La cárcel no es un impedimento para sus vidas.
Hay rejas, guardias armados en cada entrada, a cada metro. Miradas hostiles en cada cara. Amenazas en el comedor, en el gimnasio, en el patio, en las duchas. No se separan porque no se han separado en ningún momento de sus vidas, no van a empezar ahora.
Se ríen, se pelean por la comida o quién duerme en la litera de arriba. Se pelean por quién da el primer puñetazo pero nunca sobre quién dará el último porque lo harán a la vez. No han dejado de trabajar. Porque hay una prisión entera llena de criminales encerrados con ellos sin posibilidad de escapar. Su trabajo nunca había sido tan fácil y divertido.
A veces Murphy se enfada con Connor porque se flipa demasiado con sus “planes” y no distingue entre la ficción de las películas y la realidad. Su realidad. Hoy especialmente está enfadado con él.
-¿Qué se supone que era esa mierda? -Murph está sentado en el frío suelo de la celda de aislamiento. Siempre los encierran juntos porque si los intentan separar arman una algarabía peor. La última vez hubo cinco guardias heridos y se necesitaron más de veinte para dominarlos. También es verdad que no quedan más celdas de aislamiento libres por culpa de ellos dos.
-Era un plan cojonudo- responde cabreado. Connor se arrastra pared abajo hasta caer al suelo. Tienen sangre por todos lados. De ellos, en menor medida. De otros, en mayor parte. Las camisetas hechas jirones de tela que dejan al descubierto mucha piel, tatuajes y heridas de su guerra santa.
Murphy bufa, últimamente Connor no hace más que proponer planes estúpidos (más de lo normal) y no acaban muertos de puro milagro. Y cuando le reprocha y se enfada siempre se pone a la defensiva. Todo desde que uno de los presos le había susurrado algo en el oído mientras se duchaban. No había visto semejante locura y furia en su hermano mientras le pateaba la cabeza al tipo, en la vida. Cuando le pregunta, contesta borde y propone una mierda de plan. Como el de hoy. Por su culpa ha sido estampado contra una ventana.
Hace una mueca de dolor al intentar apoyar la espalda en la pared. Connor se da cuenta y se levanta.
-Déjame ver- le medio ordena, con voz más suave que antes. Murph lo mira resignado y se quita los trozos de tela que le quedan como camiseta. Se da la vuelta y Connor puede ver la causa de las heridas: tiene cristales clavados en la espalda. Maldita sea, por su culpa.
Se maldice en silencio, le ordena que se tumbe en el suelo, boca abajo y empieza a sacarle los cristales con manos desnudas. Manos con nudillos en carne viva. Manos que le tiemblan al tocar la piel de su hermano. Bufa intentando relajarse y lo consigue hasta que oye como Murph sisea de dolor debajo de él.
El recuerdo le asalta como una tormenta: Están en las duchas, quitándose sangre reseca de los brazos, fruto de la última pelea. Un tipo grandote en la ducha de al lado. No le da importancia hasta que al salir le coge del brazo y le susurra en el oído. “Algún día dejarás a tu hermano solo, y entonces nos lo follaremos tantas veces en una sola noche que no le quedará voz para gemir y gritar tu nombre, como una putilla” Le tocaba la polla, que cojones, que amenazasen a su hermano. Su mirada se vuelve furia. Pero el tipo siguió: “seguro que ya le has hecho sudar más de una vez, tu polla en su culo y…” Y no dijo nada más porque ya le estaba pateando la cabeza. El muy gilipollas.
Desde entonces ha sido como un veneno. Recuerda las últimas palabras y no puede mirar a su hermano a la cara sin sonrojarse porque cree que va a poder escuchar sus pensamientos. Imaginándose como sería… tocarle… hacerle gemir.
Todo le asalta mientras está ahí, sentado sobre el culo de su hermano sacándole cristales de la espalda desnuda. Se concentra en eso, en los cristales. Hay uno que se ha metido demasiado en la carne. Le avisa que le va a doler y acerca su boca a la espalda. Los dientes le arañan y se llena la boca de sangre mientras forcejea. Escupe y vuelve a intentarlo, esta vez los dientes si se cierran sobre el cristal y entonces tira con fuerza. Murph grita de dolor. Se da la vuelta y le arrea un puñetazo a su hermano que cae. Se enzarzan en una pelea de golpes sin intención de pegar mucho. Solo desfogar toda esa adrenalina.
