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Dec 27, 2010 22:49

 

El gran terremoto que se sintió en los alrededores de la mansión lo alertó, vaya que lo hizo. Tsuna podría tener ya veinticinco años, y ser el prodigioso líder de la Mafia más poderosa, pero dentro de si nunca había dejado de temer por los desastres que podían ocasionar sus guardianes cuando eran enviados a misiones. Curiosamente, siempre las de menor relevancia parecían traer los mayores ajetreos, que en general lo involucraban a él en alguna situación comprometedora o incómoda, antes de que Reborn lo pateara y él tuviera que resolver el desastre como el buen jefe que era. Bueno, algunas cosas nunca cambiaban, siempre se decía mientras suspiraba.

Por eso, cuando al terremoto le siguió una explosión, y un grito particular que sólo podría pertenecer a su querido guardián del Sol, Tsuna temió.

Ya podía ver los nuevos traumas revoloteando en su cabeza. Se consoló con el hecho de que eso simbolizaba que la misión había sido un éxito, y no necesitarían refuerzos.

Unos kilómetros allá, dentro del bosque, Ryohei esperaba que el polvo causado por aquella explosión extrema se disipara, ya tranquilizado por el hecho de que había aniquilado a aquellos rufianes que habían robado la máquina del tiempo comprimida, uno de los inventos más recientes de Spanner e Irie.

Habían dado una buena batalla, tenía que admitirlo, y eran mucho más agiles de lo que había previsto. No por nada habían podido inmiscuirse en la mansión y salir de aquella manera. Las heridas que sanaban por acción de su llama eran una ardua constancia de aquello.

Fue entonces que pudo divisar la sombra de una figura entre el polvo, y entró de nuevo en alerta, listo para cualquier cosa.

O eso se dijo, porque ciertamente no estaba listo para ver a una mujer de cabellos negros frente a él, con una ligera expresión de asombro en su cara. Su instinto entró en acción, y confió que aquella mujer no era un enemigo, por lo que bajo sus brazos.

-¿Quién eres y de donde viniste? ¡Es una situación extremamente confusa! - fue lo primero que dijo el guardián, tratando de reservarse sus energías para el mismo, teniendo pocos resultados. Si algo, la mujer pareció relajarse, como si estuviera acostumbrada a ese tipo de comportamientos.

Como si le divirtieran.

-No es muy amable preguntarle a un desconocido su identidad sin antes presentarse- respondió ella, con una ligera sonrisa adornando su cara, dejando que la tranquilidad fluyera por su voz.

-¡He sido un insensato al extremo! La situación me ha ganado, y me disculpo- respondió con cortesía, lo que pareció agradar a la mujer. Después de todo, él podía ser un caballero al extremo- Soy Sasagawa Ryohei, guardián del Sol de los Vongola- terminó con sinceridad, confiando de nuevo en sus instintos.

- Nico Robin- y ahí terminó la pregunta escrita en los ojos del boxeador- Guardián-san, ¿me podrías decir dónde estamos?  Esto no parece una isla- y Robin podía notarlo por lo verde de los árboles, y por la falta de aquel deje de salinidad en el viento que siempre estaba presente, sin importar donde estuviesen.

Ryohei, estupefacto por el apodo dado por aquellamujer, le explicó. A medida que hablaba, el rostro de ella se sumía en una expresión cada vez más pensativa. No hacía falta ser un genio para darse cuenta que Robin no pertenecía a esa realidad (¿tal vez a un mundo paralelo muy diferente?) y no reconocía cosas como Italia. Entonces, él cayó en cuenta de un hecho que parecía saltarle en la cara.

-¡La máquina del tiempo! ¡Debe estar involucrada al extremo! - gritó de repente, mirándola como si el misterio del universo se encontrara frente a ellos- Nico Robin, acompáñame de vuelta a la mansión, donde nos reuniremos con mis compañeros y podremos discutir. Irie y Spanner son extremadamente inteligentes, ¡ellos deben saber algo!

Y contra todo pronóstico, el delirio de palabras y gritos que salía de la boca de aquel hombre hizo reír a Robin, quien se relajo visiblemente. Podía confiar en él, eso estaba más que claro, pero también estaba más que complacida en encontrar a alguien tan interesante.

Toda aquella situación era una oportunidad de oro para reunir conocimiento, y no la dejaría pasar. También, nadie le había dicho que no podía divertirse mientras lo hacía. Y eso era lo que estaba haciendo ahora, agradada de la personalidad de aquel hombre.

Ryohei, por su parte, se encontró uniéndose a la sonrisa de Robin, alegre de saber que lo extraño de la situación al parecer no había sacado lo peor de ellos. Además, se pudo convencer que ella no representaría ningún tipo de amenaza.

