Fic: Si boda es lo que quieren. Regalo para mirita23

Apr 17, 2013 22:17

Título: Si boda es lo que quieren…
Reto: # - 08
Reto proporcionado por: mirita23
Número de palabras: 10,000
Rating: M
Resumen: Su padre ha convencido a Potter de casarse con él, a pesar de que aún se la llevan de los mil demonios ¿Es que acaso el mundo se ha vuelto loco? Pero Draco está decidido a dar la batalla, y si ha de casarse con alguien a quién odia, al menos lo hará bajo sus condiciones.
Notas: Post-Hogwarts, Post-Guerra y EWE. Los chicos tienen 19 años, pues imagino que el juicio contra los Malfoy no fue demasiado sencillo y ha pasado un año desde la guerra. Los personajes y el background pertenecen a J.K. Rowling y sus suertudos socios. La historia es de mi completa autoría (mas no así la idea) y la utilizo sin fines de lucro, por el mero placer de incordiar a mi OTP.


Capítulo 1: …boda es lo que tendrán

Draco estaba petrificado en su sitio, sus ojos y su boca abiertos en un rictus de horror. Aquello simplemente no podía estar pasándole. Miraba alternativamente a su padre, parado frente a él con gesto solemne, y a su enemigo de toda la vida, sentado en un sillón a la izquierda, cruzado de brazos y piernas y con cara de querer estar en cualquier otro lado.
-Draco, esto ya está decidido. El señor Potter ha tenido la amabilidad de pedir tu mano en matrimonio, y yo he aceptado.
-Pe-pero…
-La boda debe realizarse lo antes posible. No tenemos otra opción.
-Pe…
-Nosotros correremos con todos los gastos, por supuesto. Aunque debo advertirte que no podemos permitirnos gastos demasiado excesivos.
-P…
-Tu madre está dispuesta a ayudarte con los preparativos, y según tengo entendido, también cuentas con el apoyo de los amigos de Potter.
-Yo no…
-El señor Potter accedió a dejar que te mudes con él a la antigua Casa Black luego de la ceremonia. Tan pronto lo decidas, ordenaré a uno de los elfos domésticos que te ayude a empacar tus cosas y llevarlas a Grimmauld Place.
- ¿Mudarme?
-Por supuesto, Draco ¿Acaso los novios no se mudan juntos luego de la boda?
-Pero… ¡Yo no quiero esta boda! -Estalló por fin el rubio, con las manos empuñadas y mirada desafiante hacia su progenitor ¿Casarse? ¿Mudarse? ¿Es que acaso el mundo se había vuelto loco?- No recuerdo haber firmado para esto. No recuerdo haber aceptado ¡Y mucho menos recuerdo haber accedido a mudarme con este idiota!
- ¡Hey! -exclamó el pelinegro, poniéndose de pie tras el insulto.
-Draco, no necesito recordarte la penosa situación en la que se encuentra nuestra familia ¿cierto? -Preguntó el patriarca, con una ceja levantada en un gesto sorprendentemente parecido al que solía hacer su hijo- El Wizengamot ha decidido que la única manera de descongelar nuestra cuenta de Gringotts es si el salvador del mundo mágico decidiera por algún motivo casarse con un miembro de nuestra familia. Pensaron que tomando esa descabellada medida no tendrían que devolvernos jamás nuestra fortuna, pero gracias a Salazar el señor Potter está completamente consciente de lo injusto de la situación y accedió a ayudarnos. El matrimonio debe ser completamente legal, y para que esto ocurra ambos deben actuar por un tiempo como marido y… bueno… marido -concluyó.
- ¿Y tiene que casarse conmigo? -Murmuró apenado, señalando al moreno, que se había sentado nuevamente. No quería discutir esto frente a Potter, pero Lucius no le había dejado otra opción.
-Es la única manera de recuperar la fortuna familiar -respondió el mayor, impasible.
- ¿De verdad necesitamos todo ese dinero? -Preguntó, desesperado. Si de él dependiera, trabajaría en las cocinas de Hogwarts con tal de no casarse con el puto Harry Potter.
-Draco, no seas ridículo -espetó Lucius-. Sin la fortuna familiar, no seremos capaces de mantener los negocios. Muy pronto perderíamos la Mansión, y el estilo de vida que tanto te gusta.
-No me gusta tanto… -Musitó, desviando la mirada.
-Eres la esperanza de nuestra familia, Draco, y lo sabes. Debemos aprovechar esta oportunidad que nos ha dado el señor Potter, y hacer lo posible por que todo salga bien. Todos tenemos que hacer sacrificios en esta vida…
-Entiendo todo eso, Padre, pero ¿Es que acaso mi opinión no cuenta? -cuestionó el rubio, un poco más calmado. No quería perder los estribos. No frente a Potter, al menos.
-Por supuesto que cuenta, hijo -convino el hombre. Se acercó a su hijo y posó una mano en su hombro- ¿Prefieres una boda de febrero o una de marzo?
Draco le miró, ofendido. Dio una última mirada de odio hacia Potter y salió como un hipogrifo desbocado hacia algún lugar de la casa. Se escucharon sonidos de bandejas cayendo y cosas rompiéndose, seguramente el rubio había ido descargando su frustración con cada cosa que se le atravesaba.
De regreso en el despacho de Lucius, Potter se incorporó y confrontó al hombre. Estaba tan en desacuerdo con esta boda como Draco, pero sabía que le debía mucho a Narcissa, y para ayudarla a ella tenía que ayudar a toda la familia. Cansado y con ganas de irse a su casa, el moreno habló.
- ¿Está seguro de que Draco aceptará? No parecía muy convencido -dijo el pelinegro con cierto sarcasmo, pues decir que el rubio “no estaba convencido” era quedarse muy corto.
-Lo hará -confirmó el mayor, observándole. Era sorprendente como parecía ser al menos diez años mayor de lo que realmente era-. Draco tiene muy claras sus obligaciones con esta familia, y sabe que nuestro futuro está en sus manos.
- ¿Sabe usted que puedo pedir una audiencia con el Wizengamot e intentar apelar la decisión? -mencionó el pelinegro. Había estado pensando en opciones para ayudar a los Malfoy sin tener que casarse con su primogénito, y esta era la menos descabellada.
-Lo sé, Potter. Pero estoy seguro de que cualquier cosa que intentes para hacerlos cambiar de opinión sólo los pondrá sobre alerta, y seguramente no te harán mucho caso. Además, no sería prudente hacerles pensar que la boda entre mi hijo y tú está arreglada, podrían no devolvernos nuestra fortuna…
-Pero es una boda arreglada. Todos en el mundo mágico saben que Draco y yo no nos soportamos, y dudo que su hijo esté dispuesto a desmentir eso -comentó Harry, tomando su abrigo para marcharse. Eran mediados de enero, y fuera seguía haciendo mucho frío para salir sin él.
-Preocúpate de cumplir la promesa que le hiciste a Nacissa, Potter. Ya me ocuparé yo de mi hijo -afirmó Lucius, guiándole hasta la puerta del despacho.
Harry le dio una última mirada, y salió del lugar rumbo a la puerta principal. No conocía muy bien el camino, pero se las ingenió para salir hacia lo que parecía ser el vestíbulo. Estaba a punto de alcanzar la puerta cuando un sonido bajo le detuvo, y obedeciendo a su vena investigativa, el moreno procedió a inspeccionar el lugar.
Estaba seguro de que provenían de detrás de una puerta a la izquierda, y al agudizar mas el oído descubrió que parecían quejidos, acompañados de pequeños golpes secos. El recuerdo fugaz de Dobby cruzó su mente, y Harry temió que fuera algún elfo doméstico autocastigándose. Quería irse cuanto antes, pero si se iba dejando un elfo doméstico en apuros su consciencia (y su mejor amiga activista de los derechos de los elfos) no lo dejarían en paz por años.
Se acercó lentamente, abrió la puerta sin hacer ruido y entró. Parecía ser un baño para invitados, muy iluminado y limpio, con espejos enormes y superficies de mármol rosa. Con la mirada, el moreno buscó la fuente del sonido, y de haber sabido lo que encontraría hubiera preferido mil veces conseguir un elfo dándose en la cabeza con una ducha de mano. De pie, con la frente pegada a la pared, las manos en puños golpeando el mármol, y aparentemente sollozando de rabia, estaba Draco Malfoy.
Harry no podía creer que esto estuviera pasándole, no de nuevo. Sintió las memorias de su sexto curso arremolinarse en su cerebro, y al recordar cómo terminó todo en esa ocasión decidió que lo mejor era largarse inmediatamente antes de ser descubierto por Malfoy. Dio un par de pasos hacia atrás y sintió sus pulmones vaciarse al tropezar torpemente con algo que no estaba allí cuando entró sin ser invitado. Malfoy le miró, sobresaltado, y se secó rápidamente las comisuras de los ojos mientras adoptaba una pose desafiante.
- ¿Ahora te dedicas a espiar en los baños, Potter? Veo que las viejas costumbres no se olvidan.
-Malfoy, yo no quería…
- ¿Qué? ¿Meterte en el baño conmigo? -Cuestionó, entrecerrando los ojos- Lo siento, Potty, pero que mi padre te haya concedido mi mano en matrimonio no significa que entre tú y yo tenga que haber esa clase de intimidad. No eres mi tipo.
Las palabras de Malfoy se sintieron como un balde de agua fría para el moreno. No es como si esperara que Draco quisiera estar con él ni nada de eso, de hecho él tampoco quería esa boda. Pero allí estaba él, tratando de ayudar a los Malfoy, y a pesar de eso seguía recibiendo descalificaciones por parte del rubio. Decidió que lo mejor era marcharse de allí lo antes posible.
-Tienes razón, Draco. Siento mucho haber entrado -El rubio le miró sorprendido. Seguramente no pensaba que Potter aceptaría su culpa-. Ya me tengo que ir…
Harry giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta, pero el llamado del rubio lo hizo detenerse.
-Potter…
-Dime, Malfoy.
Draco se acercó a él, encarándole, y siseó cual serpiente que era.
-Lo que viste hoy, o lo que creas que viste, no debe salir de aquí ¿Entendido?
El moreno asintió, saliendo inmediatamente del baño, y de la casa. Cruzó a zancadas los terrenos de la Mansión y salió al campo, donde se apresuró en desaparecerse rumbo a Grimmauld Place. “Debí haberle hecho caso a Ron cuando dijo que no accediera a esta locura” pensó.

