ermitaño' y de qué forma aparece en el repertorio flamenco, para que lo podamos contar.
Por lo que me toca, seguirá siendo una de mis canciones favoritas de siempre, la que más canto en la ducha y una de las que elegiría si estuviese apercibida de expulsión en la academia de Operación Triunfo. Os dejo aquí la versión de Aura Kuby.
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