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30vicios |
Corolarios.
☆ Naruto | ♡ Kiba Inuzuka/Sakura Haruno. Karin, Chiyo, Kakashi Hatake, Rin, Sasuke Uchiha, Naruto Uzumaki.
☂ 2/30 | El error de un hombre es la información de otro.
✖ Nada. | √ Drama. General. Romance.
(02) Devoradores.
Se durmió ensangrentada.
Chiyo-sama no dijo nada, pero cómo iba a decir algo. Una sanadora tiene más sangre en las manos que un asesino al final del día. Su ropa estaba empapada. Hubo otra emergencia y para cuando Sakura estaba dispuesta a irse, un grupo entero de contratistas aparecieron, desangrándose sobre el suelo del hospital, encima de ella, encima de Shizune. Encima de las gafas de Karin, que parecía igual de malhumorada que Sakura. Ambas cosieron gente y metieron cosas dentro de cuerpos que se suponía que no debían salir jamás y al final se sentaron en el pasillo. Karin lucía extraña con la sangre en las puntas de su cabello. Se notaba pegajoso, pero el color era casi exacto.
Sakura, por otra parte...
-Desearía que eligieran un momento más adecuado para ir y morir -murmuró Karin, frunciendo profundamente el ceño.
Sakura le había sonreído.
-No lo hacemos todos -respondió, jugando con el borde de su falda, ignorando las huellas rojas que quedaron en sus muslos.
-¿Quieres un snickers? -preguntó Karin. Sin esperar respuesta, compartió la larga y pegajosa barra de caramelo. Porque, de verdad, ¿a quién no le gustan los snickers?
Sakura hesitó, y luego se dijo, qué diablos. Cuando Karin parpadeó, una de sus largas pestañas dejó caer una gota de sangre. Se veía como una lágrima macabra. Ella se quitó sus gafas e hizo un mohín.
-Mira esta cosa -dijo-. ¿Ves algo? Necesitan aprender a desangrarse en la dirección correcta, te lo digo.
Ahora o nunca.
-Um, Karin-chan -empezó torpemente. Acomodó la apretada gargantilla en su cuello, una simple tira de cuero negro, y se apartó un mechón de cabello de la cara, ignorando el sonido húmedo que produjo-. So-sobre lo que Ino dijo antes...
-¿Con Makimura? -no supo por qué, pero se la imaginó con un cigarrillo en ese momento, pálida, roja, guapa. Karin era tan bonita que resultaba doloroso en ocasiones mirarla. Sacudió la cabeza-. Esa cerda no tiene delicadeza, pero la verdad no me importa. No tienes que ser tan amable conmigo, Haruno. No somos amigas.
Karin no tenía muchas amigas, la verdad. A veces hablaba con Kin, pero ella prefería pasearse alrededor con Tenten. Ambas tenían una espeluznante afinidad con los objetos puntiagudos, potenciales armas-una vez, con un mondadientes, Sakura había visto-
-Podemos ser amigas -ofreció Sakura. Honesta, limpia. Sus ojos verdes brillaron. Se veía demasiado joven en ese momento, inocente, ingenua, como sino supiera de muerte. Las huellas de sus manos en los muslos eran un toque agradable-. Me gustas, Karin-chan. No creo que haya algo malo contigo. Y sé que no lo arruinaste, ¿vale? Haces lo mejor que puedes. Como todos.
Karin suspiró.
-Sabes, solía odiarte.
Sakura parpadeó.
-Oh.
-Porque eres tan mona y simpática -añadió. Sakura se sonrojó, pero no se notó demasiado. Sangre debajo de la piel, sangre sobre ella, cuál es la diferencia-. Y además, estás en el equipo de Sasuke-kun. Yo estoy atascada con Suigetsu y Juugo. No hay comparación.
-Juugo-san es agradable -replicó Sakura, su necesidad de defender a todo el mundo alzándose como una mano en una multitud-. Y tengo a Naruto. Estamos parejas, ¿verdad?
Karin se rió. Ronco, maduro. Se veía como una mujer.
-Seguro. Te veré luego.
No hizo ruido al caminar, y Sakura no tuvo tiempo de quedarse allí, pensando en solía odiarte y estás en el equipo de Sasuke-kun. Resistió las ganas de seguirla, tocarle el hombro, murmurarle lo que alguien más ya le había dicho. Sasuke era una persona peligrosa para querer.
