"No pienso tolerar esto. Exijo que estos hombres me suelten ahora mismo o sino, madre, sino -"
"Oh, cállate ya"
La Reina Deborah le mira desde lo alto, sentada en su trono de madreperla. Hay preocupación en su rostro, pero también ese gesto firme en las líneas de la boca con el que Brian ha aprendido a tener cuidado con el paso de los años. A pesar de sus quejas, lo guardias que le retienen no hacen sino intensificar la presión que mantienen entorno a sus muñecas, y Brian suelta un bufido, dejando de resistirse.
"¿Te das cuenta de lo que haces?"
"Si con lo que hago te refieres a ir a-"
La Reina alza una mano y Brian vuelve a guardar silencio.
"Con lo que haces, me refiero a decepcionarme a mí y tu reino, Brian. Tu sitio hoy estaba a mi lado. Frente al pueblo. Un pueblo que necesita más que un príncipe ausente al que no le preocupa nada excepto sus propios intereses. Estamos en un momento difícil. Los Ura han regresado. Ganan terreno día a día. Conquistan cada vez más territorios. Tu hermano marcha hacia las tierras de Novenia con la esperanza de repeler su ataque ¿Y qué haces tú? Acudes a tus fiestas y olvidas tu deber para con aquellos que más te necesitan. Apartas la mirada, Brian. Siempre apartas la mirada."
La voz de la Reina hace eco sobre las paredes de piedra.
Brian dirige una mirada interrogativa al consejero real. Su maestro y el hombre que durante ha sido lo más cercano a un amigo. Hon observa la escena muy quieto, de pie, a la derecha del trono. No entiende a qué puede venir esto ahora y tal vez él sea capaz de explicárselo. Pero el consejero la esquiva, cruzando las manos por delante del cuerpo y sin muestra aparente de pretender ayudarle, así que Brian se yergue lo más que puede y se enfrenta de nuevo a la Reina.
Coge aire, y trata de sonar calmado cuando responde:
"Esa no es nuestra guerra"
"Eso nos gusta pensar, ¿verdad? Babilonia es demasiado fuerte para que los Ura supongan una amenaza" la sonrisa de la Reina es seca, turbia "Pero hay un mundo más allá de Babilonia, y la gente sufre, muere, pierde a sus seres queridos. Todo ello porque sus gobiernos no son lo bastante fuertes, o no saben, o no pueden protegerlos, ¿significa eso que tenemos que quedarnos de brazos cruzados?"
"Significa que no es asunto nuestro"
"Si eso es lo que piensas…
La Reina asiente despacio. Parece más vieja, de repente, el brillo rojizo de su pelo apagado, el verde de sus ojos más débil, como si la tristeza que se refleja en su rostro se lo tragase todo desde dentro y por un instante Brian quiere retractarse de sus palabras, devolverle ese brillo, porque la Reina y su hijo son los únicos que le han amado siempre, a pesar de todo, y Brian, Brian-
…quedas desterrado de este castillo."
Las palabras retumban contra las paredes y estallan en pedazos, regresando a sus oídos como espuma desmenuzada sobre la arena: desterrado este quedas castillo quedas desterrado. Se desgranan en sus cabeza, cada significado claro y terrible y Brian se ve arrastrado por ellas, como si quisieran tragarlo entero de vuelta al océano.
"¡No! Madre, no puedes-"
"Está decidido"
"¡Hon!" grita en dirección al consejero "¡Dile algo! ¡No puede hacerme esto! ¡Haz que entre en razón!" pero el hombre sigue sin hacer nada, manteniéndose inmóvil, una estatua más entre las rostros silenciosos de los antiguos reyes, cuyos ojos de piedra juzgan vacíos los que ocurre en la sala.
Por el rabillo del ojo, una sombra oscura, una figura humana envuelta en una túnica que deja oculto el rostro, se acerca hasta cobrar forma, y Brian forcejea por liberarse del agarre de los guardias, manos que parecen tan inalterables como la piedra.
"Y ya que parece que no tienes corazón" continúa la Reina "el tuyo te será arrebatado. Solo cuando consigas recuperarlo, pedazo a pedazo, podrás volver a esta casa, con ese nuevo corazón. Si no lo consigues, te consumirás y desaparecerás como si nuca hubieses existido. Sin dejar una sola marca en el mundo. No se puede vivir sin corazón" Las palabras de la Reina aumentan de volumen, cada vez más alto, insoportable en el interior de su cabeza. En su pecho se posan los dedos del hombre de la túnica y un dolor cegador repta por su piel hasta invadirlo todo, cada centímetro, dentro, más dentro cada vez, como garras abriéndose paso en su interior "Lucha por recuperarlo. Y veremos entonces si ese corazón es digno de quedarse"
Antes de que el dolor lo envuelva todo por completo, Brian es capaz de entrever por última vez la expresión triste de su madre, las imponentes paredes blancas que ascienden hacia la bóveda de la sala del trono, un instante de sol, el atisbo de unos ojos azules.
