Seis viñetas más, porque cuando hago algo lo hago bien, coño.

Mar 14, 2009 20:58

Título: It's all under control.
Autor: hoomygoth
Fandom | Pairing: Gossip Girl | Chuck/Dan
Tabla: Vicios
Longitud: 3.046
Spoilers? Mmm... 2x13, supongo. Referencias mis fics anteriores.
Rating | Advertencias: T y pico | No hay sexo explícito pero hay menciones.

Notas: Seis drabbles relacionados entre si. Supongo que si se leen independientemente también tienen sentido pero… no lo hagáis xD. riatha es mi beta of choice y si la ortografía/gramática es medio decente es gracias a ella. Read, enjoy, review :)


Índice: Límite | Vergüenza | Calor | Mentir | Dinero | Control

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Límite

Chuck abrió la puerta y dejó las llaves sobre la mesa del recibidor antes de acercarse al despacho de Dan, quitándose la chaqueta por el camino.

-Hoy llegas pronto -le recibió desde detrás de la mesa.

-Me he escapado del trabajo. ¿Cómo va lo tuyo?

Dan suspiró sonoramente, cerró el ordenador portátil con resignación y se levantó.

-Es una mierda.

Chuck le lanzó la caja que llevaba en la mano, y Dan la atrapó al vuelo.

-Bombones.

-Faltan la mitad.

-Sí, me he comido los míos por el camino.

A Dan sólo le gustaban los de chocolate con leche, y Chuck prefería el chocolate negro, así que se los repartían. Era una de esas cosas que habían empezado a hacer con los años casi sin darse cuenta, como cuando en las cenas benéficas Chuck le pasaba el caviar, que no soportaba, y Dan a cambio le daba el salmón ahumado. Era de una mala educación imperdonable, pero no les podía importar menos. De todas maneras, iban a la mitad de esas cenas sólo por escandalizar a las mujeres mayores con abrigos de visón.

-Me ha llamado Serena preguntando si íbamos a hacer fiesta de cumpleaños -comentó Dan mientras dudaba entre un bombón de almendras o de moka.

-Ya, a mí también me ha llamado.

-Eso ha dicho. Y que no quieres celebrarlo.

-No pienso cumplir treinta y cuatro años.

-Los vas a cumplir aunque no hagas fiesta. Por lo menos cúmplelos totalmente borracho.

-No los voy a cumplir porque me niego. Me estoy haciendo viejo, Dan.

-Oh, Dios, éste de praliné está buenísimo. ¿Quieres? -Chuck negó con la cabeza-. Yo ya los he cumplido y no me han salido arrugas de la noche a la mañana. Deja de ser tan melodramático.

-Porque tus genes son de calidad superior. Mira a tu padre. Yo estoy abocado a una mediana edad arrugada, alopécica y fláccida.

-¿Con todas las cremas que te das cada mañana? Lo dudo.

-Es mi última palabra. Treinta y tres es mi límite.

-Como quieras, pero va a ser un poco raro cuando tenga ochenta años y vaya por ahí diciendo que mi marido tiene treinta y tres. Quedaré como un corruptor de menores.

-Tenemos unos diez años antes de que empiece a ser sospechoso. Ya se nos ocurrirá algo.

-Agh, éste es de los que llevan esa cosa dentro -se quejó con cara de asco, y le dio a Chuck la otra mitad.

-¿Te apetece cenar sushi? -preguntó, metiéndose el medio bombón a la boca.

-Vale.

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Vergüenza

Habían madrugado para bajar a comprar croissants. Normalmente Chuck le convencía para encargarlos por teléfono, y él no era capaz de oponer mucha resistencia, pero ese día Dan no había tenido que pedírselo dos veces. Era un domingo agradable de mediados de mayo, y la primavera siempre fue la estación favorita de Chuck. Podía parecer raro; Chuck Bass, amante de las flores y los pajarillos. Pero la primavera también traía el calor y las faldas cortas, y de eso sí que era un auténtico fanático.

-¿Me estás escuchando? -preguntó Dan.

-No, no mucho -confesó.

-Estaba diciendo que…

-¿Quieres que nos casemos?