(No me lo digas a mí, pensó. Amarga. Divertida. Rin-sama flotando sobre su cabeza, sonriendo frágilmente. Ese chico tiene ojos de devorador, Sakura-chan. Dime, estás dispuesta a-)
Y al acostarse, ensució las sábanas. Se quitó los zapatos al entrar a casa. Chiyo-sama la miró fijamente y masculló algo sobre «al fin, chiquilla», y Sakura mordió una píldora de soldado y luego yació sobre su cama. El espejo en la pared le devolvió una imagen macabra, lamentable. Era guapa como una muñeca, espantosamente delgada, de brazos suaves y muslos ligeros, la insinuación de un par de curvas debajo de la camiseta. Cabello de algodón de azúcar, la lengua llena de veneno.
Estaba tan cansada que no podía respirar.
Yo podría haber sido hermosa. Podría haber ido a una escuela y tenido un novio y entonces tal vez la universidad, trabajar, casarme, tener hijos-
Cerró los ojos.
♥
-No es que nos importe ni nada -dijo Chiyo-sama la mañana siguiente en el desayuno. Sakura se sentía una nueva persona, y le sonrió brillantemente-, pero intenta venir a casa más seguido, niña. Moriría en la vergüenza si mi querida pupila supiera que ni siquiera puedo controlar a su hija.
Chiyo-sama hacía eso seguido; hablar sobre la madre de Sakura, Maiko. Kurenai había sido su amiga cuando ambas iban a la Academia y le dijo que Chiyo había sido lo menos simpática posible con Maiko. Ahora que ella estaba muerta, la llamaba cosas como «mi querida pupila». La hizo sonreír, porque era algo tan de Chiyo-sama-
-Lamento haberla preocupado -se disculpó, tragándose los cereales tan rápido que su garganta dolió. Su chakra se movió perezosamente, explorando arterias, venas, músculos, huesos. Médula y sangre. No había una chica de quince años más saludable o más consciente de sí misma allá afuera.
-No me preocupo -mintió Chiyo-sama, frunciendo el ceño. Tomó su caña de pescar y bufó-. Ebizō y yo saldremos a cazar salamandras de fuego -anunció. Su cara anciana, surcada de arrugas, se iluminó con malicia-. ¿Quieres una? Podemos conseguir una bebé, pero tendrías que encargarte de que no incendie nada. No quiero a esos malditos policías entrometidos aquí otra vez, siempre están quejándose de que quemamos cosas. Es mi casa; yo quemo lo que se me da la gana -la miró fijamente, de arriba abajo, cabello gris y ojos desconfiados-. ¿Podrías encargarte de una salamandra de fuego, no? ¿Cuántos años tienes?
-Casi dieciséis. No quiero una salamandra de fuego, Chiyo-sama -respondió Sakura, y dio un sorbo a su café. Chiyo-sama lo había hecho, adivinó. Poco café y mucha azúcar. Los de Ebizō-sama eran al revés-. Gracias por la oferta.
Murmurando sobre la falta de su espíritu joven en una manera que le recordó a Gai-sama, Chiyo resopló.
-Como quieras, niña. ¿Vas a volver a la Academia?
-Sí. Tengo que hablar con onee-sama de algo... um, importante, y con Kakashi-sensei -sabiamente, decidió guardarse la información acerca de su futuro entrenamiento con Tsunade-sama. Chiyo-sama no perdonaba fácilmente, y a una edad como la suya, la madurez volvía a perder el interés, justo como cuando tenías siete.
-La sirvienta de esa mujer-babosa, ¿no? -Chiyo pateó la caja con las armas afiladas de debajo de la mesa y la abrió, sacando una larga daga. Tocó la punta y su dedo sangró. La herida cerró tan rápido que Sakura parpadeó y se perdió el proceso-. Escuché que es lista. ¿Es verdad?
-Onee-sama es brillante -concedió Sakura, riéndose-. Por favor ten cuidado, ¿vale, Chiyo-sama? No quisiera ir a reconocer tu cadáver.
