Título: El apartamento de la calle Marshall
Autora: Anónimo
Reto: # - 11 Película "Como si fuera cierto"
Reto proporcionado por:
ha_ru_ka_naNúmero de palabras: ~62,000 en 11 capítulos
Rating: NC-17
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loredi Parte 1 Capítulo 2
Lo primero que hizo a la mañana siguiente después de haberse duchado con agua helada, fue ir a la cocina a comprobar si la cava en verdad existía y no había sido sólo una mala jugada de su embriaguez. Y tal cual había pasado la noche anterior, aquella puerta volvió a aparecer ante sus ojos cuando Harry pasó temblorosamente frente al muro con la copa en la mano. ¿Cómo demonios podía Malfoy haberlo sabido si el mismo Harry no estaba enterado?
La única explicación posible era que, después de todo, ese Malfoy no fuera producto de la dañada mente de Harry. Y aunque no tenía idea de qué podía tratarse, Harry se sintió extremadamente feliz de que al final resultara que no se estaba volviendo loco.
Por primera vez fue hasta su chimenea e hizo uso de ella, sin poder evitar recordar a Malfoy mientras cogía un puñito de polvos flu y los arrojaba al hogar.
-Ernie Macmillan -pidió. En pocos segundos, tenía frente a él la cara de su agente de bienes raíces con su característica y nauseabunda sonrisa.
-¡Harry, buenos días! -gritó el otro, y Harry de repente recordó que tenía resaca-. ¿Haciendo uso de tu magnífica red flu? ¿No te dije que era una de las mayores ventajas? -exclamó al mismo tiempo que intentaba asomarse por la chimenea para darle un codazo a Harry en el brazo.
Harry lo empujó para asegurarse de que no se saliera del fuego.
-Ernie, necesito que me digas quiénes son los dueños de este apartamento.
El semblante de Ernie se ensombreció.
-¿Por qué? ¿Hay algún problema?
-No -respondió Harry, negándose rotundamente a hablar con alguien más acerca de las apariciones de Malfoy-. Sólo quiero saberlo. Tengo curiosidad porque los muebles son de gusto tan exquisito que… tú sabes.
Ernie seguramente “sí sabía”, porque su cara se iluminó de nuevo y le respondió:
-Los Malfoy. ¿No te dije que era una familia mágica del más rancio abolengo? Ahí tienes, Harry.
Algo muy pesado y helado se apoderó del estómago de Harry. ¿Los Malfoy? Eso no podía ser casualidad, ¿o sí?
-¿Me alquilaste un apartamento que pertenece a los Malfoy y no se te ocurrió que yo debía saberlo? -exclamó, cada vez más nervioso.
¿Acaso Ernie no había ido al mismo colegio que Malfoy y él?
-Pues… no me pareció relevante, la verdad -dijo Ernie-. Vamos Harry, no puedes permitir que una vieja rivalidad escolar te prive de vivir en un sitio perfecto, ¿o sí?
-¿Perfecto? Sí, claro -bufó Harry-. Pero, ¿estás seguro de que los dueños son los Malfoy? -preguntó con voz débil.
-Por supuesto que estoy seguro. La misma Astoria Malfoy firmó el contrato.
Harry pensó un momento. No recordaba quién… al menos de que…
-¿Es la esposa de Draco Malfoy? -¿En verdad el cretino se había casado y Harry ni se había enterado?
-Exacto -respondió Ernie sin dejar de sonreír-. Un encanto de bruja. Seguro la recuerdas de Hogwarts, ¿no, Harry? Iba un par de años por debajo de nuestro grado.
Harry negó con la cabeza, la verdad era que no.
-¿Y Malfoy? -le preguntó a Ernie, ansioso por saber-. ¿No lo viste a él?
Ernie miró a Harry con gesto desconcertado.
-Pero Harry, ¿no te enteraste?
Aquella terrible sensación de helada pesadez en el estómago de Harry se incrementó a niveles alarmantes.
-¿De qué? -jadeó, casi adivinando la respuesta.