Aún no se había dado cuenta de lo mucho que empezaba a agradarle su compañía.

-Entonces, es un plan, Guardián-san.

Y se pusieron en marcha, sumiéndose en una charla desvariada. No coincidían en muchas cosas, pero se sonreían a menudo.

-Tenemos una teoría de lo que pueda estar pasando- dijo Shoichi, sacando a todos los presentes del estupor en el cual se encontraban.

Estaban ahí todos los guardianes con la excepción de Hibari y, por supuesto, Mukuro, acompañados de Tsuna, Reborn y Spanner.

Ryohei les había puesto al tanto de la situación, de la batalla librada y de cómo había conocido a Robin. Ella, por su parte, les había comentado un par de cosas, su lugar de procedencia, y que era una pirata. Ante aquella afirmación los demás no daban crédito, y unos estuvieron tentados a lanzársele encima y hacerle todo tipo de preguntas.

Las preguntas fueron reservadas para el final.

-Ryohei-kun, ¿por casualidad usaste tus llamas del Sol para combatir? - preguntó Shoichi, recibiendo una expresión que claramente decía “¡¿Qué clase de pregunta es esa al extremo?!”. ¿Cómo le entendió? Ni él quería saber. En fin…- Es muy posible que las llamas del Sol de Ryohei-kun, las cuales tienen una pureza extraordinaria, hayan activado alguna función oculta en nuestra maquina, o que tal vez hayan cambiado simplemente su función como tal- las expresiones de los presentes le decían que tenía su total atención.

Siguió hablando- En todo caso, Robin-san, ¿podrías decirnos si algo fuera de lo normal pasó antes de todo?

La aludida posó su mano sobre su mentón, en un claro gesto de concentración.

- Estaba en un bosque, buscando un par de cosas, y alcé la mirada hacia el sol. Un destello inusual y diferente me recibió, y después aparecí al lado de Guardián-san- respondió, sorprendiéndose de lo que implicaban sus palabras. Al parecer, sólo Spanner y Shoichi también cayeron en cuenta.

-Tendremos que investigar un poco más entonces- habló Spanner con su actitud de siempre, pero el brillo de interés reflejado en sus ojos delató su emoción. Se retiró, e Irie fue atrás de él, prometiendo mantenerlos informados, y llamarlos si necesitaba algo de ellos.

Entonces, se quedaron los demás ahí, mirando a la mujer.

-Entonces, ¿tú eres el capitán? - rompió el hielo Robin, dedicándole una sonrisa gentil a Tsuna quien, por supuesto, se avergonzó ligeramente ante las palabras de la mujer. Ya había asumido su cargo como jefe, pero Robin poseía un aura… algo intimidante. Estaba seguro que no era el único que lo notaba.

-Ehh… algo por el estilo- respondió algo agitado.

-Décimo, no estoy seguro si podemos confiar en ella- y ese fue Gokudera, quien se acercó por instinto más a Tsuna, dispuesto a protegerlo como siempre. Si bien no sentía peligro, se sentía amenazado de alguna manera, y la forma en cómo miraba el Décimo a aquella mujer no terminaba de agradarle.

-¡¿De qué hablas, cabeza de pulpo?! ¡Robin es una mujer extremamente confiable! - acotó Ryohei, pero sin llegar a gritar, para sorpresa de todos. Aunque no le dieran crédito, sí había madurado- Estas cosas me hacen pensar que eres canoso de nacimiento.

Y sí, tal vez no había madurado tanto.

-¡¿De qué hablas, cabeza de césped?! ¡Mi cabello es gris, no blanco! - gruñó el guardián de la Tormenta, mientras se acercaba a Sasagawa para empezar una de sus usuales riñas.

No faltó Yamamoto, riendo algo nervioso por el espectáculo que estaban dando.

-Ya, ya, no es para tanto- los calmó, mientras ponía sus brazos sobre los hombros de los otros dos. Después de refunfuñar y definitivamente no hacer ningún puchero, terminaron la escaramuza.

-¿Siempre son así? - preguntó Robin sonriente, dejando escapar pequeñas risas entre tanto.

-L-lo son… discúlpalos- fue Chrome quien respondió, hablando por primera vez, sonrojándose también en el proceso.

Tsuna los veía sin poder llevarse a decir nada. Su intuición le decía que si se metía, simplemente empeoraría todo contra su beneficio.

-No hay porque disculparse. Me recuerdan mucho a ciertas personas- dijo Robin, dedicándoles de nuevo otra sonrisa amable. Si algo, le divertía verlos, y la calmaba, alejándola de pensamientos innecesarios que no le vendrían para nada bien en aquellos momentos.

