Señor,
he venido aquí caminando despacio por la vereda
donde el sol me calienta la sangre fría.
Sangre que luego temblará con los labios violáceos,
en una esquina de mi cuarto
haciendo ruido sin hacerlo.
Sangre anémica que apenas ayer se derramó y sigue fresca
manchando las muñecas de porcelana
y una tardes de verano que olvido recordar.
Sangre que no me sirve para nada más que subyugar las ganas de levantar las persianas y escaparme de mi habitación en el primer piso.
Oh señor dime:
¿Fue la rueda de la fortuna tan luminosa, tan hilarante, tan casta,
la que me aplastó los huesos cuando mi mejor amiga me arrojó a los engranajes?
Ó
¿Fui yo y mi cerebro descompuesto quien llevó a la ruina a la maquinaría y a mi amiga?
Señor,
en la capilla de mi escuela primaria había un cura que me regalaba palomas de origami
y me hacía acordar al abuelo que no pude tener.
Y estaba bien, aunque hacía preguntas que no podían responder.
Preguntas que me quitaban el sueño
Preguntas que al final del camino me llevaban a casa
Preguntas que se instalaron en algún mueble de la habitación, junto a la gente sombra
y me observaron quedarme sola.
Oh señor dime:
¿Quién asesino a esa niña que leía al revés y hablaba con palabras inasequibles para su edad?
¿Ha sido la gente sombra? ¿Han sido las preguntas? ¿Ha sido la mayor?
(Sangre que me mantenía ocupada toda la noche con su ruidoso silencio. Preguntas que me llevaban a mi casa sin embargo se negaban a llevarme a mi hogar.)
Señor,
crecí orando por el bien de los demás, más que por el de mí misma
y
-al final- me tenía mirando una flor en el acantilado.
Señor mío incluso cuando dudo de tu palabra me encamino hacía tí todos los días, dos pasos más cerca de lo que nunca voy a estar de comprender a tu tierra prometida, tu endeble ganado y tu misión impuesta.
Y él tiene razón al decir que no tengo nada de vida en la espalda (o en cada esquina de mis huesos).
Y ella tiene razón al arrepentirse quedamente, casi imperceptible, del día que salí de su vientre.
Señor mío incluso cuando sé que no soy hija suya; estoy en lo cierto cuando pienso que nunca me vas a poder acoger bajo tu pastoreo, ¿no?.
Y aún así pienso
Aún cuando nací entre tu rebaño y soy casi tan blanca como las demás ovejas. Aún cuando una vez blasfemé tu nombre cuando te los llevaste. Aún cuando luego pedí perdón en la capilla de mi colegio. Aún cuando me dediqué a leer Biblias y me percaté que quería indebidamente. Aún cuando derrochaba mis días en algún lugar mejor. Aún cuando me esquilé yo misma mi lana y quise tomar una otra ruta.
¿habrá un lugar en donde pueda descansar en paz?