-Draco Malfoy está desaparecido desde hace meses -le respondió Ernie, encogiéndose de hombros-. Un caso triste, la verdad. Parece ser que por eso Astoria puso en renta el apartamento. Creo que Malfoy lo utilizaba cuando pasaba las noches en Londres, o algo así. Así que supongo que ahora no lo necesitan ya.
-Pe-pero… ¿está muerto? -cuestionó Harry con la boca seca. No estaba seguro de por qué, pero la sola idea de que Malfoy hubiese fallecido le causaba un extraño pesar. Recordó su gesto asustado de la noche anterior y en verdad tuvo ganas de vomitar.
Ernie negó levemente. Su cara demostraba que no le importaba demasiado.
-No que yo sepa. Creo que nadie lo sabe. Sólo desapareció y ya. Por supuesto, comprenderás que son cosas que no puedo preguntarle a Astoria así nada más.
-Por supuesto -estuvo de acuerdo Harry-. Gracias, Ernie -se despidió. Era notorio que el otro no sabía más, y Harry no tenía ganas de prolongar la conversación.
La cara de Ernie desapareció de su chimenea y Harry, tambaleante (por culpa de la resaca, quiso creer), se puso de pie. Miró a su alrededor y por primera vez desde que alquilara ese apartamento, se sintió como un intruso. Completamente fuera de lugar.
-Merlín -gimió.
Ese era el apartamento de Malfoy. El que él usaba cuando iba a la ciudad. Todo lo que había ahí eran sus cosas: sus muebles, su alfombra persa traída de Harry no se acordaba dónde, sus posavasos con el escudo de Slytherin y su cava llena de vinos franceses. No podía ser.
Harry se dejó caer en el sofá, mirando aterrorizado hacia todos lados.
De todos los lugares posibles, Harry había terminado en el apartamento de Malfoy. De Malfoy. Malfoy, quien aparentemente estaba muerto y cuyo fantasma parecía determinado a continuar viviendo ahí y a hacerle la vida imposible a Harry como en los viejos tiempos.
Harry estaba más que jodido. Era saber que pisaba terrenos enemigos y aguantar a las apariciones de Malfoy (fueran lo que fueran), o dejar el apartamento, cosa que realmente no tenía muchas ganas de hacer. El sitio era genial y estaba baratísimo. Harry gimió sabiendo que la decisión estaba tomada casi de antemano y que equivalía, entonces, a tener que soportar vivir con un fantasma odioso. Grandioso. Sencillamente, grandioso.
~
El resto de aquel domingo Harry se lo pasó limpiando el apartamento y pensando en aquel extraño giro en sus circunstancias. Ordenó una pizza y la acompañó con una sola cerveza, pero no más. Lavó y planchó su ropa usando encantamientos domésticos que Molly le había enseñado y luego, la acomodó en el armario de la habitación principal sin poder dejar de pensar que ese armario antes había sido de Malfoy y seguramente había estado lleno de prendas mucho más finas que las de él. Imaginó a Astoria (a quien, por más que trataba, no podía recordar) yendo a ese sitio a empacar todas las pertenencias de su desaparecido marido para poder poner el apartamento en alquiler, y Harry no pudo evitar sentir una gran pena por la familia completa; seguramente que la desaparición de un pariente, sin saber si estaba vivo o no, era algo muchísimo peor que cualquier otro destino.
Finalmente y sin poder sacarse de la cabeza a los Malfoy, Harry se dio un baño en la tina y se fue a acostar. Si no hubiese estado tan ocupado dándole vueltas una y otra vez a la casi improbable casualidad que lo había llevado a vivir en el apartamento que fuera de Draco Malfoy, tal vez se hubiese percatado de muchas y variadas cosas: que si estaba limpiando con tanto ahínco era porque en verdad le avergonzaba que el antiguo dueño creyera que Harry no tenía cuidado con las que habían sido sus pertenencias; que esa noche era la primera en varias semanas que conseguía llegar a la cama sin estar ahogado de borracho; y que, aun antes de cerrar los ojos y quedarse profundamente dormido, Harry todavía estaba esperando que Malfoy hiciese acto de presencia.
