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lizeeeee!!! Ya sé que soy lo peor y que me he retrasado un montón, pero más vale tarde que nunca ¿a que sí? (di que sí, por faaaavor xD) ¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, GUAPISÍSIMA!! ^^
No me quiero poner cansina, sólo decirte que ojalá tuviera más talento para poder escribirte un fic a la altura, pero me conformo con que te haga sonreír un poquito :-) Mil perdones por la tardanza, soy un desastre en general, pero si estoy agobiada es todavía peor.
Y nada, que cumplas muchos más y no cambies nunca, que molas un montón, jodida ;-)
Disclaimer: Booth, Brennan y todo el universo de “Bones” pertenecen a la FOX, a Hart Hanson, Kathy Reichs y etc. Era pobre antes de escribirlo y seguiré siendo pobre después, graaaacias.
Spoilers: nop.
Nota I: Booth y Brennan llevan juntos un tiempo, aunque no mucho. Brennan POV.
Nota II: En cierta medida, está inspirado en
este drabble de Lerdo, del que me enamoré profundamente nada más leerlo.
Nota III: Es bastante fluff (avisados quedáis :P) y NADIE ha dicho que los personajes estén bien caracterizados, lalalalala. Y no digo nada más, que si no a ver con que cara me sigo metiendo con
alderaan_ cuando publica ella xP
Como siempre, cualquier comentario/crítica/consejo es bienvenido :-)
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El ascensor se detuvo en el segundo piso con un suave balanceo y las puertas se abrieron frente a ella, dejando a la vista el pasillo que conducía hasta la puerta de su apartamento. Suspirando, Brennan volvió a sacar las llaves del bolsillo de su chaqueta y buscó a tientas la que necesitaba. Dos potentes apliques se encendieron automáticamente y aunque la luz era más que suficiente, le pesaban los ojos por el cansancio y el enfado. Se detuvo a un par de pasos de la puerta y estudió con calma el racimo de llaves. Despacho, coche, depósito... Apartamento. Por fin.
La satisfacción duró un par de segundos, sin embargo. Después de casi tres horas extra en el laboratorio, la vuelta a casa se había vuelto, de repente, irremediable. Y la sola idea de entrar en el apartamento, oscuro y vacío, la llenaba de soledad y frustración.
Adoraba su casa. La adoraba. Era amplia, confortable y mirara dónde mirara, había algo que le recordaba lo mucho que había vivido. Su casa era un reflejo de quién era y lo que había conseguido. Pero aquella noche, el piso sólo le hablaba de lo que se estaba perdiendo. Porque sus planes no incluían volver a su apartamento y, desde luego, tampoco incluían dormir sola, que era precisamente lo que iba a ocurrir en cuanto se decidiera a cruzar esa puerta. Y aunque eso era lo que había venido haciendo la mayor parte de las noches durante los últimos 16 años, había bastado poco tiempo para que empezara a acostumbrarse a compartir las noches con Booth.
Normalmente, no lo planeaban. Iban de la cafetería a su casa, o a la de ella. A veces él la llevaba desde el trabajo y luego subía con ella, aunque no hubiera informes que escribir o papeleo que rellenar.
Aquella noche tenía que ser diferente. Romántica, había dicho él. Brennan nunca se había considerado especialmente femenina en ese sentido y en general no le importaba prescindir de la mayoría de los convencionalismos sociales que la gente asociaba a una relación, aunque los aceptaba como parte de un ritual. Pero cuando se trataba de Booth todo era diferente. La antropología le había enseñado que el hombre ha de invertir en la mujer para conquistarla y ganarse el derecho a reproducirse. Las cenas en restaurantes lujosos y los regalos caros no eran más que sutiles demostraciones de la capacidad para mantener a su pareja y su descendencia.
Booth no necesitaba conquistarla ni demostrarle nada, porque ya lo había hecho. Llevaba haciéndolo los últimos años. Antropológicamente, se había ganado el derecho a estar con ella y en un sentido práctico, no había necesidad de complicar las cosas. Lo importante era estar juntos y daba igual si estaban en la cafetería, en un restaurante o compartiendo comida para llevar en el laboratorio. Y había sido siempre así, incluso antes de estar realmente juntos.
