Fic: LUOSSETAM; Regalo para Fluffyfest_mod

Apr 26, 2013 20:00

Título: LUOSSETAM
Nombre: Misterio
Reto: # 25
Reto proporcionado por: fluffyfest_mod
Número de palabras: 5.821
Rating: R
Betas: Nadir kasomicu
Resumen: Gracias a un conjuro Draco está obligado a enlazarse con Harry, pero primero deberá encontrarlo y... convencerlo.


LUOSSETAM

Arrojó al otro mago contra el sofá de su oficina y se le montó a horcajadas, inmovilizándole los brazos por sobre su cabeza. No disponían de mucho tiempo antes de la reunión de directorio pero la experiencia los había dotado de premura (no era la primera vez que “liberaban tensiones” en horarios de trabajo).
Susurró el conjuro de su propia creación, desvaneciendo la ropa de ambos y enviándola pulcramente doblada sobre su escritorio de roble.
Su asistente onduló las caderas, apremiándolo, pero él tenía algo más en mente.
Sí lo quieres… debes ganártelo -musitó, mordiéndole luego el labio inferior al moreno de manera provocativa. Este protestó algo sobre el tiempo, pero él estaba acostumbrado a obtener siempre lo que se proponía y sabía muy bien cómo conseguirlo.
Se frotó inclemente sobre la gloriosa erección de su amante, arrancándole un poco digno gemido, junto a su claudicación.

~*~*~*~

Draco Malfoy puso los ojos en blanco, ahogando un gemido y apretando el agarre ejercido sobre el mechón de cabello entre sus dedos, el orgasmo se avecinaba, podía sentirlo en sus bolas, y en ese peculiar cosquilleo en sus pies.
Tan abstraído estaba por el placer que tardó un momento en percatarse que su miembro había sido abandonado por la cálida boca que lo cobijaba.
¡¿Qué mierdas, Blaise?! -gruñó sin comprender que ocurría, exigiéndole una explicación al otro chico.
Debió suponer que algo andaba peor que mal porque jamás, en los más de diez años que llevaban de conocerse, había visto al mago de piel bruna tan pálido como en ese momento.
Repentinamente se me han bajado las ganas, Dragón.
Un breve vistazo bastó para comprobar que, efectivamente, la generosa polla con que Merlín había bendecido a su mejor amigo, y ocasional compañero de lecho, lucía en completo estado de reposo.
Suéltalo de una vez, el suspenso no te va -inquirió, de considerable mal humor, merced al deseo no consumado.
Podría darte la explicación larga, pero en vista de tu impaciencia es mejor que lo veas por ti mismo. -Y diciendo esto el chico convocó su varita, la transformó en un espejo y la colocó en un ángulo tal que el gerente de finanzas de Malfoy Corp. tuvo una vista privilegiada del motivo de la turbación de su amigo.
¡Por todos los…! ¡Voy a maldecir al inepto que se le ocurrió este hechizo! -jadeó, dejando caer su cabeza contra el sillón.

~*~*~*~

Como todo ciudadano informado Draco Malfoy estaba al tanto de las medidas tomadas por el ministerio en pos de la reconstrucción del reino. En especial porque algunas de ellas habían afectado directamente a su familia, como el gravamen de reparación que diezmó limpiamente su fortuna.
Aunque su madre insistía que ese era un pequeño precio a pagar por su libertad, al Slytherin no le cabía duda que ello era una pequeña venganza personal de parte del ministerio ya que no pudieron enviar sus huesos a Azkabán.
Por tal motivo apenas llegó a sus oídos el rumor de que Shacklebolt planeaba invocar el “Luossetam” no le cupo la menor duda que, más temprano que tarde, el conjuro acabaría jodiéndole la vida.
Como sangrepura había sido educado en la premisa de anteponer el bienestar familiar ante el personal, por lo que había aceptado que la elección de su compañero -en el momento en que se determinara que era prudente enlazarse- recaería en sus padres.
Pero esta medida ministerial venía a trastocar todos sus planes a futuro, mientras que confiaba en el criterio de sus padres (al menos en ese aspecto), tenía serios reparos en cuanto a la idoneidad de un anquilosado conjuro que para más señas no se había utilizado en más de cincuenta años.
Los últimos siete meses los había vivido con el temor secreto pero constante de verse obligado a desposar (y fecundar, la sola idea lo hacía perder el apetito) a una bruja. Bastante había tenido en su época de experimentación, cuando casi (eso era muy importante, casi) había follado a Pansy.
Por eso cuando vio el reflejo del nombre en el espejo se quedó pasmado. Jamás, ni en sus más descabelladas fantasías se imaginó que acabaría siendo forzado a enlazarse precisamente con él.
Se había ganado un par de codazos de parte de Blaise por estar distraído durante la reunión, pero no podía dejar de pensar en las implicaciones de tan curiosa elección por parte del conjuro, en especial las referidas a los “deberes conyugales”.
Debió aclararse la garganta para borrar la radiante sonrisa que se dibujó en su rostro al imaginar al otro mago esperando por él -nervioso sin lugar a dudas- en el lecho nupcial.

