Yay!

Jan 04, 2009 02:31

03#- Manos frías.

Noche.

Te encuentras en tu habitación, viendo como la nieve cae sobre tu ventana abrazando un almohadón. Tal vez, te imaginas que es su pecho. Pero hay algo que te hace extrañarlo, porque un simple almohadón, mullido y suave, no te puede hacer recordar a su dureza.

Suspiras.

Escuchas el tictac del reloj rompiendo el silencio. Un lejano ronquido de Charlie. Y un ligero golpeteo en tu ventana por el viento. La nieve, allá afuera, se deja caer con más fuerza hasta transformarse en una tormenta.

Quieres leer un poco. Pero apenas tocas la tapa del libro que descansa en el suelo, sabes que no podrás concentrarte. Porque aunque lo conozcas de principio a fin, hasta sepas en qué página está tu parte favorita y tengas la hoja ligeramente doblada en donde te quedaste, no evitarás que pienses en él.

Y lo extrañes.

Te mueves inquieta sobre tu cama, la sientes demasiado grande para ti. O demasiado pequeña. O simplemente un recuerdo más de que algo falta.

Resoplas, diciéndote a ti misma que todo era producto de la exageración y gran parte de tu ligera obsesión. Te decides, y levantas. Te pones el pantalón desgastado de siempre, aquella camiseta rota de siempre y te cubres con las mantas para sentir el calor.

Cierras los ojos.

Y empiezas a soñar.

Estás con él, charlando. Ves su sonrisa. Ves sus ojos. Ves cada parte de su cuerpo como si fuera la perfección. Es la perfección. No hay ningún error. Nada de más. Ni nada de menos. Los cabellos de color del cobre se revuelven por su mano. Sus ojos dorados brillan más que el oro al observarte.

Lo amas.

Lo sientes. Lo entiendes. Lo aceptas.

¿Vampiro? ¡No te importa! Y aunque tengas el miedo de envejecer, y morir, hoy sólo quieres vivir el ahora.

Él se acerca, roza sus dedos contra la piel tibia de tu cuello. Sientes cosquillas, descargas eléctricas, placer absoluto al sentir el frío. Su mano acaricia tus labios. Y no te importa que tenga las manos frías, porque están quemándote ahora.

En un suspiro, que se entremezcla con su nombre, te acercas a él.

Sus manos acarician tus brazos desnudos, tu estómago plano (¿desde cuando sus manos empezaron a recorrer debajo de tu blusa?). Su cuerpo, firme como una piedra, se acerca al tuyo encajando perfectamente.

Los ojos, fijos en los tuyos, se acercan más y más.

Vuelves a mormurar su nombre, como el verso más delicado, la frase más preciada, el tesoro más valioso. Te acercas, buscando el beso pero entonces no sientes nada.

No hay frío.

No hay calor.

Suspendida en la nada, te das cuenta que él ya no está.

Gritas.

Y te despiertas.

Sientes frío en tus brazos, en tu cuello y el tu pecho. Sin embargo, lo sabes, lo sientes, quieres creer, que no es el mismo frío de afuera. Es el frío. Su frío. Tu frío.

Miras hacia la ventana. Y notas algo cobre moviéndose con la rapidez sobrenatural. Sonríes.

“Edward…”

Te abrazas.

Y tus manos están frías.

¿Puedo aclarar que Edward solo se fue de caza?

30vicios, cliam: edward/bella

Previous post Next post
Up