Fic: El hombre de Hielo; Regalo para Drarry_holic (Parte 1)

Apr 22, 2013 20:00

Título: El Hombre de Hielo
Nombre: Secreto
Reto: # - 01
Reto proporcionado por: drarry_holic
Número de palabras: 9,494
Rating: M
Betas: Haru Chan & smile.in.love
Resumen: Después de una traición por parte de la mujer que amaba, Harry Potter cierra su corazón y se promete no volver a amar en lo que le resta de vida, volviéndose un adicto al trabajo. Pero un incidente le hace conocer a Draco Malfoy, un joven que al igual que él, prefiere su trabajo antes que otra cosa. ¿Qué sucede cuando el destino es cruel y se divierte juntando a estas dos personas que se odiaron al verse? ¿Saldrá algo bueno de la relación entre un DI del Scotland Yard y un miembro del Parlamento de Londres?
Notas: Espero cumplir con las expectativas del cliente (¿?).


Una de las cosas que Harry más amaba en la vida era el poder ayudar a otros. Siempre fue así y siempre iba a ser así. Era una de las cualidades que en la academia siempre le aplaudían, el amor por la profesión. Pero por el lado negativo, Harry siempre dejaba su propia felicidad de lado con el afán de hacer bien su trabajo - cosa que le trajo más de un problema personal.
Al principio cuando formó parte de las filas del Scotland Yard, siendo apenas un novato, una compañera de departamento le había dicho - advertido, mejor dicho - que no se tomara tan a pecho su trabajo, que viviera su propia vida y que no se enfrascara tanto en los casos de la unidad. Harry, por supuesto, le agradeció el gesto amable pero no lo llevó a cabo simplemente porque no le veía nada de malo en querer tener una ciudad libre de malhechores. Era feliz así.
Poco a poco fue escalando en la Oficina de Investigación Criminal hasta convertirse en Jefe de esa Unidad. De hecho, según sus compañeros, era el Jefe de Unidad más joven que recordaban haber tenido desde hace mucho tiempo - considerando que tenía casi veinticinco años.
Harry no podía ser más feliz hasta ese momento, pero la vida tenía otros planes para él.

XxXxX
Meses después conoció a Mary.
Mary era una joven que sabía lo que quería, cómo y cuándo lo obtendría y tenía muy bien marcadas sus metas. Su intensidad fue lo que atrajo a Harry de inmediato. Era la misma intensidad con la que él hacía su trabajo, después de todo.
La relación se estableció después de algunas citas, cenas y alguna que otra película. Harry estaba enamorado. Era feliz.
Dos años después decidieron vivir juntos en un pequeño departamento en el centro de la ciudad. Era el departamento de Harry, por supuesto.
La vida parecía sonreírle a Harry después de todas esas muertes y casos extraños que veía en la unidad, y se preguntaba si acaso algo había hecho bien en su vida pasada como para que en ésta le premiaran de tal manera. Sonreír como idiota al pensar algo así.
Pero el trabajo en la unidad comenzó a volverse cada vez más pesado, con casos que parecían sacados de los peores thrillers de la época. Desde casos de suicidios aparentemente no conectados hasta asesinatos con tintes de seriales. Harry cada día llegaba más y más tarde a casa, pero esperaba que Mary comprendiera que era parte de su trabajo y que, después de todo, él se encargaba de que las cosas en Londres fuesen pacíficas.
Lamentablemente las especulaciones de Harry no fueron las acertadas.
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Los meses pasaron y san Valentín se acercaba, estaba a la vuelta de la esquina, prácticamente.
Harry jugueteaba una y otra vez con la pequeña cajita de terciopelo negro que tenía, en ese momento, entre sus dedos. La abrió para admirar nuevamente la bella y antigua herencia de compromiso de su familia. Era un hermoso anillo de oro blanco con una esmeralda incrustada. Sonrió embobado por el anillo, imaginando la cara que pondría Mary cuando le diera la sorpresa.
Ahora sólo le quedaba esperar por la fecha elegida y no habría nada que saliera mal.

