Claim: Rusia/Suecia (wtf)
Advertencias: None.
Rating: T ?_?
Notas: Está ubicado al final de la guerra Ruso-sueca de 1788 a 1790.
Rendición
Igual que siempre, Ivan sonreía.
Él estaba de pie enfrente suyo, con la mirada clavada en el piso y las manos empuñadas, y desde el instante en que lo vio adelantarse a los demás y detenerse frente a él, observándolo con aquella mirada que tanto le gustaba, el ruso supo perfectamente lo que iba a pasar.
No había dudado de ello en ningún momento, en realidad. La batalla que Suecia le brindó había sido dura como pocas, y si bien él mismo se lo había buscado, Rusia siempre había sido alguien que sabía reconocer a un oponente digno cuando tenía la dicha de toparse con él.
Lamentablemente así estaban las cosas, y con su sonrisa complaciente y benévola lo instó a continuar.
-De rodillas.- ordenó, con la voz apenas audible, tras un largo momento de silencio en que ni Suecia ni sus soldados dijeron nada. No dijo nada más, y fue paciente durante el rato que le tomó al rubio aceptarlo, y entonces, cuando lo vio dejarse caer sobre sus articulaciones encima del manto de nieve sucia, aquella sensación de bienestar lo recorrió entero.
-Por favor...- lo escuchó decir, con un susurro ronco que se apagó entre el suave zumbido del viento entre los árboles secos. -...en nombre de mis hombres y de sus familias... en nombre de toda la sangre que ambos hemos derramado... te lo pido. Por favor: vete.
-¿Qué se supone que significa eso?- preguntó a su vez, notando el dolor en las facciones del sueco, quien había dejado de mirarlo hacía largo rato ya.
-Me rindo.
Aquello era definitivo, y Rusia, que siempre se había considerado a sí mismo como una persona misericordiosa, no le pidió nada más. Le dedicó una de sus mejores sonrisas, y sin menguar palabra se acercó a él, inclinándose para sujetarlo por el mentón.
-Espero que pienses en ello en el futuro.- espetó, entornando el rostro, y después se apartó de él bruscamente. Se dio la media vuelta para retirarse en silencio, sintiendo la mirada fija de todo el ejército escandinavo clavada en su espalda, así como las expresiones confundidas en el rostro de sus propios hombres, pero él no pensó en nada más que en los ojos abatidos que lo habían mirado momentos atrás, cargados de ira y vergüenza contenidos, y se relamió los labios.
Sabía que iba a divertirse mucho cuando llegara el momento, y pensando en ello dejó que la oscuridad de la noche se lo tragara entero.