Sin embargo, Malfoy no se apareció, y Harry despertó a la mañana siguiente sintiéndose más solo que nunca y un tanto decepcionado por la ausencia de su fastidioso fantasma personal.
~
Si existía algo que pudiera considerarse la ruina de Harry, eso era, nada más y nada menos, que su extrema e insana curiosidad. Ese maldito defecto que durante toda su vida lo había llevado a meter la nariz donde nadie lo llamaba y que, sumado a su inexplicable afición a pelear batallas que ni siquiera eran suyas, nunca fallaba en causarle un montón de problemas.
Pero era eso o era intentar acallar miles de dudas y un deseo casi enfermizo por saber. Y como Harry nunca había sido adepto a elegir quedarse con las dudas (molestaban demasiado, las cabronas), fue como aquella mañana de lunes tomó la decisión que, él sabía muy bien, seguramente sería su perdición. Pero la verdad sea dicha, nadie podía estar más jodido de lo que Harry estaba ya. Así que, ¿qué importaba un poco más de humillación, de líos y de metidas de pata? Todo fuera por aplacar esa maldita voz (que Harry no estaba seguro de que fuera su consciencia) que le exigía saber qué demonios era lo que realmente le había ocurrido a Draco Malfoy.
Así que eso fue lo que hizo. Se duchó, se vistió con algunas de sus mejores ropas y se peinó lo más que pudo. Se bebió un café tan nerviosamente que casi se lo derrama encima y salió del apartamento por primera vez en días. Era cierto que podía haber utilizado la red flu, pero prefirió no hacerlo. Tenía ganas de caminar y de postergar su llegada al Ministerio aunque fueran unos pocos minutos más. Recorrió las largas manzanas que separaban su nuevo hogar de su antiguo centro de trabajo y, una vez dentro del recinto e ignorando las muchas miradas de burla que la gente ahí todavía le dirigía, Harry caminó directo a la zona de los ascensores luchando con todas sus fuerzas para no sonrojarse. Era increíble que después de casi dos meses de sucedido aquello, la gente todavía lo recordara y se mofara de él en su cara.
Harry sabía que el caso de Malfoy no estaba siendo manejado por los aurores (él se habría enterado de ser así), así que salió del ascensor en el nivel dos y en vez de dirigirse a su viejo cuartel, se fue derecho a las oficinas administrativas del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica. Era en esas ventanillas donde las víctimas llegaban a presentar sus denuncias y quejas, y donde un grupo de magos y brujas encargados de atender al público decidían a cuál oficina dirigir el caso. Si ellos consideraban que éste no era urgente o importante, entonces sencillamente lo archivaban ahí.
Tal como lo había supuesto, en las ventanillas le informaron que el caso de la desaparición de Draco Malfoy aún se encontraba guardado en su archivo y jamás había llegado a las manos de ningún auror. Harry no tenía que ser adivino para descubrir que la razón de eso se debía más a la condición de ex mortífago de su antiguo compañero que a cualquier otro motivo. No que de repente Harry estuviese desarrollando simpatías por Malfoy ni nada por el estilo, pero ese tipo de injusticias siempre lo enfurecían. Luchó por dominar el disgusto que eso le ocasionaba y pidió permiso para revisar el expediente. Gracias a su condición de auror (con licencia y sin paga, pero auror al fin y al cabo), Harry no tuvo problemas para entrar al archivo. Se encontró con un mínimo de información en los documentos del caso: era sólo la declaración presentada por Astoria Malfoy y algunas preguntas respondidas por testigos, conocidos y amigos. Harry frunció el ceño cuando leyó que el último día en que Astoria había sabido de Malfoy, había sido el 14 de febrero. Ese mismo día, Terry y él habían tenido aquella bronca monumental, la cual Harry había tratado de compensar con una maratónica sesión de sexo que…