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La fecha llegó por fin y Harry, como pocas veces en su vida, salió temprano del Scotland Yard. Deseaba llegar a su casa pronto para poder comenzar con esa noche de ensueño que había llevado planeando desde hace casi tres meses cuando decidió que Mary era la indicada para unir sus vidas. La vida le sonreía al Jefe de Unidad.
Pero su sonrisa enamorada poco a poco se fue desvaneciendo cuando, al llegar a su departamento, encontró cosas regadas por el piso de la sala. Lo primero que pensó fue que habían entrado a robar. Desenfundó su arma - cosa que odiaba de sobremanera - y caminó por la casa revisando todas y cada una de las habitaciones, con los sentidos completamente alertas ante cualquier sonido… y eso fue justamente lo que le hizo detenerse en su habitación, la habitación suya y de Mary.
Y ante la idea de que alguien estuviese atacándola, Harry entró con fuerza, apuntando su arma, usando su porte de policía. Sin embargo no era exactamente un ataque hacia ella lo que ocurría justo en su habitación, en su cama. Mary estaba con otro hombre.
Harry sintió que algo en su interior se rompió.
“Mary, ¿qué carajos significa esto?” cuestionó con todo el autocontrol que le exigía su trabajo porque de lo contrario, el cartucho de su 9mm ya estaría vacío.
“¿Qué crees que significa, eh?” respondió sin el menor atisbo de arrepentimiento o temor “¡Tú te lo buscaste! Nunca llegas temprano, tengo que estar esperando por ti y sinceramente estoy cansada ¡estoy harta de esto! Yo también tengo necesidades, ¿sabes? Así que no sé qué es lo que vienes a reclamarme.”
“Vete.” Su dedo acarició tentativamente el gatillo del arma al decir esas palabras “¡Largo! ¡Lárguense de mi casa!” ambos comenzaron a colocarse rápidamente la ropa que estaba tendida en lugares al azar del piso. Una cosa era segura: apreciaban demasiado sus vidas como para replicar la orden del moreno.
Harry los observó mientras se movían como idiotas de un lado al otro sin saber qué hacer. Se sentía mal, sí, pero no lo iba a demostrar. No iba a pedir una explicación porque lo que Mary había dicho no era más que la verdad, pero tampoco era su culpa.
“¿Qué crees que estás haciendo?” preguntó elevando una ceja, aún con el arma en la mano, a Mary, quien había sacado una maleta y comenzaba a meter cosas en ella.
“Yo… pero tú…” el nerviosismo de ver el arma la hizo tartamudear.
“Ni pienses por un minuto que te llevarás algo de aquí; todo esto lo compré yo. Vete con lo que llevas puesto, ahora.” La joven salió siguiendo a su amante y, dando un portazo tan fuerte que hizo retumbar las ventanas, dio fin a la conversación.
¿Qué mierda había pasado? Harry aún estaba en un ligero estado de shock del que poco a poco comenzaba a salir. Las palabras, las escenas y la situación se rebobinaron en su mente una y otra vez hasta que se dio cuenta de lo que en realidad había ocurrido. Mary le había sido infiel y dudaba que ésta fuese la primera vez. En su propia casa, en su propia cama… y a saber en qué otros lugares de la casa.
El moreno sólo se permitió llorar esa noche y a la mañana siguiente, todas las pertenencias de ‘ella’ estaban en la basura.

