TheGazette|Reituki|Oneshot
Homesick
(Quizás ayude escuchar Tokyo Shinjuu mientras se lee)
Cuando subió al tren supo que dejaba en el boleto que cortaban frente a sus ojos todo lo que alguna vez había conocido. Allá iban sus recuerdos de la infancia en el parque cerca de casa, la primera vez que su abuela le había regañado por comer algo que no estaba permitido, las veces en que cayó enfermo a la cama, mientras veía como su madre sumergía una toalla blanca en agua tibia para ponerle en el estomago, porque ella sabía que por ahí pasaba la sangre que se debía enfriar; la espalda de su padre, enorme e inalcanzable. Los juegos con su hermano antes de dormir, el perro que le esperaba moviendo la cola y los libros sobre el escritorio, esperando por ser leídos.
Pensó en sus amigos, olvidados en el aula del colegio privado donde todo parecía estar envuelto en una burbuja, en los profesores que habían intentando hacer de él un hombre de verdad; en los alumnos mayores dedicados a molestarle y en los menores, dedicados a admirarle. Las imágenes de los cigarros que habían ardido en la azotea y que se habían desintegrado con la lluvia azotaron su mente como si fuese una película con la velocidad aumentada. El camino desde su casa hasta la escuela y desde la escuela hasta su casa, saludando a las vecinas que barrían los pórticos de sus hogares. El cambio de colores en los árboles conforme cambiaba la estación; su primer beso sobre los juegos infantiles del parque, la vez que había hablado seriamente con su novia para explicarle que nada eso funcionaría, que mejor lo dejaran, que no le había agrado tocarle el pecho, que prefería uno plano.
Recordó el club en el centro al que solía ir, las luces y la música estridente. El alcohol barato que era todo lo que podía costear, la comida chatarra y los baños públicos donde acababa demasiado ebrio como para notar lo asqueroso de su vómito mezclado con la orina de algún extraño dentro de un sucio urinal.
Algo vibró en su interior al pensar en el chico que vio en la estación de tren cuando regresaba tarde a casa, su mirada cálida y su buena apariencia, incluso el cabello anaranjado (en un intento por ser rubio) le pareció bien. Las sonrisas que intercambiaron y los días en que se había quedado a propósito dando vueltas por la escuela vacía para verle en el andén de enfrente.
“Me llamo Akira, vamos por una cerveza”
Esas fueron las primeras palabras que había escuchado de la boca que había soñado por semanas (una y media, para ser exactos) y le parecieron perfectas, no tanto como el beso en el baño de la estación, claro está.
Los meses de juventud corriendo por las noches de la mano fuerte que tomaba la suya posesivamente, lo bien que se sentían sus besos en público, lo mucho mejor que era cuando sólo eran ambos en la alcoba del otro; el dolor y el sudor que le hacían perder el juicio por algunas horas, las palabras de amor que comenzaban a significar algo, el flash de la cámara que capturaba sus sonrisas, los planes para conseguir algo mejor, las infinitas conversaciones frente a la televisión sobre todo y sobre nada en realidad. Podía saborear el sentimiento de felicidad, podía disfrutarlo aún si era algo que estaba recordando.
Quiso ignorar el llanto de su madre por las mañanas, los gritos de su padre, la mirada de odio de su hermano; intentó evitar recordar cuando al entrar a su habitación le esperaba su madre, pálida y extremadamente seria, en sus manos estaban las fotos que se había sacado con su novio la semana anterior, juntos en la cama del otro, desnudos y despeinados. Los golpes de su padre y las patadas de su hermano aún quemaban bajo la ropa que llevaba puesta, la mirada fría de su madre cuando al verle adolorido sobre el suelo no hizo más que lanzarle las fotos en la cara.
La carrera desesperada hasta el centro, la visión nublada por las lágrimas, el cuerpo adolorido y la voz quebrada por el llanto mientras intentaba explicarle a su pareja lo que había ocurrido sin demasiado éxito. Casi, casi, volvió a sentir el escalofrío que recorrió su cuerpo al escuchar de los labios del otro “Ven conmigo a Tokyo, esta noche”, y otra vez, le pareció estar asintiendo mientras quitaba las lágrimas de sus ojos con el reverso de su mano.
Se aferro con fuerza al brazo de Akira antes de que se les indicaran sus asientos, baratos e incómodos, intentó fundir su pecho con la extremidad del otro, rogando porque su mente estuviese en blanco, pidiendo que de ahora en adelante no existieran más recuerdos de su vida, que el boleto perdido en las manos del operador fuese su boleto para conseguir nacer otra vez, como él mismo, sin padres ni hermanos, sin amigos o educación, sólo con Akira, con sus abrazos cálidos y sus bromas absurdas, en Tokyo, en París, en Londres, no importaba, nada importaba realmente, porque desde ese momento era un lienzo en blanco, listo para ser pintado como al artista se le diera la gana.
-Taka, ¿qué ocurre?
Y ya estaban sentados, a mitad de camino, con la espalda adolorida y el sabor amargo que les dejaba abandonar sus vidas. Afuera todo estaba oscuro y en el vagón sólo resonaban los rieles sacudirse con el movimientos del tren y sus voces, bajitas, porque no tenían ánimo de romper la calma que parecían haber pactado al salir de la casa del mayor, con una mochila llena de ropa y el peso de saber que hacían algo terriblemente incorrecto sobre sus espaldas.
-…Nada, mientras estemos juntos, pasará nada.
Y ambos callaron otra vez, ignorando la nostalgia, la inseguridad, el miedo y el conocimiento sin error de que nada iba realmente bien.
-Sí, juntos… como debe ser.
Takanori creyó escuchar un “chu-chu” proveniente de la máquina mientras Akira hablaba, así que sólo asintió, forzando una sonrisa en sus labios, entrelazando las manos de ambos, convenciéndose silenciosamente que juntos es como debían estar.
Fin
Nota: Annie hizo de beta, me ayudó con eso de los pañuelos frios y este es el primer Ruki/Reita que publico en mucho tiempo.