"¿No puedes dormir?"
Justin está enfrascado en uno de sus libros. Un cuaderno de anotaciones asoma por debajo, posado sobre sus rodillas, en el que se adivinan letras garabateadas y esbozos de formas ondulantes.
Brian no contesta. Se deja caer pesadamente en el sofá a su lado, los pensamientos demasiado agitados para molestarse en responder. Justin alza una ceja, pero no insiste. Se encoge de hombros, regresando a su lectura.
Durante un rato, el rasgar de las páginas al pasar es el único sonido que atraviesa el espacio.
El sueño sigue vivo en su cabeza. Desterrado. Brian recuerda las horas que siguieron al encantamiento con nítida precisión. "El mago te explicará los pormenores. Necesitas entender por qué hago todo esto, Brian" repite la voz de la Reina "Tienes que comprender que el mundo no es como tú crees que es. Hay tristeza y necesidad y pena. La gente necesita algo en lo que creer y alguien que lo haga posible. Cien días. Cien corazones. Y entonces veremos". Brian se frota la cara con las manos y coge aire profundo. La sala está contenida en una esfera de cálida semipenumbra, alumbrada únicamente por la luz amarilla procedente de la mesa, junto a Justin, y pareciera que las sombras construyesen una barrera que no le deja escapar de la nube densa de sus sueños. Como cuando era niño y la única forma de alejar las pesadillas era llenar la habitación de luz.
Se levanta, exasperado. Da un par de zancadas largas. Acciona el interruptor.
"Cien corazones de caramelo. ¿A quién se le ocurrió una idea tan absurda?"
El mago le mira un instante. Enarca una ceja, molesto, como diciendo Ah, ahora hablas.
"No es más que un medio, para un fin"
"Pues seguro que había medios menos ridículos. Y no entiendo cómo ir por ahí vendiendo chucherías va a hacerme mejor persona o lo que sea que se os ha metido a los dos en la cabeza. Por lo que yo sé, puedo vender todas las reservas de azúcar de Babilonia y quedarme exactamente igual que cuando empezamos"
El mago abre la boca para responder. La cierra.
"¿Ves? Ni tú lo sabes"
Brian está enfadado. Enfadado con la estupidez de todo esto. Con no poder volver a casa. Con los corazones que se desprenden a cuentagotas de su puesto. Con todo y con nada en concreto. Con el mago. Con su madre. Tal vez consigo mismo.
"Ella no preguntó, ¿sabes? Nunca. Me acogió. Sin importar quién era. Y ahora no tiene derecho a exigirme que sea quien no soy"
Se lleva la mano al pecho en un acto reflejo, como tantas veces ahora, desde entonces, cuando alguien compra uno de los corazones, como si debiese sentir algo cada vez, ese pedazo pequeño regresando al lugar dónde corresponde; el lugar en el que antes estaba su corazón. Terminarías consumiéndote, encogiéndote dentro de ti mismo hasta convertirte en nada. No se puede vivir sin corazón. y Brian jamás pensó que lo echaría tanto de menos. Que lo necesitaría tanto, aún sin saber explicar por qué.
Necesita recuperar ese corazón, sentirlo de nuevo latiendo bajo su pecho. Ya no quema, como en los días posteriores al encantamiento, un dolor que se fue apagando con el paso de los días. Y Brian no siente el vacío, no siente nada, y en cambio hay veces, como ahora, que siente tanto dolor que es como si no se lo hubiesen arrebatado nunca.
"¿De verdad crees que no tiene derecho?" En la mirada del mago no hay reproche, solo franca curiosidad y Brian responde con lo que sabe, con lo que ha sabido siempre. Jamás una sola duda.
"Nadie tiene derecho"
ºººº
El sol calienta tan fuerte y tan alto sobre sus cabezas que es como si la misma tierra fuera incapaz de soportarlo, haciendo rebotar los rayos en su superficie reseca y proyectándolos fuera. El calor se concentra contra las suelas de Brian, que puede sentirlo en las plantas de los pies, en las raíces de las piernas. Por todos los dioses, si hasta tiene calor en el culo.
Nunca hubiera dicho que alguien pueda tener calor ahí.