Fue entonces el turno de Reborn por hablar.

-Ryohei, deberías llevar a Robin a conocer los alrededores. Es tradicional de los Vongolas mostrar gran hospitalidad.

La sonrisa que adornó al guardián del Sol pudo cegarlos, y pareció tomarse la invitación muy en serio. Lo podían decir por las llamas que ahora estaban encendidas en los ojos del hombre. Robin, por su parte, también pareció complacida por el hecho, y al fin y al cabo, era otra oportunidad digna de aprovechar.

Así, ambos abandonaron la habitación, y Tsuna se relajó de manera visible.

-Que afortunado de Ryohei-san, llevarse así a la dama- comentó Lambo, mientras suspiraba y abandonaba la habitación también.

La sonrisa misteriosa que apareció en el rostro de Reborn, pues, envió escalofríos por toda la espalda de Tsuna.

Al final, Ryohei optó por llevar a Robin a conocer la ciudad, pareciéndole lo mejor que podían hacer en aquel momento.

Recorrieron las calles, tratando de no perderse en el intento, mientras él sacaba memos de su traje, divirtiendo a la mujer en sus intentos fútiles de ocultar lo que hacía. Así hablaron, y Ryohei se enteró de la existencia de los amigos, o nakamas, de Robin, quienes conformaban una tripulación de piratas.

Ryohei también podía ser perceptivo, y por eso se dio cuenta del cariño en las palabras de ella, lo cual trajo una sonrisa a su rostro. Fue ahí, en ese justo momento, que quiso hacerlo.

-Robin-san… ¿podría invitarte a tomar algo? - preguntó sin verla, tratando de quitarle peso a la proposición y mantenerse calmado en el intento. Derribar a un mastodonte de varias toneladas era más fácil que preguntar aquello, en definitiva. Por eso él supo que había fallado patéticamente en su intentó, y estaba seguro que Robin también había notado su nerviosismo.

-Ese podría suena gracioso, teniendo en cuenta el hecho de que ya lo has hecho, Ryohei-san- respondió, y el guardián se hubiera sentido algo apenado sino se hubiera empezado a acostumbrar a su personalidad. La sonrisa divertida y gentil, acompañada de su tono había sido más que una afirmativa. También, vaya que había tomado gloria en el cambio de apodo.

Y bueno, si se tuvo que contener para no dar uno de sus famosos gritos, pues, nadie tenía que enterarse. Ahora tendría que optar por donde llevarla. Sólo esperaba que no se equivocara…

Afortunadamente, no lo hizo. Había juzgado bien, y una cafetería había sido la opción correcta. Él no era un gran fan, pero por la mirada deleitada que tenía Robin ahora, supo que ella sí lo era. Minutos después, tomaron asiento, café y té al frente de cada uno de ellos, con algunas galletas acompañándolos.

El boxeador se sintió por unos momentos en una de aquellas películas que las chicas acostumbraban a ver. No le importó ni un instante.

Hablaron, vaya que lo hicieron. Ryohei la informó un poco más de su vida como guardián, y de sus compañeros. Robin, por su parte, también compartió información sobre su vida actual como pirata, de sus nakamas.

-Me es difícil creer que ames la historia tanto como yo amo el boxeo.

-Siempre puedo hacértelo creer a la fuerza- respondió alegre, divertida de nuevo por él. Ryohei, por su parte, se sintió un poco más atraído. Al final, decidieron dejarlo en un empate.

-Robin-san, eres una mujer fuerte, puedo sentirlo en tu aura- comentó de la nada, sabiendo que ella entendería a que se refería exactamente. Entonces, se sorprendió de una manera extrema. Ya había perdido la cuenta, sólo seguro de que habían sido ya muchas veces.

Sus ojos no daban crédito. Del brazo de Robin habían florecido múltiples manos, pétalos de sakura perdiéndose con el viento.

La sonrisa de la mujer le devolvió a sus cabales. Él, por su parte, recobró los sentidos poco a poco. No debía sorprenderse demasiado. Si existían llamas con características especiales y viajes en el futuro, eso también podía existir. Pero… ¿qué era eso?

No se quedó con la duda.

-Es la habilidad de una fruta del diablo- dijo frente a  la pregunta, tomando gusto en explicarle al hombre lo que eran.

No se inmutó por el hecho de que tuvo que repetírselo tres veces más.

-Entonces… ¿p-puedes hacer florecer partes de tu cuerpo en cualquier superficie? - preguntó, extasiado ante la afirmativa de ella. Se avergonzó más al percatarse de que Robin se había dado cuenta de a donde se había ido su mente. Sí, tenía que pasar menos tiempo con ciertas personas, se dijo el guardián.

