QAF Fic: La ruta de las ferias del verano (9/9)

Apr 18, 2015 00:04




"Igual un poco de rojo aquí. ¿Tú qué crees? Le falta algo. Pero no sé el qué"

El muchacho acompaña la última frase con un chasquido y ladea la cabeza en un ángulo exagerado para evaluar su obra, como si con el cambio brusco de perspectiva esperara dar con el truco de lo que considera que falta o no. Sobre el lienzo, las largas trenzas de enredadera aparecen sostenidas para siempre en una ráfaga de viento; los azules, los amarillos y los violetas se dilatan en los pétalos, y pareciera que las flores contuviesen el aliento, observando expectantes el movimiento del sol. Al fondo de la pintura, los gruesos pilares de ágata que rodean el jardín interior se doblan hasta besarse en los filos de aguja de los arcos. Las complicadas inscripciones talladas en la superficie del original aparecen simplemente esbozadas en la pintura, como si el artista hubiera estado en realidad mucho más lejos al pintarlas o, como sospecha Brian, se hubiera aburrido ante la sola idea de dibujarlas ya antes de empezar.

"Creo que algún tulipán podría sentarle bien. Aquí y aquí" Brian señala los puntos en la pintura fresca. Un poco de verde se pega a su dedo y sobre el dibujo quedan marcados los leves contornos de una huella dactilar. El muchacho le lanza una mirada furibunda y Brian alza las cejas con gesto inocente murmurando un suave Ups que le granjea pequeño empujón. "Mira el lado bueno, ahora también tiene algo mío"

El muchacho suelta un bufido como toda respuesta, pero embadurna de color el pincel para dibujar el primer tulipán, y el recuerdo de alguien más parece asomarse en su expresión enfurruñada. Alguien con la misma tozudez y persistencia. Alguien a quien Brian no podía evitar fastidiar de la misma manera.

"Es una coincidencia curiosa" dice, en voz baja, esperando que solo el viento le escuche.

"¿El qué?"

"Nada" se aclara la garganta "Es solo que- ¡Eh!" Siente la humedad del pincel impactar contra su nariz. Una risa infantil y burbujeante estalla en mitad del jardín, haciendo temblar el corazón del castillo como un soplo de brisa.

"Serás-" Brian frota con la mano para sacarse. Un manchurrón rojo le impregna la palma y por la carcajada ahogada del muchacho imagina que su nariz no debe de haber quedado mucho mejor Dhaj.

"Lo siento. Tenías una expresión rara" dice, y durante un instante le parece ver que cierta preocupación cruza la cara del chico, pero entonces alza una ceja divertida y logra hacer que desaparezca con la misma rapidez "Me ha parecido que le vendría bien algo de rojo"

"Anda, termina con eso" Brian señala el lienzo con la cabeza y la boca del chico se ensancha para mostrar una fila de dientes blancos y sinvergüenzas. Desde que le trajo consigo ha pintado y repintado casi cada rincón del Castillo Blanco que considerara que merecía la pena pintar, como si todo lo que ve necesitara pasar por el filtro de sus manos para poder asimilarlo por completo.

Con una sucesión de pinceladas más o menos certeras añade dos hileras de destellos verdes salpicadas de tulipán, olvidando u obviando corregir las impresiones del índice de Brian. Se aleja unos pasos del caballete, la paleta inclinada peligrosamente en una mano y el pincel alzado en ristre en la otra, preparado para acometer con destreza cualquier posible imperfección. Frunce los labios en un mohín crítico.

"¿Ya está?"

"Ya está. Solo te queda firmarlo"

El mohín se trasforma en una mueca de disgusto.

