Título: Un hombre bajo la lluvia
Fandom: Harry Potter
Rating: PG
Spoilers: Nones
Personajes/Pairing: Severus Snape, Minerva MacGonagall
Notas: Dedicado a
deirdre_ucchan, porque ella me pidió un fic con profes en mi blog, y aquí lo tienes ^_^. Espero que te guste.
Hay algo extraño en los días de lluvia que le empuja a salir de las mazmorras, donde se esconde la mayor parte del tiempo. No se esconde, “estudia y trabaja”.
Ya, claro.
Ella lo ha visto. Salir sin decir nada a nadie, sin dar explicaciones (nunca lo hace), en la aburrida tarde de domingo, cuando él normalmente la pasaría en su despacho. Mentiría si dijera que no lo ha estado observando. Minerva lo ha estado observando por años. Lo recuerda como su alumno, y aun puede verlo así en muchos aspectos. Como aquel niño oscuro, retraído y huraño, que siempre estaba solo.
No, algunas cosas no han cambiado. Solo que el ya no es un niño, sino un adulto. En realidad, Minerva se pregunta si tuvo infancia alguna vez, pues siempre recuerda la misma mirada en sus ojos. La misma mirada oscura, terrible.
Y no es que ella tenga un especial sentido maternal, ni mucho menos, pero siempre ha sentido una cierta ¿debilidad? por él. Aun cuando él se comporte como el animalillo que muerde la mano que le da de comer, siempre ha sentido una especial preocupación por ese niño que creció demasiado deprisa
Los dos saben jugar a ese juego, desde luego.
Ella aparenta que no le importa lo mas mínimo lo que él haga; él aparenta que no la ve preocuparse. Un acuerdo mudo, tácito entre los dos. El nunca fue cosa suya, ni cuando era su alumno, y mucho menos ahora. Podría ser su madre, pero en el fondo sabe que por muchos años sufridos de docencia nunca estará preparada para ejercer como tal.
Y siente curiosidad, sin embargo. Por saber lo que él piensa, lo que esconde bajo esa mascara, bajo ese rostro impenetrable. Siente curiosidad por saber qué es lo que le empuja a salir al jardín cuando está lloviendo tanto, tantísimo.
Podría ir tras él, claro. Podría preguntarle, desde luego. Pero eso rompería el difícil equilibrio que hay entre ellos. Minerva es una persona curiosa, aunque no lo parezca. Y lo poco que conoce de él no hace sino aumentar esa curiosidad.
Una taza de té por semana en la sala de profesores no es suficiente. No, cuando él se limita a sentarse en silencio entre los demás, mientras Sinistra y Pince se dedican a comentar los últimos rumores con Flitwick. No cuando él toma su taza y permanece con ellos media hora exacta nunca mas, ni menos, y Minerva tiene la sensación de que es una especie de imposición impuesta por Dumbledore.
¿Qué sabe de él? No mas que los demás. Es decir, nada. Fue mortífago, pero quién sabe lo que le hizo volver a Dumbledore. Nunca habla con nadie, si no es estrictamente necesario, y las únicas veces que lo ha visto contento ha sido por los triunfos de su casa. Odia a los gryffindors, pero con ella parece mantener una pose de respeto, como compañera. Quizás el hecho de que ella lo conozca desde los once años hace que muestre tal deferencia, pero quién sabe.
Y es demasiado. Son demasiados días, demasiados años preguntándose quién es él en realidad como para que la curiosidad no la venza. Duda, un segundo, si salir o no, si buscarlo o no, y finalmente se decide.
No tarda ni dos minutos en encontrarlo. Él no ha ido muy lejos. Permanece en el patio de entrada, empapado, completamente mojado, dejando que las gotas lo calen hasta los huesos. Y es ese momento, mas que ningún otro cuando él le parece un enorme pájaro negro.
Vuelve a dudar (el agua está fría y ella ya no es tan joven), pero finalmente sale al patio y lo llama. Tiene que repetir su nombre, una y tres veces, hasta que él se vuelve y la mira, allí empapada, bajo la misma lluvia que lo moja a él. Las lágrimas se confunden con la lluvia en sus mejillas, pero ese es un detalle que ella no tiene porque conocer. Y no hace falta que ella diga nada, porque su mirada lo dice todo. Finalmente él habla, su voz grave amortiguada por el ruido de la lluvia contra el suelo de piedra.
- Llovía ese día- y parece que ella no entiende muy bien, porque él continúa hablando - El día que me marché...
Y, de repente, Minerva entiende, y no hace falta que él le explique más. Un hombre que no sabe a que mundo pertenece y que necesita desesperadamente tener la certeza de que esta vinculado a un lado, a un bando. Nunca, en su vida, había sentido tantos deseos de confortar a alguien. Y es casi irónico que todos esos deseos de protección se viertan precisamente en él. Su enemigo, su alumno, su compañero.
Un hombre perdido bajo la lluvia.
Son los años de estudiada indiferencia, de represión contenida lo que le impiden abrazarle y acunarle, pero bien sabe merlín que es lo que desea hacer en ese momento. ¿Qué diría él, si viera a su antigua profesora adormecerle como si fuera un niño?. Y es precisamente su mirada perdida, casi de niño lo que hace que finalmente coja su mano y la apriete.
No es un abrazo, pero es lo más cercano que ambos pueden permitirse.
- Creo que necesitaremos ponerle algo de jerez al té para entrar en calor. - dice Minerva con un hilo de voz. Él asiente y acepta.
Acepta su mano, su té y su compañía. Quizás sea tiempo de curar las heridas, de dejar que otros le ayuden a curarlas.