-¿Cómo? -exclamó Dan.

-No sería de verdad, sólo una unión civil y la ceremonia. No es como si pudiéramos casarnos legalmente en este gran país en el que vivimos.

-Vaya… ¿De verdad quieres eso? -preguntó, sin poder creerlo.

-Me horroriza la idea, pero supuse que tú sí lo querías.

-¿Por qué?

-El otro día me llamaste tu marido.

-Bueno, es así como te llamo en mi cabeza. Es más fácil que buscar otro nombre -reconoció Dan, un poco avergonzado-. Estamos mayores para ser ‘novios’, si es que lo fuimos alguna vez. ¿Cómo te llamo? ¿El compañero de mi vida? Eso es demasiado gay hasta para mí. -Chuck sonrió. -Y ya sé que a ti te hace mucha gracia lo de pareja sentimental, pero la gente no oye el tono sarcástico, y todo el mundo piensa que somos unos maricones pretenciosos. Así que eres mi marido. Y a veces se me escapa sin querer, como cuando te llamo cariño.

-Entonces, ¿no quieres casarte?

-No. No quiero una ceremonia. Todo lo que quiero del matrimonio lo tengo ya. Dormir contigo, despertarme contigo cada mañana y que tú no te tires a otra gente.

-Es un alivio.

Dan se rió.

-¿Qué habrías hecho si hubiera dicho que sí?

-No sé, comprarme un buen traje y casarme contigo en una pequeña capilla en la Toscana donde no hubiera sitio para meter a ningún familiar.

-Joder. Si lo pones así…

-Siempre podemos saltarnos lo de la capilla y pasar directamente a la luna de miel en Florencia.

-Me encanta Florencia.

-Ya lo sé.

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Calor

Empujó la puerta con el pie para cerrarla, y un escalofrío le recorrió la espalda al entrar al apartamento, en el que Chuck siempre ponía el aire acondicionado demasiado fuerte.

-Joder, qué calor hace hoy.

Dan resopló y desató la correa de Ernest, que se fue trotando a beber agua según entró por la puerta. Dan le había puesto el nombre por Hemingway, pero Chuck prefería pensar que era por la obra de Oscar Wilde. Habían tardado en ponerse de acuerdo. Durante un par de semanas le estuvieron llamando Faulkner y Sade, respectivamente, pero él dejó de hacer caso a ninguno de los dos. No es que ahora hiciera mucho más caso, para ser honestos. ¿Y qué clase de nombre es ‘Faulkner’ para un perro?

Chuck estaba sentado en el sofá, exactamente como le había dejado hacía un cuarto de hora, con un ojo puesto en la televisión y otro en un catálogo de relojes Piaget.

-Ven aquí -le llamó-, necesito tu opinión.

Dan dejó la correa del perro en el armario de la entrada y se sentó con él en el sofá.

-Debe de hacer cien grados en la calle. Joder. En mayo no debería hacer tanto calor.

-Calla -Chuck le pasó el catálogo-. ¿Página 37 o página 105?

-No sé -dijo, alternando entre los dos relojes que le parecían prácticamente iguales-, yo no entiendo de esto. ¿Y no tienes como… cinco ya?

-Esto no es sólo un reloj, Daniel, es una joya. Me lo voy a regalar por mi cumpleaños.

-Vale. -Volvió a mirar las fotos de los relojes, sin saber exactamente qué miraba. Probablemente, este tipo de cosas sólo tenían sentido si se tenían cantidades de más de seis cifras en la cuenta corriente. Sólo eran relojes, ¿qué más daba? -¿Cuantos miles de dólares cuesta cada uno?

-Unos cuantos miles de dólares de los que dispongo, así que no es de tu incumbencia. Entonces, ¿cuál?

-No lo sé, ¿el primero?

-Me gusta más el segundo.

Dan puso los ojos en blanco.

-No sé ni para qué preguntas.

-¿No quieres tú uno?

-Para nada. Y, oye, ¿qué tienes contra mi reloj Swatch? -Chuck le miró con cara de ’por dónde empiezo a enumerar todo lo que tengo contra tu reloj de 70 dólares’-. Tienes suerte de que no use aún el Casio con calculadora. Era una máquina muy útil.