***

“¿Cómo se atreve a espiarme? ¿Es que acaso no sabe lo que significa la privacidad?” pensaba Draco, acostado boca abajo al filo de su cama, con un brazo completamente laxo rozando la verde alfombra y el otro flexionado bajo su mejilla. Luego del encuentro con Potter, el rubio se había encerrado en su habitación sin salir ni siquiera a la hora de la cena. Constantemente se preguntaba cómo era que había terminado dentro de este embrollo, obligado a casarse con el cuatro ojos para evitar la ruina de la familia. Estaba consciente de la sentencia del Wizengamot, pero jamás pensó que Potter accediera a casarse con él.
-Maldito Potter y su complejo de héroe… -musitó, cerrando los ojos con fuerza. Inmediatamente, alguien tocó a su puerta.
-He dicho que no quiero nada, Yinxy. No tengo deseos de comer -gritó hacia la puerta cerrada, mientras giraba su cuerpo hacia la ventana y se abrazaba a un cojín como si quisiera asfixiarlo.
La puerta chirrió, y el rubio supo que no era su elfina la que había tocado.
-Draco…
-Buenas noches, Madre -dijo el chico, sin moverse. No le apetecía sentarse a charlar.
- ¿Puedo pasar?
-Si no vienes con Padre, sí.
La mujer dio un sonoro suspiro y Draco escuchó como la puerta se cerraba, mientras unos pasos resonaban en el piso de madera. Narcissa rodeó la cama y se sentó justo frente a su hijo, en una cómoda butaca blanca.
-Tu padre y yo te extrañamos en la cena -comentó, fingiendo quitarse una pelusa del vestido.
-Bueno, tendrán que acostumbrarse. Ya que voy a mudarme con Potter… -el solo pensamiento le hizo estremecer.
-Sabes que es la única manera de…
-Lo sé, Madre -atajó-. Sé que soy la esperanza de la familia. Si no me caso con Potter estaremos arruinados. Pero no por saberlo se hace menos frustrante.
Narcissa suspiró de nuevo, levantándose de su asiento para sentarse cerca de su hijo, este colocó la cabeza en su regazo y ella comenzó a acariciarle el cabello.
-Lo siento mucho, Draco. De verdad. Tu padre y yo estamos conscientes de lo difícil que ha de ser esto para ti, pero sabes que no hay otra forma.
Draco resopló, y la mujer continuó.
-Serán sólo unos meses, y luego serás libre para hacer lo que quieras. Sólo te pido que trates de llevártela bien con Potter por un tiempo. Una tregua, mientras todo esto se resuelve… ¿Crees que puedes hacer eso?
Draco dio otro resoplido, pero asintió.
-Bien. Mañana comenzaremos con los preparativos. Hay muchas cosas por hacer, y aún no tenemos una fecha.
- ¿Fecha?
-Claro, cariño. Sé que estás consternado por tener que casarte con Potter, pero ten en cuenta que puedes elegir la fecha y el motivo de la boda. Harry ha dejado claro que no quiere tener nada que ver con eso, y que podemos encargarnos de los detalles.
Y allí estaba, la motivación que el rubio había estado esperando. Se sentó en la cama, aún abrazado al cojín.
- ¿Quieres decir que podré hacer la boda a mi manera? ¿Puedo… Puedo organizarlo todo?
-Por supuesto, hijo. Es tu boda, así sea arreglada. Puedes hacer absolutamente lo que quieras.
-Pero Padre dijo que no teníamos dinero para demasiados lujos…
-Lucius puede decir lo que le venga en gana, pero si tú quieres un hipogrifo rosa, él tendrá que pagar el hipogrifo rosa. Ya bastante es que te estés casando con Potter como para negarte cosas -afirmó la mujer.
Tras unos breves instantes, Narcissa se levantó para irse, besándole la coronilla.
-Buenas noches, Draco. Piensa qué quieres hacer con esta boda, y mañana me lo cuentas. Descansa -y salió de la habitación, cerrando la puerta.
El rubio se lanzó hacia el armario cómo un bólido, rebuscando en los cajones hasta encontrar una bolsa de regalo muggle color rosa pastel y con miles de corazones dibujados, que le había sacado de sus casillas hacía un par de semanas. Vació el contenido sobre su cama y se sentó a inspeccionarlo, encontrándose con una revista muggle cuyo título rezaba “Cómo organizar una boda fabulosa” y un organizador de bodas con forro de peluche, en un tono fuscia extremadamente llamativo y con una pluma a juego.
El regalo había llegado vía lechuza desde la casa de Pansy Parkinson, quién al escuchar el veredicto del Wizengamot no pudo evitar hacerle esa broma pesada a su mejor amigo. Draco sonrió al recordar el vociferador explosivo que había enviado a la chica en respuesta. Tomó la revista y detalló la portada, leyendo “Día de San Valentín” como principal tópico. Hojeó hasta encontrar la página adecuada y sonrió maliciosamente al ver todas las cosas que allí ponían.
-Si boda es lo que quieren, boda es lo que tendrán -se dijo a sí mismo, mientras contemplaba las imágenes inanimadas-. Oh, sí. Una estupenda boda de San Valentín.

