Seichii Shitta 30# Familia

Jul 12, 2007 06:46

Tema: 30# Familia
Autor: jandred
Personaje: Unos cuantos. Principalmente Seichii Shitta.
Rating: G
Pairing: Seichii/Miina.
Tabla: Inteligencia Emocional
Advertencias: Boy!touching, lo típico con Sei, vamos.
Notas de autor: Sei y Miina asesinan mi angst, iré cavándole la tumba... A todo esto, Marshall y Sei son amigos ¿vale? XD

Sí, sí, Peter Petrelli, de héroes.


IE: Familia

- Papá…

Gabrielle tira de su camisa desabrochada y en sus facciones de niña se dibuja una mueca parecida a un puchero.

- Papá, despierta.

A Sei le cuesta levantar el rostro de entre los brazos. Le escuecen los ojos y el bostezo es inevitable. Le duele el pecho, porque se ha quedado dormido sobre la mesa del ordenador, y prácticamente se ha clavado el teclado. Lo primero que mira, es la pantalla y, gracias a Dios, Allah, Buda o quien sea que esté ahí arriba, el informe está terminado, puede distinguirlo, aunque las letras sean un poco borrosas porque tiene sueño.

La niña vuelve a tirar de su camisa, reclamando atención de su más-dormido-que-despierto padre. Seichii ladea un poco el rostro, la mira, directa a los ojos que son espejos de los suyos. Casi marrones, casi verdes. En realidad, toda ella es un reflejo suyo y lo único que ha heredado de su madre son los rizos… y la forma de los labios, cree.

Suelta un suspiro y tantea en el bolsillo del pantalón, buscando la cajetilla de tabaco que saca y deja en la mesa, pero no enciende ningún cigarrillo porque con los niños presentes no se fuma a menos que estén al aire libre. Son normas, reglas que Miina pone y que él cumple sumisamente porque sí, tiene razón. Está confuso, un poco, y acerca una mano a la niña, delineando su rostro, en una caricia cariñosa.

Ella le sonríe, con la lengua entre los dientes, pasando por alto la mirada siempre triste de su padre. Sei piensa que esa sonrisa no se parece ni a la de Miina ni a la suya. Es la sonrisa de su hermano. Intenta sonreír también, pero de repente se le ha olvidado cómo se hace, así que juega con los rizos entre sus dedos, rizos que apenas llegan a los hombros de la niña, de su hija.

- Gaby… ¿qué hora es?

Su voz sale rasposa y siente la garganta reseca, le duele. Se hace un recordatorio mental de nunca volver a quedarse dormido mientras trabaja.

- No sé. Tarde. Mamá ha hecho desayuno. -, se encoge de hombros, y sube las manos, tomando la de su padre entre ellas y toca con las yemas de los dedos la alianza. Le hace gracia, porque mamá siempre dice que papá tiene manos finas, casi delicadas, y dedos de pianista.- Tarde. -, repite, con voz suave y tinte musical.

- Dile que…

- ¿Te has vuelto a quedar dormido? Jo, esos informes deben ser realmente aburridos. -, la figura de Miina aparece por la puerta y se recarga en el marco. A Sei le parece más alta que nunca y más hermosa que el día anterior. Sonríe, con picardía en la mirada.- Ya decía yo que la cama estaba algo fría.

- … No te burles. ¿No ves que estoy más muerto que vivo? Ten un poco de consideración.

Miina sonríe, se acerca, a pasos cortos y le rodea el cuello con los brazos con el respaldo de la silla como única barrera. Le besa entre el cabello castaño, que huele a melocotón por el champú, y suelta un ligero suspiro.

- Te he preparado café. Con chocolate.

- Gracias.

Gabrielle les mira, sonríe un poco cuando su madre le acaricia la cabeza y le dice que vaya a desayunar, que sus hermanos la esperan y que ella ahora va. Se aleja casi dando saltitos y sus padres se obligan a sonreír cuando la oyen gritar “¡Eth, no te comas todas las tostadas!”

- Empieza la matutina pelea de siempre… -, Miina suspira, excesivamente melodramática. Remueve el pelo castaño y Sei no puede evitar echarse un poco hacia atrás y cerrar los ojos, con cansancio.- ¿Vamos a salir mañana?

- … No lo sé.

- Sei, es el cumpleaños de Jeffrey.

- Tengo trabajo.

- Cumple doce años, no le hagas esto.