"Ya debemos estar cerca. Según dice aquí, son siete kilómetros hasta conectar con el camino principal. Probablemente lo veamos al doblar ese recodo"
Brian no sabe si se trata de alguna clase de inmunidad mágica o de cabezonería pura y dura, pero a pesar del clima abrasador el mago sigue vistiendo su túnica negra como si no notase nada. Está más convencido de lo segundo, porque aunque llevan por lo menos una hora innegablemente perdidos sigue mirando ese mapa suyo sin dar el brazo a torcer, anunciando cada poco que "Ya verás, nos ahorraremos un montón de tiempo con este atajo" incluso cuando Brian siente que lo que han andado hoy hay gente que no llega a andarlo en tres vidas enteras.
"Reconócelo de una vez. No tienes ni idea de dónde estamos" dice, tirando de uno de los extremos del paño húmedo que lleva enroscado alrededor de la cabeza y enjuagándose el sudor que le gotea por la frente.
"No estamos perdidos" la respuesta llega muy rápida y muy seria, el mago ni parpadea, y Brian supone que al menos es una suerte que mentir se le dé fatal, porque a terco no le gana nadie. "Lo que pasa es que este mapa es algo antiguo y algunos detalles deben estar desactualizados"
"¿Cómo que teníamos que haber tomado la desviación de la izquierda y no la de la derecha, quieres decir?"
Justin gruñe, moviendo la cabeza alternativamente entre el mapa y el camino, en busca de alguna concordancia que Brian ya sabe que no estará ahí (Echó un vistazo a la ruta antes de que abandonaran Feera, pero claro, como Brian es un príncipe tonto e insoportable y con supuestas fallas de carácter pues, ¿quién le hace caso? Nadie) revolviéndose el pelo de la coronilla con aire reflexivo y dejándolo hecho un desastre para no variar.
"Avísame cuando lo encuentres" bufa Brian, hastiado, saliendo del sendero para resguardarse bajo la sombra de una mimosa. Los racimos de flores amarillas que se han desprendido de la copa se le pegan al sudor de las manos cuando se apoya para sentarse. Brian se los sacude a palmadas, arrugando los labios a causa de la textura. Cuando logra acomodarse por fin, el mago le está mirando con los ojos entrecerrados a causa del sol.
"Muy bien. Buena idea. Tú descansa mientras yo busco" dice con tono neutro, aunque Brian le tiene ya lo bastante calado como para saber que esa sonrisa de labios apretados es cualquier cosa menos jovial.
"Aquí te espero" asiente imitándola.
El mago se aleja con pasos largos e industriosos y Brian le observa hasta que se pierde entre el follaje. Cuando ya no le oye, se inclina hacia atrás, recostando la cabeza sobre las palmas de las manos. Se está bien bajo la mimosa. La poca brisa que sopla desde el este llega templada y densa, pero lo suficientemente fresca en contraste con la atmósfera como para ayudar a que se le cierren los ojos, relajando todo el cuerpo contra la corteza. Lo más seguro es que tenga para rato, así que nadie le quita de echar una cabezadita mientras espera. Es precisamente eso lo que se dispone a hacer cuando escucha la voz del mago, concretamente los gritos del mago y Brian está echando a correr antes de que pueda registrarlo del todo.
Justin está a pocos metros del recodo, agitando la mano en el aire, cómo Brian ha visto a hacer a su madre cada vez que perdía la paciencia cuando no se le secaban las uñas.
"¿Qué. Qué. Qué?"
"AU"
Brian se para en seco, apoya las manos sobre las rodillas para recuperar el aliento.
"¿Au? ¿En serio? ¡Au?" repite, jadeando, seguro de que uno de los pulmones, o los dos, se le van a salir del pecho en cualquier momento y decirle Mira, hasta aquí.
El mago estira el brazo para que Brian pueda verlo y entonces repara en las finas líneas de sangre que alcanzan hasta el antebrazo y en el denso zarzal a su derecha.
"¿Eso es todo?" escupe en una exhalación "Pues gritabas como si hubiera intentado comerte ¿Y qué narices hacías para acabar así?"
El mago tuerce el gesto.
"Estaba cogiendo unas moras y me he resbalado, ¿vale?" lo dice de tal manera que consigue que suene a insulto. Es una habilidad que tiene.
Brian respira hondo. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Estudia los arañazos con detenimiento. No son para nada preocupantes, pero deben escocer y si no hacen algo estará quejándose durante días.
"Vamos a curarte eso"
*
"¿Estás seguro de que eso va bien?"
Justin frunce los labios con disgusto, alejando el cuerpo todo lo posible y mirando la masa de tierra y hierbas que Brian extiende sobre sus dedos como si el potingue estuviera a un paso evolutivo de nada de cobrar vida y empezar a reptarle brazo arriba como un gusano.