-Chiquilla perezosa -dijo Chiyo. Meneó un dedo-. Si me lo pidieran a ti, yo iría a reconocer tu cadáver. Si estuviera de buen humor, incluso haría la autopsia.
-Aprecio el sentimiento, Chiyo-sama -Sakura sonrió.
Era uno de sus días amables.
♥
-Oí que estás saliendo con Sai, Sakura-chan.
-¿Qué?
Sus dos compañeros de equipo la miraron con igual intesidad, pero de tipos... diferente. Naruto era todo sobre moverse, rápido, reflejos, adrenalina. Naruto era luces de neón y heridas a medio curar, cicatrices muy finas. Sasuke era más oscuro, sutil, era ese tipo de calma absoluta que adquieres antes de asesinar a alguien, era manos en los bolsillos y las dos de la madrugada, cuando nadie tiene asuntos que tratar y los afortunados duermen.
(En el sueño, Sakura destilaba aún más sangre. Había mariposas yaciendo sobre ella, lamiendo heridas ajenas, con sus alas delicadas como el pedazo de caramelo que queda casi al final. Sus colores eran hermosos, brillantes, y ella yacía sobre el césped más verde y suave del mundo-
-una vez áspera y con un punto malicioso le decía hueles a sangre-
-y luego Chiyo-sama gritando porque te vas a sacar un ojo con eso, Ebizō.)
Resopló.
-No estoy saliendo con Sai, Naruto -puso los ojos en blanco, codeó a Sasuke en las costillas-. ¿Qué hay? Volvieron de su misión temprano.
Sasuke la miró fijamente.
-¡Sakura-chan! -exclamó Naruto-. ¡Volvimos dos días más tarde! ¿Has estado haciendo turnos extra de nuevo?
-Los sanadores son raros, Naruto. Tenemos mucho trabajo -se defendió sin parpadear. Su café estaba listo, pero en vez de agregarle las cuatro cucharadas de azúcar que la ayudaban a empezar el día (madrugada, noche, lo que fuera), lo deslizó por la mesa y se lo entregó a Sasuke con una sonrisa-. Tienes cara de muerto.
-No puedes esperar otra cosa -se entrometió Naruto-. El bastardo se pasa el día siendo emo y-
-Cállate -ordenó Sasuke, monótono, tranquilo. Dio un sorbo, y miró a Sakura-. Hn.
-De nada, Sasuke -canturreó. Golpeó a Naruto en la nuca para detenerlo de rebuscar en los armarios de la cocina-. Deja eso. Se acabó el jugo de naranja.
-Hay algo mal en esta escuela -protestó éste. Sobó su cuello-. Así que... ¿estás segura de que no estás saliendo con Sai, Sakura-chan?
-Ya dije que no -respondió. Su voz tenía un borde afilado, y entornó los ojos-. ¿Quién te ha dicho eso?
-Kakashi-sensei -exclamó Naruto. Sasuke asintió. Sakura se sintió un poquito desanimada ante su dinámica: Naruto hablab demasiado, Sasuke hablaba muy poco, y ella-
Sakura siempre estaba llena de sangre.
-Ya sabes como es Kakashi-sensei, Naruto -exhaló, meneó la cabeza-. ¿No deberías pensar un poco las cosas antes de actuar?
La mirada blanca que recibió fue respuesta suficiente. Se mordió un suspiro.
-Sé que Sai tuvo una cita -dijo cuidadosamente. Sasuke arqueó las cejas. Sakura se rió-. Pero no, no fue conmigo. Hasta hace un rato, estaba durmiendo, y antes de eso, operé a un grupo de contratistas.
-¿Clase? -preguntó Sasuke. Cerró sus manos alrededor de la taza caliente. Sakura recordaba haberlo abrazado a menudo cuando tenía doce años, su piel fría y fresca, fría y fresca, hasta que se congelaba y dolía tocarlo. Recordaba amar esa manía suya de ahorrar las palabras (es tan misterioso, había cuchicheado con Ino, es tan-es tan-Sasuke-kun-).
Estoy tan nostálgica. Sabía que el buen humor de Chiyo-sama era una mala señal, decidió.
-Clase S -dijo Sakura. Naruto se abanicó.
-Será mejor que practiques, Sakura-chan. ¡Un día seré el mejor contratista de todos! ¡Y luego seré Hokage, de veras!