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A sus treinta años Harry Potter era considerado como ‘El Hombre de Hielo’ por los integrantes de su Unidad. Conocido por su mirada fría y carácter fuerte e intimidante, no permitía ni el más mínimo error en cualquier cosa que se presentara en su oficina. Los reportes de los casos debían ser perfectamente capturados y almacenados; los procedimientos debían ser seguidos al pie de la letra y cualquier error cometido era castigado severamente - de acuerdo, sólo los ponía en ridículo frente a toda la unidad, pero era más que suficiente.
Nadie sabía el por qué desde hace tres años su actitud se había vuelto así. Era como si su jefe no tuviera corazón o, como muchos bromeaban, se lo hubiese arrancado y dejado secar al sol hasta marchitarlo. Era espeluznante para los que habían trabajado con él anteriormente ver la transformación de lo que era antes y lo que es ahora.
Pero aunque no sabían la razón exacta, nadie se atrevía a preguntarle o cuestionar sus actitudes y actos. Era su jefe, después de todo, y mientras la Unidad funcionara… o eso esperaban.
Y a pesar de todo lo terriblemente amargado que podía ser, sólo había una persona que sacaba lo mejor de él: su ahijado, Teddy; por quien Harry daría la vida si se lo pidiesen.
Teddy era un niño muy despierto y sólo él lograba despertar el cariño y calidez que Harry juró no volver a sentir por nadie más; pero ¿cómo no amar a ese niño travieso? El pequeño castaño había llegado a su vida poco después de lo sucedido con Mary.
Harry no se lo esperaba, pero aún recordaba el día en que conoció a Teddy por primera vez.

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Era un día cualquiera en la Oficina de Investigación Criminal cuando recibieron la notificación de tener la localización de un sospechoso que llevaban persiguiendo desde hace unas semanas. Harry no dudó ni un segundo en reunir a su gente y dar indicaciones sobre lo que debían hacer.
Al llegar a la dirección donde presuntamente se encontraba el sujeto, a Harry le llegó la notificación de que éste tenía rehenes. La situación había cambiado totalmente, pero estaban preparados.
El enfrentamiento resultó en tres heridos y tres muertos, uno era el sospechoso y los otros dos eran los propietarios de la casa. Una pareja, al parecer. Harry odiaba las situaciones de rehenes precisamente porque no podías predecir qué tal mal psicológicamente estaba el sospechoso al intentar negociar con él; en este caso, el imbécil había decidido que si no salía vivo, ellos tampoco. A veces el moreno se preguntaba qué era lo que tenía que hacer para deshacerse de escoria como esa.
Pero esos pensamientos fueron dejados de lado cuando entró a la casa a verificar que todo estuviese en orden, y se llevó la mayor de las sorpresas al encontrar la habitación de un pequeño en la segunda planta. Aparentemente el sospechoso no había llegado tan lejos al inspeccionar la casa porque no había signos de lucha o forcejeo - probablemente se encontró a la pareja en el primer piso. Siguió su inspección hasta que escuchó pequeños ruiditos que provenían del clóset de la habitación y ahí, acurrucado en el rincón, se encontró con un pequeño niño sollozando y temblando.
“Hola, mi nombre es Harry Potter y soy policía.” Dijo con cuidado de no asustarlo mientras enfundaba su arma “Soy de los buenos, ¿sabes?” el pequeño levantó un poco la cabeza para verlo y Harry se obligó a sonreírle para darle confianza - cosa que ya no hacía con frecuencia.
“¿De los buenos?” respondió el pequeño.
“Así es, ¿cómo te llamas?”
“Teddy.”
“Hola Teddy, ¿quieres salir de ahí? Ya todo está bien, no debes tener miedo.”
“Pero… ¿y mis papis?” Harry era malo en dar malas noticias, eso no era lo suyo, pero aquel niño era diferente, era especial.
“Ellos ya no están aquí, Teddy. Ya están descansando y nadie les puede hacer nada malo.”
“¿Y me cuidarán desde el cielo?” la inocencia de los niños era una de las cosa por las que Harry aún seguía en el cuerpo policiaco.
“Así es, ellos te cuidarán. Así que será mejor que te portes bien.”
“Sip.”
Y aunque Harry pudo localizar a la abuela de Teddy, éste no se quiso quedar con ella por mucho tiempo, alegando que él quería a Harry. Andrómeda no pudo quitarle aquella idea de la cabeza y después de mucho pensar en una solución Harry, aquel que había jurado y perjurado no volver a abrir su corazón a nadie más, le preguntó a Andrómeda si él podía ser el padrino de Teddy.
La idea era extraña en sí. ¿Cómo es que un perfecto desconocido se ofrecía así, de la nada, a apadrinar a un niño que recién había perdido a sus padres? Y a pesar de la rareza de la situación, ambos llegaron a la misma solución: si Teddy era feliz, ellos también.