Capítulo 2: Cómo organizar una boda fabulosa

A la mañana siguiente, Draco se levantó muy temprano. Organizador en mano, le comunicó a sus padres su idea de una gran boda en el jardín, el día de San Valentín, y lo más importante, al más puro estilo muggle. Narcissa y Lucius parecían sorprendidos de saber que su hijo, quién el día anterior se había mostrado tan reacio a la idea del matrimonio, ahora se encontraba frente a ellos informándoles entusiastamente acerca de sus planes de ir al Londres muggle en busca de algo que al parecer se llamaba “Casa de bodas”. Comió varias tostadas con jugo de calabaza, besó a su madre en la mejilla y salió corriendo rumbo al vestíbulo, dejando a los Malfoy confundidos en medio del comedor.
Draco se había vestido de muggle, pero sólo con las prendas que le parecían menos repulsivas. Pantalones grises, camisa blanca de mangas largas y un jersey color verde slytherin, una combinación casual que lo hacía ver como un muggle bien educado. Se apareció en el callejón Diagon y de ahí caminó varias cuadras en mundo muggle, hasta lo que parecía ser una calle con tiendas dedicadas exclusivamente a bodas y fiestas. Escogió la que tenía la entrada más llamativa y elegante, y entró
Era una tienda muy grande, con miles de vitrinas, mesas con flores y montones de revistas y libros de boda en estanterías. Todos los dependientes estaban vestidos como si fueran meseros en un gran baile, y a Draco le pareció que el local más parecía una boutique costosa que una casa de bodas. Una muchacha morena y con el cabello rizado recogido en un moño se le acercó para atenderle.
-Bienvenido a Kendall&Woods. Soy Lyla ¿Le puedo ayudar en algo?
-Sí -respondió Draco, componiendo una encantadora sonrisa que hizo que la chica moviera las pestañas en forma coqueta-, necesito algo de asesoría para organizar mi boda.
-Oh… -la muchacha pareció un tanto decepcionada al escuchar que Draco se casaba- Bueno, está usted en el lugar indicado. Aquí tenemos toda lo necesario, y contamos con la mejor asesoría. Si quiere puede acompañarme a la oficina de planeadores de boda, contamos con un excelente personal para planificar su…
- ¡No! -exclamó Draco, sorprendiendo a la muchacha y en un tono más alto de lo que pretendía- Quiero decir… No necesito un planificador. Yo mismo quiero encargarme de todo. Sólo necesito algo de orientación, y todo lo que tengan aquí para ofrecerme, claro.
-Por supuesto, señor…
-Malfoy. Draco Malfoy.
-Por supuesto, señor Malfoy. Nuestros asesores podrán orientarle, y le aseguro que aquí en Kendall&Woods encontrará todo lo que necesita. Sígame, por favor.
Draco caminó detrás de la muchacha, hacia una puerta al final de la tienda. Entraron a lo que parecía ser el área administrativa del local, con un puñado de pequeños cubículos repartidos equitativamente. Lyla lo guió hasta uno de ellos, haciéndole esperar un momento mientras hablaba con su ocupante. Luego de un minuto, la chica salió y le permitió entrar.
-Pase, señor Malfoy. Espero que encuentre la asesoría que necesita. Que tenga una feliz día -y salió rumbo a la tienda.
El rubio entró al cubículo, era pequeño pero extrañamente acogedor. El escritorio estaba repleto de fotos de boda, revistas y algunas muestras de tela. Draco se quedó de pie viendo a la mujer que probablemente estaba allí para asesorarle, mientras esta rebuscaba algo en uno de los cajones. Era una mujer de mediana edad, tez blanca y cabello rubio recogido en un moño. Un poco regordeta y que daba la impresión de ser muy bonachona. Draco pensó que de haber sido bruja, habría quedado seguramente en Hufflepuff.
-Oh, buen día, señor Malfoy, tome asiento -indicó, mientras Draco se sentaba en una silla frente al escritorio-. Mi nombre es Hilda Moore y soy planeadora de bodas. Me ha dicho Lyla que usted no desea un planificador, sino un asesor, y estoy aquí para ayudarle -terminó, con una sonrisa.
-S-sí, me voy a casar pronto y necesito asesoría. Quiero organizarlo todo al estilo mug… Quiero decir… Al aire libre. Quiero una boda al aire libre.
-Muy bien, señor Malfoy ¿Y cuál es la fecha de la boda?
-El día de San Valentín.
-Ya veo… ¿Está consciente de que faltan poco menos de cuatro semanas?
-Sí. Es que todo fue muy rápido. Pero esa es la fecha de la boda, y necesito algo de orientación.
-Muy bien ¿Ya tiene alguna idea de lo que quiere hacer?
-Pues… -Draco buscó algo dentro del bolso cruzado que había llevado. Era negro, con detalles plateados y Blaise se lo había regalado en su último cumpleaños. Le había venido de perlas esta mañana, al no poder guardarse el organizador de bodas y la revista en ningún bolsillo sin tener que usar algún hechizo- He hojeado esta revista, y me gustan algunas ideas. Pero hay algunas cosas que no sé exactamente para que sirven…
La mujer lo miró intrigada- ¿Cómo cuales, Señor Malfoy?
Draco se sintió un poco abochornado. No sabía casi nada de bodas, ni mágicas ni muggle, pero si quería hacer esto a su manera, debía estar seguro.
-Bueno… Por ejemplo: ¿Cuál es la tradición del liguero?
Hilda sonrió, seguramente pensando que Draco le estaba jugando una broma.
-Oh, vamos, Señor Malfoy. No me diga que no sabe lo que es un liguero.
-Por supuesto que sé lo que es un liguero -se defendió el rubio-, es sólo que no sé qué tradición implicaría uno dentro de una boda -Hilda le dirigió una mirada poco convencida, así que el rubio le dio la excusa que ya tenía preparada para estos casos-. Verá, los Malfoy somos una familia conservadora, y en las bodas del círculo familiar jamás he oído mencionar nada parecido.
- ¿De verdad no lo sabe? -Draco asintió, y la mujer pareció resignarse a explicarle- Bueno, la tradición del liguero dice que la novia debe usar dicha prenda en una de sus piernas durante la ceremonia, por supuesto, bajo el vestido de novia -aclaró-. En cierto momento, el novio deberá meterse bajo el vestido y quitársela… con… los dientes.
Draco abrió los ojos como platos. Dudaba que Potter quisiera casarse usando un vestido de novia, y él por supuesto que tampoco lo haría, así que esa tradición podía irse despidiendo de su lista de pendientes. El rubio compuso el gesto y se aclaró la garganta, pues era preciso esclarecer varias cosas antes de continuar.
-Entiendo, Hilda. Pero debe saber usted que mi… prometido es un hombre. No creo que esta tradición quepa dentro de nuestro itinerario.
-Oh, por supuesto que no, señor Malfoy -se disculpó Hilda, entendiendo- Debió haberme dicho eso. Aquí tengo una selección especial con muchas ideas para bodas como la suya.
La mujer sacó una revista muy gruesa de debajo de la pila que tenía en el escritorio. Y Draco se acercó a revisarla, curioso. Debía aprender todo cuanto pudiera, pues estaba seguro que mientras más muggle fuese su boda, más irritado estaría su padre.

***

Al final de la tarde, Draco regresó a la mansión cargado de varias revistas, algunos muestrarios de tela para manteles y decoración, varios números de teléfono de pastelerías muggle, y un sinfín de ideas en su cabeza. Dejó todo en su habitación y bajó cenar, contando con lujo de detalles todo cuanto había aprendido y conseguido. Narcissa lo escuchaba atenta y con una sonrisa en los labios, dando pequeñas sugerencias o profiriendo soniditos aprobatorios. Lucius, en cambio, apenas probaba bocado. Draco notó la incomodidad de su padre, que era exactamente lo que él había estado buscando, así que decidió remover un poco la colmena.
-Padre, voy a necesitar que me des una suma considerable de dinero de las cuentas familiares. Tengo muchos pedidos que hacer al callejón Diagon y en Londres muggle, así que necesito metálico.
-Draco, ya te he dicho que no tenemos mucho oro ¿No crees que es mejor que hagas una boda sencilla, al estilo mágico y sin tantas “tradiciones muggle”?
-Pero Padre, fuiste tú el que quiso que yo organizara la boda. Y es lo que estoy haciendo.
-Sí. Pero no pensé que querrías todas esas cosas ¿Elfos vestidos de etiqueta? ¿Globos en forma de corazón? ¿Y qué demonios se supone que es una fuente de chocolate?
-Pero Padre…
-Lucius -Narcissa miraba a su esposo con gesto amenazante- Nuestro hijo aceptó casarse con su persona menos favorita en el mundo sólo para salvar a su familia de la ruina. Lo menos que merece es nuestro apoyo en cuanto a la organización de la boda.
-Pero Cissy…
-No se diga más -cortó la rubia-. Draco, hijo, mañana mismo tendrás todo el oro que necesites. Y en cuanto se te acabe, ve a decírselo a tu padre, que seguramente estará encantado en darte más ¿No es así, Lucius?
-Sí… Encantado -afirmó Lucius, sin mucho ánimo, jugando con la comida en su plato.
Narcissa le sonrió a su hijo, y este le sonrió de vuelta, satisfecho.

