Tema: 20# Sverige
Autor:
jandredPersonaje: Seichii Shitta
Rating: PG
Tabla:
Inteligencia EmocionalDedicatoria: A
usi_ghost que hoy es su cumple (según alertas del LJ). Intenté escribir algo mejor, pero al final salió… esta cosa.
Notas del autor: Seichii + Hald + Hik. ¿Sentimientos de Sei respecto a ambos? No lo sé. Seichii-céntrico, aunque tanto Hald como Hik tienen una influencia tremenda en este fic. Bleh. Sverige significa 'Suecia' en sueco, es el título de una nana de Kent. Pst. Raro y abstracto y quién sabe, con trasfondo poético y eso, y lo sé. Llevo unos días algo depre, no me reprochen que me salgan estas cosas. Probablemente si lo releo no me guste y me eche para atrás, así que publico sin revisar.
(Os juro que tengo un kink con pronunciar Stockholm, en serio)
IE: Sverige
La primera vez que visita Suecia tiene seis años. Capricho de Jen, que el primer día, nada más bajar del avión les hace recorrer todo Arlanda -con lo que ello implica y Yuko cada cinco minutos reclamando para finalmente acabar completamente dormido en brazos de su padre-. Es invierno, vacaciones de Navidad y Seichii recuerda que Harold propuso mejor ir en Verano, más tiempo y -un poco- menos frío. Recuerda bien.
Recuerda Suecia como frío pegado a la piel, nieve bajo las suelas de los zapatos y pocas horas de luz al día. Pocas horas, tan pocas horas que los primeros días, apenas tiene tiempo de hacer fotos, porque él es de los que madrugar apaga y vámonos. El quinto día, Harold le despierta antes del amanecer. Mucho antes y Seichii se viste medio dormido. En el trayecto, observa los edificios enormes a través de la ventanilla del coche, frente contra el cristal y dedos rozando; el sol que aparece, más frío que otros días, poco claro, entre nubes de espuma y cristal. Bosque, espesura verde que la nieve pinta de blanco y una mansión enorme. Enorme, y de lejos, desde donde Hald estaciona el coche, parece vacía y fría, como ver una fotografía a tamaño natural.
Sólo una fotografía.
El enrejado hace dibujos negros en el aire, tan, tan en lo alto. El camino rodeado de estatuas que se deja ver al otro lado de la verja posee un aire aristócrata que Seichii no recuerda haber visto ni siquiera en la mansión de Florencia. Son un par de minutos dentro del coche, con el motor apagado y Harold permanece en silencio, una sonrisa ausente apenas marcada en los labios y juega con el zippo entre los dedos. Seichii se atreve a pasarse al asiento del copiloto para observar mejor a través de la luna de cristal.
- Hald, ¿por qué este lugar?
Y no hay ninguna respuesta, Seichii prefiere esperar. Son varios minutos de un silencio que se resquebraja cuando Harold abre la puerta y dice "voy a fumar" y él asiente, sale del coche por la misma puerta que él y la cierra con un golpe suave. Le tira de la manga antes de que haya encendido el cigarrillo "¿no lo habías dejado?" y Harold, más que contestar, lo que hace es encogerse de hombros. Intenta sonreír y no le sale del todo, hay algo ahí que duele un poco y no sabe qué es. Cuando vuelve la vista a la enorme mansión, se ve triste y vacía y un poco gris.
De pronto es una fotografía en blanco y negro.
- Un recuerdo.
Hald habla bajo y apagado, exhala el humo del cigarrillo fuera de los pulmones y su mirada se pierde un poco en un punto indefinido. "¿Eh?" y le mira y Hald no, Hald está ahí pero a la vez tiene la impresión de que no. Segundos de silencio y Seichii no se atreve a apartar la mirada de él hasta que vuelve a hablar.
- … Un recuerdo, eso es. Este lugar.
(Una fotografía en blanco y negro.)
El tiempo pasa demasiado despacio y Seichii se acerca, pasos cortos, agarra los barrotes de la verja y se permite apoyar la frente contra uno de ellos, cerrar los ojos. Un recuerdo. Un recuerdo y él no entiende, no sabe. Pero es importante. Debe de serlo.
- Seichii.