El recuerdo de lo sucedido con Terry y lo que el maldito le había hecho después, hizo que Harry se enfureciera a tal grado que apretó los puños sin darse cuenta, arrugando bastante los papeles de la denuncia de Astoria. Una secretaria que pasaba por ahí lo miró con reprobación y Harry respiró profundamente para tranquilizarse. Intentó olvidarse de Terry y concentrarse en el legajo de pergaminos que tenía enfrente. Como no eran muchos, no demoró casi nada en leerlos. Se enteró de lo poco que se sabía al respecto: Malfoy, había declarado Astoria, solía pasar largas temporadas en Londres, en ese apartamento de la calle Marshall. El 14 de febrero de ese año, Malfoy le había mandado algún tipo de regalo vía lechuza desde el apartamento y, después de eso, la mujer no había vuelto a saber de él. Se asumía que lo que fuera que le hubiese ocurrido, había sido ese día. Lo único que se echó de menos en su apartamento fue un cambio de ropa y su varita. No llevaba con él ningún encantamiento rastreador que pudiese ayudar a su localización, y las lechuzas que se le enviaban parecían no encontrarlo. Los interrogatorios a los amigos y conocidos de Malfoy no arrojaban ninguna luz al caso: nadie sabía nada, Malfoy no se había comunicado jamás con ninguno de ellos y sencillamente parecía como si la tierra se lo hubiese tragado.
Harry, sintiendo que al final no había conseguido averiguar nada nuevo, guardó el expediente en su sitio y salió de ahí. El camino de regreso a su apartamento le tomó muchísimo más tiempo que el de ida al Ministerio. No podía dejar de observar a su alrededor, de mirar a los transeúntes de Londres y a las bonitas casas y edificios, preguntándose si Malfoy en verdad estaría muerto. Y si ese era el caso, ¿en dónde demonios estaba su cadáver?
Tomando en cuenta que en el apartamento estaba apareciéndose Malfoy de aquella manera tan odiosa, Harry llegó a la terrible conclusión de que lo más probable era que sí, que el pobre Malfoy había pasado a mejor vida y ahora sólo quedaba su fantasma para incordiar a los que se atreviesen a vivir en la que fuera su antigua morada.
Harry llegó al edificio de la calle Marshall y suspiró con pesar. Era cierto que aborrecía a Malfoy, pero jamás le había deseado la muerte. Ni antes ni ahora. Siendo ya bastante tarde para ayudarlo, Harry pensó que lo único que le restaba por hacer era hablar con su fantasma y tratar de averiguar si recordaba qué era lo que le había pasado. Tal vez, con un poco de suerte, Harry podría encontrar su cuerpo para que la pobre Astoria tuviera un marido que enterrar y hubiese un caso menos que resolver en el archivo del Ministerio. Y si Harry conseguía hacer eso, tal vez el fantasma de Malfoy se sentiría tan agradecido con él que decidiría dejarlo en paz en ese bonito apartamento.
~
-¿Otra vez tú? -lo saludó el melodioso gruñido de Malfoy apenas al entrar-. Realmente tenía la esperanza de que tuvieras todavía algún gramo de decencia y no volvieras a meterte aquí.
Harry terminó de cerrar la puerta y se giró hacia Malfoy. El cretino estaba de pie en la sala y Harry lo descubrió mirándolo de arriba abajo en un gesto apreciativo. Harry abrió mucho los ojos, queriéndose asegurar de que su vista no lo engañaba. Malfoy elevó la mirada hasta el rostro de Harry y le regaló una sonrisa de aprobación.
-Nada mal, Potter. ¿Finalmente descubriste los beneficios del baño y la ropa limpia? Bonita camisa, por cierto.
Harry se sonrojó, no completamente seguro de si era por la insinuación de que siempre andaba mugriento (la cual era casi verdadera), o porque Malfoy parecía aplaudir y gustar de su aspecto.
-Malfoy, tenemos que hablar -masculló Harry, luchando por recobrar la compostura y sin comprender por qué Malfoy tenía esa habilidad para moverle el piso con extrema facilidad.
La cara de Malfoy se iluminó.
-¿Vas a disculparte y anunciarme que por fin te largas? ¿Me harás un pagaré por los daños?