"Oye. Si no te gusta usa la magia y ya está"
"No es tan fácil. La magia curativa es muy poderosa y compleja, si me equi -"
"Entonces no te quejes"
El mago pone los ojos en blanco pero deja que Brian siga aplicando la mezcla. Ha retirado lo mejor que ha podido los filamentos espinosos que habían quedado enterrados en la piel y los bordes de las heridas aparecen más hinchados en esos puntos. Administra una mayor cantidad ahí y en las rasgaduras de los nudillos. La pasta aliviará el picor, sobre todo y también ayudará a que la piel cicatrice. Vale que no es agradable de ver, pero tampoco están en posición de ponerse tiquis miquis.
"¿Dónde aprendiste a hacer eso?" El mago se inclina sobre sus piernas cruzadas para echar un vistazo a los restos de ingredientes esparcidos por el suelo. Parece sorprendido y eso no es algo que se vea habitualmente.
"Mi madre insistió en que tomara todo tipo de clases cuando era niño. Es una mujer muy precavida" Termina de cubrir la última parte y suelta el brazo del mago, que lo mantiene suspendido en el aire, esperando a que se seque. "Pensabas que era un inútil total, ¿verdad?"
"No es que tu buena reputación te preceda"
"Si lo hiciera, ¿dónde quedaría el misterio?"
El mago le lanza una de sus típicas miradas reprobatorias, pero Brian tiene la sensación de que es un poco más por el efecto que por verdadera intención. Con la mano sana tira de los pliegues de su capa, arrugada en el suelo, hasta alcanzar el bolsillo. Rebusca el interior hasta sacar el puño cerrado y cuando abre la palma, en su interior hay un puñado de zarzamoras.
"Veo que al menos no te peleaste con ese matojo por nada"
"Toma" dice, extendiendo el puñado hacia Brian.
"¿En pago por mis servicios médicos?"
"Si quieres verlo así…"
"No sé en el tuyo, pero en mi pueblo los favores clínicos tienden a pagarse con una oveja por lo menos"
"¿Tú ves alguna oveja cerca?" bufa el mago, alzando una ceja.
"Osea, que sí"
"Cállate y come" ordena, pero Brian está seguro de notar el atisbo de una sonrisa en su voz.
Las moras silvestres resultan estar exquisitas.
*
Una vez empieza, la oscuridad se asienta rápida, como si alguien hubiese chascado los dedos haciendo cerrar los ojos al sol.
Reúnen un puñado de ramas cercanas y Justin junta las manos y murmura unas palabras, soplándolas a través de la concavidad y, como chispas invisibles, inflaman la madera hasta hacer la arder, cálida y sosegada en la noche de verano.
"Es posible que si estemos algo perdidos" admite el mago cuando terminan la cena, con cierta ligereza, como si no hiciera falta darle demasiada importancia. Remueve las ascuas con un palito y Brian piensa que es lo más cerca que ha estado nunca de darle la razón.
"Perdona. No te he oído" se coloca la mano detrás de la oreja, plegándola a modo de pabellón. El mago le lanza una mirada de soslayo, resoplando en dirección al fuego.
"Que Nos Hemos Perdido" repite, alzando la voz, recalcando cada palabra y a Brian la carcajada le sale ligera, propulsada desde el centro del estómago.
"¿Puedes volver a-?"
"Vete a la mierda"
Han perdido un día de viaje, pero a pesar del retraso, y de que perderán una jornada en Sakir, Brian está extrañamente contento, con el estómago lleno y la quietud del bosque rodeándolos como un paño caliente. Se inclina hasta quedar recostado de lado sobre la manta, apoyando la cabeza en una mano. El mago está concentrado en un gordo libro abierto sobre sus piernas cruzadas. Sigue con el dedo las líneas de algunos párrafos, dando golpecitos intermitentes cuando parece pensar el algo. El pelo que ha crecido algo ya se agita cuando agacha la cabeza, y el fuego que crepita en la hoguera baila en sus rasgos, alternando un complejo entramado de luces y sombras, dorado sobre las hebras finas y en las puntas claras de las pestañas.
"¿Por qué no me enseñas algo?"
"¿Eh? ¿De qué?" pregunta el mago, alzando la cabeza sobresaltado.
"Algo de eso que siempre estás leyendo. Algo de magia. Y también escribes cosas" añade, pensando en el cuaderno de anotaciones que el mago mantiene siempre fuera de su alcance "¿Son encantamientos? ¿Cómo el mío?" es difícil de decir con esta luz, pero Brian juraría que se pone rojo hasta las hebras del pelo.