Las piernas enredadas, brazos que se sujetan con furia. Murph se da un golpe con la pared en la espalda y gime mientras al intentar despegarse de ella sus caderas chocan, estando así, con las piernas enredadas uno en el otro. Connor se marea al notarlo y se pone duro en cuestión de segundos. Cierra los ojos y no puede reprimir ese gemido ahogado que le sale de la garganta. Se maldice en seguida porque al abrir los ojos, Murph le mira raro, serio. Sin soltarle. Se acerca más sin decir una palabra y restriega su entre pierna contra la de él. Connor lo intenta, pero Murph no deja de hacer ese movimiento de cadera contra su polla y piensa que se va a correr si lo hace una vez más, así que gime, más alto. Mordiéndose los labios para no gritar.
-Así que es eso-susurra cerca de su oido. ¿Cuándo se ha acercado tanto? Intenta soltarse pero no puede, Murph lo tiene bien sujeto, con las piernas cruzadas por debajo de su culo. Suelta una pequeña risita y Connor se cabrearía bastante si no estuviese así de empalmado. A su hermano aquello le tiene que parecer de coña, que esté así de desesperado. Con suerte se pensará que es por estar tanto tiempo encerrado sin desfogar y listo. Todo solucionado. No se imaginará que es porque desde hace dos semanas lo único que quiere es oírle gemir mientras se follan sin control.
-Deberías decir estas cosas.-vuelve a susurrarle en el oido y le lame la oreja. Connor abre mucho los ojos, sorprendido.- Cuando la necesidad apremia, hay que hacer algo o enloqueces. - Le muerde la oreja y ahora es él el que se restriega contra su hermano, buscando algo de alivio antes de enloquecer del todo, como dice.
Murph acerca su boca a la suya, no lo besa. No todavía. Lo mira, todo malas intenciones, tan intensamente que el estómago le da un vuelco. Su aliento le roza en los labios y necesita. Lo necesita ya. Hace un amago de besarle y entonces se para. Connor se queja, frustrado y caliente como nunca. Murph sonríe de medio lado, canalla. Entonces es cuando el mundo se queda patas arriba y todo se descoloca.
Con ese beso que por fin llega.
El moreno embiste con fuerza en la boca de su hermano. La lengua invade, repta y funde todo a su paso. Connor gime y le agarra de la nuca, abriendo más sus bocas, profundizando un beso que les está ahogando.
Se frotan sin soltarse, giran y chocan con las paredes de esa pequeña celda. Las heridas de la pelea ya no importan porque ya no duelen. Ahora duelen otras partes del cuerpo, las que se tocan para no desfallecer. Duele la piel que se rozan, que acaricia con furia.
Murph muerde el cuello de su hermano mientras que el otro hunde una mano en su pelo y la otra le agarra el culo. Gimen y resoplan entre lenguetazos, besos, mordidas y lametones.
Connor empieza a desabrochar el pantalón del moreno y nota la sonrisa en sus besos. El muy capullo, si no le estuviese haciendo sentir tanto que quiere asfixiarse con él, lo mataría. Murph agarra su polla, la tela del pantalón parece estorbar más que nada en el mundo. El moreno no deja de sonreir, canalla, malas intenciones, mientras que aprieta, oyendo a su hermano gemir y aullar.
-Cristo bendito
-No blasfemes, Connor, que queda feo- y cómo diablos puede sonar tan pecaminoso en tan pocas palabras, con tanto recochineo.
Se quitan los pantalones a base de restregones, y una vez casi en los tobillos tironean con los pies. Las erecciones chocan a cada embestida, a cada roce, y todo es febril, sudoroso y sin control.
El castaño le agarra el culo con las dos manos mientras acerca más sus cuerpos manchados de sangre y sudor. No puede pensar con claridad, el moreno le está comiendo el cuello con una dedicación encomiable. Se aparta de su cuello y se relame los labios antes de volver a comerse los suyos.
Connor le tironea de los calzoncillos, si espera más cree que va a morirse. Aunque realmente se siente morir cuando escucha otra vez esa voz susurrando en su oído.