-Por supuesto, Naruto.
-Hn.
♥
Se despidió con un tengo que hablar con Kakashi-sensei. Si lo ven, díganle que lo estoy buscando, ¿vale?, agitando la mano. Pero cuando salió al pasillo, lo pensó mejor, se devolvió y los apretó a ambos en un abrazo asfixiante.
-Estoy feliz de que estén de vuelta, Naruto, Sasuke.
Recibió una sonrisa y un murmullo poco comprometedor, pero entonces realmente se marchó. ¿Cómo voy a decírselo? Kakashi-sensei está asustado de Tsunade-sama, sé que lo está. Cerró los ojos y decidió no preocuparse tanto. Después de todo, todavía no había nada seguro. Shizune sólo le había dicho que Tsunade quería entrenarla, pero tal vez ella se arrepentiría una vez que la conociera. Tal vez fuera lo mejor, Chiyo-sama estaría colérica y-
-Sakura.
Saliendo del edificio D, donde se encontraban las cocinas, Sakura parpadeó y levantó la mirada hacia la pared en la que Kiba estaba sentado, sonriendo ampliamente. A sus pies, Akamaru dormía en quietud, pero abrió los ojos y ladró suavemente al verla. Kiba era un perro del infierno (literalmente), uno de los tantos demonios que hacían contratos con clanes. Algunos daban regalos, como Kurama, del clan Kurama, que podían crear ilusiones tan buenas que distorsionaban la realidad. El clan de Sasuke, los Uchiha, tenía un contrato con un demonio de ilusiones, también, pero era bastante diferente al de los Kurama; el de ellos creaba, el de los Uchiha destruía, veía a través dé.
Parpadeando para librarse de sus costumbres enciclopédicas, Sakura sonrió débilmente.
-Hola, Kiba.
Él sonrió también, entornando los ojos y mostrándole afilados colmillos. Hueles a sangre. Las mariposas habían sido dolorosamente delicadas, como la manera que tenía Karin de empujar sus gafas por el puente de su nariz. Todavía podía sentir el mal café de Chiyo-sama y el snickers de Karin-chan bajo la lengua, y sobre todo-la sangre. Siempre, siempre podía saborear la sangre.
-¿Vas a algún lado? -preguntó él. Saltó con un movimiento ágil y preciso. Sakura había visto a Sasuke moverse así, elegante, rápido, pero de alguna manera, Kiba lo hacía ver todo más peligroso. Recordó el vacío encaprichamiento de Ino con Kiba durante medio mes cuando tenían catorcce años y la manera neutra en que él había mirado a Ino cuando ella había preguntado por una cita.
(Esto nunca será realmente humano. Tan encantado al decir hueles a sangre.)
Se sintió como si estuviera hecha de mariposas que revoloteaban por debajo de su piel. Su sangre se volvió densa, pesada, y su sonrisa más temblorosa.
-A ver a Kakashi-sensei. Tengo que hablar algo con él -arregló su cabello torpemente. Era primavera pero hacía calor, aunque el sol era suave como-
(las alas de una mariposa.)
-Uh -masculló Kiba. Jugueteó con algo entre sus dedos, y a Sakura le tomó un momento darse cuenta de que era un largo cigarrillo. Se veía bien hecho, pero nada legal. Lo miró con la curiosidad de los inocentes. Kiba sonrió; rápido, certero, como una cuchillada a medianoche-. ¿Quieres?
-N-No -tartamudeó-. Yo, no... ah...
-Igual que Hinata -se rió. Casi dolía escucharlo-. Igual que Shino. Nadie sabe nada de diversión en estos días.
El cigarrillo desapareció en su manga. El sudor se deslizó por la espalda de Sakura como una lengua maliciosa. Como una mariposa. Bajó la mirada y sus pestañas, largas y pálidas, hicieron sombra sobre sus pómulos de porcelana. Se veía horriblemente blanca junto a Kiba, musitó para sí misma, Kiba de piel dorada y huesos ligeros. Aclaró su garganta, intentando ignorar el olor a sangre (por qué, el mundo se burla de mí), a cigarrillos (quieres morir joven, Kiba) y a chico (entonces sólo hubo silencio).
