Now I'm hungry, now I'm drunk. Now I'm running like a flaming pig.

Jun 13, 2009 05:32

Título: It's sweet and heady, like my love.
Autor: hoomygoth
Fandom | Pairing: Gossip Girl | Chuck/Dan.
Prompt: Chocolate.
Longitud: 1.447
Spoilers? Referencias a mis fics anteriores.
Rating | Advertencias: PG | Palabrotas.

Notas: Pensaba hacer una serie sobre comida y bebida, que viene a ser el nexo de unión entre toda mi obra fanfiquera xD. Este debería ser el último, según la línea temporal, pero whatever, los otros no soy capaz de sacarlos adelante. So, there.

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Celebraban algo esa noche. Daba exactamente igual lo que fuera, el caso era celebrarlo en un buen restaurante. Después de un confit de pato y una botella de vino, Dan estaba convencido de que no se podía ser más feliz.

-En serio, realmente tengo mucha curiosidad. ¿En qué momento exacto le dices al maître que me dé una carta en la que no venga detallado el precio?

-Si vieras los precios de los restaurantes a los que te llevo sólo comerías ensaladas de acompañamiento, porque aún tienes esa mentalidad de niño de Brooklyn.

-Bueno, es que lo soy.

-Vives en la Quinta Avenida.

-Pero siempre seré de Brooklyn. Tú, si tuvieras que irte a vivir a otro sitio, nunca dejarías de ser de Manhattan.

-Pero ser de Manhattan no es algo que dé vergüenza reconocer.

-Anda, cállate -le dijo, lanzándole la servilleta-. ¿Vas a compartir conmigo el postre o no?

-Sí.

-¿Tarta de queso mascarpone con glaseado de fresa y ruibarbo?

-Yo estaba pensando en el brownie de tres chocolates.

-¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Es muy caro lo mío?

-Puedo pagarlo, te lo aseguro -dijo, sin darle más importancia-. Es sólo que ruibarbo suena a pescado.

-Venga, Chuck, deja de jugar y dímelo.

-No lo sé, en mi carta tampoco vienen precios.

-¿Estás loco? ¿Por qué?

-Me divierte jugar a adivinar lo que me va a costar la cena

Dan abrió mucho los ojos.

-¿Y cuánto calculas que te va a costar esta?

-Si te lo dijera le quitarías toda la gracia.

-Vale, puede que a mi me importe demasiado, pero es que a ti no te importa lo suficiente.

-Probablemente. ¿Algo más, aparte de la tarta de queso? ¿Café, copa?

-No necesito más alcohol y, desde luego, no necesito más cafeína.

-A lo mejor una tila no te sentaba mal. O un tiro en la sien.

-Mira, tienen vino de hielo.

-¿Qué es eso?

-Eiswein. Estaban poniendo un documental de esto el otro día -dijo, con tono de sabelotodo-. Es vino que hacen, aparentemente, con uvas que se han congelado en la primera helada del año, así que tienen que mantenerse en la planta unos meses más tras la vendimia normal para vino tradicional, y como están totalmente maduras están más expuestas a los animales y a caerse de la planta y a, no sé, pudrirse simplemente -le explicó, emocionándose como un niño pequeño-. Así que, cuando llega la primera helada sólo quedan un puñadito de uvas, y tienen que recogerlas cuando están a una temperatura específica y prensarlas mientras están congeladas y todo. No sé, me pareció una movida. Y se supone que es mucho más dulce de lo normal, pero también más ácido. De esto no me enteré demasiado.

-Ya veo.

-¿No te parece muy interesante?

-Me parece que tienes demasiado tiempo libre para ver documentales. ¿Quieres probarlo?

-Sólo te lo contaba como curiosidad.

-Ya, seguro que sí.

Así que Chuck hizo un gesto al camarero y pidió la tarta de queso, su café descafeinado y una copa del famoso Eiswein. Y cuando él lo pronunciaba con su pulcro acento alemán sonaba incluso mejor. Resultó ser un líquido ambarino muy dulce, pero nada empalagoso. Era ácido y fresco, y muy afrutado, y Dan no tenía ni idea de vinos, pero sabía que le gustaba. Porque tenía un toque como a miel y a melocotón, y puede que a pera.

-¿No te parece la hostia?

-No está mal -dijo Chuck, volviendo a olerlo-. Pero no me van los vinos dulces.

-A mi me parece la hostia.

-Ya veo, ya -dijo, no muy convencido, mientras se lo volvía a pasar-. ¿Y la tarta?

-El ruibarbo ese me pone los dientes ásperos -contestó, pasándose la punta de la lengua por los incisivos.

Chuck no pudo evitar reírse.

-Eres fascinante.

-Creo que voy un poco borracho.

-Hace unos años hacían falta tres vodkas con limón para llegar a este punto, Daniel. Estás ablandándote.

Esa noche, Chuck se quedó corto al calcular la cuenta. Como por cien dólares.

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A la mañana siguiente, en el restaurante recibieron una llamada. Tras asegurarse de que el maître se acordaba de él, Chuck abordó directamente el asunto.

-Ayer tomamos un vino dulce con el postre. Eiswein.