Después de calmarse y un poco más de charlas, abandonaron el lugar. Ni se dieron cuenta de cómo terminaron tan cerca de la mansión, un llamado a terminar aquella salida.

-Ha sido una ocasión muy agradable, Ryohei-san- acotó posicionando una de sus manos en el brazo del hombre. Él miró la mano, y luego a su dueña, tardándose tal vez más de lo necesario en sonreír, y apresurándose demasiado en sonrojarse.

Nunca había dicho que era bueno en ese tipo de cosas.

Las cosas no mejoraron al ser recibidos por miradas inquisitivas al entrar en la mansión. Las sonrisas de Yamamoto y Reborn, por primera vez, le pusieron incómodo.

-¡No ha pasado extremamente nada! - y es que, en esas situaciones se tenía que decir algo así, ¿no?

La respuesta aquella pregunta llegó con la sonrisa apenada de Tsuna, la risa burlona de Gokudera acompañada de la carcajada de Yamamoto, y no podía faltar Lambo negando con la cabeza. Al menos, en el lado positivo, Robin parecía divertida por sus desvaríos. Sí, hasta él tenía que aceptar que eran eso, puros desvaríos extremos.

La realidad le golpeó en la cara con las palabras de Irie y Spanner. Ya habían encontrado una manera de invertir el proceso. Necesitarían las llamas del Sol de Sasagawa, y con suerte, todo saldría bien. No podían asegurar que funcionara, o que dejase a Robin en el lugar exacto donde había estado, pero en definitiva sí en su realidad.

Fue en ese entonces que se sintió egoísta. Al guardián del Sol le parecía demasiado pronto, pero sabía, vaya que sabía, la situación en la cual se encontraba ella, y lo necesario que era su presencia en el otro plano.

Solo faltó una mirada comprensiva por parte de la arqueóloga para que se tranquilizara un poco. Él, como guardián, la comprendía.

-Supongo que es todo, Robin-san- acotó de una buen vez, rompiendo el silencio que se había establecido. Curiosamente, no sentía la necesidad de gritar.

-Tus nakamas no parecen pensar lo mismo- respondió ella, incitándolo a dar una vista alrededor.

Cuando lo hizo se dio cuenta que los demás les habían dejado solos. No fue muy difícil imaginarse la escena: Reborn pateando a Tsuna, dando una clara orden también a todos los guardianes, mientras unos reían y otros suspiraban.

Sonrió agradecido. Él no era bueno en esas cosas, pero tampoco era un estúpido (estaba seguro que él refutaría esa afirmación). Pero en ese momento, frente a la mirada divertida de Robin, no supo qué hacer.

¿Debía decir algo cómo en aquellas películas? O tal vez, ¿acercarse un poco? ¿O simplemente seguir su instinto al extremo?

No tuvo que responderse, ya que fue ella quien tomó el primer paso acercándose con gracia a él, y posando su mano en el brazo del guardián. De nuevo aquel gesto, ahora más íntimo.

Un roce delicado en su brazo le hacía cosas que no podía describir.

Sin cavilar mucho, cerró los ojos y acercó su rostro, pensando que hasta aquel momento se había dado cuenta de lo alta que era la mujer. No pudo pensar mucho en alturas o diferencias al sentir los labios de ella contra los suyos.

Respondió a su manera, imprimiendo su intensidad extrema sin llegar a aplicar fuerza. Él era bueno en ese tipo de cosas.

El beso no pudo durar mucho más de un minuto, y ciertamente no fue suficiente. De nuevo, la realidad lo golpeó en la cara.

-Robin-san, besas muy bien al extremo.

Rieron, porque sólo Sasagawa Ryohei podría decir algo así en dicha ocasión.

Fue la voz de Spanner comunicándole los avances a un Irie que trabajaba en la maquina lo único que pudo sacar al guardián del Sol de su mente.

-Gracias por vuestra hospitalidad, Vongolas- todos la miraron, agradeciéndole en turno a ella- Hasta luego, Ryohei-san.

Y eso fue todo lo que necesitó. Le gritó que se cuidase, que se verían pronto, le gritó con su espíritu de boxeador. Un destello cegó todas las miradas, la figura de Robin ahora perdida.

El viento salino la recibió, una bienvenida acariciando su rostro. No pasó mucho tiempo para que escuchara los gritos de sus nakamas.

-¡Robin-san! ¿Dónde estabas? Estuvimos preocupados- gritó Nami entrecortada, mientras trataba de recuperar el aliento.

-He tenido una experiencia interesante… al extremo.

ryohei sasagawa, katekyo hitman reborn, one piece

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