-¿Cuáles daños? -preguntó Harry comenzándose a enojar. Pero qué manera tenía Malfoy para conseguir crisparle los nervios a la primera oportunidad-. ¡He limpiado el apartamento y no hay nada roto!
Malfoy miró a su alrededor y asintió lentamente.
-Cierto. Pero los daños a la moral… son incalculables, Potter. No te imaginas lo que he sufrido cada vez que te encontraba aquí. Años y años de terapia, ya lo verás.
Harry puso los ojos en blanco.
-Te aseguro que es completamente al contrario. Mira, Malfoy -Harry hizo una pequeña pausa, preguntándose cómo diablos se le podía informar a alguien que todas las evidencias apuntaban a que ya se encontraba difunto-… la situación es que yo estoy alquilando este apartamento porque su dueño está desaparecido y presuntamente… muerto.
Malfoy lo miró como si creyera que se había vuelto loco.
-Estás muy mal, Potter. El dueño soy yo, y como puedes ver, aquí estoy vivito y coleando.
-¿En serio? -se burló Harry-. ¿Y nunca te has preguntado por qué un narcisista como tú siempre anda con la misma ropa? -Malfoy bajó la vista y, sí, pareció turbarse un poco al darse cuenta de que Harry decía la verdad: todas esas ocasiones que se había aparecido, tenía la misma indumentaria-. ¿No será porque estás muerto y ahora tu fantasma se aparece con la ropa que llevabas el día que estiraste la pata? -le preguntó Harry, tal vez con un poco más de crueldad de la que era necesaria.
Pero Malfoy no iba a dejarse convencer tan fácilmente. Se rió a carcajadas antes de hablar.
-¿De veras te parezco un fantasma, Potter? ¿Acaso no fuiste a Hogwarts? ¿No has visto suficientes fantasmas en tu inútil vida como para saber que estos siempre, SIEMPRE son semitransparentes y de color blanco perla? -Malfoy se regaló una apreciativa mirada a él mismo-. Y yo, según veo, estoy bastante entero, sólido y a vivos colores. ¿Qué dices a eso?
Harry abrió la boca sin saber cómo rebatirlo. Es que era cierto. Jamás había sabido de un fantasma que se presentara a colores como lo hacía Malfoy. Entonces, ¿qué diablos estaba pasando ahí?
-Bu-bueno, dejando a un lado lo del color y la no transparencia, ¿cómo explicas que no puedes tomar nada con las manos y que aparentemente pasas tus días encerrado aquí nada más importunándome? ¿No es eso justamente lo que hacen los fantasmas?
Ahora fue el turno de Malfoy de titubear.
-¡Eso no-no es verdad! -exclamó-. Mis días son bastante ocupados y molestarte a ti no es mi único objetivo en la vida, muchas gracias.
Harry bufó.
-Permíteme dudar de eso último, Malfoy.
-Como siempre, creyendo que el mundo gira a tu alrededor. ¿No te cansas de ser tan egocéntrico, Potter? Soy un mago bastante normal que POR SUPUESTO actúa como cualquiera actuaría cuando otro mago SE METE A SU APARTAMENTO A INVADIRLO. ¿Cómo no quieres que te dé la lata para que te largues de aquí?
Harry meneó la cabeza, comenzando a desesperarse. Eso iba a ser muchísimo más difícil de lo que había pensado.
-Mira, Malfoy… intentémoslo de otra forma. Sé de buenas fuentes que tú, tu verdadero tú, Draco Malfoy, está desaparecido desde el 14 de febrero. -Harry se silenció un momento, esperando a ver si acaso la fecha despertaba algo en Malfoy-. ¿Recuerdas lo que hiciste ese día?
Tal como lo había imaginado, Malfoy se quedó pensando. Harry juraba que incluso había empalidecido un poco.
-¿14 de febrero? -repitió Malfoy-. Le… le mandé un juego de joyas a Astoria.
Harry asintió, feliz de que el cretino comenzara a recordar.
-¡Exacto! ¿Y luego…?
