Tiene un examen en tres días y a penas a estudiado. En serio que quiere, pero es que no puede. Hoy no puede.
Hace calor, la ventana del salón está abierta y él se ha metido en el dormitorio porque Sid tiene el día libre y no sabe estarse quieto. Al final lo ha dejado en el salón con una maratón de Dragones y Mazmorras mientras come palomitas y canturrea sin parar el opening de la serie.
A pesar de estar encerrado, con tapones en los oidos y la ventana abierta para que le entre algo de brisa, sigue sin poder estudiar. Quizás porque el tema es un verdadero tostonazo. Que tiene un novio buenorrisimo sin camiseta cantando infantilmente en el salón. Que lleva dos semanas de exámenes en los que ha acumulado mucha tensión y pocas noches de sexo. Que… Puede ser. Muchas cosas.
El caso es que Sid se ha pasado las dos semanas muy dócil porque le ha asegurado que cuando termine va a tener la mejor sesión de sexo de su vida. Él lo duda, ya que tienen muy buen sexo… MUY BUEN SEXO. Pero si su novio lo dice, tiene que ser para fliparlo. Así que en vez de concentrarse en los materiales de construcción que tiene que aprenderse, su cabeza se imagina cosas muy guarras y subidas de tono.
Está ahí, entre materiales seguros y argamasas y demás cosas sin sentido cuando ¡flash! Su cabeza vuela y no está ahí. Está en la cama, con la mano de Sid dentro de sus calzoncillos, casi desnudos, sudando por culpa de una noche calurosa de principios de verano y porque la fricción les embota el cerebro. Están comiéndose los labios, mordiendo pezones, clavando las uñas en muslos ajenos. Está ahí y no está ahí. Porque el libro se ha borrado de su vista. Respira agitadamente al pensar en Sid, rodearle con las piernas y girar y chocar sin control por la cama. Piensa en la fricción, en lo que le gusta lamer su cuello, en su sabor salado, en su aroma impregnando cada centímetro de su piel. Piensa y no piensa. Porque recuerda y la piel se le eriza. Él contra el colchón, mordiendo la almohada porque no puede morder nada más. La mano de Sid que le sujeta contra el colchón, abajo, abajo, y Sid dentro, todo lo dentro que puede. Su lengua. Su lengua dentro y fuera y un mordisco y que el cielo se ponga del revés.
Es suficiente. No puede más. Si sigue recordando y pensando e imaginando se va a correr solo en esa maldita silla de estudio. Se levanta decidido. Encuentra a Sid tumbado en el suelo “tu el bárbaro, tu el arquero, acróbata, magos, y el caballeroooooo” lo mira con una sonrisa enorme: “¿tienes sed?” Andy asiente “¿quieres que te lleve algo de limonada?”
-No, quiero beberte a ti.
Es curioso. Lo rápido que una sonrisa encantadora puede pasar a algo que promete cosas malas. El cómo puede cambiar una mirada limpia y cristalina, inocente en algún momento mientras ve sus dibujos favoritos a algo casi liquido que quema si lo miras fijamente.
Es curioso. Lo rápido que pueden desnudarse dos personas cuando están motivadas.