-Eres como un niño pequeño.

-Que no te oigan los de servicios sociales.

Una sonrisa malévola cruzó la cara de Chuck.

-Creo que vamos a llegar un poco tarde a cenar -Se acercó hasta su lado del sofá y le acorraló contra el reposabrazos-. Y si no he conseguido convencerte con un Piaget ¿puedo hacer que te intereses por un collar de perlas*?

Dan se rió.

-En el sofá no, Chuck. Los de la tintorería ya me miran raro.

-Que miren todo lo que quieran. -Le agarró de la cinturilla del pantalón y tiró, recostándole bajo él en el sofá-. Además, no fui yo el que eligió este estúpido color para la tapicería.

-Fue la decoradora. Lo dices como si a mí me importara una mierda de qué color es el sofá.

Chuck le besó para que se callara. Fue un beso lento y largo, con mucha legua, y Dan no tardó en pasar los brazos alrededor de su cuello y amoldar su cuerpo al de Chuck.

-Yo debería darme una ducha.

-No, me encanta cómo hueles.

Y le besó justo en ese punto, un poco por encima de la clavícula, en el hueco que formaban los tendones de su cuello.

-Vale, quince minutos. Ni uno más.

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Mentir

Llegaban elegantemente tarde. Media hora. Lo bueno de venir con Chuck es que, tardases lo que tardases, siempre llegabas elegantemente.

-Intenta divertirte, Chuck. Es una cena de no-cumpleaños.

-No me lo creí la primera vez que lo dijiste y no me lo creo ahora. ¿Sabes lo que echo de menos de mis cumpleaños de niño? -Dan negó con la cabeza. -Que no se celebraban. Mi padre regalaba algo caro e impersonal y se iba a lamentarse de la muerte de su esposa a los brazos de alguna modelo de Victoria’s Secret. A veces quisiera que estuviera vivo para que todo esto le pusiera furioso.

-¿Todo esto?

-Tú. Que no me quiera casar con una mujer que me dé herederos, y que siga llevando ropa horrible.

-Crece de una vez, hijo -le reprochó Dan imitando el tono grave de Bart Bass-. Ya no estás en la universidad, deja de experimentar con tu sexualidad y sienta la cabeza de una vez. ¿Mejor ahora?

-No mucho.

Le dio un beso rápido en los labios antes de que se abrieran las puertas del ascensor.

-Tú solo… trata de aparentar que no quieres matarles a todos.

-¡Por fin han llegado! -gritó Jenny en cuanto les vio salir.

-Esto va a ser horrible.

-Charles… -dijo Dan volviendo a usar el tono de Bart.

-Que eso me ponga cachondo debe de ser muy freudiano.

Dan le mandó callar entre risas antes de acercarse a saludar a Lily y Serena.

-Rufus está en la cocina. Espero que hayáis traído vino.

-Por supuesto.

La cena fue mejor de lo esperado. A Dan le encantaba su familia y a Chuck le encantaba Dan, así que todos contentos.

Desde que Lily y Rufus se habían casado, la comida en casa de los Van der Woodsen era notablemente mejor, y eso de que los padres y los suegros fueran las mismas personas era, aparte de un poco raro, muy cómodo, porque reducía la frecuencia de las visitas familiares en un 50%.

-¿Qué tal lo estás pasando? -le preguntó Dan entre el plato de queso y el postre.

-Es mejor que una visita al urólogo.

-Supongo que me conformo con eso.

-Tu hermana me ha estado contando que quiere sacar una colección de corbatas inspiradas en mi estilo personal.

-Ya lo sé. Me preguntó si te parecería bien.

-¿Y qué le dijiste?

-Que inflaría tu ego y llevaría a la quiebra a su compañía.

Serena asomó la cabeza desde la cocina y llamó a Dan pidiendo ayuda.

-Vale, Chuck. No te enfades, pero ahora hay tarta de cumpleaños.

-Dan, me dijiste…

-Sé lo que te dije. Te mentí. Serena se ha empeñado, pero me he asegurado de que sólo haya treinta y tres velas.