"Ya me voy a pasar escribiendo toda la tarde. El profesor Schmidt casi ni me deja levantar el lápiz de la hoja. Debe de pensar que se me escaparán las letras si no las voy pegando" se queja y luego añade, en un tono lastimero que en él siempre parece un poco metido con calzador "Por favor" La O se dilata añadiendo teatralidad a la súplica, pero Brian se muestra inflexible hasta que un nuevo pincel es empapado en pintura negruzca y el muchacho se agacha para empezar a delinear las letras, la lengua asomando a un lado como el testimonio físico del arduo esfuerzo de concentración: la Ge, el cuerpo pequeño y puntiagudo de una U, y al final, el prolongado serpenteo de un Ese, que subraya las dos letras anteriores y se enrosca en la cola como los zarcillos rizados de una parra.

"Hala. Ya está. ¿Contento?"

"Mucho, Gus"

El muchacho sonríe, orgulloso y Brian le alborota el pelo en la base del cráneo hasta que bufa y se revuelve, como siempre fingiéndose un poco más arisco de lo que realmente es. Y claro que Brian está contento. Hay días en que incluso podría decir que es feliz. Ha regresado a su hogar y tiene a Gus y a su madre, a Mike, y las cosas parecen ser por fin tal y como deben ser.

La guerra ha llegado a su fin. Los últimos reductos de tierra han sido reconquistados y desde el sur llegan noticias de los ejércitos aliados que han iniciado ya el camino de regreso a casa. Él mismo encabezó uno de los frentes de la batalla de At Sará, marchando hacia el frente en cuanto pudo reunir las fuerzas suficientes, haciendo retroceder a los Ura que habían tomado las ciudades de los lagos de At Ereeon al suroeste. Las criaturas resistieron durante seis días y siete noches, atrincheradas tras el espinazo marmóreo de la cordillera de Eerimat, vencidos ya, pero negándose a reconocer la derrota. Fue entonces cuando los magos enviados desde la frontera meridional de Novenia llegaron para reforzar el ataque, lanzando la ofensiva final. Invocaron un incendio en el cielo, largas lenguas de fuego que lamieron la tierra hasta calcinarla. Brian recuerda los gritos, la violencia y la muerte apestando en el aire. La noche encendida en una puesta de sol volcánica, enloquecedoramente hermosa y terrible. Los que quedaron vivos se arrastraron hasta sus naves. Los descomunales cuerpos metálicos, como ballenas muertas flotando panza arriba, se impulsaron con sus garras de hierro, vomitando azufre y haciendo bullir el agua, como una marea de sangre manando por heridas recién abiertas, una estela que oscureció el mar mientras se alejaban hacia los abismos del océano, expulsados de nuevo, y Brian no sabe si alguna vez dejará de preguntarse lo que se preguntó entonces: si volverán algún día, si el mundo que empieza ahora a curarse soportará otra herida como esta, abierta sobre una piel débil y recién cicatrizada, o si será más fuerte y no se permitirá caer en la seguridad del olvido o la indiferencia. Si será como Brian fue una vez, o como quien espera ser ahora.

A su lado se escucha el pequeño estruendo del entrechocar de cristal contra cristal. Gus recoge sus pinturas y agita los pinceles en el agua que va cambiando de color hasta formar una masa grisácea. Es feliz, sí. No podría no serlo. Algún día será rey y estará preparado para lo que tenga que venir. Y tal vez Gus lo sea después de él y Gus nunca olvidará y solo con mirarle sabe que es mucho mejor de lo que nunca ha sido él mismo. Las mangas de la camisa del muchacho están dobladas hacia atrás y tanto la tela como la piel de sus antebrazos aparecen moteadas de manchas multicolores. Un recuerdo hace presa en ellas y entreteje sus hilos de telaraña y Brian casi puede ver las medusas voladoras, el sol haciendo resplandecer el lago como un embalse de plata, hebras doradas despeinándose en la caricia de la brisa. Ha pasado más de un año desde su regreso y solo hay una cosa, una única cosa más que Brian quisiera, un último lugar en su corazón que sabe que quedará para siempre vacío, la última pieza que no podrá recuperar. Es un vacío extraño, porque a veces, parece eclipsar todo lo demás. Es un vacío que tiene dos extremos, como un hilo del que sólo sostiene el comienzo, y del que sabe que el otro extremo es algo que nunca podrá alcanzar. Y es que es un vacío grande y lleno. Lleno de amor, amor, amor, tanto amor que a veces no lo soporta y duele y duele y necesita llorar y volverse loco porque no puede sacárselo de dentro, dárselo a quien le pertenece. Pero ha buscado hasta levantar la capa de tierra que cubre el mundo y no ha podido encontrarlo. Lo único que le queda es ese amor, los tapices de su recuerdo y una cajita que contiene una nota y una pequeña medusa a la que solo se permite despertar cuando el recuerdo de ese amor es demasiado difícil. Y Brian no puede permitirse llorar, ni volverse loco, porque ese hueco vacío también, a la vez, es el que le hace levantarse cada mañana y no cerrar los ojos a lo que tiene, al reino que le necesita, a Gus, a Mike, al amor de su madre que más fuerte y constante que ninguna otra cosa que haya conocido. A Ser mejor, Brian. Ser mejor.