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Harry se hacía cargo de Teddy los fines de semana, que era cuando no tenía trabajo y esto le ayudaba a su abuela a tomarse un respiro del día a día que era convivir con un hiperactivo niño de seis años. Teddy era inteligente y sabía lo que conllevaba vivir con una mujer mayor y con un policía, sus días nunca eran aburridos.
“Teddy, ¿ya te lavaste los dientes?”
“Sí padrino. Mira.” El pequeño abrió grande su boca para que Harry pudiera ver sus dientes completamente limpios. El moreno no dudaba de él, pero se alegraba de ver que Teddy era un niño obediente.
“Bien, vamos a dormir. Recuerda que mañana vamos a ir al cine.”
“¡Sí!”
Harry intentaba ser un buen ejemplo para el pequeño, porque dentro de toda la oscuridad en la que su vida se envolvió, él vino a ser un pequeño rayito de luz que le devolvió un poco de humanidad después de aquel episodio tan lamentable en su vida.
No quería perder a Teddy, no a él.

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Draco Malfoy es un respetable miembro del Parlamento del Reino Unido. Es uno de los más jóvenes, en comparación con sus colegas de oficio, en llegar a formar parte de la Cámara de los Lores.
Draco, a pesar de provenir de una de las familias de más sobrenombre e importancia dentro del Parlamento no dejó que esto le ayudara a posicionarse hasta donde está ahora. Hubiese sido muy sencillo, sí, pero él quería tener la satisfacción de haber llegado ahí con sus logros y por su propia cuenta. Y lo logró.
Tenía todo lo que siempre había deseado, las metas que con tanto esfuerzo y dedicación se había planteado, ahora estaban cumplidas y lo único que le quedaba era seguir mejorando. Aunque sus padres no concordaban en el estilo de vida de su hijo.

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“Draco.”
“Sí, madre.”
“Ven a tomar el té con nosotros, tenemos algo que decirte.”
Draco ocasionalmente visitaba a sus padres en la mansión a las afueras de Londres. Le gustaba ir y relajarse por, al menos, unos minutos cada semana o cada dos - dependiendo de cuánto trabajo tuviese en el Parlamento. Sin embargo, toda esa dicha se veía mermada por ciertas pláticas que sus padres tenían con él constantemente.
“Draco, sé que ya debes imaginarte lo que te voy a decir, pero estamos preocupados por tu situación actual.” Narcissa Malfoy era todo lo que una mujer de clase alta podía pedir; tenía el porte, la clase, la elegancia y sobre todo, la belleza característica de su linaje.
“Madre, ya no soy un niño y sé lo que quiero.”
“Hijo, no queremos meternos en tu vida, estamos orgullosos de ti, pero debes entender que estamos preocupados por tu futuro.” Así como Narcissa, Lucius Malfoy poseía tal elegancia innata que muchos otros nobles envidiarían, poseía el conocimiento, la labia y muchas otras cualidades más que, junto a su esposa, los hacían una pareja envidiable ante la alta sociedad.
“Padre, entiendo perfectamente su preocupación pero nuevamente les reitero, soy feliz así como estoy. No necesito nada más en mi vida para ser feliz, así que si me disculpan, debo terminar de revisar unas cosas. Nos vemos después.”
Uno de los pocos defectos de Draco era, precisamente, su adición al trabajo. Prácticamente estaba casado con éste. Incluso sus amigos y familiares se habían percatado de la insana obsesión que el rubio tenía y, obviamente, estaban preocupados.
Lucius y Narcissa estaban cansados de la situación por lo que hace tiempo decidieron poner manos a la obra para poder sacar a su hijo de su auto proclamado celibato; sin embargo, todas y cada una de las candidatas que ellos le habían presentado a su hijo habían sido descartadas tan fácilmente que ni siquiera les dio tiempo de parpadear. Y los intentos siguieron hasta llegar a la candidata número quince. Se dieron por vencidos.
No había manera de hacerle entender a su hijo que la vida que llevaba no era sana, simplemente no concebían el que trabajara más horas de las que dormía y ni siquiera fuera a visitar a sus amigos o a ellos mismos a menos que, prácticamente, se le obligara a asistir a alguna reunión.
El panorama apuntaba a que el apellido Malfoy se quedaría y moriría con Draco.