Se aleja un poco y le mira fijamente. Sei podría decir que eso es una mirada de cachorro bajo la lluvia, digna de Peter Petrelli*. Finalmente suspira y se decide a levantarse, aunque siente que las piernas no van a sostenerle por demasiado tiempo más.

- Voy a intentarlo, ¿vale? No prometo nada.

Miina asiente, resignada. Le dirige una semi-sonrisa, que Sei encuentra ligeramente forzada, y le roza la mano cuando se aleja y sale por la puerta. Se pasa una mano por el cabello y finalmente toma la cajetilla de tabaco olvidada sobre el escritorio. Enciende el cigarrillo en los labios, mientras mueve el ratón y finalmente da a imprimir, enviando después una copia al e-mail.

***

Al día siguiente, Sei se despierta temprano, cuando todo el mundo duerme aún y apenas han dado las seis de la mañana. Hay veces, como ese día, que cuesta más de lo normal y no, no tiene nada que ver con no haber dormido mucho. Tampoco tiene que ver con su trabajo porque, siendo francos, es lo que siempre quiso y le costó demasiado entrar al FBI, pasar las pruebas, como para quejarse.

En realidad, le encanta su trabajo, aunque a veces sea tan extenuante. Es como ser auror, pero sin varita. Y, a decir verdad, adora haberse alejado del mundo de la magia.

Ha llegado lejos, piensa, pero cree que el precio es demasiado alto.

Cuando se da la vuelta, Miina se mueve un poco y se acurruca contra su pecho, acostada de lado. Besa uno de los hombros descubiertos y acaricia los párpados cerrados con la yema de los dedos. Lo hace despacio y baja por sus mejillas, rozando, hasta sus labios, que delinea lentamente, y reprime el deseo de besarla.

Sí, definitivamente ese día cuesta demasiado levantarse.

Antes de irse, se pasa por la habitación de Jeffrey, que está medio en penumbra. Se queda parado frente a la puerta entreabierta, y no sabe si entrar. Cuando lo hace, es en silencio, y se sienta unos minutos en la cama de Jeffrey, viéndole dormir, con el flequillo rubio que cae sobre el rostro pálido. Suelta un suspiro y se inclina hasta rozar con sus labios la frente, soplando sobre el flequillo.

Es una promesa silenciosa.

***

- ¡Sei!

El abrazo es inesperado, por supuesto. Por detrás y prácticamente le rodea la cintura de una forma casi asfixiante, apoyando la barbilla en uno de sus hombros y susura al oído, con una sonrisa casi pícara.

- ¿Me extrañaste?

Sus compañeros creen que le pone los cuernos a Miina con ese chico. Él no lo desmiente, al fin y al cabo, hasta le parece gracioso.

- Sí, extrañé la manera en que dentro de veinte años me provocarás un infarto.

- ¿Qué dices? -, Marshall refunfuña, hace puchero y le suelta. Manos en los hombros y le gira, haciendo que le mire.- El médico dijo que tienes la tensión baja y el corazón fuerte. Estás diseñado a prueba de infartos. No te mataré a los cincuenta y dos, imbécil. En todo caso a los sesenta, cuando ya nuestra belleza se haya perdido en los confines del tiempo…

Finge indiferencia cuando se encoge de hombros y, si le hace gracia el melodrama, no lo demuestra, guardándose la sonrisa para sí.

- Nada es eterno. -, el rubio va a protestar pero Sei frunce el ceño, haciéndole callar.- Y probablemente ni siquiera llegue a esa edad.

Seichii se da la vuelta y camina por el pasillo, largo e iluminado, y Marshall tarda un poco en reaccionar y en seguirle.

- … ¡Hey! ¡Hey! ¿A qué viene ese repentino pesimismo?

Se encoge de hombros, no le mira y no se detiene hasta que Marshall le toma de la muñeca y le obliga a voltearse.

- Creía que tus instintos suicidas habían quedado en la adolescencia.

- Qué instintos suicidas ni qué nada. -, pone los ojos en blanco y se arma de paciencia, porque simplemente con Marshall no se puede.- Sólo estoy cansado y cuando estoy cansado digo estupideces. C'est fini, Marshy, no hay más. Punto pelota.

- Ah, no de eso nada, no te voy a dar la última palabra. -, le suelta, al fin, pero antes de que haya huido por la retaguardia, Marshall le rodea los hombros con uno de sus brazos y la pose que mantiene es ligeramente dramática, digna de actor de culebrón.- No le puedes ganar a un Eysenck. Llevamos la cabezonería en la sangre, amigo. Así que, ya estás hablando. ¡Confiesa!