Respira hondo, intentando que el dolor, que el amor, que se despierta vuelva a quedarse dormido.

"La abuela me ha pedido que le haga un retrato" dice Gus, soltando el pincel, que se queda dando vueltas en el bote, como u mástil olvidado en el centro de un pequeño tifón. "¿Después de eso… crees que podría pintar el mar?" pregunta, como si tal cosa, disimulando bastante bien la expectación que Brian ve cómo asoma en sus ojos. Gus ha estado fascinado con el mar desde que pasaran cerca de la costa de camino a casa. A Brian le resulta difícil imaginar cómo será realizar el mismo viaje que una vez hizo junto a Justin, ahora que la guerra ha terminado. Pero tal vez ya haya llegado el momento.

"No veo por qué no"

"¡Bien!" grita Gus, apretando los puños en un gesto triunfal y se sonroja un poco cuando Brian no puede más que reír con su entusiasmo.

"Pero tendrá que ser uno bien grande, para que compense"

"Pintaré uno que ocupará una pared entera, ya lo verás"

"No me cabe duda" Brian se inclina y le acaricia el pelo. Gus le da un abrazo fugaz y gruñe cuando Brian le hace rabiar tirándole de una oreja.

"¿Alteza?"

El capitán de la Guardia se acerca a paso ligero por la hierba del jardín. Es un hombre alto y fuerte. De expresión grave y corazón leal. Es lo único de lo que Mike es capaz de hablar últimamente. Que sin Ben esto. Que si Ben aquello otro. Brian está seguro de que Mike es feliz también y lo cierto es que no se le ocurre nadie mejor que Ben para hacer feliz a su hermano.

"¿Capitán?"

El hombre llega junto a ellos e inclina la cabeza en un riguroso saludo ceremonial, aunque Brian se fija en que intenta recuperar el aliento, como si se hubiese dado mucha prisa en llegar y…

"¿Ha pasado algo?"

"La Reina requiere vuestra presencia en la sala del trono, Majestad. Con urgencia"

"¿Hay alguna amenaza?" atrae a Gus hacia sí, acercando al muchacho a su cuerpo como por instinto "Han-?"

"No, mi señor. Pero la Reina insiste en veros de inmediato"

"Muy bien. Muy bien" aprieta el hombro de Gus y se obliga a sonreír al muchacho, que le observa con expresión preocupada "Estaré de vuelta enseguida. Quédate con Ben, ¿de acuerdo?"

"De acuerdo"

Echa a andar en dirección a la torre, tratando de mantener el paso firme. No quiere alarmar a Gus, pero en su cabeza se arremolinan un millar de ideas terribles. Se obliga a sí mismo a calmar sus pensamientos y sube las escaleras que llevan a la torre a grandes zancadas.

Las grandes puertas de madera de la sala del trono están abiertas y a ambos lados del arco de media punta dos centinelas prestan guardia, sus armaduras brillando como plata recién bruñida. El sol que entra por las altas ventanas ilumina de parte a parte, y cuando Brian atraviesa las puertas sus pies parecen pisar una alfombra tejida a base del más finísimo oro.