"No-" empieza, encogiéndose de hombros, tratando a todas luces de parecer casual "Es solo algo que hago"
"Pero para algo servirá"
"Para algo. Sí" murmura, como si hablara también un poco para sí mismo, y Brian se pregunta no por primera vez que pasará dentro de esa cabeza suya. Justin cierra el libro y lo hace desaparecer en las profundidades de su bolsa de viaje "Si te aburres, puedo contarte una historia"
Brian no es tan tonto como para no darse cuenta de que intenta esquivar el tema. No obstante, no insiste. Está de demasiado buen humor. Busca su capa y se cubre con ella, arrebujándose en la tela basta que no tarda en atrapar el calor en torno a su cuerpo.
"Cuéntame una historia entonces"
"Muy bien" dice el mago, aclarándose la garganta. Señala hacia el cielo y Brian levanta la cabeza para mira el amarillo del fuego que se difumina contra las copas de los árboles y el cielo más arriba, vistiendo su manto de estrellas.
"Dicen que antes, hace mucho, mucho tiempo, solo la luna brillaba por la noche en el cielo" empieza el mago, y su voz es suave, calmada, entonando como si narrase una melodía estudiada, una historia conocida, sus notas y detalles aprendidos hace tiempo "Por aquel entonces los hombres no tenían dioses. Creían en la luna y en el sol, en el calor que daba vida y la luz que alejaba las tinieblas. Pero mientras el día era seguro, claro y libre del miedo, los hombres temían a las noche en que la luna se marchaba lejos"
"Pero la luna no-"
"Calla"
"Vale"
Brian se deja caer hasta quedar echado en la manta sobre la hierba, la mirada fija en la noche sin luna. Nota un movimiento a su lado y por el rabillo del ojo ve cómo el mago se recuesta también, las brasas de la hoguera crepitando a su lado, el humo ascendiendo y ensortijándose en el aire hasta desaparecer como un soplo de aliento.
"No nos dejes solos, pedían. No te marches. Pero la luna no podía quedarse. Debía irse y regresar, cómo había hecho siempre. Como hacía el sol, continuando cada día su viaje interminable. Pero los hombres tenían miedo. A la oscuridad y a sus misterios; a lo que ocultaba la noche. Ante todo, tenían miedo a estar solos, abandonados por la luna, en un mundo tan grande y tan pequeño a la vez, solos con lo que quiera que acechase ahí fuera, solos cuando al abrir los ojos, seguían viendo sus pesadillas."
"¿Y entonces qué?" Pregunta impaciente Brian cuando el mago se detiene.
"Espera"
"No me digas que no te acuerdas"
"Entonces" sigue Justin "los hombres decidieron que si querían que la luna se quedase todos ellos, sin excepción, deberían cantarle la canción de su desdicha. Las palabras viajaron en todas direcciones, atravesaron valles y ascendieron montañas, marcharon con las curvas de los ríos y alcanzaron cada boca, cada lengua cansada y rendida. Tardó largo tiempo, pero finalmente, en la noche señalada, el canto resonó al unísono en todos los lugares del mundo, escaló los peldaños de las nubes y llegó hasta el cielo, dónde su poder alcanzó los oídos de la luna. Infinitos pedazos estallaron en su corazón al escucharlo y lloraron desde el cielo como gotas de granizo. Muchos cayeron a la tierra, y hay quien dice que aún se guardan como tesoros secretos, único cada uno de ellos, tan hermosos como la propia luna. Pero otros quedaron prendidos del tejido del cielo e iluminan desde entonces, para que cada vez que abramos los ojos, sepamos que no estamos solos, que la luz nunca nos abandona del todo. Y es así como la humanidad entera tejió en primer encantamiento. Y es así como nació la magia"
El viento atrapa las últimas palabras, elevándose para susurrarlas entre las hojas, que se agitan y parecen repetirlas como un eco en la indescifrable lengua de los árboles. Brian mira las estrellas, lejanas, e incandescentes y le parece que es como si las viera por primera vez, blancas y titilantes, una historia entera tejida en el firmamento.
"Es una buena historia" le dice al cielo, y Justin suspira a su lado, desde la oscuridad de las brasas ya apagadas, en una noche que no parece tan oscura.
"Sí, sí que lo es"
Esa noche Brian tarda largo rato en dormirse, la mirada absorta en el cielo. La respiración de Justin se hace más tenue y regular a medida que va deslizándose hacia el sueño, tendido a su lado y cuando Brian comienza a dormirse por fin, lo hace prendido de ese arrullo suave y la sensación de que las estrellas ahí arriba, velan silenciosas sus sueños.
(Sigue aquí)