~*~*~*~

Esperó (im)pacientemente la entrada dramática -que no dudaba que el moreno haría en Malfoy’s Manor- para hacerle notar su descontento con la elección del conjuro. Sin embargo, nada de eso sucedió.
Ello tenía solo dos explicaciones posibles. La primera era que el nombre no aparecía de forma simultánea en ambos prometidos, la segunda y más probable (y eso le provocó un regusto amargo) que este si hubiera aparecido y el Gry no tuviera la menor intención de enlazarse.
Cualquiera de las dos alternativas dejaba la snitch en su área y le suponía ir él mismo en busca de su esposo designado.
No era que la perspectiva de desposar al mago con el que tuvo sucesivos y violentos encontronazos durante su adolescencia lo estimulare mayormente (era un Malfoy, el que cada una de sus pajas desde los dieciséis años hasta la fecha fueran a la salud del moreno no ejercía la menor influencia en sus decisiones) pero como exconvicto -Merlín, como odiaba ese mote, casi tanto como “exmortífago” - no podía darse el lujo de arriesgar la precaria estabilidad que su familia había conseguido tras la guerra, contraviniendo una disposición ministerial. En otro tiempo se la hubiera pasado por el aro, pero ahora eso era impensable, no en un mundo en que carecían de la gran influencia política de la que gozaron hasta apenas unos pocos años atrás.
Draco Malfoy no la tenía nada fácil. El chico dorado había desaparecido desde que este se graduó del colegio. Desde ese día que nadie sabía nada de él y los intentos de la prensa por dar con su paradero habían resultado infructuosos. Resultaba evidente que se había vuelto Inubicable (eso o estaba criando malvas, pero en tal caso el conjuro no lo habría considerado).
Era todo un misterio el por qué alguien desaparecería cuando se encontraba en el pináculo de su fama. Máxime siendo un secreto a voces que había una plaza reservada para él en el cuerpo de Aurores -aun desde antes de finalizada la guerra-, y que no necesitaría esforzarse mucho para que el puesto de jefe fuera suyo. Eso sin contar con que le hubiera bastado una simple mirada para que un gran número de brujas y magos le abrieran algo más que las puertas de su alcoba.
Pero nuevamente el héroe había demostrado ser un idiota integral y había desaparecido, desdeñando a la Diosa Fortuna cuando se le presentaba exuberante ante él.
¡Y ese era el pelmazo que el conjuro le había designado por esposo!
“Un pelmazo atractivo, pero estúpido hasta la última de sus fibras, sin lugar a dudas” , se dijo, maldiciéndolo por las molestias que el susodicho le estaba ocasionando aún antes de verse nuevamente.