Al final, cruzar la línea no había cambiado casi nada. Y a pesar de todo, él se empeñaba en dar un paso más. Booth siempre había dado muestras de ser un hombre… convencional. En realidad, debería haberse imaginado que acabaría pasando algo así. Ella estaba cómoda y él había sido paciente, pero ahora le pedía algo que no sabía si podría darle.
Aquella mañana, apenas 24 horas después de la propuesta, habían empezado un caso complicado, con pocos restos y demasiadas preguntas. Ella se sentía incómoda e irritable en su presencia, pero él no parecía darse cuenta, siguiéndola allá donde fuera, haciendo conjeturas y bromeando mientras esperaban a que los técnicos terminaran de distribuir las pruebas que habían traído directamente de la escena del crimen. Distraída por su constante charla y malhumorada por la lentitud del proceso, empezó a perder la paciencia y pronto los sutiles “intento trabajar, Booth” dieron paso a indirectas un poco más groseras, como “iríamos mucho más rápido si dejaras de especular y nos dejaras hacer el trabajo de verdad”, que acabaron degenerando en comentarios hirientes, del tipo “quítate del medio, Booth. Este es mi laboratorio”.
Booth había terminado por cansarse y empezó a contestarle, tratando de defenderse mientras ella le ignoraba deliberadamente. Al final, y sin conseguir que le mirara a los ojos, la había señalado con el dedo, realmente enfadado “¿sabes qué? Estás insufrible”.
Insufrible. La había llamado insufrible y luego se había marchado. O ella le había echado, el resultado era el mismo. No habían vuelto a verse ni habían hablado durante el resto del día, y Brennan había decidido quedarse trabajando hasta bien entrada la noche. Sabía que en realidad no había sido nada grave, nada que no pudiera arreglarse delante de un café y un trozo de tarta una vez calmados los ánimos, pero una parte de ella seguía enfadada. Con él, por presionarla. Y con ella, por sentirse presionada. Si creyera en la penitencia, volver a casa sola estaría siendo la suya.
Suspiró resignada e hizo girar la llave en la cerradura. Al fin y al cabo, estaba bastante cansada y probablemente se quedaría dormida mucho antes de empezar a echar de menos el calor del cuerpo de Booth a su lado.
Al abrir la puerta, lo primero que notó fue la música. Parecía jazz. Y lo más probable era que hubiera reconocido la canción si no fuera porque estaba demasiado ocupada pensando en porqué estaba sonando música de jazz dentro de su apartamento.
Después vio las luces.
Un puñado de velitas repartidas por la cocina, iluminando la habitación estratégicamente y dejando el resto del apartamento a oscuras, creando una ilusión de intimidad, como si lo único que quedara del mundo fuera ese pequeño rincón en el interior de su cocina. Era extraño, conmovedor, absurdo, dulce.
Era romántico.
Y sólo una persona podría haber hecho algo así.
“¿Booth?” Esperó un poco hasta que los ojos empezaron a acomodarse a la oscuridad, y entonces vio la silueta de su compañero, parpadeante a la luz de las velas. “¿Qué es todo esto?”
“Esto, es para ti.”
Su voz era cálida, amable. Y su sorpresa se hizo todavía mayor al advertirlo. Volvió a mirar a su alrededor, admirando la disposición de las velas a lo largo de la cocina. Con la habitación a media luz y el sonido de la música, sutil aunque evidente, envolviéndolo todo, el ambiente transmitía una sensación de calma que desde luego no tenía nada que ver con lo que estaba sintiendo en ese momento. Rió nerviosa, incapaz de encontrarle sentido a la situación.
“No lo entiendo. Deberías estar enfadado conmigo.”
“¿Enfadado? ¿Por qué? ¿Por gritarme? ¿Por insultarme?”
Sus palabras se parecían a una acusación, pero su tono seguía siendo suave y afectuoso. Incluso a través de la tímida luz, Brennan fue capaz de distinguir la expresión relajada de su cara.
“Yo no te h-“
“Me llamaste obstáculo.”