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Aquella mañana de sábado catorce de febrero, Harry se despertó con la sensación de que algo bastante malo sucedería ese día. Y no era para menos, cada San Valentín algo dentro de él salía a flote y era mejor que nadie estuviese a su alrededor ese día, a menos que no apreciara su vida y quisiera morir a manos del DI Potter, no literalmente, por supuesto.
Tras recoger al pequeño Teddy de casa de su abuela, Harry planeó llevarlo al parque, pero la idea de ver a tantas parejas demostrándose lo que para él era uno de los más vacíos intercambios de afecto, decidió no hacerlo.
El cine tampoco era apropiado para el pequeño, a menos que fuese una película para niños.
“Teddy, ¿qué quieres hacer hoy, pequeño?” el niño lo miró con los ojos muy abiertos y una sonrisa que mostró sus dientes de leche.
“¿Podemos hacer lo que yo quiera?”
“Así es, hoy es tu día.” De hecho, odiaba aquel día, pero no iba a tener encerrado a Teddy ese día sólo porque él no se sintiera cómodo con el ambiente tan empalagoso que se respiraba por doquier.
“Mmm…” el castaño entrecerró los ojos mientras, aparentemente, pensaba o planeaba qué era lo que quería “¡Vamos al cine! Y luego vamos al parque y a comer helado y luego vamos a comer unas hamburguesas y…” su excitación era tanta que ya estaba comenzando a dar saltitos de emoción.
“Tranquilo enano ¿qué te parece si escogemos la película que quieres ver?”
“Sip.”

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“¡Draco!” La voz de una mujer se escuchó por el pasillo “Draco Malfoy, será mejor que salgas si no quieres que entre por ti.” Era la voz de una mujer muy enojada.
El sonido de tacones se iba acercando poco a poco al estudio donde Draco se encontraba trabajando - como siempre - y cuando la puerta de la habitación se abrió mostrando a una vieja amiga, supo que estaba perdido.
“Pansy, ¿qué te trae por aquí?” preguntó mientras se levantaba de su cómoda silla para saludarla como su educación apremiaba.
“No trates de engatusarme, Draco. Sabes muy bien el por qué estoy aquí.” El ligero tap-tap de su zapato le indicaba a Draco el grado de molestia que Pansy tenía en ese momento. No iba a salir vivo de ahí a menos que…
“De acuerdo, sé que les prometí a ti y a Blaise salir a tomar unas copas la semana pasada -”
“Fue hace tres semanas, Draco.”
“Sí, bien, prometí salir con ustedes hace tres semanas, pero entiende que estaba ocupado.”
“Tú siempre estás ocupado, Draco. Ya no sales, no te diviertes, casi no nos ves y a tus padres los tienes abandonados también.”
“Eso no es cierto, voy a verlos de vez en cuando.”
“Draco, querido, quiero que entiendas que esto no es sano, aún cuando tú te aferres a decir que eres feliz así.”
“Pero Pansy…”
“Pero nada. Deja esos papeles y vienes conmigo. Hoy nos vamos a divertir y no quiero peros ni caras largas ¿de acuerdo?”
“Bien, como quieras.”

