Título: Reino de libros perdidos
Fandom | Personajes: Harry Potter | Hermione/Viktor
Rating | Advertencias: PG | Nada
N/A: Está escrito para
Calzones Fuera! el festival de drabbles de HP de
merlin_pants . Quiero agradecer muchísimo a
lemoncloud_x que aguantase la brasa que le he dado por Skype, y me ha ayudado a perder el miedo de este fic. Nunca antes he usado a estos personajes. Va para
dryadeh . Porque lo pidió. Porque ella es James. Porque yo soy Lily. Porque es de esas personas que hacen el mundo un lugar mejor.
N/A2: Cuenta para el
quinesob y responde a un prompt de una
tabla de
fandom_insano .
Tabla | Prompt: #21. Déjate Convencer
Palabras: 1046
Hay una de esas verdades universalmente conocidas en el mundo de la magia. Aquellos que juegan al Quidditch en la posición de Buscador tienen la capacidad innata de ver cosas que se escapan a la vista de los demás. Pueden ver más allá de lo que vemos normalmente. Pueden ver cosas que a los demás les cuesta. En un par de meses pueden ver algo que a otros les puede llevar siete años. Están marcados. Tienen un don.
En el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería vive una jovencita llamada Hermione Granger. El mayor pasatiempo de la chica es leer libros. Leer. Leer. Leer. Leer tanto que hasta su amigo Ronald se hastía. Su lugar favorito para ello es la Biblioteca. Es como un santuario, un lugar sagrado repleto de libros y rollos de pergaminos con miles de años de información, de conocimiento.
Esa Biblioteca es su remanso de paz y tranquilidad. Esa Biblioteca ha sido su refugio durante los tres años que lleva en Hogwarts. En ella es donde Hermione se encierra cada tarde, desde la comida hasta la cena, buscando información, ampliando sus trabajos con todo el material que es capaz de hilar con coherencia. Esa Biblioteca es su reino, sus dominios. Le encanta sentarse en una de las mesas cercanas a la ventana y perderse durante horas entre gruesas páginas de pergamino que huelen a cientos de años de conocimiento. Le encanta sentir el silencio, sólo roto por el girar de las páginas.
Sin embargo, ese año no es lo mismo que en los tres anteriores. Ese año es diferente. Hogwarts entero está revolucionado por el Torneo de los Tres Magos; y, por mucho que a Hermione no le guste, hasta en la Biblioteca se deja notar la agitación. Por si no fuese suficiente la creciente preocupación por Harry y sacar horas a sus responsabilidades para ayudarlo en la medida de lo posible, ahora Hermione tiene que lidiar con ellas. Ellas no son más que las seguidoras del Campeón del Durmstrang. Del Buscador de la Selección de Quidditch de Bulgaria; ese que es capaz de hacer el Amargo de Ronski -o algo así había murmurado Ronald- de una forma que logra que Fred y George Weasley suelten exclamaciones de admiración.
Por mucho que sea su reino, Hermione no tiene la potestad de echar a nadie de la Biblioteca. De lo contrario, habría largado con viento fresco a los grupitos de adolescentes descerebradas que se agazapan tras las estanterías cuando Viktor Krum acude a hacer alguna consulta relativa al Torneo. Lo ve caminar despacio entre las altas torres de libros, lo suficientemente despacio como para poder leer los títulos; ve como acaricia suavemente los dorsos con esas manos tan grandes y ve de perfil esa expresión concentrada, con el ceño medio fruncido, de sus ojos oscuros.
Es entonces cuando se da cuenta de lo que está haciendo y resopla, negando con la cabeza, antes de volver a centrar toda su atención -o casi- en sus tareas.
La dinámica se repite día tras día. Hermione empieza a cansarse. Cansarse de la tontería de Ronald que no le dirige la palabra a Harry, de las adolescentes suprahormonadas que se esconden entre estanterías, cuchicheando entre ellas y riendo escandalosamente. Sobre todo, se cansa cada vez más de que Krum acuda a la Biblioteca y la distraiga a ella de sus obligaciones. ¿Con qué derecho se cree? ¡A ver!
Sin embargo, ese día, una agradable voz masculina la distrae de sus pensamientos, así como éstos la distraen de sus obligaciones.
-Perrrdona, ¿erres Herrrmión Grrranger, verrrdad?
La Gryffindor sabe quién es antes de alzar la mirada. Por eso se toma un par de segundos entre que él le habla y ella desvía su atención del libro de Runas Antiguas en el que está apoyándose para traducir.
-Sí, soy Hermione Granger -responde con suavidad-. ¿Qué se te ofrece? -pregunta luego, intentando no sonar demasiado hastiada, al fin y al cabo él no tiene la culpa de que las chicas esas lo sigan a todas partes.
-¿Podrrrías decirrrme dónde encontrrrar librrros sobrrre drrragones? -pregunta, y Hermione se percata de que, en las distancias cortas parece mucho menos seguro de sí mismo de lo que aparenta.
Tal vez por eso siente una corriente de simpatía hacia él y responde a su pregunta, en lugar de enviarlo a buscar a Madame Pince para que le pregunte a ella.
-Claro. Séptima estantería al fondo -dice, señalando con el extremo de su pluma de halcón a la zona en que están los libros por los que él le ha preguntado.
Si por alguna casualidad Hermione ha llegado a pensar que eso es todo es porque, aunque es una persona muy inteligente -más que la media de su edad- sigue siendo demasiado ingenua. Sigue teniendo catorce años. Porque al cabo de un largo cuarto de hora, Viktor Krum regresa a su lado, cargado con una prominente pila de libros sobre dragones, y se acuclilla a su lado -con extremo cuidado de que ninguno de los libros se le caiga, como Hermione puede comprobar- para hablarle en voz baja.
-¿Puedo sentarrrrme contigo? -pregunta-. Todas las demás mesas están ocupadas -añade. Hermione duda un momento. Duda, realmente, que todas las mesas estén ocupadas, pero si Krum se ha inventado esa excusa para sentarse con ella, no va a negarle la posibilidad de hacerlo. Además, no piensa levantarse para ir a comprobarlo. Faltaría más.
Lo que pasará después sólo yo -y estoy segura de que tú también- lo sé. Crearán estrechos lazos de amistad, o puede que algo más. Y Viktor será para Hermione el príncipe azul que jamás creyó que tendría; una sombra de primer amor.
Hay una de esas verdades universalmente conocidas en el mundo de la magia. Aquellos que juegan al Quidditch en la posición de Buscador tienen la capacidad innata de ver cosas que se escapan a la vista de los demás. Pueden ver más allá de lo que vemos normalmente. Pueden ver cosas que a los demás les cuesta. En un par de meses pueden ver algo que a otros les puede llevar siete años. Están marcados. Tienen un don.
Esta sólo es una de esas muchas veces.