Todo lo que le había dicho aquella mañana volvió enseguida a su memoria -otra vez- y sintió de nuevo todo el peso de la culpa al recordar -otra vez- haberle llamado obstáculo, y estorbo y decirle que su presencia en el laboratorio no era necesaria. Dios. Había sido muy dura con él. Y lo peor es que lo había hecho sin motivo alguno.
“Fue… un comentario un poco desafortunado sobre la utilidad de tu aportación al caso en ese punto de la investigación.”
Le vio sonreír ligeramente ante su patético intento de excusa y de repente se sintió un poco relajada por primera vez ese día, como si le hubieran quitado un gran peso de encima.
“Y luego me echaste del laboratorio.”
“Lo que me lleva de nuevo a mi primera suposición de que deberías estar enfadado conmigo.”
“Es posible.”
“¿Y no lo estás?”
“No.”
“¿No?”
No contestó, pero su sonrisa se hizo un poco más grande y los ojos se le iluminaron al mirarla.
“¿Bailas?”
Dudó unos segundos, todavía un poco incrédula, pero enseguida empezó a caminar hasta él sin decir nada. La silueta de una botella de vino se dibujó en la encimera de la cocina, al lado de una pequeña vela en forma de hoja. Seguía sin creer que aquello estuviera pasando realmente.
Cuando por fin estuvieron uno enfrente del otro, Booth llevó las manos hasta sus hombros y, sin dejar de mirarla, le deslizó la chaqueta por los brazos con suavidad, como si desnudara a una muñeca de porcelana. Se giró un momento para apoyar la prenda en el respaldo de una de las sillas, acomodándola con cuidado hasta asegurarse de que no resbalaría hasta el suelo. Al volver a girarse hacia ella, no vaciló y antes de que pudiera darse cuenta, sus brazos estaban en su cintura, atrayéndola un poco más cerca de su cuerpo. Ella no se resistió y dio el último paso hasta él, rodeándole el cuello con los brazos y apoyando la cabeza en su hombro.
Y de repente ya no hubo culpa, ni frustración, ni cansancio. En sus brazos, se sintió completamente relajada.
Booth empezó a balancearse con suavidad, siguiendo el ritmo de la música y la inercia hizo que el cuerpo de Brennan se moviera también. Cerró los ojos un segundo, disfrutando de la sensación. Se había equivocado. Sí que le hubiera echado de menos.
“Supuse que no ibas a venir esta noche.”
Lo dijo muy bajito, y ella sonrió, sin abrir los ojos.
“Supuse que no querrías verme esta noche.”
“Ese es el problema de sacar conclusiones precipitadas, Huesos. Es fácil equivocarse.”
Durante un buen rato, siguieron bailando despacio, sin decir nada
“¿Cómo es posible que no estés enfadado?”
Se lo preguntó con una voz casi perezosa, sintiéndose adormilada con el vaivén de su cuerpo contra el suyo.
“Porque te conozco.”
“¿Y eso qué significa?”
Deslizó las manos hasta sus hombros y se apartó de él un poco, lo suficiente para mirarle a los ojos. Booth la miró con ternura y simplemente sonrió. Sin decirle nada, se inclinó hacia ella con suavidad y la besó, tomándose su tiempo, como si ella no estuviera esperando una respuesta. Y siguió sin decir nada cuando por fin se separó de su boca y empezó a acariciarle la mejilla con los labios hasta llegar a la línea de su mandíbula. Con la voz perdida en su cuello, le preguntó si era tan terrible, si querer hacer algo así con ella de vez en cuando era realmente tan difícil. “Ni siquiera necesito las velas o el vino. Sólo nosotros, Huesos.”
Brennan seguía con los ojos cerrados, atenta a partes iguales a sus palabras y al cosquilleo de su aliento contra la piel de su cuello. Y no, de repente no le parecía tan terrible.
“Sólo nosotros.”
Volvió a apoyar la cabeza en su hombro y sintió a Booth, acariciándole el pelo con las manos mientras volvía a balancearles al ritmo de la música. Puede que tuviera razón. Puede que estuviera bien tener una cita de verdad alguna vez.
“A mí me gustan las velas”. Sintió su risa vibrándole en el pecho y ella sonrió también, satisfecha.
(fin)