***

Habían pasado una par de semanas desde que Draco comenzara a organizar la boda, y ya Lucius parecía al borde del colapso. El rubio se las había arreglado para conseguir muchas más revistas muggle con artículos enteros acerca de bodas con novios del mismo sexo, y estaba empeñado en planificar cada detalle de la suya para que todo saliera completamente perfecto. Había ido ya varias veces a Kendall&Woods en busca de asesoría, y para encargar juegos completos de platería, copas, servilleteros, invitaciones, centros de mesa y un sinfín de recuerdos para los invitados. Todo esto estaba saliendo bastante costoso, debido al cambio de galeones a libras, lo que ponía al patriarca Malfoy cada vez más tenso.
Desde el primer día, el rubio había escrito una lechuza a Potter pidiéndole que por favor se dejara caer de vez en cuando por la mansión, por si había algo que hacer que necesitara de la presencia de ambos novios. Generalmente, Potter sólo observaba desde lejos cómo Draco anotaba y tachaba cosas y cosas que hacer de su organizador de bodas, enviando lechuzas y haciendo llamadas vía flú a los distintos proveedores del callejón Diagon y otros sitios mágicos. El pelinegro solía ayudarle con los términos muggle que no conocía, y algunas veces era él quién iba a Londres muggle en busca de algún pedido que el rubio había hecho con antelación. Narcissa solía invitar a Harry a desayunar con ellos, y considerando que pronto serían familia, esto comenzaba a hacerse más y más rutinario para el moreno
Al principio, Draco se sentía irritado cada vez que Potter se sentaba sólo a observarle organizarlo todo, pero luego comenzó a no importarle tanto, y después de una semana ya no le molestaba. El moreno parecía menos interesado en los preparativos de la boda que el propio Lucius, pero se mostraba realmente animado cada vez que alguna descabellada idea de Draco con respecto a tradiciones y clichés muggle parecía sacar de sus casillas al mayor de los Malfoy. Esa mañana, el tema de conversación era la música para la boda.
-Toda boda necesita música para animarla, Padre.
-Sí. Pero ¿Es necesario contratar a las Brujas de Macbeth?
-Es el grupo favorito de Potter, ¿no es así cuatro ojos? -el aludido asintió, más que acostumbrado a los apelativos del rubio- Además, a mí también me gustan mucho.
-No estoy hablando de gustos, estoy hablando de costos, Draco. No sólo quieres que los contrate con tan poco tiempo de anticipación, sino que también quieres que canten una canción muggle.
-Una canción de rock muggle -corrigió Draco, sin levantar la vista de su plato-. Se llama “Highway to Hell” y según sé, es un clásico.
- ¿Para una boda? -inquirió Lucius.
-Myron Wagtail se mostró encantado cuando se lo propuse. Me dijo que sería una “boda con estilo”, o algo así -comentó Draco, inmutable, mientras Harry batallaba por no reírse en frente de todos.
- ¿No podrían simplemente bailar “Magia para dos”, como tu madre y yo en nuestra boda?
- ¿Bailar? -Preguntaron Harry y Draco al unísono- ¿Quién ha dicho algo de bailar? -preguntó el rubio.
- ¿Y para qué quieren la canción muggle, entonces? -quiso saber el mayor.
-Pues para cuando hagamos nuestra entrada en la recepción. Obviamente tenemos que entrar en sociedad con una muy buena banda sonora. Ya sabes, para que todos se crean el cuento de que Potty y yo nos hemos enamorado y nos devuelvan todo el oro de los Malfoy.
Lucius resopló y Draco sonrió satisfecho.
-Bueno, Potter. Nos vamos.
Ambos hombres se levantaron de la mesa y salieron del comedor, dirigiéndose a los jardines. Irían al Londres muggle a probarse trajes de novio. Draco había visto algunos en una tienda, pero necesitaba que Harry se los midiera también. Luego había que ir a elegir el pastel, y esta era la única tarea que el moreno se había pedido para sí. Caminaron en silencio, atravesando los jardines, y al salir de los terrenos de la mansión, se aparecieron en el caldero chorreante.
Potter sonreía mucho desde que habían salido de la casa, y a Draco eso le molestaba e intrigaba a partes iguales. Cuando caminaban por Charing Cross rumbo al centro de Londres, el rubio no pudo soportarlo más.
- ¿Qué es tan gracioso, Potter? ¿O es que esa es tu cara de tonto de todos los días?
Harry soltó una risotada, y Draco se sintió aún más intrigado.
-De verdad que quieres sacar de sus casillas a tu padre, ¿no es así?
Draco sonrió. Sabía que Potter no era tan tonto como para no darse cuenta.
- ¿Es tan obvio?
- ¿Obvio? Draco, lo hiciste gastar miles de galeones en la tienda de Madame Malkins sólo para que los elfos domésticos vistan de traje el día de la boda. Aún no entiendo cómo es que no la ha cancelado ya.
-Ah, eso es simple, Potter. Mientras yo esté dispuesto a casarme contigo, pintará de arcoíris sus amados pavorreales blancos de ser necesario.
-Entonces quieres darle una lección… -dedujo el moreno.
-Quiero que desee no haberme obligado a casarme, sí -aceptó el rubio-. Aunque debo admitir que esto de los clichés muggles es muy divertido.
Ambos rieron, mientras llegaban al fin a la tienda que buscaban. Era un local pequeño, pero algo le decía a Harry que no por ser pequeño era menos costoso. Draco comenzó a hablar animadamente con una chica pelirroja que debía ser la dependienta, mientras él se sentaba en un banco a esperar que le dijeran que hacer. Luego de unos minutos, en los que se veía a Draco bastante más animado de lo que el moreno pensó posible con esto de la boda, la chica enrumbó hacia la parte trasera de la tienda. Draco le hizo una seña y este se levantó de su asiento, acercándose al rubio.
-Esa es Coraline. Está fascinada con todo esto de las bodas gay, y nos ha hecho una selección de trajes para hoy. Creo que tú y yo somos más o menos de la misma talla, así que podremos medirnos todos y luego decidiremos cual le queda mejor a quién. Aunque por supuesto, a mi me queda bien todo.
-Cuidado, Malfoy. Como sigas así tendrás que ir desnudo a la boda, ningún traje alcanzará para enfundar tu ego.
-Ya quisieras verme llegar desnudo a la boda, Potter.
Ambos se quedaron mirando, desafiantes, hasta que la chica llegó con varios bultos en los brazos.
-Señor Malfoy, señor Potter, síganme por favor.
Se pasaron la siguiente hora metidos en los vestidores probándose traje tras traje. Algunos eran negros, otros blancos, y otros de colores pasteles que a Harry le parecían en extremo graciosos. Por insistencia de Draco, fueron primero probándose uno a uno, hasta conseguir los que mejor calzaban, y luego probándoselos en pareja, para ver qué tal se verían ambos en el altar. Había trajes negros de Harry que combinaban perfecto con trajes blancos de Draco, y viceversa, pero ninguno de los dos quería ser tomado por la novia, así que al final decidieron que irían los dos de un solo color. Luego de varios intentos, ambos salieron satisfechos de la tienda, con sendas bolsas en las manos. Habían escogido dos trajes muy parecidos en corte, de un color blanco inmaculado y que sólo se diferenciaban por el color de sus corbatas: rojo sangre para Harry, verde botella para Draco.
Después de salir de la boutique, Draco informó que debían pasar por la floristería muggle que su asesora le había recomendado, para encargar una “cantidad ridícula” de flores para la decoración. Harry asintió mientras era guiado calle abajo, hacia un local llamativo y con un colorido toldo al frente. Entraron y de nuevo Harry se sentó a esperar, mientras el rubio se desenvolvía con soltura entre los dependientes del lugar. Sacaron varias muestras de flores, que el rubio fue observando y aparentemente descartando, y al cabo de unos veinte minutos, Draco le llamó de nuevo con un gesto de la mano.
-Potter, no logro decidirme -comenzó, frente a la extrañada mirada del muchacho que les estaba atendiendo. Seguramente le pareció raro que siendo prometidos se llamaran por sus apellidos-. Me gustan las lilas pero también me gustan los lirios ¿Tú qué prefieres? -Y acto seguido, sostuvo su mano, con dos flores, frente a la cara del moreno.
Harry tomó las flores, rozando la mano del rubio en el proceso y percatándose que tenía una piel muy suave. Carraspeó para concentrarse y se acomodó los anteojos para ver mejor las flores, ambas eran realmente hermosas, en tonos púrpuras muy tenues. El pelinegro las olió, percibiendo aromas sumamente agradables, y cerró los ojos, sonriendo.
-Oh, vamos, Potter. Te he dicho que escojas una, no que te enamores de ellas -Harry sonrió un poco más y abrió los ojos.
-Me gustan ambas ¿Sería muy costoso llevarlas todas? -Preguntó hacia el dependiente, con una sonrisa de mil millones de galeones. Draco rodo los ojos: “Este idiota está coqueteando en mis narices” pensó.
-N-no, no señor Potter, si las quiere todas podríamos hacerle un descuento por cantidad. Déjeme consultarlo con la encargada -Y salió despedido hacia la trastienda.
-Casi haces que le dé un infarto al pobre chico -comentó Draco, quitándole las flores al moreno para volver a observarlas.
- ¿Acaso estás celoso, Malfoy? Sabes que soy todo tuyo… -bromeó este, guiñándole un ojo.
-Ya quisieras, Potter.
El muchacho regresó con una oferta muy razonable, y los chicos aceptaron complacidos, encargando las flores para un par de días antes de la boda. Luego salieron de allí y caminaron unas cuatro cuadras hasta llegar a lo que parecía ser una pastelería. Entraron y Draco habló con la gerente, quién de inmediato los hizo pasar a un salón de pruebas donde ya tenían arreglados toda clase de pasteles y aperitivos para servir en la boda. Harry probó tantos pasteles que creyó que estallaría, y al final terminó decidiéndose por uno de chocolate con trozos de avellana.
Salieron de allí luego de firmar un nuevo contrato, y dejar casi todo el efectivo muggle que habían llevado para hacer la reservación. Ya sólo faltaban un par de semanas y el rubio parecía tenerlo todo bajo control, a menos claro que se le ocurriera un nuevo cliché de último minuto.