-Lo recuerdo, señor.

-¿Sería posible comprar una botella?

-No lo creo, señor. Es un vino con una producción muy limitada.

-¿Y en alguna tienda especializada?

-Podría tratar de conseguirle un vino similar de otra bodega.

-No quiero uno similar, quiero exactamente ese.

-No exagero al decir que es una producción muy exclusiva. En el restaurante recibimos sólo media caja de cada cosecha.

-¿Podría darme el teléfono de la empresa que se lo suministra?

-Lo conseguimos directamente de la bodega en Alemania.

-Pues déme su teléfono entonces, si es posible.

-Por supuesto. Un segundo.

Chuck se pasó la mañana, entre reunión y reunión, al teléfono con la bodega alemana, tratando de hacerles entender que sólo quería una botella y que quería recibirla en la puerta de su apartamento en la Quinta Avenida.

Era una pequeña bodega familiar que sólo se dedicaba a hacer vino de hielo. Chuck acabó hablando con toda la familia.

-Este año la helada ha tardado, y la producción va a ser poca, ¿comprende?

-Perfectamente -contestó él en alemán.

-Nuestro primer deber es con los establecimientos con los que tenemos un compromiso.

-Eso ya me lo ha dicho su hija. Dígame lo que cobra a esos establecimientos por una botella, y yo doblo esa cantidad.

-Verá, caballero, esto no es cuestión de dinero. Es cuestión de compromiso.

-Ya entiendo. Me comprometo a comprar una caja de cada cosecha, ya veré lo que hago con las nueve botellas restantes.

-No es a eso a lo que me refiero. Nosotros no tenemos por costumbre vender a particulares. Hay una lista de restaurantes a los que servimos, ordenados por antigüedad, y servimos las botellas que producimos cada año según esa lista, ¿entiende?

-De acuerdo. ¿Y qué tengo que hacer para entrar a esa lista? -preguntó, tratando de sonar sutil-. Y a un puesto en el que vaya recibir una botella de la próxima cosecha, preferiblemente.

El hombre al otro lado de la línea suspiró sonoramente.

-Voy a pasarle con mi hijo.

-¡Ya he hablado con su hijo, y me ha recomendado buscar otra bodega!

-Es usted un hombre concienzudo.

-Lo soy -admitió, casi orgulloso.

-Se entenderá con mi hijo. Él también es concienzudo.

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Era una tarde de noviembre inusualmente fría cuando un mensajero llamó a la puerta con un paquete, con pegatinas de ‘delicado’ y ‘correo aéreo’ y ‘entrega en mano’ por todas partes. Iba a nombre de Dan, pero obviamente había algún error, porque el remite era alemán, y él no conocía a nadie más al Este de Rhode Island.

-Ábrelo -le dijo Chuck.

-Tiene que ser para ti.

-Ábrelo.

Dan le miró con suspicacia, pero lo hizo, con una delicadeza de desactivador de bombas. Bajo las capas mil veces acolchadas apareció una bolsa de tela lacrada con un sello rojo e imponente.

-Esto empieza a dar miedo.

-Deja de darle vueltas y hazlo.

-¿Esto es cosa tuya?

-¿Me creerías si dijera que no?

-No.

-Entonces ábrelo y cállate.

-Madre mía, eres gilipollas -fue lo primero que dijo en cuanto vio la botella. La miró desde todos los ángulos, a la luz y a contraluz. Y aún así no podía creérselo.

-Esperaba otra reacción.

Dan no pudo evitar reír.

-Eres totalmente gilipollas.

-¿Te gusta?

-Debería estar tan enfadado… -pero no era capaz de borrar la sonrisa de su cara.

-¿Por qué?

-Esa noche, cuando volvimos de cenar, busqué en Google lo que costaba. Y no me puedo creer que hayas pagado eso por una botella de vino que ni siquiera te gustó.

-Internet está lleno de mentiras.

-Ya, más te vale.

-Y a ti te gustó, ¿no?

-Sí, pero… ¿Es que tú no tienes límites?

-Supongo que sí, pero no he conseguido descubrirlos.

Dan volvió a examinar la botella y volvió a sonreír, negando con la cabeza.

-No me lo puedo creer. ¿Por qué has hecho esto?

Chuck no contestó. Simplemente enarcó las cejas y sonrió enigmáticamente.

-Espera, hay una tarjeta -dijo Dan, sacándola del fondo de la bolsa-. Traduce.

Eso Chuck no se lo esperaba. Cogió la pequeña cartulina blanca escrita a mano, y su contenido le hizo tanta gracia que ni se planteó mentir acerca de lo que decía.

-“Su marido el hombre más persistente que haya tenido el placer de conocer”.

-¿Cómo que persistente? Ay, Dios, te voy a matar.

-Seguro que es su mensaje estándar.

-En serio, Chuck. No sé ni qué decir.

-Puedes empezar por darme las gracias y sacar un par de copas.

personaje: dan humphrey, -fic, comm: 30vicios, pairing: chuck/dan, universo: ya no somos invencibles [+], fandom: gossip girl, personaje: chuck bass, tabla: vicios

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