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Harry se estaba divirtiendo como nunca antes lo había hecho en esa fecha. Antes de aquél suceso, siempre se la pasaba trabajando y después de, también se la pasaba trabajando. De hecho era la primera vez que salía de su auto encierro del catorce de febrero. Se alegraba el poder compartir una tarde de diversión con su pequeño ahijado, nada podía salir mal.
Una vez terminaron su recorrido por el parque y una pequeña merienda en el centro, Harry se dio cuenta de que la película que Teddy quería ver estaba por comenzar, por lo que se apresuraron a llegar al cine.
Teddy, al ser tan sólo un niño, veía los dulces con sus ojos muy abiertos y Harry no pudo contenerse ante el niño - aunque tenía la impresión de que era manipulado por éste.
“¿Qué es lo que quieres, Teddy?”
“Mmm… quiero esos chocolates.”
“¿Nada más eso?” para la cara que hace un momento había puesto el niño, Harry estaba completamente asombrado de que sólo pidiera eso.
“Sip. Pero también quiero unas palomitas y…” sí, ahí estaba la larga lista de golosinas que el pequeño quería. Sólo esperaba que Andrómeda no se enojara por tal cantidad de golosinas que le estaba comprando.
“¿Y me vas a dar algunos dulces?” Harry puso cara de cachorrito para aumentar ternura a la escena.
“No.” Pero Teddy no cayó. Aunque su seriedad no duró mucho pues el castaño comenzó a reírse por la cara triste que Harry había puesto cuando le respondió “Sabes que sí, padrino. No te pongas triste.” Y el moreno rápidamente se recompuso de su falsa tristeza y siguieron comprando.

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“Pansy ¿en serio? ¿Un cine?” Draco, después de haber sido prácticamente arrastrado fuera de su departamento, fue secuestrado en el auto de Pansy y llevado de aquí y allá hasta que por fin se detuvo, aunque ese no era el sitio en que imaginó terminar pasando su día.
“Claro que sí. No he visto una película en un cine en años, anda, vamos a entrar.”
“Pero no quiero ver esas películas de amor y ridiculeces.”
“Y tampoco de muertes y explosiones. Ay Draco, si no te conociera, pensaría que estás amargado.”
“Pansy…”
“Anda, vamos a divertirnos.”
Pansy seguía siendo como Draco la recordaba de la universidad, tan enérgica y a la vez centrada, a veces demasiado habladora pero una buena amiga al fin y al cabo. Probablemente debía agradecérselo de alguna manera, después de todo, se estaba tomando muchas molestias para sacarlo a divertirse. Draco se preguntó si acaso lo que todos a su alrededor le decían era verdad ¿tenía una obsesión con su trabajo? Debía tener una introspección cuando llegara a casa.
Y entre sus cavilaciones y los jalones de manga de Pansy, no se dio cuenta de que un pequeño niño venía justo hacia su dirección y lo inevitable sucedió. El pequeño chocó con Draco cayendo sobre su trasero y manchando por accidente la camisa de Draco con el chocolate que iba comiendo en ese momento. Cuando Draco se dio cuenta de lo que había pasado y con el poco - o nulo - tacto que tenía hacia los niños pequeños, frunció el ceño y el pequeño castaño se encogió hasta hacerse una bolita y comenzó a gimotear. Aquel hombre le daba miedo.
Fue cuando un joven se acercó hacia el pequeño en el suelo y lo levantó entre sus brazos, preguntándole si se encontraba bien y regañándolo por haberse separado de él mientras esperaba que le entregaran su pedido.
“No sé cómo hay gente que se atreve a tener hijos y no los cuidan como se debe, absurdo.” Replicó Draco con desdén. Estaba enojado porque era una de las primeras veces que se planteaba el poder divertirse y ahora todo estaba arruinado por el descuido de un inútil padre y su despistado hijo.
“Claro, y yo no sé cómo hay gente tan idiota que no se fija por dónde camina y no se disculpa con un pequeño niño que no tiene la culpa de nada.” Replicó el moreno.
“Draco, ¿qué sucede?” preguntó Pansy cuando se dio cuenta de que aquello estaba llamando la atención de las demás personas del cine.
“Nada, Pansy. Sólo un idiota que trata de echarle la culpa a otros de su incapacidad como padre.”
“Imbécil.” Respondió Harry.
“Inepto.” Replicó Draco.
Y si las miradas mataran, seguramente ambos estarían ya sin vida desde hace mucho.
“Vamos Teddy, que ya va a comenzar la película.” El niño, que estaba escondido detrás de Harry, asintió y tomó la mano de su padrino para entrar a ver la película.
Draco, por otro lado, dio media vuelta dispuesto a volver a su departamento.
“Idiotas.” Fue lo último que dijo antes de subirse a un taxi.
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Pese al incidente en el cine, Harry y Teddy terminaron su día de diversión sin mayor percance. Sin embargo, Harry esperaba de todo corazón no volver a ver a ese tipo porque de ser así, esta vez no se iba a detener en golpearlo por haber hecho llorar a Teddy.
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Draco estaba malhumorado. Más que de costumbre.
Estaba enojado, sí; pero no con el pequeño al que - si su vista no le fallaba - había hecho llorar, sino con el irresponsable que lo había dejado sin supervisión. ¿Qué pensaba? ¿Qué nadie podía ir y robarse al pequeño? Absurdo.
Y con eso tuvo más que suficiente para volver a encerrarse en su estudio para revisar un sinfín de papeles del Parlamento. Su vida ya no iba a tener diversiones ni nada parecido de ahora en adelante, suficiente con lo que había sucedido antes.