Capítulo 3: Cuenta regresiva

Faltaban ya un par de días para la boda, Draco le había encargado a Harry recoger el pedido de flores y llevarlas hasta la mansión en uno de los autos encantados del Ministerio. También le había encargado pasar confirmando el pedido en la pastelería, y que asegurara el pastel para el día siguiente. Con todo y los encargos, el moreno sabía que eso no era ni una cuarta parte de lo que el rubio tenía que hacer para que la boda saliera tal y como la había planeado.
Luego de que salieran a ver flores, pasteles y trajes, un par de semanas antes, la imaginación de Draco con respecto a la celebración se había activado a tal punto que Lucius parecía querer cruciar a cuanto ser viviente se le atravesara. Incluso Harry, habiendo crecido en mundo muggle, nunca se hubiera imaginado la cantidad de clichés que podían utilizarse a la hora de organizar una boda:
Los elfos vestirían de traje, y las elfinas de vestido de gala con accesorios a juego. Habría una mesa repleta de todos los dulces imaginables, tanto muggles como mágicos, y todos por supuesto en forma de corazón. Tenían una fuente de chocolate que habían tenido que hechizar para hacerla funcionar sin electricidad. El pastel estaría decorado en blanco inmaculado, con dos figuras a escala de los chicos, que Draco había mandado hacer en una tienda muggle especializada y los había mandado hechizar para que saludaran y se tomaran de las manos. Globos en forma de corazón en tonos rosa y rojo, apostados en las esquinas de la casa y en los alrededores. Burbujas de jabón encantadas, que flotarían sobre los invitados como quien no quiere la cosa.
Los asientos para presenciar la ceremonia eran blancos, y estarían decorados con cintas de tela en tonos rosa. Un arco para realizar la boda, con miles de rosas entretejidas en él, y una tarima para que las Brujas de Macbeth pudieran cantar el clásico “White Wedding” a la entrada de los novios. Miles de palomas habían sido encargadas por Draco a la tienda de animales del callejón Diagon, y estas serían soltadas justo cuando los chicos dieran el acepto, mientras pétalos de lilas y lirios eran vaciados mágicamente sobre ellos. Si Harry no estuviera seguro de que el rubio pasaba de la boda tanto como él, cualquiera hubiera pensado que en verdad quería casarse con el niño de oro.
Harry hizo todo lo que le habían ordenado y regresó a la mansión, dejando las cajas con flores junto a todas las cosas que había que utilizar en la decoración. Hechizó las flores con un encantamiento de conservación, y caminó por toda la casa buscando a su rubio prometido. Luego de varios intentos, y de toparse con un muy inestable Lucius, el moreno fue capaz de hallar al rey del control, sentado en el piso de su habitación y con varias revistas de boda abiertas a su alrededor.
- ¡Hola, Draco! Traje las flores que querías. Las dejé junto a…
-Shhh… -Interrumpió el rubio. Tomando dos de las revistas y observándolas a la vez- Lo siento, Potter. Ya te escuché, gracias. Toma el organizador y tacha lo que ya hiciste, y ve si hay algo más que puedas hacer -indicó, sin despegar la vista de lo que parecían ser varias figuras esculpidas en hielo.
Harry obedeció y de inmediato se percató de que faltaban más de la mitad de las cosas de la lista. Miró detenidamente al rubio, un poco más delgado que en las últimas semanas y con unas ojeras mal disimuladas. Se acercó en silencio, y sin decir nada se sentó en el piso junto a él.
-Puedo ir a recoger los trajes de los elfos -comentó-, y la platería de Kendall&Woods. También puedo pasar buscando el pastel mañana en la mañana y podría incluso supervisar la desgnomización de esta noche, si así lo quieres ¿Qué es eso que miras?
Draco dio un suspiro, y lo encaró. Parecía bastante cansado, y el moreno se preguntó si acaso no estaría tratando de abarcar demasiado.
-Estoy tratando de idear una forma de esculpir un par de cisnes de hielo para decorar la mesa de los dulces -indicó, señalando una de las revistas-. Tengo una idea, pero nunca se me han dado demasiado bien las manualidades.
-Pensé que los ibas a mandar esculpir en Londres muggle.
-Iba a hacerlo, pero resultó que el lugar estaba demasiado copado para este San Valentín, y no admitieron el pedido. Aunque estoy seguro que con un poco de magia lo puedo hacer yo -afirmó, restándole importancia y volviendo a ver las revistas. El pelinegro le dio una mirada de reproche que el otro no alcanzó notar.
-Malfoy, ¿de verdad crees poder con todo esto? -Preguntó en tono serio. Si Lucius parecía al borde de un ataque nervioso, Draco parecía al borde del agotamiento.
- ¡Por supuesto que sí, cuatro ojos! No te las des de novio preocupado conmigo, puedo con todo esto y con más -aseguró- ¿Dijiste que puedes ocuparte de algunas cosas?
Harry suspiró resignado y se levantó del piso, tomando notas mentales de todo lo que había prometido hacer- Volveré después de la cena para lo de la desgnomización, y luego mañana en la tarde para afinar detalles y ver que todo esté en orden -indicó, recibiendo un asentimiento de Draco en respuesta- Y Draco… -el aludido levantó la cabeza, interrogante- Trata de dormir un poco ¿Sí?
El rubio pareció extrañado por el consejo de Harry, pero asintió hacia él, y siguió observando las imágenes inanimadas.