-Eso arruina mi plan maestro para no envejecer.

-Un plan, a todas luces, infalible.

-Creo que no captas la seriedad del asunto.

-Será eso. Tú piensa que mañana no serás más que un día más viejo, y estarás en un avión privado camino al Aeroporto di Firenze -dijo, con su horrible acento italiano-. Diez días totalmente solos comiendo bistecca alla fiorentina y bebiendo Nobile di Montepulciano Riserva y visitando la Galleria dell'Accademia justo antes de que cierren, cuando casi no queda gente.

-Te he educado bien.

-Aprendo rápido.

-Dieciséis años no es lo que yo consideraría ‘rápido’.

-Ya, bueno, yo al menos he aprendido algo -replicó, con fingida arrogancia-. Tengo que ir a la cocina, pero tú… pórtate bien, ¿vale?

-Tengo casi treinta y tres años, Daniel, por favor...

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Dinero

Aterrizaremos en el aeropuerto de Florencia en unas dos horas, a las doce de la mañana, hora local. Se estima una temperatura rondando los 21 grados centígrados, y cielos despejados al menos hasta el viernes. Espero que estén disfrutando de un vuelo agradable.

Dan salió del baño abrochándose los últimos botones de la camisa mientras Chuck se miraba en el espejo tratando de volver a peinarse.

-Esta obsesión tuya por el baño es ridícula, teniendo en cuenta que tienes una habitación en el avión.

-Hacerlo en el aire pierde la gracia si lo haces en una cama, te lo aseguro. Pero si te empeñas, podemos comprobarlo.

-¿Pretendes matarme? -se lamentó, volviendo sentarse y buscando el libro que había dejado a medias.

-Eso me recuerda… -Chuck sacó su maletín y buscó en él hasta dar con una carpeta azul-. Necesito que firmes unas cosas.

-¿Qué cosas?

-Nada en particular.

-Chuck.

-Es por si me pasa algo. Mis abogados creen que sería conveniente.

-¿Por si te pasa algo?

-Algo como el Alzheimer o un coma o la muerte.

-¿De qué coño estás hablando? -preguntó, empezando a enfadarse.

-Ya eres el beneficiario de mi seguro y el de mi testamento, pero dado que no nos une ningún tipo de vínculo legal, unos buenos abogados y un juez conservador te lo pueden quitar todo.

-¿Esto es por el dinero? Yo no quiero tu dinero.

-No es sólo el dinero, es… nuestra casa y nuestra vida.

-Esto es ridículo. No pienso firmar nada.

-Dan, no te pongas terco -comenzó a ponerle papeles delante-. Éste pone el apartamento a tu nombre.

-¿Estás loco? ¿Y si decido dejarte?

-Bueno, si decides dejarme, perder el apartamento será el menor de mis problemas. -Le pasó un bolígrafo. -Firma en cada página. Y luego éste otro.

-¿Ése qué es?

-Firma, por favor. Éste te hace titular de mis cuentas una vez muera o quede inhabilitado.

-¿Tus abogados de verdad están tranquilos con esto?

-Lo desaprueban ferozmente.

-¿Y tu empresa?

-Mi 71% saldría a subasta pública y tú recibirías los beneficios.

-Pero eso es muchísimo dinero.

-Unos cuantos miles de millones, dependiendo del mercado. Dedícalo a investigación sobre el SIDA o algo. Ahora, firma.

-No voy a hacerlo. No te vas a morir.

-Puede que no ahora mismo, pero moriré en algún momento, y quiero estar preparado. Mi madre murió con 26 años, mi padre con 50.

-¡Accidentalmente! Los accidentes no son hereditarios, ¿sabes?

-Pero puedo estar predispuesto genéticamente. Cáncer, enfermedades de corazón…

-¡Pero que tienes sólo treinta y cuatro años!

-Treinta y tres.

-Estoy hablando en serio, Chuck.

-Yo también, mi cumpleaños es mañana. Y aunque te empeñes en no firmarlo, algún día moriré. Y si viene mi tío Jack a robártelo todo, te lo juro por Dios, Daniel, que volveré de entre los muertos y te pegaré la paliza de tu vida. Ese dinero te pertenece por derecho, lo quieras o no.