~*~*~*~

Al día siguiente se dirigió a primera hora de la mañana al ministerio por mayor información.
Los folletos que habían sido distribuidos hacía algunos meses solo daban a conocer la fecha de implementación de la medida, la historia del conjuro y los motivos que orillaron al ministerio a recurrir a él. La típica palabrería vacua con que los políticos solían adornar cada una de sus actuaciones. Pero para antecedentes concretos, como el procedimiento a seguir una vez designadas las Almas gemelas, había que acudir directamente a la oficina de enlaces.
No le sorprendió en absoluto que esta se encontrara sobrepasada. Evidentemente la nueva administración no había hecho mucho por desterrar las viejas prácticas burocráticas. Apenas dos funcionarias estaban a cargo de la oficina, una de las cuales parecía una momia viviente, por lo enjuta y apergaminada. El rubio reprimió un escalofrío al pensar que su presencia en ese lugar se debía a que, probablemente, había realizado el mismo trabajo la última vez que el conjuro se había empleado: tras la olvidada guerra contra “el otro señor oscuro”, Grindelwald.
Luego de esperar algo más de tres horas debió regresar al consorcio Malfoy con las manos vacías -o casi- y de considerable mal humor.
Debido a la excesiva demanda de magos y brujas que, como él, estaban en busca de su Alma Gemela designada, sumados a los que veían con horror que su amado/a era designado a otro/a, a los que solo anhelaban concretar la unión cuanto antes y a un cuarto grupo deseoso de liberarse del nombre, la oficina había optado por agendar fechas de atención, las que debían solicitarse con una semana de antelación.
Dio un par de vueltas al pequeño pedazo de pergamino en sus manos que ponía 23 de abril de 2002, 11:45 hrs. en tinta verde, al pie llevaba la firma de la momia-viviente y el membrete del ministerio.
Una semana…
Estaba que se subía por las paredes. ¡No podía esperar toda una jodida semana para saber qué había sucedido con su puñetero esposo designado!
Tocaba hacerlo por su propia cuenta.
Desde luego, no necesitaba recurrir a los servicios de un investigador privado para averiguar sobre su paradero, si alguien lo conocía esos eran la comadreja y su reciente esposa. ¿De verdad a alguien le había sorprendido que ellos fueran los primeros en ser designados por el conjuro? Porque él sabía desde segundo año que ese par acabaría casándose y teniendo una multitud de pelirrojos de cabello imposible. Solo esperaba que los vástagos heredaran la inteligencia de la madre, por el bien del reino.
Desde luego, pensarlo era mucho más fácil que ponerlo en práctica. El pobretón lo odiaba tanto o más que en el colegio, por lo que Granger (hacía un par de años que no la llamaba sangresucia) se erigía como la opción lógica.
La ironía era bastante amarga, esa chica -la misma a la que le hizo la vida insoportable por seis años-, junto a la lunática de Ravenclaw y el mismísimo Harry Potter eran los responsables de que el Wizengamot hubiera recalificado el delito que se le imputaba y lo juzgara finalmente sólo por “intento de homicidio con atenuantes”. Tras el juicio y a instancias de su madre había enviado una breve nota de agradecimiento a los tres implicados y con ello había dado el asunto por saldado. Desde entonces no había tenido mayor contacto con el “trio dorado”.
Y ahora, los hados -¡Oh, pequeños y perversos!- lo habían colocado en una posición en la que volvía a depender de la bruja. ¿Acaso el karma nunca terminaría de cobrarle sus errores?

~*~*~*~

Ciertamente fue más fácil conseguir una cita con la estudiante de leyes que convencerla de confiarle la valiosa información que él requería. La bruja era un hueso duro de roer, en especial cuando él se rehusaba tercamente a darle una explicación coherente de su repentino interés por el chico.
Fue un momento bastante embarazoso cuando, agotados todos sus argumentos y a un tris de perder su única oportunidad de dar con la dirección del moreno, no le quedó más remedio que echar mano a su último recurso y confesar la verdad (al menos la parte menos vergonzosa de todo el asunto).
Evidentemente la chica no dio mayor crédito a sus palabras, lo que resultaba algo esperable, si él no hubiera visto el nombre con sus propios ojos tampoco lo habría hecho. Que le asegurara a la bruja que no estaba en condiciones de mostrar el lugar exacto en que se localizaba el nombre no ayudó mucho.
Inopinadamente la muchacha había alzado los hombros y emitido un sonoro suspiro. Algo en su semblante debió de acabar de convencerla para que la mujer más inflexible que conocía, después de su madre claro, accediera finalmente a su petición.

~*~*~*~

Si bien Granger no le dio la dirección de Potter, prometió ponerlo en contacto con él. Solo quedaba confiar en su palabra y esperar -eso, si el mago estaba dispuesto a hablar con él-. Después de todo la bruja no ganaba nada mintiéndole.
Pasó toda esa tarde y parte de la noche aguardando una lechuza o una llamada por flú que nunca llegó. Su sentido común le gritaba que no necesitaba mayor señal que esa, Potter evidentemente no tenía la menor intención de obedecer al conjuro, ni siquiera había accedido a hablar con él. Seguramente el maldito Gryffindor no lo consideraba digno de tal honor y ni siquiera se molestó en dar la cara para decírselo. Salvarlo de una vida en prisión era una cosa. ¿Después de todo era un héroe, no? Los héroes dramáticos hacían ese tipo de cosas por cualquier hijo de vecino, era una especie de código de ética que llevaban grabado en su heroico ADN. Pero de ahí a permitir ser vinculado de esa manera con una familia de exmortífagos existía un abismo de diferencia.
Se felicitó por haber mantenido en estricto secreto la aparición del nombre de su Alma Gemela. En principio no quiso que su madre se hiciera ilusiones con lo que un enlace con el idiota del cararajada podría implicar para la alicaída imagen familiar y de paso le evitó un disgusto anticipado a su padre. Ahora demostraba haber sido la decisión más acertada.
Solo restaba esperar hasta el martes próximo y anular el conjuro. Rogaba a Salazar porque ello fuera posible, de lo contrario no solo estaría condenado a vivir en soledad, sino que el apellido Malfoy moriría junto con él. Porque merced al puñetero conjuro, un enlace con alguien diferente a su Alma gemela no se consideraba válido para efectos mágicos ni legales.