Abre los ojos, gira el rostro. Harold le llama y la sonrisa es casi instantánea. Harold no le mira, apoyado en el coche y el cigarrillo aún consumiéndose entre sus dedos, la cazadora abrochada hasta el cuello y la imagen en general trasmite una fragilidad que Seichii no es capaz de comprender.
- Sei, ¿nos vamos? -, y se lo piensa, si tal vez deberían volver. Porque ha amanecido hace rato y probablemente Jen ya esté despierta e impaciente y esperándoles, tal vez preocupada, porque Hald no ha dejado siquiera una nota.
Y deberían. Es cierto. Deberían.
Vuelve a apoyar la frente en uno de los barrotes y se siente más frío de lo que es el aire.
- Un poco más, por favor.
Sólo un poco más.
- … De acuerdo.
***
Cuando vuelve a Suecia, tiene veintiséis años, es verano y está solo. Está solo, todo él. Y ya no es lo que él recuerda. Suecia se ha convertido en edificios interminables -Stockholm igual de interminable-; paisajes abstractos casi a las afueras. Tanto bosque que no está acostumbrado. Y es verano y no hay nieve y Suecia ya no es más un recuerdo. Suecia, Stockholm, está ahí, casi tangible, al alcance, todo lo que representa. Y a la vez, inexistente.
Seichii está cansado. Tiene veintiseis años y está cansado. De sí mismo, de todo lo que le rodea, de lo que tiene y de lo que no. Se siente tan asfixiado dentro de su propia vida que a veces le da por pensar en sus sueños infantiles y en si acaso tenían algún valor, si realmente en algún momento pensó si podría cumplirlos o si los imaginaba así. Si imaginaba el FBI como demasiadas horas y un trabajo de campo demasiado peligroso que a veces hasta a él mismo le hace temer por su vida. Si se imaginaba casado -casi felizmente- pero enamorado de otra persona. Si acaso imaginó que ser padre sería fácil.
En si realmente, joder, esto era lo que quería, en si es feliz.
Acaso. Tal vez. A lo mejor. Siempre es lo mismo, al fin y al cabo.
Está solo, cansado y solo, y no sabe por qué lo hace, volver allí. Y es el mismo sitio, apenas ha cambiado, una mansión perdida, alejada del centro urbano que es Stockholm. La mansión de su recuerdo -del de Hald- y sigue siendo una foto en blanco y negro. Si apoya la frente en los barrotes de la verja y cierra los ojos, vuelve a tener seis años y Harold está ahí. No le cuesta demasiado saltar la verja y, ahora y de cerca, las estatuas de mármol son más regias de lo que recuerda. El camino es largo y el terreno extenso y Seichii se detiene frente a la puerta y apoya la mano sobre ella; el tacto de la madera tratada es demasiado frío y demasiado suave.
Y sonríe, y es un recuerdo. Un recuerdo de Harold, un recuerdo suyo.
Su padre es sólo puto recuerdo.
(Su padre no existe.)
Resulta tan irónico que tiene ganas de reír.
***
Seichii visita Suecia un total de tres veces. Una cuando tenía seis años, otra a los veintiseis y puede jurarse -y de hecho lo hace- que esta será la última.
Hace más de medio año desde que pasó y él aún lo siente demasiado reciente, una imagen que se repite en su mente. Cercano, anclado, pegado a su piel; el olor de la sangre, el de la pólvora.
En su segunda visita a ese lugar, Seichii encontró un cementerio en el jardín de atrás. Cuidado, demasiado, y probablemente fuera algún tipo de magia que él no comprendía, lo que hacía que las plantas y flores que lo rodeaban nunca murieran. Era bello, pero le daba escalofríos. El día que disparó a su padre -tres tiros, joder, tres tiros-, Seichii recordó el jardín, el cementerio, la mansión a las afueras de Stockholm. Fue él, su hijo, la misma persona que lo mató, quien decidió que era ahí donde Hicrok Shitta debía, necesitaba, descansar.
Porque es su hogar. Frío y casi irreal, pero su hogar. Suecia es territorio de su padre. El lugar donde nació -Stockholm, siempre Stockholm- y creció.
No volverá. Nunca más.
El mármol de la lápida se siente helado bajo las yemas de los dedos y Seichii, durante un segundo, cierra los ojos y tiene seis años.
- Farväl, fader.
Es, ahora y más que nunca, un recuerdo.
(Sólo una fotografía en blanco y negro.)
(fin)