Dan volvió a mirar los papeles, como si pudiera entender algo entre toda esa jerga de abogados.

-¿Y si me muero yo antes?

-Ya me encargaré de que eso no pase.

Dan cogió el bolígrafo y firmó un poco tembloroso el primer papel.

-Felicidades, acaba de adquirir su primer apartamento en la Quinta Avenida por el módico precio de un polvo en el baño de un avión.

-Cállate y firma en todas las páginas. -Le fue señalando todas las líneas de puntos en las que tenía que poner sus iniciales y la fecha. -Aquí abajo la firma, y en la página siguiente, y aquí la fecha otra vez. Y, para hacerlo oficial, ahora bésame.

-¿Qué?

-Estamos en espacio aéreo español, y aquí el matrimonio homosexual es legal. Acabamos de casarnos.

-¿En serio?

Chuck se rió.

-No, imbécil.

Dan volvió a mirar todos los papeles, leyéndolos por encima, buscando palabras como matrimonio o cónyuge o… no tenía ni idea de cómo deberían ser los papeles para casarse de verdad.

-Más te vale.

-Nada de matrimonio, te lo juro. Pero puedes besarme de todas maneras.

-Vas a vivir un infierno de ahora en adelante, tenlo claro. Mucho menos tabaco, muchas más ensaladas.

-Bueno, eso ya lo veremos.

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Control

-Para quedarnos en la habitación no hacía falta venir hasta Europa. En casa tenemos muchos hoteles que sirven perfectamente para lo mismo.

-Pero Dan, oírte tratar de hablar italiano con el servicio de habitaciones no tiene precio.

-Si tanta gracia te hace, puedo hacerlo en una trattoria. En ésa de la esquina -dijo, señalando por la ventana un pequeño restaurante al final de la calle.

-Te estará viendo desnudo todo el que pase por la Piazza della Signoria -apuntó Chuck, con su pulcro acento italiano.

-¿Sabes qué? Me voy a vestir y voy a dar una vuelta, voy a comprarle algo a mi madre en el Ponte Vecchio como el turista que soy, y luego voy a sentarme a tomar un café muy pequeño y muy caro. Tú puedes quedarte aquí entre tus sábanas de seda hablando italiano contigo mismo, capullo.

Chuck se rió escandalosamente.

-Vale, Dan, no te enfades.

-No me enfado.

-Te conozco, y sí te enfadas. Tú ganas, voy a llamar para reservar entradas para la Galleria degli Uffizi para mañana, y un restaurante para esta noche -dijo, cogiendo el teléfono de la mesilla-. ¿Te parece bien?

Dan trató de no alegrarse mucho.

-…Sí.

-Vale, pero ahora vuelve a la cama y luego, de verdad, salimos a tomar un café pequeño y caro. Es la hora de la siesta.

Como si Chuck pensara en dormir.

-Tenía todo el viaje planeado. Todos los itinerarios perfectamente organizados para verlo todo a la mejor hora. Y llevamos dos días aquí encerrados.

-Daniel, no puedes controlarlo todo. No puedes hacer un horario que me diga cuando quiero tenerte desnudo en la cama.

-De tres a seis todos los días.

-¿Sólo tres horas? Estoy mayor, pero no tanto.

-Ahora vamos con retraso en el plan, así que vamos a tener que reducirlas aún más.

-Eso nunca. Llamaré a la oficina para decir que me quedo otra semana, si hace falta.

-No tengo planes para una semana entera.

-Ya se me ocurrirá algo, tranquilo -y sonrió. Y no fue una sonrisa torcida ni perversa como las que le dedicaba en el colegio. Era una sonrisa franca que sólo había descubierto que tenía hacía unos pocos años-. Vuelve a la cama.

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* - hacer un collar de perlas consiste en eyacular sobre el pecho o cuello de otra persona.

-fic, comm: 30vicios, pairing: chuck/dan, universo: ya no somos invencibles [+], fandom: gossip girl, tabla: vicios

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