~*~*~*~

La madrugada de ese lunes fue despertado por el sonido de picoteos en su ventana, mas dormido que despierto dio media vuelta, se cubrió la cabeza con la almohada y siguió durmiendo. Pero como el molesto ruido persistió, aun tras arrojar la almohada contra el vidrio, no le quedó más alternativa que ir a investigar quién era el falto de criterio que despachaba correspondencia a horarios tan descabellados.
Todo rastro de sueño se le espantó cuando averiguó el nombre del descriteriado.
El sobre no traía remitente pero reconoció esa letra desprolija y desordenada.
Algo en su interior se exprimió mientras rasgaba con prisa el lacre y sacaba la pequeña nota del interior del sobre. No quería formarse falsas expectativas, esa carta podía ser solo el rechazo final, pero no pudo evitar que su corazón latiera desbocado mientras leía el sucinto mensaje.
El único párrafo no reveló mucho, pero fue suficiente para quitarle el peso del mundo que venía cargando sobre sus hombros durante la última semana y, de paso, pintarle una pequeña y esperanzada sonrisa en su pálido rostro.

~*~*~*~

Durante todo el día hizo un considerable esfuerzo por no forjarse ninguna esperanza con respecto a esa pequeña reunión. Después de todo, no se trataba de una cita romántica ni nada de ese talante, solo iba a… negociar.
Sí, ese era el término preciso, negociar. Ese sería un encuentro de negocios en que lo que estaba en juego era su futuro y el de su familia. Con algo de suerte el idiota accedería a enlazarse y serían un matrimonio arreglado más, como los que abundaban en el reino.
Potter no tenía por qué enterarse de ciertos pormenores que no venían al caso. Después de todo él era un Malfoy, durante años no tuvo dificultad alguna para mantener sus sentimientos su calentura a raya y que el moreno no se enterara. Continuar fingiendo que solo le provocaba repulsión sería algo sencillo.

~*~*~*~

20:30. La hora exacta que el mensaje estipulaba.
Se contuvo de beber una copita de Firewhisky para los nervios, pese a que a todas luces le hacía falta, porque estimó que podría resultar contraproducente y activó el traslador que acompañaba la nota.
Al sentir el familiar tirón a la altura del ombligo cerró los ojos, rogando a Salazar que la adultez hubiera puesto algo de seso dentro de esa despeinada cabeza y no acabaran cruciándose… de nuevo.
Al asentar los pies en el suelo abrió los ojos nuevamente para encontrarse en un claro, en medio de un bosque de Piceas. Ciertamente estaba bastante lejos de Londres, en el continente para ser más precisos, lo que le dio mala espina y lo puso en alerta.
¿Y si aquello no era más que una elaborada trampa del ministerio y él había caído estúpidamente en ella?
Increíblemente no imaginaba a Granger jugándole sucio, ni siquiera a él. Bufó, amonestándose por haberse vuelto tan blando. Pero no le debes tu libertad a una persona sin que tu opinión sobre ella se vea trastocada.
Un leve escalofrío eléctrico disparó sus paranoias nuevamente.
¿Qué ocurre, Potter? -gritó, con soberbia, al frío aire nórdico-. ¿Asegurándote que el mortífago no esconde a un nuevo Señor Oscuro bajo la capa?
No le daría el gusto de mostrarle cuanto le había ofendido el gesto de desconfianza del mago.
No es cosa mía, Malfoy. El santuario tiene sus propias medidas de seguridad -repuso una ronca voz a su espalda. Que casi le hace dar un salto del susto.
¿Santuario? ¿Entonces es cierto, no estoy en…?
Pero perdió el hilo de sus pensamientos no bien tuvo frente a él al dueño de esa peculiar voz.
Parpadeó, impresionado, a pesar suyo. Ese hombre que tenía ante él no era Potter, no podía ser Potter. Potter era un chiquillo enclenque que, si bien ganó algo de peso durante la pubertad, seguía siendo bastante esmirriado la última vez que lo vio. El sujeto ante él tenía el aspecto de un rudo leñador, de una estatura bastante mayor que la suya y amplias espaldas, pero lo que más llamó su atención fue su…