***

Harry regresó ya muy entrada la noche, encontrando que todo el espacio para la ceremonia había sido despejado. Varios funcionarios del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas llegaron después de él, y procedieron a encontrar y poner en custodia a los gnomos de jardín que plagaban silenciosamente el terreno. El moreno miró hacia la casa, vislumbrando luz en la habitación de Draco, negó con la cabeza, y siguió supervisando.

***

El día siguiente, por la mañana, el pelinegro hizo todos los restantes en la lista de Malfoy: Buscó los trajes en Madame Malkins y los envió con Kreacher hasta la mansión, se encargó de retirar el pastel y también lo envió con el elfo. A media mañana recibió una nota de Draco, pidiéndole que le enviara algunos bloques de hielo desde el callejón Diagon, que preguntara a Florean Fortescue. Harry obedeció y envió una decena de bloques de hielo macizo, no muy convencido de que Draco fuera capaz de realizar las esculturas de hielo y además supervisar la decoración. Pasó la mañana y parte de la parte ocupándose de pequeños pendientes, y fue cerca de las 7 de la tarde cuando decidió que tal vez debía pasarse por la mansión a ver cómo andaban las cosas con Draco y sus esculturas.
Se apareció en los terrenos, y caminó lentamente hasta entrar por el portón principal. Se sorprendió de ver que ya todo estaba completamente listo para la ceremonia, el arco y la tarima montados y decorados. Los asientos dispuestos y embellecidos con flores y cintas de colores. Las mesas, la fuente de chocolate, los globos, incluso las pompas de jabón flotantes. En la mesa principal, dos espacios: Uno para el pastel y otro seguramente para la escultura de Draco
Superada la sorpresa inicial, el moreno enfiló hacia la casa, buscando a Draco en todos y cada uno de los rincones que el rubio solía frecuentar cuando estaba planeando qué más comprar o qué cantidad pedir. No lo consiguió por ningún lado, y fue sólo cuando ya se disponía a irse que escuchó sonidos como de una sierra eléctrica muggle cerca de uno de los rosales. Se acercó con cautela, varita en mano, mientras el sonido se iba haciendo cada vez más fuerte.
Un par de pasos y pudo ver la fuente de ese terrible sonido: Draco estaba frente a lo que parecía ser una mesa de trabajo improvisada, con la varita empuñada y cortando con alguna clase de hechizo un macizo bloque de hielo. Había varios bloques partidos a la mitad y en formas irregulares desperdigados por todo el suelo, y Harry pudo deducir que el rubio no estaba teniendo mucho éxito con eso de las esculturas. Draco se quitó la máscara de seguridad que cubría su rostro y se secó la frente, visiblemente agotado. Por un momento, Harry pensó que podía desmayarse… tenía toda la razón.
El rubio perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, exhausto. Harry logró acercarse lo suficientemente rápido para atraparlo antes que se golpeara, haciendo que ambos quedaran sobre la hierba. Draco pareció reaccionar de inmediato, removiéndose para liberarse de esos brazos que lo aferraban.
- ¡Suéltame, Potter! -exclamó, removiéndose con más fuerza pero inútilmente, pues Harry le tenía bien agarrado.
- ¿Podrías dejar de ser un insufrible por un minuto, Malfoy? -preguntó el pelinegro, exasperado y con tono inusualmente autoritario. Malfoy dejó de removerse y Harry lo soltó, dejándolo caer suavemente en la hierba ligeramente húmeda por tanto hielo deshecho sobre ella.
- ¿Qué haces aquí? -preguntó más calmado, mientras se quitaba la máscara de seguridad por completo.
-Te dije que pasaría en la noche a ver como estaba todo -contestó Harry, sentándose en la hierba frente al otro.
-Lo sé, pero pensé… Pensé que por ser esta tu última noche de libertad tal vez el grandioso Harry Potter querría irse de marcha con sus amistades.
Harry soltó una risotada y Draco le lanzó una mirada perspicaz- Yo no salgo de marcha nunca, mucho menos voy a hacerlo un día antes de mi boda. Mañana hay que despertarse muy temprano y no quiero parecer un cadáver… Para eso ya estás tú -El rubio lo miró indignado y Harry volvió a reír -Oh, vamos, Draco. Sabes a lo que me refiero ¿Son tan necesarias esas benditas esculturas?
-No… -comenzó Draco- Es sólo que quería que todo fuera perfecto ¿sabes? Todos los clichés muggle parecen ser tan especiales, tan únicos. Al principio lo hice por alterar a Padre, pero ahora no lo sé… Sé que tú tampoco quieres esta boda, y te agradezco lo que haces por nuestra familia pero… No lo sé, no creo que pueda casarme con alguien sólo por unos cuantos galeones.
-Es por eso que has estado agotándote todos estos días, ¿cierto? -reprochó el moreno. No sabía en qué momento había comenzado a sentir empatía por Draco, pero en ese momento, viéndolo completamente agotado por planear una boda pomposa y exagerada que ninguno de los dos quería realmente, se sintió sobrecogido.
-No entiendo por qué aceptaste casarte conmigo. Es decir, mi madre te ayudo, pero eso no te obligaba a hacerlo. Podías haberle dicho que no.
Harry se hacía la misma pregunta desde que había aceptado casarse con Draco, aquel día hacía ya más de un mes. Al principio se dijo a si mismo que era sólo por ayudar a los Malfoy, pero luego de esa entretenida salida con el rubio el día de los pasteles, Harry supo que había algo más. Le gustaba revolotear por donde estaba Draco, siempre observándole anotar y tachar cosas en su ridículo organizador con forro de peluche. Le gustaba verlo tan concentrado mientras trataba de planificar la recepción, o de ubicar a los invitados. Disfrutaba viéndole hacer sugerencias descabelladas mientras Lucius estaba cerca, incluso algunas veces él mismo aportaba ideas para sacar de sus casillas al patriarca. En el fondo, muy a su pesar, el moreno sabía que se estaba enamorando un poco del que pronto sería su esposo ficticio.
-Y-yo… Bueno, ya sabes que no logro dejarte caer en desgracias por más que lo intente, Malfoy. Está en mi naturaleza.
El rubio levantó una ceja, pero no dijo nada. Por un momento pensó que Potter le confesaría que en verdad si deseaba casarse con él, que todo lo había hecho con la intención de acercarse más, de conocerse, y de poder ser ellos mismos sin temor al qué dirán, porque al fin y al cabo “estaban comprometidos”. Por un breve instante, que el rubio negaría con todas sus fuerzas, Draco pensó que Potter le confesaría estar enamorado de él. Pero, desde luego, eso no era lo que había sucedido.
- ¿Podrías ayudarme a levantarme? Necesito limpiar todo esto. Creo que no habrá esculturas de hielo para esta boda.
Ambos chicos sonrieron, y Harry se levantó del piso, ayudándole. Durante los siguientes minutos ninguno habló, sólo se dedicaron a limpiar los restos de hielo sobre el césped. Draco hizo desaparecer la mesa, estrechó la mano de Potter con gesto solemne, y le dio las buenas noches.
-Buenas noches, Potter. Nos vemos mañana temprano. Recuerda que saldremos juntos al jardín, a menos que quieras ser la novia y salir después de mí…
-En tus sueños, Malfoy. Que descanses.