Malfoy tragó, y era evidente que estaba esforzándose mucho al tratar de hacer memoria. Miró a Harry con un gesto de miedo.
-No… no recuerdo qué más pasó -dijo en voz baja.
Harry sintió verdadera compasión. Tal vez no era tan buena idea obligarlo a enfrentar así su propia muerte, pero, ¿qué otra cosa más podía hacer?
-Lo siento muchísimo, Draco -se le salió sin pensar, y el otro reaccionó igual como si lo hubiese golpeado.
-¡No me llames así! ¿Quién te crees que eres? -le gritó, repentinamente furioso-. ¡LÁRGATE DE UNA BUENA VEZ!
-¡NO! -gritó Harry también-. ¡No me largo porque ahora este apartamento es mío y tú no eres más que un molesto fantasma que debería aprender a reconocerlo! ¡Jesucristo, Malfoy! ¡Jamás conocí a alguien más terco que tú!
-¡YO NO SOY UN FANTASMA! -increpó Malfoy todavía en voz más alta-. En primer lugar, PORQUE NO ESTOY MUERTO. ¡Carajo, Potter, el terco eres tú! ¿No crees que si me hubiera pasado algo tan importante COMO MORIR, me habría dado cuenta? Además, júralo, yo jamás habría elegido quedarme como fantasma. Tengo demasiada dignidad como para permanecer en la Tierra a vagar por los siglos de los siglos.
Eso era algo con lo que Harry podía estar de acuerdo. Él tampoco, pasara lo que pasara, elegiría quedarse como fantasma a llevar la miserable existencia que los pobres bastardos parecían tener. ¿Quién podría querer eso cuando la otra opción era “la siguiente gran aventura” como Dumbledore solía llamarla?
-Bien -dijo Harry con voz determinada-. No quería recurrir a los golpes bajos, pero parece que contigo no me quedará más remedio. Lo único que yo deseaba era poder ayudarte a descansar en paz y que, de paso, me dejaras descansar a mí. Pero si no puedes ver las cosas por ti mismo, me obligas a mostrártelo.
Malfoy soltó un bufido de incredulidad y se cruzó de brazos, pero Harry pudo notar que bajo esa actitud aparentemente despreocupada, Malfoy escondía un gran temor.
-Hagamos un recuento de los hechos y luego, pasemos a las pruebas -continuó hablando Harry-. Hecho número uno: existe un expediente de tu desaparición en el Ministerio, el cual fue abierto por tu misma esposa cuando no supo más de ti después del 14 de febrero. Por cierto, debí haberle sacado copias para mostrártelas, pero no estoy muy seguro de que los fantasmas puedan leer. ¿Puedes leer, Malfoy? -se burló sin poder evitarlo. Malfoy tensó aún más su postura y parecía a punto de rebatir algo, pero Harry no lo dejó-: Hecho número dos: tú estás aquí ahora, pero sólo eres un fantasma, lo que podría probar que no sólo estás desaparecido, sino muerto. ¿Que cómo sé que eres un fantasma? Bueno, porque apareces y desapareces sin razón, no tienes varita y siempre usas la misma ropa. Ah, y atraviesas los objetos, según recuerdo.
-NO. SOY. UN. FANTASMA. Potter, ¿cómo puedo hacer que comprendas eso?
-Me alegro de que preguntes, porque justamente se me ocurren algunas maneras de comprobarlo. Primero… necesito una lechuza. Espera un momento y NO DESAPAREZCAS.
Malfoy lo miró con gran indignación mientras Harry se dirigía a la chimenea, se ponía en cuclillas y pedía hablar con Ron. En unos segundos la cabeza de su amigo estaba en el fuego y Harry le habló con rapidez.
-Ron, por favor, ¿podrías prestarme a Pig? Necesito mandar unos documentos a Gringotts.
-Claro, amigo. Ya te la mando. Por cierto, mañana hay Glee, ¿verdad? Nos vemos entonces en tu apartamento -dijo y le cerró un ojo a Harry.