Malfoy. Si vamos a discutir esto como gente civilizada tengo que advertirte que odio que toquen mi barba. -dijo, con algo de aspereza, tomándolo de la muñeca y apartándolo de las dos trencitas que colgaban de su mandíbula.
La suave calidez en sus mejillas fue indicativo de que se había ruborizado, carraspeó y se alisó la túnica, en un infantil intento de disimular su momento de debilidad.
Buenas noches, Potter. Veo que tus modales siguen dejando mucho que desear -repuso, solo para morderse la lengua casi de inmediato, venía en pos de su Alma gemela, no de una pelea. Pero había costumbres demasiado difíciles de desarraigar.
Para su sorpresa el moreno esbozó una leve sonrisa y se rascó la nuca.
Buenas noches, Malfoy. Lo siento, la gente con la que trato no está acostumbrada a sutilezas y eso acaba pegándose. Sígueme, o te congelarás -dijo, adelantándose con un par de enormes zancadas.
No le quedó más alternativa que obedecerlo. El chico tenía razón, el frío británico era un juego de niños comparado al de Rumania. Pese a desplazarse de prisa no fue capaz de mantenerle el paso y tuvo que conformarse con seguirlo un metro más atrás. No iba a rebajarse a pedirle que aminorara su marcha.
¿Qué demonios pensabas cuando me enviaste ese traslador? El ministerio está permanentemente sobre mí -farfulló, algo agitado por el ritmo de la caminata-. ¡Me regresarían gustosos a Azkabán por mucho menos que portar un traslador internacional ilegal!
¿Quién dijo que es ilegal? -repuso el moreno, apenas volteando para dejar ver su espléndida sonrisa de satisfacción.
Por supuesto, el niño mimado de Shacklebolt no perdería sus privilegios de héroe sólo por estar autoexiliado.
Relájate, Malfoy. Nadie intenta regresarte a prisión. Yo no al menos.
Oh, eso es muy tranquilizador.