Capítulo 4: Si no puedes con el enemigo

La mañana de la boda, Harry despertó temprano. Se dio una larga ducha y desayunó ligero. Kreacher había preparado toda su vestimenta, y también había acomodado la habitación que Draco utilizaría durante su estancia. No pudo evitar recordar cómo le había visto el día anterior, demasiado cansado para continuar. Dudó por un momento que estuvieran tomando la mejor decisión al casarse, pues eran Draco Malfoy y Harry Potter, y no podían estar en un cuarto más de dos minutos sin querer matarse el uno al otro ¿O no? No importaban los extraños sentimientos que estuvieran naciendo en el moreno, ni lo bien que se sentía acompañándole y estando a su lado, ni siquiera importaba que Draco hubiera terminado siendo el tipo de chico que a Harry le hubiese gustado llamar pareja. No, nada de eso importaba ya, porque ahora estaban a punto de ir al altar para casarse bajo una falsa unión, para recuperar el dinero de los Malfoy.
Harry suspiró resignado, y comenzó a vestirse. El traje le quedaba a la medida, tal y como aquella vez en la tienda muggle, con Draco posando junto a él para asegurarse de que ninguno de sus trajes le robaba protagonismo. A veces llegaba a ser tan irritante. Pero otras, como el día anterior, sencillamente era un chico de su edad, envuelto en una situación difícil y de la cual intentaba salir de la mejor manera.
El moreno sabía que no debía llegar demasiado temprano a la boda, pues ambos debían salir juntos y Draco no quería que se vieran mucho tiempo antes de la ceremonia. Decía que era de mala suerte, y Harry estuvo seguro de que el rubio estaba siendo manipulado por uno de esos tontos artículos de revista. Caminó tranquilo hasta alcanzar el vestíbulo, y se sentó en el sofá a esperar un poco más.

***

Draco caminaba de un lado a otro, completamente vestido y arreglado, y con el pánico dibujado en su rostro. Estaba a punto de casarse con Potter, con Harry Potter ¡Por Merlín!
El moreno había sido medianamente amable con él las últimas semanas, le había ayudado bastante con los preparativos de la boda, y en general no habían peleado. Resultaba bastante más agradable ahora que ya no estaban en la escuela. Podían conversar de cosas triviales como chicos de su edad. Incluso algunas veces le resultaba bastante atractivo a la vista, y eso considerando los altos estándares Malfoy. Draco pensaba que tal vez, si las cosas hubieran sido diferentes, ambos podrían estar conociéndose de la manera adecuada, y que tal vez podrían llegar a ser algo más que simples amigos.
Pero esto ya no era un juego de niños. Iban a casarse, iban a vivir juntos, y de seguro tendrían que actuar como una pareja común y corriente frente a todo el mundo ¿Cómo se suponía que hicieran eso? Ellos eran Draco Malfoy y Harry Potter, los antiguos enemigos de Hogwarts, los enemigos de la infancia no andan por allí besuqueándose en ceremonias formales, no señor.
-Besuqueos… -murmuró Draco, aterrorizado. No había pensado en eso hasta ese instante. Definitivamente esa boda tenía que ser detenida. Él no podía casarse con Harry Potter.

***

Harry consultó su reloj de pulsera, intrigado. Se suponía que Draco lo mandaría llamar con su elfina cerca de las ocho de la mañana y ya eran casi las nueve. La ceremonia daría comienzo sólo media hora después, y el moreno estaba casi completamente seguro de que algo estaba pasando. Se levantó del sofá, dispuesto a tomar la red flú para llegar a la mansión cuando un sonido de aparición lo hizo detenerse. Era Yinxy, la elfina de Draco.
-Yinxy, pensé que ya no vendrías ¿Le ha pasado algo a Draco? ¿Está todo en orden?
La elfina negó con la cabeza, tan enérgicamente que los extremos de sus orejas puntiagudas chocaban contra su rostro. Harry se sentía cada vez más tenso.
-Yinxy ha venido a avisarle algo al señor Harry Potter. A Yinxy le apena mucho decirle esto, porque el señor Harry Potter es siempre bueno con esta elfina.
- ¿Le ha pasado algo a Draco, Yinxy? -inquirió Harry. La actitud de la elfina lo intrigaba, pero pensar que algo podría haberle pasado a Draco le hizo un nudo en el pecho.
-No. El amo Draco está bien. El amo Draco a enviado a Yinxy a hablar con el señor Harry Potter. El amo Draco quiere… El amo Draco quiere que esta elfina le diga al señor Harry Potter que es libre de hacer lo que quiera. El amo Draco no quiere casarse.
A Harry esto lo tomó por sorpresa. Después de todo lo que había hecho para que la boda se realizara, ¿estaba dispuesto a dejarlo todo así? El moreno se sintió un poco abandonado.
-Yinxy, ¿Sabe alguien más acerca de la decisión de Draco?
-No. El amo Draco está encerrado en su habitación. Me pidió que hablara con el señor Harry Potter primero. Que luego ya él iría a hablar con el amo Lucius.
Harry tomó una decisión. Hablaría con Draco, trataría de convencerlo de casarse con él. Y si eso no funcionaba, siempre estaba la maldición Imperius.
Escúchame Yinxy. Iré a hablar con Draco. Tú ve a las cocinas de la mansión y alístate para la celebración. Habrá boda, yo me encargaré de ello.
La elfina asintió, y desapareció frente a él.
- ¡Kreacher! -Bramó el moreno- Necesito que me ayudes a aparecerme dentro de la Mansión Malfoy.
-Enseguida, amo Harry.