-Bueno, entonces, será mejor qué-
-Hinata me dijo. Acerca de tu, eh, fiesta -parpadeó. Como todos los chicos, tenía las pestañas negras y espesas, largas, preciosas. Sakura ignoró la ridícula punzada de envidia.
… Kiba era guapo. Nunca lo había notado antes. No de verdad. Le provocaba esa especie de cosquilleo nervioso que te indica que alguien es peligroso pero la verdad es que es simpático así qué por qué deberías preocuparte, en serio, excepto que lo haces y sigues sintiéndote como si estuvieras hecha de mariposas y fuego y sangre-
-No es realmente una fiesta -protestó Sakura, avergonzada. Se sintió infantil-. Sólo, um, iremos a pasear al festival durante el Hanami. No tienes que venir sino quieres...
-Está bien -Kiba le sonrió. Bonito, simpático. Nada de qué preocuparse. Retorció sus manos, alisó su torpe falda blanca. Kiba llevaba holgados pantalones negros, y... botas...
Su chaqueta de cuero estaba en el suelo, junto a Akamaru, que los observaba con expresión atenta. Sakura contuvo sus ganas de acercarse y examinarlo. Los perros demonios eran fascinantes.
Desde, eh, su punto... de vista...
-Me gustaría acompañarte. Cumples dieciséis, ¿no, Sakura?
Respiró hondo. Examinó sus dedos. Manos pequeñas, había dicho Chiyo-sama cuando Sakura había hecho su primer veneno. Tenía cinco años y se quedó durante horas mirando por la ventana, viendo al pajarito aletear y lanzar trinos desesperados. El veneno no era sobre la misericordia, no era sobre cortas esperas. Chiyo-sama había acariciado brevemente su cabeza. Serás una buena asesina.
No había sangre hoy. Se sintió afortunada.
-Dieciséis -confirmó. Se apartó el flequillo de los ojos. Se está poniendo largo. Debería cortarlo-. ¿Y cuándo es tu cumpleaños? Me gustaría hacerte un regalo -confesó. Mordió su lengua. Bien hecho. ¿Podrías ser más inmadura, Sakura?
Pero Kiba parecía deleitado. En un manerismo que le recordó a Naruto, rascó su cuello.
-Heh. En julio. El siete -estaba terriblemente cerca, de repente. Su piel irradiaba calor, como si tuviera soles bajo la piel, en la sangre, en sus músculos. Como si sus huesos fueran lava. Recordó las manos frías de Sasuke, sus largos dedos cerrados alrededor de la taza de café, y deseó sentarse sobre Kiba, comérselo desde adentro, tragarse su lengua. Revolcarse en él, respirar su aliento.
(Hueles a sangre, canturrearon las mariposas.)
Qué sueño más insistente, declaró Sakura, cansada.
-Me... acordaré.
Su voz se derritió bajo ese sol a medio nacer.
♥
-Te vi con ese chico, Sakura-chan -susurró Rin cuando hubo terminado de hablar con Kakashi-sensei («Tsunade-sama quiere entrenarme, Kakashi-sensei.» «¿De verdad? Pues si te apetece, Sakura-chan.» Palmeó su cabeza, cambió la página de su libro. Tenía tantos suspiros flotando en el pecho como estrellas había en el cielo. No sé por qué me preocupo, Kakashi-sensei. Yo tampoco). Flotó sobre ella y Sakura sintió el rubor reptarle lentamente por las mejillas, frotándose contra ella con una insistencia macabra.
Era un milagro que hubiera logrado aguantarlo tanto tiempo.
-¿Si? -su voz fue un murmullo que hubiera avergonzado a Kakashi. Recordó su único ojo luciendo despiadado y el borde de una sonrisa cruel en su voz. Quiero que se pongan de pie por sí mismos.
Aquellos habían sido buenos tiempos.
Rin hizo un puchero. Era guapa, hermosa. Su cabello era marrón, corto y puntiagudo, justo como el de Sakura había sido (tengo que cortarlo, en serio). Su cara era simpática, bonita; labios llenos y ángulos suaves, amables ojos de pestañas espesas. Las marcas púrpura eran casi invisibles, excepto con el ángulo correcto de luz. Flotó contra la ventana, descalza. Su vestido negro, rodeado por una cinta roja justo debajo de sus pechos, se hinchó como si estuviera respirando.