-¿Quieres follarme, Connor?-sucio, por dios, cómo puede sonar tan sucio- ¿Es lo que quieres? ¿follarme?
-Sssi-contesta a duras penas. Oh si, joder. Le está comiendo el lóbulo de la oreja y se quitan los calzoncillos. El primer contacto de las erecciones les hace querer morirse en ese instante. Todo es tan intenso que les deja sin aire. Entonces llega, la revelación divina…
-¿Y si te follase yo a ti? - oh dios mio de mi vida. Joder.- Follarte hasta que te corrieras gritando mi nombre, hasta que mi polla se derritiese dentro de ti. - Le cuesta respirar, el aire se ha vuelto fuego y le quema los pulmones. Aquello no puede ser de verdad. Lo que se ha derretido es su puto cerebro. No piensa. Absolutamente no. Nada. Ya no puede pensar, cuando siente que le dan la vuelta. Está de rodillas, con las piernas separadas, de espaldas a Murph. Le agarra las caderas mientras Murph le mete dos dedos en la boca que chupa y relame. Entonces, mientras le acaricia los pezones y le come el hombro, Murphy le introduce los dos dedos, de golpe. Su cuerpo se tensa y echa hacia atrás la cabeza, apoyándola en el hombro de su hermano. Le hinca los dedos en las caderas pero no parece importarle lo más mínimo.
Siente sus dedos girar y abrirse dentro de él y duele pero es soportable porque está lo otro. Esa sensación, escuece un poco y se siente algo invadido pero está eso. Eso. Esa puñetera sensación que le arranca gemidos desde el fondo de la garganta.
Siente la otra mano de su hermano enredada en su pelo, su cara pegada a la suya, jadeando, sudando. Le saca los dedos y protesta pero entonces siente otra cosa.
Siente a su hermano entre sus nalgas. Siente como la polla de Murph ronda su culo. Murph le come la boca desde atrás y él se agarra también a su cabeza porque si no se sostienen el uno al otro van a desfallecer. Aguantan la respiración al mismo tiempo cuando Murph entra en él de golpe. Vuelven a respirar a la vez cuando empieza a moverse dentro de él. Jadean a un tiempo. Las caras pegadas, sujetando la cabeza del otro. Tirando del pelo en cada embestida.
Los sonidos de la carne al chocar contra carne en cada embestida se mezclan con los jadeos ahogados, con los suspiros entrecortados y frases inconexas que piden más y blasfeman. Nombres susurrados de forma guarra, lenguas que se buscan a tientas.
La espalda de Murph se arquea cuando le dice en el oido “Me corro, me voy a correr dentro de tu culo” y su pecho se apega más a la espalda de Connor, que siente como no le queda aire en los pulmones al sentir a su hermano corriéndose en él. Él no tarda mucho, se corre cuando su hermano está terminando y le muerde el cuello con fuerza. Siente calambres desde la punta de los dedos de los pies. Se corre gimiendo en latín mientras Murph le lame la nuca. Se corre mientras piensa “hostia puta me ha follado mi hermano” y al mismo tiempo piensa que ha sido el puto mejor polvo de su vida. Que jamás podrá volver a empalmarse sin pensar en su hermano comiéndole el cuello y follándole como nunca antes le habían follado. Una puta revelación divina.
Caen exhaustos al suelo.
Connor cierra los ojos con fuerza y se lleva las manos a la cara. Joder. Qué coño ha hecho. Nota el cuerpo desnudo de su hermano casi encima de él, respirando con dificultad. Murph le quita las manos de la cara, y dios, está muy cerca. Lo mira serio, más serio que nunca.
-Juntos en vida, y juntos en muerte. Juntos, en todo.
Murph se relame los labios antes de besar, es algo de lo que se ha dado cuenta ahora. Mientras se los relame a escasos milímetros de su boca. Se le seca la garganta y piensa que ha perdido la cabeza cuando dice “Juntos” y le responde: “in nomine Patris,” “ et Filii,”…
Se besan, arrastrando dudas con ellos. Ya no tiemblan las miradas ni el pulso. No les tiembla la voz al terminar su letanía.
“et Spiritus Sancti”