[Simplemente Jean] Esperanza | Havoc | FMA
Simplemente Jean
Título: Esperanza
Fandom: Fullmetal Alchemist
Personajes: Jean Havoc, OC
Tabla: 100fics
Prompt: 013. Amarillo
Palabras: 541
Notas: Spoilers a partir del tomo 9-10, más o menos.
Crossposteado con fanfic100_es
Esperanza
El tiempo en el hospital se le hace eterno. Los cigarros se le acabaron dos días atrás y no ha conseguido más, así que tiene los nervios a flor de piel; las enfermeras pueden asegurarlo. Mira por la ventana y ve cómo se va formando una tormenta que opaca el cielo y no tardará en descargar.
Havoc coge un libro gastado de la mesilla. Es un libro de misterio y asesinatos, bastante entretenido; pero lo ha leído tantas veces que ha perdido su gracia. Y, aunque tiene que reconocer que los pasajes de Jane y Pete, los protagonistas, le divierten tanto como el primer día, se le quitan las ganas de releerlo en cuanto lo tiene en sus manos. Con un suspiro, vuelve a dejarlo en su sitio y se pasa una mano por el cabello. Empieza a estar desesperado. No es sólo su situación; aunque no termina de aceptar que se ha quedado paralítico. Y el encierro comienza a hacer mella en su ánimo.
De repente, una niña de la planta de pediatría entra corriendo con una gran sonrisa iluminándole el rostro. Los ojos, marrones oscuros, brillan con la malicia propia de un niño que sabe que no debería estar allí. Havoc se ríe al verla. La conoce. Se han cruzado varias veces en el jardín, cuando hace buen tiempo y él aprovecha para dar una vuelta con su silla de ruedas. El primer día, la niña llegó corriendo hacia él y le pidió que jugara con ella al escondite. Cuando Havoc le pidió que jugaran a otra cosa, ya ue él no podía andar, la cara de la niña mostró una desolación que casi le rompe el alma. Sin embargo, en seguida tomó una resolución y, desde entonces, cada vez que le ve por el jardín corre hacia él y se sienta en su regazo; acompañándole en los paseos siempre que puede. No sabe su nombre, de hecho, no suelen hablar. Se limitan a pasear; Havoc ni siquiera sabe por qué esta ingresada, y no cree querer saberlo.
En ese momento, el peso de la niña en la cama le trae de vuelta al presente. Havoc la observa, sentada sobre sus piernas inertes; lleva un papel escondido detrás de la espalda y lanza miradas nerviosas hacia la puerta, sin poder evitar que se le escapen las risitas. Entonces lleva un dedo a la boca de Havoc y susurra:
-¡Shhhh!
Havoc asiente, muy serio, y ella sonríe satisfecha. Entonces deposita el papel, cuidadosamente doblado, sobre su pecho; y, de un salto, se baja de la cama y abandona la habitación agitando sus castañas coletas al salir.
Desdobla el papel con cuidado; es un dibujo. Son ellos dos, jugando al escondite en el parque. La silla de Havoc está abandonada en una esquina y un gran sol amarillo ilumina el dibujo.
Havoc observa la lluvia que comienza a arreciar contra su ventana y no puede evitar sonreír desde lo más profundo de su corazón. Sin tabaco, postrado en una cama de hospital y sin poder estar al lado de sus amigos cuando más lo necesitan, había olvidado que aún hay cosas por las que vale la pena vivir. La sonrisa de una niña, o la esperanza de volver a caminar.
Título: Esperanza
Fandom: Fullmetal Alchemist
Personajes: Jean Havoc, OC
Tabla: 100fics
Prompt: 013. Amarillo
Palabras: 541
Notas: Spoilers a partir del tomo 9-10, más o menos.
Crossposteado con fanfic100_es
Esperanza
El tiempo en el hospital se le hace eterno. Los cigarros se le acabaron dos días atrás y no ha conseguido más, así que tiene los nervios a flor de piel; las enfermeras pueden asegurarlo. Mira por la ventana y ve cómo se va formando una tormenta que opaca el cielo y no tardará en descargar.
Havoc coge un libro gastado de la mesilla. Es un libro de misterio y asesinatos, bastante entretenido; pero lo ha leído tantas veces que ha perdido su gracia. Y, aunque tiene que reconocer que los pasajes de Jane y Pete, los protagonistas, le divierten tanto como el primer día, se le quitan las ganas de releerlo en cuanto lo tiene en sus manos. Con un suspiro, vuelve a dejarlo en su sitio y se pasa una mano por el cabello. Empieza a estar desesperado. No es sólo su situación; aunque no termina de aceptar que se ha quedado paralítico. Y el encierro comienza a hacer mella en su ánimo.
De repente, una niña de la planta de pediatría entra corriendo con una gran sonrisa iluminándole el rostro. Los ojos, marrones oscuros, brillan con la malicia propia de un niño que sabe que no debería estar allí. Havoc se ríe al verla. La conoce. Se han cruzado varias veces en el jardín, cuando hace buen tiempo y él aprovecha para dar una vuelta con su silla de ruedas. El primer día, la niña llegó corriendo hacia él y le pidió que jugara con ella al escondite. Cuando Havoc le pidió que jugaran a otra cosa, ya ue él no podía andar, la cara de la niña mostró una desolación que casi le rompe el alma. Sin embargo, en seguida tomó una resolución y, desde entonces, cada vez que le ve por el jardín corre hacia él y se sienta en su regazo; acompañándole en los paseos siempre que puede. No sabe su nombre, de hecho, no suelen hablar. Se limitan a pasear; Havoc ni siquiera sabe por qué esta ingresada, y no cree querer saberlo.
En ese momento, el peso de la niña en la cama le trae de vuelta al presente. Havoc la observa, sentada sobre sus piernas inertes; lleva un papel escondido detrás de la espalda y lanza miradas nerviosas hacia la puerta, sin poder evitar que se le escapen las risitas. Entonces lleva un dedo a la boca de Havoc y susurra:
-¡Shhhh!
Havoc asiente, muy serio, y ella sonríe satisfecha. Entonces deposita el papel, cuidadosamente doblado, sobre su pecho; y, de un salto, se baja de la cama y abandona la habitación agitando sus castañas coletas al salir.
Desdobla el papel con cuidado; es un dibujo. Son ellos dos, jugando al escondite en el parque. La silla de Havoc está abandonada en una esquina y un gran sol amarillo ilumina el dibujo.
Havoc observa la lluvia que comienza a arreciar contra su ventana y no puede evitar sonreír desde lo más profundo de su corazón. Sin tabaco, postrado en una cama de hospital y sin poder estar al lado de sus amigos cuando más lo necesitan, había olvidado que aún hay cosas por las que vale la pena vivir. La sonrisa de una niña, o la esperanza de volver a caminar.