Título: El delfín que tiraba del trineo
Autor:
shiorita Fandom: Ficción Original
Pairing/Personaje/Grupo: -
Rating: G
Resumen: Cuanto más tiempo pasas atado a este trineo, más reno eres y menos lo que tu antiguo tú. Pero eso no significas que puedas olvidar la vida que dejaste atrás, ni los remordimientos por abandonar al que siempre supiste que era el amor de tu vida.
Advertencias: De tenerlas debes incluirlas.
Cuervos de Santa : Prompt #23
Carlic conoció a Gertrudis un 17 de diciembre en el que todos los aeropuertos del hemisferio norte estaban bloqueados por las grandes nevadas, un viento helado que recorría el cielo y una tormenta casi peor que de rayos x. Carlic era el viejo mago que estaba a cargo de los duendes que ayudaban a Papá Noel a cuidar a sus renos. Eran unos seres curiosos, milenarios, con tantos momentos vividos con pelos tenían en el cuerpo. Y además, mágicos. Carlic les alimentaba con un todo lo que pillaba en la Tierra, cultivado en los invernaderos subterráneos que la comunidad mágica había instalado en todo el mundo. Y, además, probaba con ellos experimentos de alquimia que eran las delicias de Papá Noel. Uno de sus mejores descubrimientos fue cuando dio con la poción transformadora. Si el trineo llegaba a un barrio donde dejaba de haber casonas enormes con chimenea, y en su lugar solo eran apartamentos instalados en pisos donde la chimenea no prometía ningún viaje deseable, el tríneo, los renos e incluso el viejo Barbablanca se convertían en miniaturas de sí mismos, y los renos en coquetos roedores que eran la envidia del Ratoncito Pérez y se colaban entre las rendijas de la ventilación. Eso sí, siempre era agradable encontrarse alguna ventana abierta.
Gertrudis, que sabía todo esto y mucho más, era una agradable y soñadora patita, que se estaba convirtiendo, poco a poco, en un hermoso cisne. Podría haber hecho carrera, y tener marido y la familia que quisiera, pero ella quería otra cosa. Ella quería formar parte del trineo de Papá Noel.
Un día en el que paseaba por el parque de Tenstmuir, se encontró con un mensaje en una botella. En él, un delfín escribía un largo poema a su amado, que había ido en busca de Papá Noel para cumplir su sueño de tirar de su trineo. Nunca más había sabido de él, si lo había conseguido o si había perecido por el camino.
Así que, ni corta ni perezosa, se lanzó a la aventura y, tras varios meses de vuelos e idas y venidas, y perderse y no encontrarse y hallarse en medio de ninguna parte, llegó al Polo Norte.
Allí se entrevistó con Carlic, que se mostró encantado de tener un nuevo reno más, aunque le dijo que aquel año probablemente no pudiera acompañarles, aunque podría quedarse en una de las estaciones internacionales donde patruyaban algunos renos con un par de duendes, encargados de que no hubiera ningún contratiempo.
Sin embargo, de pronto le habían entrado las dudas. Se acercó hasta el cuartel donde dormían los demás, pero no vio a nadie. Caminó y caminó hasta que vio a uno de los renos jugando a mojarse las astas con el agua del mar.
Se sentó a su lado y le preguntó cómo era esa vida. Él la respondió muy educadamente que era la mejor. Pero un deje de tristeza y melancolía que Gertrudis le miró curiosa.
-A veces, echo de menos mi otra vida.
-¿Tu otra vida?
-Hace mucho, muchos años, yo era un delfín. Pero quería ser un reno de Papá Noel, así que viajé hasta aquí y, poco a poco, me fui convirtiendo en uno. Primero fueron los pulmones, luego el pelo, y así poco a poco. Y aunque soy feliz, no puedo evitar que desaproveché la oportunidad para estar con el amor de mi vida, otro delfín de las costas de Italia.
Gertrudis sospechaba que podría ser el dueño de la carta que había leído pero, avergonzada por haber visto un secreto que no iba para ella, no le dijo nada. Aunque le pidió a Carlic que la destinara a la estación italiana. Cuando Carlic le preguntó porqué, ella le contestó con otra duda:
-¿Puede un reno volver a ser quien fue antiguamente?
Calic negó con la cabeza, pero su misteriosa sonrisa dio a Gertrudis qué pensar. Es posible que hubiera una forma, pero que aún no se conociera.
Quizás fue pura casualidad, quizás se debía a que el reno en cuestión tenía una fuerte vinculación con el lugar, pero el caso es que el trineo se atascó cuando se acercaron a Italia y Gertrudis tuvo que acudir, acompañada de los duendes, a auxiliarles. Mientras los duendes se aseguraban de que no habían ningún problema técnico y Papá Noel repartía los regalos de la zona cercana con los esquíes espaciales que Zepe, el diseñador técnico del Polo Norte, había adaptado para él, Gertrudis se acercó a hablar con el delfín Tefran.
-A lo mejor si tomas la poción contraria, puedes volver a ser un delfín.
-Ay, no, querida. La poción es en realidad un efecto placebo. Tú ahora sigues siendo más cisne que reno, pero eso no quita que no puedas tirar del trineo. Poco a poco, te irás transformando en un reno, hasta el punto en que no puedas volver a ser tu antiguo tú.
-Pero... ¿por qué no lo intentas?
-Porque no tengo tiempo, tengo que seguir la ruta de Nochebuena.
-Yo puedo cambiarme por ti -se ofreció Gertrudis.
-Y, en realidad, no sé si realmente él me quería o no. Sé que yo a él sí, pero ¿él a mí?
Entonces, sin contenerse Gertrudis le dio la carta. Tefran se quitó las riendas para leerla a solas, y ella aprovechó para meterse entre las filas de los renos. Tefran, que se había apartado para que no le vieran leer, se perdió el momento en que Papá Noel volvió, y el trineo arrancó para seguir su curso.
Aquellas navidades se recordaron por dos acontecimientos extraordinarios. Por un lado, los problemas que tuvo el trineo para surcar los cielos y llevar a cabo las más simples maniobras para aparcar y estacionar. Y dos, el maravilloso instante que, sólo aquellos que no esperaban regalos de navidad a la mañana siguiente, y por tanto no querían irse a dormir, vieron cómo con un reno lloraba sobre una carta de la que emanó, al caer al mar, una luz potente que llegó hasta la luna y volvió llenando de brillo la majestuosa cornamenta del reno. Y en ese preciso momento en que aquel cuerpo brilló con una fuerza inusitada, un delfín saltó por encima del cuerpo del reno y se zambullían en el mar seguido de otro delfín. De otra delfín que, llorando de alegría, muchos conocían como Tefran.
Y es que, lo que Gertrudis había supuesto y Carlic había dicho a medias era que los verdaderos sueños se cumplen cuando crees lo suficiente en ellos.