~*~*~*~

Aquí es: “Hogar, dulce, hogar” -dijo el moreno, al abrir la puerta y dejarlo entrar en su cabaña.
Se preguntó en qué demonios estaba pensando el conjuro, para intentar emparejarlo con un sujeto que llamaba “hogar” a una pulgosa covacha que cabría integra en el armario de su madre.
En nada, evidentemente, los conjuros no piensan. Ese es el problema.
Harry Potter podía ser su obsesión de adolescente, podía haber pasado de ser atractivo y perturbador a jodidamente sexy -salvo por esa barba de vikingo- pero le bastó menos de media hora en su presencia para que su burbuja (esa que NO había alimentado durante todo el día con fantasías de lecho y partidos de quidditch con un par de hijos) se pinchara estrepitosamente. Era evidente para cualquiera que tuviera una brizna de inteligencia que ellos no tenían nada en común. Ese estúpido conjuro había metido la pata y ahora ellos pagaban las consecuencias.
Pensamientos que no hicieron más que ser refrendados en cuanto el moreno lo invitó a sentarse en una vasta mesa de madera mal cepillada.
Lamento no tener nada digno de tu delicado paladar, Malfoy -dijo, con sorna, hurgando en una pequeña alacena. A la sazón, uno de los pocos muebles de la cabaña-, me temo que mi último invitado se terminó la cerveza de mantequilla. Solo te puedo ofrecer Firewhisky y café de manzana. Yo que tú escogería el whisky, el café lo tosté yo mismo y no creo que te agrade.
El Firewhisky está bien.
El licor le vendría bien para hacerle frente a la larga y desagradable charla que tenían por delante.
Una vez el ámbito estuvo caldeado el Gryffindor se quitó el abrigo y las botas.
El rubio no alcanzó a reprimir un jadeo, lo que provocó una pequeña risita en el otro mago.
 Exigencias del trabajo, aún el dragonolista más hábil requiere protección. Un descuido y podría ser el último. Lamento decepcionarte, Malfoy. No sabía que te gustaban los magos musculosos.
Se preguntó si acaso las reacciones de su cuerpo dejarían de traicionarlo durante esa noche, ya era bastante vergonzoso el motivo de su presencia en ese lugar como para que encima quedara como una colegiala impresionable.
Vine para discutir un asunto serio, Potter. No para que me tomes el pelo.
Olvidaba que tu sentido del humor es famoso por ser inexistente -comentó, bebiendo un gran sorbo de café. Al parecer si era de su gusto, a juzgar por la placentera expresión de su rostro-. Mione puso en antecedentes de la situación. Como te darás cuenta, estamos un poco alejados del reino y rara vez nos enteramos de lo que sucede fuera de los límites santuario.
“Un poco alejados”. ¡Vaya eufemismo! No quiso ahondar en el motivo de su aislamiento, sospechó que no lograría respuestas de todas maneras.
Ignoraba que Kingsley hubiera decidido recurrir al conjuro, fue una gran sorpresa. Más aún el que tu aparecieras de la nada asegurando que habías sido escogido como mi esposo. Es muy… peculiar. -La voz del moreno, esa voz ronca que le daba escalofríos, se tornó de pronto extrañamente cálida.
¿Por qué soy hombre? ¿O porque me odias?
Yo no te odio, por Merlín -bufó, rodando los ojos-. Tuvimos nuestros encontrones, pero jamás te he odiado.
Hablando de sorpresas, eso sí que no se lo esperaba.
Según la carta de Mione, estás realmente convencido de que el conjuro me escogió, sin embargo, no fuiste capaz de darle ninguna prueba concluyente de tus palabras.
¿Entonces, porqué me hiciste venir?
Su instinto, las veces que no le hice caso acabé arrepintiéndome. Espero que ella no se equivoque esta vez -y agregó, atusándose una de las trencitas-. Mencionó algo sobre una marca…
Tatuaje, prefiero la palabra tatuaje, si no te importa. - se apresuró en puntualizar, hacía mucho que no podía escuchar aquella palabra sin que se le crisparan los nervios.
De acuerdo. Mione dijo que tenías una… un tatuaje -dibujó unas comillas con sus dedos en el aire- con mi nombre, pero que no hubo forma de conseguir que se lo mostraras.
No se encuentra en un lugar que acostumbre mostrar en público, mucho menos a la esposa de un energúmeno que me cruciaría por ello.
Los ojos del moreno se abrieron y le sonrió con algo que, si no supiera que ello sería impensado, el Sly juraría que era picardía.
¿Y yo sí puedo… verlo? -ahí estaba esa voz de nuevo…
Alguien menos suspicaz que el rubio se habría dado cuenta que el otro mago estaba flirteando con él. Un pequeño cosquilleo comenzó a gestarse en su bajo vientre.
¿Qué mierda sucede con Potter?
Lo que fuera no le desagradaba en lo absoluto.
Si tú me muestras el tuyo…
Me temo que eso no será posible.
¿Por qué?
No hay nada que mostrar, no ha aparecido mágicamente ningún tatuaje con tu nombre, Malfoy.
Es posible que no te hayas dado cuenta o que esté situado en un lugar inaccesible -arguyó, pensando en el suyo propio.
Créeme, si así fuera lo sabría.
Las implicaciones de esas palabras no le agradaron en lo absoluto. Sintió hervir los celos, pese a que no tenía nada que reclamarle. Ellos no eran nada y el mismo tenía un amigo con derechos. Sin embargo la idea de que Potter tuviera una pareja venía a sepultar las ya escasas posibilidades de que aquella locura se concretara.
¿Cómo no lo pensó antes? Eso explicaba muchas cosas. Nadie deja su vida entera atrás sólo porque sí.
Aún así…
Supongo que si estás tan seguro de ello… no tendrás inconveniente en que me cerciore por mí mismo.
Ya no le cupo duda de las intenciones del moreno, esa expresión de kneazle antes de devorar el snitcher acabó de disiparlas. Quizás tuviera pareja, pero no le era muy fiel que digamos.