-¡MI APARTAMENTO, COMADREJA! -gritó Malfoy, pero Ron pareció no escucharlo porque justo en ese momento desapareció de la chimenea-. ¿Pig? ¿Pig? ¿Quién demonios le pone así a una pobre lechuza?
Harry lo ignoró y se puso de pie.
-Ahora, Malfoy, mientras Pig llega, intenta no desaparecer, ¿quieres?
Malfoy no le respondió nada, sólo se quedó de pie frente a él, apenas a unos cuantos metros y todavía con los brazos cruzados en la postura más digna que Harry le había visto al cabrón. Harry hizo lo propio: se paró lo más derecho que pudo y también cruzó los brazos, determinado a no quitarle los ojos de encima para que no tuviera la oportunidad de desvanecerse.
Los minutos pasaron lentos mientras los dos sólo se quedaron así, midiéndose con la mirada. Retándose, cada uno dispuesto a demostrarle al otro que tenía la razón. Por alguna circunstancia que Harry no pudo vislumbrar, estar así con Malfoy le recordó sus tiempos escolares. Pero los buenos, esos donde siempre había una razón para levantarse por las mañanas con el ánimo de romperle la cara a Malfoy (al menos metafóricamente hablando) y los cuales le habían dado, en aquel entonces, un buen motivo para vivir. Se sonrojó al darse cuenta de que muchos de los retos y desafíos que lo habían mantenido con vida en la escuela habían sido por causa de Malfoy.
Malfoy pareció percibir que a Harry repentinamente se le habían subido los colores al rostro, porque su cara se llenó con una mueca de burla.
-Dios, dios. ¿Sonrojado, Potter? ¿Acaso te está gustando lo que ves? -siseó el cretino.
Harry se sonrojó todavía mucho, MUCHO más.
-¡Por supuesto que no! ¿Siempre eres así de creído, Malfoy?
Malfoy no dijo nada pero se permitió soltar una risita que provocó que la piel de Harry se erizara de la cabeza a los pies. Tuvo que obligarse, aun en medio de todo aquel bochorno que sentía, a no dejar de mirar al hombre, fantasma o lo que fuera que tenía enfrente de él. Tragó con dificultad al reconocer que la verdad sí le gustaba lo que veía. Malfoy, increíblemente, estaba muy bien y Harry habría tenido que estar todavía más ciego de lo que ya estaba para no verlo. Odioso y todo, pero el idiota no sólo estaba guapo: estaba buenísimo. La ropa de diseñador que tenía puesta le quedaba como anillo al dedo y Harry sudó frío cuando recordó las veces que había podido apreciarle el trasero y se había percatado de que estaba mucho más que bien.
Además, fantasma o no, Malfoy poseía un cabello espectacular y un rostro varonil y hermoso; sin contar con ese porte elegante y tan seguro de sí que el cabrón siempre se cargaba. Todo eso era algo que nadie, ni siquiera Harry, podía negar y mucho menos no admirar. Que Malfoy estuviese casado y fuera apestosamente heterosexual, no conseguía impedir que un pobre gay en ayunas como Harry se diera cuenta de todos sus atractivos y se alterase ante la más mínima insinuación.
Pero Harry, nervioso por el escrutinio de Malfoy y porque éste había descubierto que no le era indiferente, intentó recordarse que nada de eso importaba ya, que Malfoy estaba muerto, que eso frente a él sólo era su fantasma, su recuerdo o dios sabía qué… entonces, afortunadamente, llegó Pig a salvarlo. El pequeño e inquieto autillo entró a toda velocidad por la chimenea, y fue cuando Harry se dio cuenta de que había olvidado dejar alguna ventana abierta. Pig pareció no reparar en Malfoy, quien estaba muy ocupado riéndose del tamaño y aspecto de la lechuza de Ron. En vez de posarse en algún lugar, Pig se puso a volar en círculos por todo el apartamento.
Harry sonrió sin poderlo evitar. Algunas cosas no cambiaban nunca. Suspiró y, sin quitarle los ojos de encima a Malfoy, buscó papel y bolígrafo.
