Debo diez drabbles Chuck/Dan, de un meme de hace un lustro que no me voy a poner a buscar. tuai delivers, baby. Para
eve_malfoy y
raintofall, que fueron las que los pidieron (eso sí lo recuerdo). Diez drabbles a lo largo de un fin de semana en Yale. Los tengo todos ya pensaditos y, con suerte, irán saliendo rápido. Ratings variados tirando a altos, con las advertencias de siempre, que si me leéis ya no os van a sorprender, así que me dejo de rollos y lo posteo, que me levanto en menos de seis horas. =D
Diez maneras de hacerlo en New Haven.
i.
La primera vez apenas hablan. Es viernes por la tarde, y Dan lleva desde las diez de la mañana con ese nudo en el estómago, el nudo de la anticipación, de saber qué va a pasar esa noche pero, a la vez, no saber nada, porque Chuck es impredecible. Puede que no se presente, o puede que lo haga y esté de buen humor y le torture durante horas hasta que Dan suplique, o que esté de mal humor y le lance en la cama y le folle hasta que los músculos griten de dolor. O todo lo contrario.
Se acaba de duchar, y aún tiene en la piel el olor del jabón, dulzón y cremoso, casi comestible. Se ha puesto una camiseta recién lavada que está sin planchar y es tan blanca que casi duele mirarla directamente, pero tiene frío, porque al fin y al cabo están en febrero, así que se pone encima una chaqueta de punto grueso que él cree que le da aspecto de auténtico escritor. Le da aspecto de jubilado, pero eso tampoco le importa. Pone un disco, algo un poco folk, y vuelve a empezar la página del libro que lleva media hora tratando de leer, sin pasar de la primera frase. Tiene los pies fríos, y los esconde bajo la manta doblada sobre su cama. La única luz de la habitación es la de su mesilla, que es un poco anaranjada y demasiado débil como para ser cómoda para leer, pero le hace sentir cálido por dentro. Acaba olvidándose del libro y clavando la mirada en el techo, que tiene esa textura rugosa que da el haberse repintado muchas veces y con poco cuidado.
Siempre llama a la puerta muy despacio y muy sobriamente. Dos golpes con un solo nudillo, y luego espera. Dan se levanta de la cama y deja el libro sobre la mesilla antes de ir hacia la puerta. Por el camino echa un último vistazo sin querer a su reflejo en el espejo del baño a través de la puerta entreabierta. Gira el pomo de la puerta lentamente y se humedece los labios.
-Llegas pronto.
-¿Demasiado pronto?
“Nunca llegas demasiado pronto” piensa Dan. Y se lo calla.
La universidad ha suavizado a Chuck y, aunque sigue teniendo algo excesivo en la manera en la que viste y se mueve y habla y en la manera en la que simplemente está ahí, ya no le golpea de la misma manera. Puede que se haya acostumbrado. Esa tarde lleva una camisa a cuadros, y si Dan preguntara le diría que no es de franela como las que él lleva y Chuck odia. Que es tartán y de Viktor&Rolf y que, aunque lo fuera, él se lo puede permitir, porque es Chuck Bass. Y Dan Humphrey sólo es la persona a la que Chuck Bass se folla, y si lleva una camisa de cuadros parece recién salido de Seattle en 1993. Toda esa conversación tiene lugar en el par de décimas de segundo que Chuck tarda en invitarse a la habitación, cerrar la puerta tras él, golpear la espalda de Dan contra el frágil marco de madera y besarle.
La primera vez apenas hablan. Chuck no deja de besarle mientras le quita la ropa, y donde sus dedos le rozan se levanta piel de gallina, porque pronto está desnudo y hace frío en la habitación. Todo está helado, excepto esos centímetros de piel en contacto con la de Chuck. Lo hacen allí contra la puerta, y Chuck gruñe y lame ese lunar que tiene Dan justo en el centro de la nuca, y Dan se muerde el labio y apoya la frente contra la madera pintada de la puerta, y echa las manos hacia atrás, estirándose para enredar los dedos entre su pelo hasta hacerle suficiente daño como para que le muerda.
(Chuck tiene muy poca tolerancia al dolor para una persona que trata de parecer siempre tan insensible.)
Lo hacen rápido y duro y furioso, como si llevaran toda la semana esperando el momento de acabar lo que dejaron a medias el domingo anterior, en un apartamento a dos horas de allí. Como si cada fin de semana no fuera más que la continuación de la última vez, y esos cinco días de clases en Yale o en Harvard, de trabajos de literatura o conferencias sobre el mercado inmobiliario no fueran más que pequeñas pausas publicitarias molestas, que siempre entran cuando más interesante está la película.
Dan se corre primero, con las muñecas aprisionadas contra la puerta bajo la mano de Chuck, y durante un momento se olvida de quién es, mientras él le utiliza como un juguete para alcanzar su orgasmo. Y la sobreestimulación sería dolorosa si no le hiciera sentir tan débil, tan usado y tan retorcidamente bien. Chuck se corre golpeando la débil puerta con el puño, con un gruñido largo y grave y animal. El sonido que se repite en los oídos de Dan en medio de una clase, que le obliga a cerrar los ojos y morderse el interior de las mejillas hasta hacerse daño; el mismo que trata de buscar en su cabeza mientras está solo bajo sus sábanas.
Apenas hablan. Sólo cuando han acabado, cuando Chuck sale de él con un suspiro profundo y Dan deja de temblar Chuck busca su boca y le besa una última vez, se limpia el sudor de la frente con el dorso de la mano y dice:
-Hola.
Dan sonríe agotado.
-Hola, Chuck.