~*~*~*~

¿Satisfecho? -inquirió, de pie ante él con los brazos desplegados. Totalmente ufano, como si el muy cretino adivinara que la sangre se le calentaba al verlo, totalmente desnudo, luciendo orgulloso sus numerosos tatuajes en el pecho y los brazos.
Pero tenía que dejar la calentura para otro momento. Estaba allí para averiguar si el conjuro se había equivocado y para ello tendría que inspeccionarlo más de cerca.
Hizo acopio de todo su autodominio y, solo como precaución extra, comenzó a recitar mentalmente los ingredientes de la poción de muertos vivientes. Un truco que había desarrollado en su temprana adolescencia, luego de un bochornoso incidente en el camerino de Slytherin.
Comenzó examinado los brazos, primero el derecho, luego el izquierdo. Los jodidos tatuajes le hacían la tarea realmente difícil, aunque en lo personal no le agradaran debió reconocer que era un muy buen trabajo. El sujeto debía estar realmente chiflado por los dragones como para habérselos pintado en la piel.
El torso fue otro asunto. Pasar sus dedos por la piel cubierta de ese fino vello oscuro fue una absoluta tortura. Estuvo a punto de morderse el labio inferior un par de veces y se contuvo justo a tiempo de jalar el piercing en el pezón izquierdo.
Para cuando llegó a la planta del pie derecho estaba bastante agitado, pese a su “sistemita de enfriamiento” como lo llamaba tan cómicamente Pansy.
Un leve vistazo hacia arriba le mostró que no era el único inquieto.
¿Qué esperabas? -dijo con los brazos cruzados como si nada-. No todos los días se tiene el honor de que el príncipe de las serpientes venga a tu casa con el único objetivo de sobajearte.
Eso sí consiguió calentarlo, pero no en la manera que le agradaba.
Se incorporó para cantarle unas cuantas verdades a la cara.
Escucha, Potter, si crees que inventé esto solo para meterme en tus heroicos pantalones de piel de dragón lamento decepcionarte. No necesito de artimañas para seducir a alguien.
Consideró que había rebasado su umbral de humillación con creces esa noche, pero no podía marcharse sin probarle al moreno que él no mentía, aunque ello añadiera una más a la lista.
Se abrió la túnica, con brusquedad manoteó su bragueta y bajó sus pantalones y bóxers lo suficiente para dejar expuesta la base de su polla, alrededor de la cual estaba escrita - con la misma letra desprolija de la nota de esa mañana - el nombre del mago ante él.
Supongo que reconocerás tu firma -farfulló, antes de volver a cubrirse. Que la sonrisa de diversión se hubiera esfumado del rostro de su Alma gemela solo lo hizo sentir peor, si cabe.
Malfoy yo…
Activa ese condenado traslador para poder regresar a casa. Yo no puedo hacerlo, la magia residual me traería problemas si los aurores lo descubren y deciden periciarlo. Esto fue un gran error desde el principio. -Aunque eso último lo dijo más para sí mismo.
¡Espera, no puedes irte!
¿Por qué no? -apoyó una mano en su mentón, fingiendo cavilar-. ¡Por supuesto! Esperabas poder follar esta noche.
¡Hey! ¡No me culpes por malinterpretar las señales! Pensé que si eras capaz de crear una mentira tan elaborada para llegar hasta mí debías estar realmente interesado, lo que considerando las circunstancias es bastante halagador…
Al punto de no ser capaz de rechazar un polvo ni aun viniendo de un jodido exmortífago. ¿Sabes qué? Siento lástima por tu pareja. De seguro lo tienes engañado con esa falsa apariencia de niño bueno.
Espera… ¿De qué hablas? ¿Pareja? ¿Cuál pareja?
Ese novio que recorre cada uno de tus lugares inaccesibles -espetó, gesticulando con sus manos-, el mismo que tal vez vio mi nombre y guardó silencio.
Y el maldito tuvo la frescura de reírse en su cara.
¿Eso entendiste de mis palabras? ¿Qué tengo novio?
¿No lo tienes?
¡No, idiota! Lo que tengo es un compañero muy hábil que hace dinero extra tatuándome en sus ratos libres. Hace un par de semanas empezó un Longhorn Rumano en mi espalda.
¿Será posible que…?
¿Cuándo fue la última sesión?
El jueves pasado.
El corazón del rubio se comprimió, pero tenía que estar seguro.
¿Este jueves?
No, se le acabaron los tintes y el envío se ha retrasado. El jueves de la semana…
No lo dejó acabar, lo cogió de ambos brazos y le dio media vuelta.
Ahí estaba, en la parte baja de su espalda, justo sobre ese trasero redondito y respingón. Tan perfecta como si él mismo la hubiera firmado con esa tinta verde que mandaba hacer a pedido.
No le importó que el idiota lo oyera jadear, ni que se burlara cuando resiguió los trazos familiares con los dedos.
Pero él no se burló…
¡Oh, joder! ¿Sientes eso? -escuchó que él preguntó, con una voz algo ahogada.
No fue necesario que esperar a que la momia viviente de la oficina de enlaces le explicara lo que estaba sucediendo. Al tocar el nombre una corriente mágica fluyó entre ellos, la sensación era tan potente que lo obligó a cerrar sus ojos y sucedió…
Su mente fue bombardea por fragmentos de la vida del moreno, instantes apenas, que le develaron una verdad realmente perturbadora. No le cupo duda que el chico estaba experimentando una situación parecida a su vez. No necesitó interrogarlo, su exclamación de “¡Oh, Merlín!” fue suficiente para confirmarlo.
Jodido conjuro. ¿Cómo demonios…?
Todo pasó demasiado rápido, en un instante tenía su frente apoyada sobre uno de los omóplatos del moreno y al siguiente este se volteaba, lo arrojaba contra la pared y lo besaba con necesitad. No tuvo tiempo siquiera para detenerse a analizarlo, solo cerró los ojos y se entregó.
El Gryffindor lo desvistió con prisa y algo de torpeza, pronto ambos cuerpos desnudos se encontraron y exploraron deseosos. Envueltos en esa aura luminosa que poco a poco se expandía y los cubría por completo.
Claramente, como si las hubiera aprendido hace siglos, las palabras del compromiso llegaron a su mente. Colocó su mano izquierda sobre su nombre, el lugar desde donde emanaba la corriente mágica, al tiempo que el otro mago hacía otro tanto sobre la firma en su polla y en ese momento el circuito se cerró.
Jamás había experimentado tan placer y ni siquiera estaban cerca del clímax. Podía quedarse abrazado a él eternamente y nada más importaría, pero la ceremonia había dado inicio y debían continuar con ella.
Yo, Draco Lucius Malfoy Black -dijo, como si las palabras correctas brotaran espontáneas de sus labios-, te acepto, Harry James Potter Evans, como mi Alma gemela. El primero y el último, el único. Y me entrego a ti, en corazón y mi magia, cuerpo y alma, hasta mi aliento postrero.
Su sonrisa se vio replicada en el rostro del otro mago, quien repitió el juramento palabra por palabra, con una intensidad que lo estremeció.
Unieron sus manos libres y declararon al unísono:
Desde ahora y en adelante somos uno, una sola alma, una sola magia, por siempre, para siempre.
Sellaron su unión fundiéndose en un beso atropellado.

