Jun 08, 2013 13:25
No es que a Ja’far le guste escribir, es su trabajo y le gusta su trabajo pero hacer el trabajo de Sin es otra cosa. Llenar informes que no le corresponden sobre sus desastres en las ciudades que visita mientras está ebrio no es muy de su agrado. Sobre todo porque si Sharkan le acompaña el desastre es doble y su deber también.
Ja’far odia escribir disculpas de más de mil palabras a dichas ciudades. Y no importa cuando lo intente, nunca dejará de intentar que Sin entre en razón, parece que nunca acabará. Siempre habrá más de diez pergaminos en su mesa que esperan ser llenados, y siempre serán los mismos: Disculpas, planes de conquista, disculpas a las mujeres que son acosadas por el rey y pagos por desastres…
Sin embargo últimamente, y solo Masrur y Spartos se han dado cuenta, Ja’far ha hecho su trabajo con un poco más de entusiasmo. Llega a su oficina, junto al despacho de Sinbad, más temprano de lo usual y cada vez sale más tarde. Masrur ha visto a los sirvientes entrar una y otra vez llevando envases de tintas y cajas de pergaminos, pero ha visto salir sólo la cantidad usual de entregas. Yamuraiha, como buena amiga, también quiso averiguar qué era lo que sucedía porque ya no ha visto a Ja’far refunfuñando acerca de que Sinbad debe dejar de meterse en problemas.
Pisti no contribuyó mucho, solo dijo que sus aves han ayudado a Ja’far con un pequeño asunto. Nada más.
Ja’far tiene un compañero de cartas. Drakon no dijo nada más.
Y ahora todo resulta bastant obvio, los pergaminos, la tinta y la falta de quejas. Ja’far ahora tiene un motivo para escribir, y ama hacerlo. Hay alguien, que nadie sabe quién es, que le envía cartas, tres o cuatro cada día, y que él responde con apuro y entusiasmo. Por más que los cuatro generales restantes, Dracon y Hinahoho se negaron a participar y Pisti simplemente no quiso, intentaron averiguar de quien se trataba, quien enviaba cartas a Ja’far, no pudieron hacerlo. Era Ja’far después de todo.
Y en la tranquilidad de la oficina, con el pequeño pájaro mensajero apoyado en el marco de la ventana, varios pergaminos escritos esparcidos por todo el escritorio y una leve sonrisa adornando su rostro Ja’far contestaba la última carta recibida de su remitente cotidiano. Que siempre firmaba de la misma forma: Uno de ellos y siempre recibía cartas con la misma firma: Espera a que el rey estúpido se entere, ¡ya quiero ver su cara!
Porque ahora Ja’far ama escribir, y tiene un motivo para eso.
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