Claim: Dinamarca/Suecia
Advertencias: Insinuaciones sexuales ?_?
Rating: T
Resumen: Berwald no sabe decir que no.
Notas: No tengo nada qué decir hoy :) Éste también se lo dedico a
queeneka , por su ayuda <3
Para:
30vicios Link a la tabla.
Aftale
Se coló dentro de su habitación en mitad de la noche. La respiración acompasada de Suecia, si bien la oscuridad gelatinosa de la noche no le dejaba ver ni la punta de su nariz, le bastó para saber que su compañero dormía. Avanzó entonces a trompicones sobre el piso de piedra helada, mordiéndose los labios en un intento por no hacer ruido alguno, y cuando la punta de sus dedos golpeó el borde de la cama, se dejó caer de rodillas sobre el colchón, desplomándose sobre él y apresurándose a cubrirle la boca con la suya, antes de que Berwald pudiera comenzar a replicar.
Cuando sus labios se separaron, anhelantes por el aire frío que los envolvía, Suecia apartó el rostro del suyo con brusquedad. Sus muñecas se retorcieron debajo del agarre en el que las apresaba, y Dinamarca no pudo evitar sonreír al imaginar el gesto de frustración en su cara.
Habían llegado a aquella clase de "acuerdo" después de que el sueco escapara por décima ocasión de su lado durante la noche, y finalmente él le había concedido su propia habitación en la casa, sin obligarle a tener que dormir con él si no lo deseaba así. Pero a final de cuentas, el danés nunca había sido muy dado a cumplir con su mitad del trato, y era común que cada noche se escabullera dentro del cuarto de Berwald mientras éste dormía. La mayoría de las veces se conformaba con observarlo en silencio y hervir de amor, mas sin embargo, últimamente lo que acababa de pasar se había vuelto cada vez más común en su actuar, y mientras Suecia se retorcía debajo de él y trataba de romper el encuentro de sus bocas a mordiscos, Dinamarca estaba seguro, conforme sonreía para sus adentros, que nunca nada le había sabido mejor. Que sin importar cuánto luchara o cuánto lo maldijera, al final, cuando sus gruñidos de rebeldía comenzaran lentamente a convertirse en gruñidos de placer, y el movimiento de sus caderas intentando apartarse de las suyas se volviera en ondeos acompasados que pedían por más, Dinamarca sabía que Suecia lo perdonaría. Porque Berwald no sabía decir que no.