~*~*~*~

Draco Malfoy se removió en la cama y se acurrucó en el pecho de su esposo. Vestía sólo una raída camiseta con la leyenda “Yo amo a los dragones”. Le iba algo grande, pero cuando se fueron a la cama, unas horas atrás, estaba tan cansado que se puso lo primero que el chico encontró en su armario sin poner reparos.
Harry aún dormía, era su día libre por lo que lo dejó descansar.
Ignoraba que sucedería a partir de ese momento con sus vidas. No habían tenido tiempo de hablar de ello, básicamente porque luego del enlace se dedicaron a follar como posesos.
Resultó que el moreno realmente había llevado una vida de asceta durante su estadía en Rumanía, si bien había estado tonteando algún tiempo con Charlie Weasley ello jamás prosperó. El chico le agradaba y era bastante guapo pero no despertaba su pasión lo suficiente como para hacerle olvidar al mago que lo perturbaba desde hacía algún tiempo.
Que ese mago hubiera sido él, todo ese tiempo, le resultó una verdadera locura. Aunque no tanto como para el Gryffindor, que prácticamente huyó de Inglaterra intentando olvidarlo. Cosa que evidentemente no sucedió.
Se cubrió hasta la cabeza con la piel de… prefería no saber a qué animal pertenecía.
La de su esposo… paladeó la palabra, aún no se acostumbraba a ella, pero le gustaba sobremanera, era una vida dura y peligrosa, aunque no más que perseguir magos tenebrosos, reflexionó.
Supuso que la mayor dificultad en su matrimonio sería estar separados. Él no tenía la menor intención de mudarse a esa pequeña cabaña que, a sus ojos, seguía siendo una pulgosa covacha y Harry parecía demasiado a gusto entre esas bestias como para acceder a regresar al reino, aunque él se lo pidiera.
Pero la distancia no había conseguido destruir sus sentimientos cuando ninguno de los dos tenía la menor esperanza de ser correspondido. Ahora que se pertenecían el uno al otro ello no sería impedimento.
Dio un jaloncito a una de las ridículas trenzas y lo besó en los labios, consiguiendo un suspiro con su nombre.
Sonrió y se acomodó para volver a dormir.
Su último pensamiento fue que tal vez debería enviar una canasta de frutas al señor ministro, por su brillante idea de implementar ese hechizo.

FIN

+ fiction, # fluffyfest 2013

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