Aunque por supuesto que no lo hacía. Rin había sido un fantasma por al menos una década, calculó Sakura. Kakashi-sensei tenía casi treinta y Rin le había dicho que murió a los dieciocho, pero nunca cómo. Era uno de esos temas tabú. Encogiéndose mentalmente de hombros, revisó con una rápida onda de chakra que Kakashi-sensei no estuviera alrededor. Su energía era perezosa y contenida, tranquila, levantándose como olas en el mar, señalando su diversión.
La sobreprotectividad de Rin hacia Sakura siempre lo había entretenido. Bastardo.
-Hablé contigo sobre Sasuke-kun, Sakura-chan -continuó Rin. Su tono era cantarín, suave. Recordó ser más joven, practicar el suprimir su chakra (había sido gloriosamente buena en ello), y tomar el pomo de la puerta para presumir con Kakashi-sensei y Rin-sama.
(Recordó la sonrisa cristalina de Rin y los ojos atentos de Kakashi y me quedo porque te quiero, tonto-)
Había sido una de sus primeras experiencias voyeurísticas.
-Me acuerdo, Rin-sama -inclinó la cabeza, intentó controlar la incomodidad. No funcionó-. Y, eh... Todo está bien, quiero decir, K-Kiba-kun no-
-Es justo como Sasuke-kun -pensó Rin en voz alta. Revoloteó, cayó al suelo y dio pasos incorpóreos, insonoros. Todo el mundo quería un fantasma; nadie podía sentirlos, eran perfectos espías.
Excepto que ninguna persona puede atar a los muertos.
-Kiba no es como Sasuke. Es tan no-como Sasuke que... -contradijo Sakura, sin palabras. Boqueó-. No sé. Que ni siquiera se me ocurre una comparación.
-Te equivocas -Rin dio una sonrisa pequeña, casi triunfal-. Escucha. Te expliqué por qué era peligroso que quisieras a Sasuke-kun, ¿verdad, Sakura-chan?
(Va a comerte viva.)
-Me acuerdo, Rin-sama -repitió, tono monótono, postura correcta. Se aseguró de nuevo que Kakashi no estuviera escuchando. Oh, la vergüenza.
Y de repente Rin estaba justo encima de ella, seria, inexpresiva. No había frío, no había calor, no había nada. Rin era sino un alma, era lo-que-había-dentro, era la médula de los huesos, Rin era la sangre del cuerpo. Su tono fue serio, cuidadoso. Escucha lo que tengo que decir, niña. Era tan fácil darla por sentado, tan fácil bromear con ella, pero Rin había visto-Rin había estado-y por Kakashi, Rin había vuelto.
Se imaginaba a menudo a un Kakashi medio devorado por la soledad y el pensamiento la entristecía. Quería a Kakashi. Quería a Naruto, a Sasuke, a Rin. Los amaba. (Una imagen fugaz; una Sakura traslúcida e incorpórea caminando detrás de Sasuke o de Naruto, con una sonrisa completa y aire final.)
Los amo suficiente para eso. Su corazón se puso más lento, más pesado. Pegajoso. Fangoso, como cuando estás muriendo o tienes una costilla rota y tu mejor amiga está junto a ti, en el suelo, ojos bien abiertos y labios rápidos, una letanía de maldiciones. A este tengo que matarlo. Los hilos eran despiadados al apresar sus muñecas, y Sakura no se permitió tocar las cicatrices para recordar.
-Te dije que Sasuke-kun te consumiría entera, ¿verdad, Sakura-chan? Te dije que amar a alguien así no tiene fin. Te dije que te devoraría, que si te dejabas, lo querrías hasta tener su nombre a toda hora atascado en la garganta. Él sería tu epitafio, querrías que él fuera tu tumba.
(Y lo de abajo: yo lo sé porque Kakashi-)
Abruptamente, Rin se rió.
-Dime, ¿qué es tan diferente acerca de este Kiba, Sakura-chan? Dime que no querrías que te tragara hasta el último pedazo si hubiera una oportunidad.
El latido de su corazón era pegajoso, ensordecedor, y lo escuchó todo el camino a la oficina de Tsunade-sama.