- Eres un idiota, mister cabezonería.

Marshall sonríe, radiante, y Sei tiene que contenerse para no sacar las gafas de sol del bolsillo porque esa sonrisa destila rayos uva a cantidades industriales y… en realidad no es coherente. Suelta un suspiro, resignado, y se aguanta la carcajada cuando Marshall le guiña un ojo con coquetería extrema y le aprieta más contra su cuerpo.

- Lo sé, pero por eso me amas. Sí, sí, no hace falta que lo digas, si soy perfecto, es imposible no adorarme. Eres el fundador de mi club de fans, te pillé.

- Marshy, para, o tu ego nos asfixiará a todos.

- Qué malvado. -, abre la puerta de su despacho con la mano libre y Sei piensa, sin margen de error, que Marshall pasa más tiempo en su despacho que en el que le pertenece a él. Su torrente de pensamientos es interrumpido cuando Marshall le empuja, haciéndole caer justo en su silla.- A ver, ahora me cuentas.

Suspiro. Uno, dos, tres.

- Estoy cansado. Mira todo esto. Es mi sueño, salvo vidas, estoy en el FBI. Pero me siento vacío. -, Marshall no tarda demasiado en encender un cigarrillo y le mira fijamente, con algo de curiosidad.- Soy un héroe, Marshall, pero también soy el padre ausente.

Podría jurar que esa sonrisa es tierna, podría jurarlo pero prefiere pensar que está delirando. Marshall deja el cigarrillo en el cenicero y se inclina hacia él, acerca su rostro, con la mano apoyada en la mesa y Sei prefiere pensar que el beso que siente en la frente se lo está imaginando.

Idiota.

***

Ese día, llega un poco más temprano a casa, cuando aún no han dado las diez de la noche. Eth apenas se asoma un poco desde el salón y sonríe cuando su padre llega hasta él y revuelve los rizos rubios.

Miina se sorprende cuando sale de la cocina y le ve ahí, parado al lado de Eth, con un paquete envuelto y el ramo de rosas. El ataque de risa es inevitable y él se ve contagiado, mientras Ethan les mira sin entender realmente lo qué pasa. Camina, despacio, rozando sus manos cuando toma el ramo de rosas y lo acerca a su rostro para olerlo.

- Pero qué tonto eres.

Seichii se encoge de hombros y dibuja una sonrisa casi inocente.

- ¿Dónde está Jeffrey?

- El amargado está en su habitación, con Gaby -, Ethan tira de la manga del pantalón, levantando la vista y reclama algo de atención. Sei se permite la sonrisa y tiene que hacer malabares con el paquete para poder tomarle en brazos.

- ¿Sabes lo que vamos a hacer, Eth? -, el niño niega con la cabeza y Sei mantiene la sonrisa cuando le deja el paquete entre las manos y le acaricia la punta de la nariz con el dedo.- Vas a darle esto a tu hermano y le vas a decir que es tu regalo para él ¿vale?

Ethan asiente y la sonrisa brota, genuina. Cuando su padre le deja en el suelo sale corriendo por el pasillo y sube las escaleras de dos en dos, gritando “¡Jeff, Jeff!”. Miina se recarga un poco en él, con las rosas rozándole la barbilla y sonríe.

El beso es lento, suave y dura más de la cuenta. Miina afloja la corbata, desabrocha el primer botón y apoya los labios justo sobre la clavícula. Alguien carraspea y Sei suelta un suspiro y niega desaprobatoriamente con la cabeza cuando ve a Jeffrey parado justo a dos metros de ellos, de brazos cruzados y con la mirada helada.

- Ewww. ¿Tenéis que hacer eso delante de mí? Por dios, que soy menor.

Miina se ríe, despacio, nerviosa y le suelta un capón porque ya deberías saber que tus padres no tienen precisamente voto de castidad.

- No importa...

Sube la mirada, directa a Sei y sus ojos son puro reflejo de los de su padre, es como verse en un espejo. Jeffrey sonríe despacio y Seichii se sorprende, porque el muchacho es demasiado serio y casi nunca sonríe.

- Sólo venía a decirte que me parece muy mal que mandes a un mensajero a entregarme mi regalo sólo para no demostrar que en realidad eres buen padre.

libre, personaje:seichii shitta, escritor:jandred

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