***

Cuando Harry se apareció en medio de su habitación, completamente vestido y con aire encantador, Draco no supo si reír o llorar. Había enviado a su elfina a convencerle de no venir, para poder acabar con esta farsa de celebración. Aparentemente Yinxy no había hecho su trabajo correctamente.
-Potter -dijo, poniéndose de pie.
-Malfoy -respondió el moreno, acercándose a él. Se veía realmente guapo en ese traje blanco, y sus ojos esmeralda parecían brillar mucho más.
- ¿Qué haces aquí? Pensé que para este momento estarías celebrando que no te tenías que casar conmigo.
- ¿Y por qué habría de hacer eso? -Replicó el moreno- He dado mi palabra de que me casaría contigo y aquí estoy.
-Ya -masculló el rubio-. Sólo has venido a cumplir con tu deber ¿no?
Harry pareció sorprenderse por la pregunta de Draco ¿Es que acaso había algo que no le estaba diciendo?
-No. No solo estoy aquí por eso. Estoy aquí porque quiero.
Draco le dirigió una mirada evaluativa ¿Era su imaginación o Potter había dicho que estaba ahí porque quería?
-Es igual. El punto aquí es que si nos casamos estaríamos cometiendo un gran error ¿Te has puesto a pensar en que tendremos que actuar como una pareja?
Harry lo había pensado ¡Merlín, por supuesto que lo había pensado! Actuar como una pareja implicaba estar todo el tiempo juntos, coquetear, quizá hasta darse un par de besos castos frente a todo el mundo. El moreno no quería aceptarlo, pero en verdad le encantaba la idea. Después de todo, Draco era un hombre muy atractivo y no era como si tuviera que hacer un gran sacrificio al tener que manosearlo de cuando en cuando.
-Ejem… Claro que lo he pensado, Draco. Pero vamos ¿Acaso te doy tanto asco? Sé que no soy tu tipo pero…
-No.
- ¿No?
-No me das asco, Potter… Es decir… Eres un hombre atractivo y…
El rubio se quedó sin palabras. Potter pensaba que le tenía asco ¿¡Por qué diablos pensaría algo así!? A, claro. Tal vez porque el primer día de su compromiso le dijo que no era su tipo. Que no era su tipo ¿En qué demonios estaba pensando?
Harry le dedicó una espléndida sonrisa y se acercó a él, con gesto cómplice- Oh, Malfoy, me haces tan feliz -dijo con voz afectada, mientras Draco lo empujaba suavemente, a modo de reclamo.
-Ya, Potter. Eres atractivo ¿Y qué? Eso no quiere decir que estemos haciendo lo correcto… -Draco se sentó al borde de la cama y el moreno lo imitó- Vamos a casarnos y no sabemos nada el uno del otro. Viviremos juntos, y apenas nos soportamos. Digo ¿No preferirías casarte con la Weasley o algo así? -preguntó, mirando el suelo.
Harry no podía creer lo que estaba viendo. Draco no quería casarse con él para no hacerlo infeliz, o bueno, para no hacerse infelices entre ellos. Para ser Draco Malfoy, el rey del control y el conde del yoismo, considerar los sentimientos de alguien más era todo un avance. Y si ese alguien resultaba ser Harry Potter, pues era un avance de proporciones épicas.
El moreno ya no podía negar la atracción que sentía hacia Malfoy. Verlo completamente vestido y arreglado, con ese aire aristócrata que tan bien le sentaba, lo hacían desear que simplemente fueran dos chicos comunes que estaban a punto de coquetear en un bar, y no dos enemigos jurados que estaban a punto de casarse por dinero. Pero ¿Quién decía que no podían ser ambos?
-Draco… Draco yo… -Sabía exactamente lo que quería decirle al rubio, pero no encontraba las palabras para hacerlo. Draco lo encaró, interrogante, y Harry decidió que era ahora o nunca- Draco, tú me agradas…
-Vaya, Potter. Qué novedad…
-No -dijo el moreno un poco más alto, haciendo que Draco diera un pequeño bote-. No sólo me agradas. Realmente me agradas. Me gusta la manera como mantienes todo bajo control, y la manera en que revoloteas de un lado al otro organizando cada detalle. Me gusta verte cuando tienes una idea brillante, pues se te iluminan los ojos, y… Bueno… También eres un hombre muy atractivo.
Draco no supo que responder. Potter le estaba diciendo que le agradaba, o mejor dicho, que le gustaba, y el rubio no podía decir que el pelinegro le parecía despreciable tampoco.
-Potter ¿te estás declarando? -preguntó, más intrigado que otra cosa. Harry le dio un leve empujón en el hombro por respuesta.
-No seas idiota, Malfoy. No estoy diciendo que esté enamorado ni nada de eso. Es sólo… es sólo que estas últimas semanas he descubierto que no eres como todos piensan, que no eres como yo pensaba. Y bueno, me gustaría poder conocerte, al verdadero tú. Y si tengo que casarme contigo para poder hacerlo, pues creo que lo haré.
Las palabras de Harry resonaron en su cabeza, irreales. Le estaba diciendo que le gustaba ¡Merlín, le estaba diciendo que lo quería cortejar! Y no le importaba tener que casarse con él para hacerlo. Definitivamente Potter era una caja de sorpresas, una que el rubio no pensaba desaprovechar.
-Bueno, Potter. No voy a decir que tú no me agrades. Es más, pienso que todo ese entrenamiento de Auror te ha sentado muy bien. Y a mí también me gustaría poder conocerte, realmente. Pero esta situación nos rebasa, ¿no lo crees? Digo, apenas hemos hecho un acercamiento y ya en un par de minutos estaremos obligados a actuar como dos enamorados. Incluso tendremos que besarnos frente a toda esa gente del Ministerio que vinieron a corroborar la historia. No es como si ya nos hubiéramos besado an…
Harry le tomó por la nuca, y le hizo callarse. Los ojos esmeralda lo miraban más brillantes que nunca, ansiosos, y el rubio deseó poder sumergirse en ellos. Con un rápido movimiento, el moreno eliminó la distancia que los separaba y le besó en los labios. Draco abrió los ojos muy grande, para luego ceder y cerrarlos con un suspiro ¡Merlín! Draco no sabía cuánto había deseado ese beso hasta ese instante. Recordó todas las tardes pasadas en compañía del pelinegro, planeando nuevas maneras de incordiar a su padre, organizando cosas triviales de la ceremonia, preguntándole que rayos era un corsé… Sí, se había enamorado un poco de ese Harry tan apuesto y gracioso desde el mismo día en que habían salido a comprar los trajes y a elegir el pastel. De pronto, la boda no le pareció tan mala idea.
Draco correspondió el beso suavemente, y Harry lo haló más hacia sí. Quería sentir esa piel tersa y cálida un poco más, quería enredar sus manos en esos perfectos cabellos rubios un poco más. Quería saborear a Draco un poco más. Con la agilidad de un gato, Harry hizo a Draco inclinarse contra la cama, profundizando más en ese beso que hasta ese momento no había pensado que sucedería. Lo arrastró hasta el centro de la cama y le siguió besando, acallando cualquier protesta, a pesar de que no parecía haber ninguna. Draco colocó sus manos en la cintura del moreno y lo haló más hacia sí, haciendo que todo su peso recayera sobre su cuerpo. Quería seguir besándole, quería seguir tocándole… ¡Merlín! Quería todo con este chico.
De pronto, Potter comenzó a delinear su cintura por debajo de la chaqueta, y fue allí que el rubio reaccionó: “¡La boda!” fue su primer pensamiento coherente. Reunió toda la fuerza de voluntad que aún le quedaba y colocó ambas manos sobre los hombros de Potter, alejándole. El moreno dio un sonido de protesta, y lo miró con reproche.
-Draco ¿qué…?
-Potter, la boda. Estamos arruinando los trajes….
-Oh, vamos Malfoy, por favor -gimió el moreno, volviendo a besarle, mientras que el rubio volvía a apartarlo- ¿Es que acaso no quieres esto? -Preguntó, un poco ofendido.
- ¡Merlín! Claro que quiero esto, Potter. Si fuese por mí, ya estaríamos follando como conejos -respondió, empujando un poco más hasta hacer que Harry se apartase y ambos se sentaran en la cama. Se acomodó un poco el cabello y la corbata, y miró al otro, que parecía no comprender-. Escucha, hoy es nuestra boda. Si no bajamos en unos minutos, sospecharán que algo pasa. Ya hemos establecido que somos capaces de aparentar ser una pareja de enamorados frente a ellos. Así que es hora de recomponernos y bajar a celebrar.
- ¿Quiere decir que quieres casarte conmigo, Malfoy? -inquirió Harry, intentando alisar un poco el traje y acomodar su corbata. Draco se acercó a gatas hasta él, le ayudó a acomodarse la corbata y le acarició la mejilla.
-Quiero decir que si nos casamos, tendremos tiempo de sobra para terminar lo que hemos comenzado aquí -y acto seguido, le besó en los labios de forma lenta. Luego se levantó de la cama y el moreno hizo lo mismo.
Se miraron al espejo, casi sin hablarse pero con sendas sonrisas en el rostro. Draco aplicó un hechizo para alisar los trajes y pronto estuvieron listos para salir al jardín. Salieron de la habitación y transitaron por la casa, ahora casi desierta pues todos los ocupantes seguramente se encontraban ya esperándoles. Draco envió a Yinxy a anunciar su pronta salida con los invitados y con la banda, que debían tocar “White Wedding” para que los chicos hicieran su entrada. Luego se quedaron esperando frente a la puerta a que su canción comenzara a sonar y mientras esperaban, Harry soltó una carcajada que intrigó un poco al rubio.
- ¿Qué es tan gracioso, Potter?
-Estaba pensando cómo se tomará tu padre el saber que estamos juntos ahora -Harry soltó otra risotada, y Draco le sonrió de vuelta.
-También lo pensé, y creo que no deberíamos decirle nada.
- ¿Ah, no? -Preguntó el moreno.
-Claro que no -confirmó Draco-. Dejémoslo que piense que aún nos odiamos, sólo para molestarlo un poco más -comentó, con una sonrisa maléfica.
-Eres asombroso, ¿lo sabías? -dijo Harry, un poco embelesado.
-Lo sé, Potter. Tú tampoco estás nada mal -afirmó, sonriendo.
Ambos se miraron a los ojos, sabiendo que tendrían todo el tiempo del mundo para conocerse, para descubrirse, y para divertirse a costa de Lucius y sus ataques de nervios. La melodía conocida resonó en el vestíbulo, indicándoles que ya debían salir. Se miraron una vez más, se tomaron de las manos, y salieron juntos al jardín mientras todos sus amigos y familiares los esperaban de pie. Tal vez esta no era la mejor manera de comenzar una relación, pero siendo ellos quienes eran, seguramente las formas convencionales no habrían dado los mismos resultados.

FIN

# fluffyfest 2013

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