-Ahora verás, Malfoy -le dijo mientras garabateaba cualquier cosa-. Si en verdad tú eres tú y no un fantasma como yo te digo, usaré a Pig para mandarte una carta y él deberá entregártela a ti, ¿cierto?
Malfoy no dijo nada y Harry sintió un poquito de remordimiento cuando el nerviosismo que Malfoy sentía se volvió evidente en la manera preocupada con la que miraba a Pig dar vueltas por ahí. Harry suspiró y trató de convencerse de que no tenía más remedio. Terminó de escribir y se acercó cautelosamente a Malfoy. Le mostró el papel.
-Eres un estúpido, Potter -dijo Malfoy cuando leyó el contenido de la nota, la cual se reducía a un “Malfoy, te odio. A pesar de eso, te deseo que te vaya bonito en la otra vida. Besos, Harry.”
Harry soltó una risita y llamó a Pig. Le ató la nota a la pata y le indicó:
-Llévasela a Draco Malfoy, Pig. No espero contestación.
El autillo ululó de emoción y salió volando de nuevo por la chimenea a toda prisa. Harry se giró hacia Malfoy con gesto triunfal.
-¿Así o más claro, Malfoy? -le dijo con más veneno del que pretendía.
Malfoy había empalidecido tanto que ahora sí parecía un fantasma. Abrió la boca y luchó por decir algo al respecto.
-Yo no… no me explico qué pasa -murmuró mientras se miraba las manos, como si estuviese temiendo que fueran a desvanecérsele-. No recuerdo, en verdad no recuerdo que me haya pasado algo. ¿No se supone que tendría que saberlo? -preguntó como para él mismo, pero mirando fijamente hacia Harry. Éste de nuevo se sintió tremendamente culpable.
-Lo lamento mucho -le dijo en voz baja-. Pero me temo que tenemos que asumir la realidad de que estás muerto, Draco.
La palidez de Malfoy desapareció en medio segundo, siendo remplazada por un sonrojo de pura rabia.
-¡Deja de llamarme así! ¡No tienes ningún derecho! Y no, yo no asumiré nada, Potter -espetó-. No estoy muerto, lo sé, y nada de lo que hagas o dejes de hacer me convencerá de eso.
Harry se pasó una mano por la cara, sintiéndose terriblemente cansado. ¿Y ahora, qué? Abrió la boca para decir algo, pero en ese instante Pig volvió a entrar por la chimenea, ululando sin control y mostrándole a Harry la nota intacta en su pata. Harry y Malfoy intercambiaron una mirada mientras el primero le desataba la carta y lo mandaba de regreso a La Madriguera con Ron.
Pig se fue y Harry jugueteó nerviosamente con la horrible nota que había intentado mandarle a Malfoy.
-Pues -comenzó a decir en voz baja y en un tono que esperaba fuera al menos un poco amable-… como ves, no hay nadie vivo a quien entregarle la carta.
Malfoy le dirigió la mirada más asesina que Harry pudiera recordar.
-¡VETE MUCHO A LA MIERDA! -le gritó, y para horror de Harry, se abalanzó sobre él-. ¡NO ESTOY MUERTO Y QUIERO TE VAYAS DE AQUÍ!
Malfoy llegó hasta Harry y trató de empujarlo con ambas manos, pero lo único que consiguió fue traspasarlo limpiamente. Harry, quien había cerrado los ojos y esperaba experimentar la horrible sensación gélida que siempre solía sucederle cuando tocaba o atravesaba a un fantasma, se quedó pasmado cuando, en vez de frío, había sentido una corriente cálida y agradable recorrer su cuerpo.
Jadeó de la sorpresa al mismo tiempo que se giraba a ver a Malfoy, quien, igual que él, parecía haberse quedado de una pieza.
-¿Malfoy, qué… qué…? -comenzó a preguntar Harry, pero antes de que pudiera siquiera pensar qué decir, Malfoy desapareció ante sus ojos, dejándolo solo y con la cabeza tan llena de dudas que sentía que le podía explotar.