En su cobertizo hay siempre una sábana que tapa el cuadro en el que esté trabajando en ese momento. No le gusta que nadie vea sus obras hasta que están terminadas, aunque ese nadie excluye a Ángela completamente.
Porque es como un acuerdo tácito. Ella le deja leer sus relatos y él le deja ver sus cuadros. Y los dos saben que el otro no va a juzgar su trabajo.
Tal vez porque los dos son parte de un todo. Las dos mitades de una entidad. Se parecen tanto que podría jurarse que son hermanos, pero tan sólo son amigos.