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“Harry, si no dejas de dar vueltas vas a marearme.” Hermione había ido a verlo esa tarde después de haber recibido su llamada.
“Hermione, dime ¿por qué no eliminan esta fecha del calendario? ¿Por qué es necesario? ¿Por qué el mundo está lleno de idiotas egocéntricos que sólo se preocupan por ellos mismos? Dime, Hermione, dímelo por favor.”
“Harry, ¿qué fue lo que pasó ahora?” la joven conocía a Harry desde la universidad, habían estudiado juntos y era la única que podía aguantar el carácter explosivo del moreno en esa fecha.
“Un imbécil hizo llorar a Teddy en el cine.”
“¿Le hizo algo?”
“Se tropezó con él.”
“Harry… estás consciente de que fue un accidente ¿verdad?”
“¡Por supuesto que no fue un accidente! Debió poner más atención en los demás y no sólo en él.”
“¿Y cómo sabes eso? ¿Cómo sabes que no estaba pensando en cosas importantes o en algo que le preocupaba? Harry, debes dejar de ser tan borde en este día. Sé que lo que pasó hace años te dolió, pero no es para que te amargues la vida de esta manera.”
“No soy amargado.”
“Claro que sí. O dime ¿por qué tanta tirria contra esta fecha? Y no me digas que es por lo que te hizo Mary, porque si es así me obligarás a golpearte.”
“Hermione, entiende… mira ¿estás familiarizada con la historia del ‘Grinch’? Soy algo así como su versión San Valentín.”
“Harry, no seas infantil. No debes dejar que lo que sucedió te vuelva un intolerante amargado, y si te consideras como un Grinch de san Valentín, te recuerdo que hasta él se dio cuenta de que lo que hacía estaba mal y aprendió a amar.”
“Hermione…”
“Hablaremos después, hoy no está en tus cabales. Cuídate.” Hermione dejó el departamento de Harry sin decir nada más, porque todo lo que tenía que decir ya estaba dicho.
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