Mike, Hon y su madre se encuentran formando un círculo en la base de las escaleras. Mike viste sus ropas de viaje, y el barro acumulado en la base de las botas resalta como una nota disonante en medio de la pulcritud y la delicada tonalidad marmórea de las piedras de la sala del trono. Brian se da prisa. Su hermano se marchó hace uno días y no le esperaban hasta dentro de al menos tres semanas. Una visita rutinaria a los pueblos de la frontera, para reunirse con los capitanes y embajadores de los reinos vecinos, ponerse al día con las labores de reconstrucción de las zonas más afectadas y gestionar los recursos que Babilonia ha puesto a disposición de sus vecinos para colaborar en restablecer el orden anterior a la guerra. Apenas consigue controlar el impulso de echar a correr los últimos metros que le faltan. Los arquitectos de la torre debieron ser hombres de nervios templados, porque Brian no se explica de otra forma la extensión de la sala; casi hace falta detenerse a mitad de camino para recuperar el aliento y tomar un refrigerio antes de llegar al final.

"¡Mike! ¿Qué haces aquí?" pregunta cuando por fin les alcanza. Siente los nervios hechos un nudo en mitad del estómago, pero algo de su ansiedad se calma al ver la expresión alegre de Mike, que grita su nombre y le abraza, como si en vez de unos días hubiesen pasado un par de edades de la tierra desde la última vez que estuvieron juntos. Le devuelve el abrazo y bufa una risa cuando Mike le planta un sonoro beso en la frente, logrando apartarle lo suficiente para ser capaz de respirar.

"Traigo noticias del sur"

"¿La alianza?" Mira a su madre y a Hon, que no responden. Solo le miran con una enorme sonrisa plantada en los labios y Brian se impacienta "¿Han accedido a la propuesta? ¿Se constituirá La Furia?"

La idea de establecer un sistema de guardia fue suya. Gus estuvo bromeando acerca del título del regimiento durante días, llamándolo "la Furia de Babilonia" y es el nombre que se le ha quedado. Consiste en establecer un sistema de defensa costera que vigile el océano que baña la parte occidental del continente. Es una idea simple. Un mecanismo de protección, pero sobre todo de prevención. Supone el esfuerzo unificado de los Reinos de Queeria, y las negociaciones se han estado alargando desde que Brian hiciera su propuesta a los pocos meses de haber expulsado a los Ura. La única dificultad para que sea llevado a cabo reside en la reticencia de los Reinos en destinar fondos y recursos a algo que según ellos puede esperar. Brian lo entiende, pero considera que es importante estar preparados. La gente necesita seguridad y protección, algo que calme el temor y aumente la seguridad, algo que les permita seguir adelante con sus vidas.

"¿Y bien?" insiste, mirando a cada uno de ellos alternativamente, preguntándose qué es lo que pasa y por qué todo el mundo parece estar tardando tanto tiempo en reaccionar.

"No es eso, Brian" dice la Reina, acercándose a él y extendiendo las manos para posarlas a ambos lados de sus brazos. A su lado, Hon ahoga una risa en el hueco de la mano "Es…" sonríe, una sonrisa radiante y feliz y el corazón de Brian se salta un latido completo cuando la mira a los ojos "Lo hemos encontrado"

"¿El qué?" pregunta Brian, sintiéndose completamente estúpido, incapaz de abrir la jaula a la esperanza que empieza a aletear en su pecho.

"Tu corazón, por lo visto" ríe Hon y Brian le flaquean las piernas.

"¿Dónde está? ¿Dónde-?"

"Acabamos de llegar" contesta Mike "He mandado prepararle un cuarto en el ala oeste- ¡Brian!"

Pero Brian ya no le escucha. Echa a correr todo lo aprisa que puede, el corazón latiéndole como un traqueteo en el pecho. Baja las escaleras a saltos, atraviesa los jardines dando empujones, lanzando disculpas a las caras incrédulas que va dejando detrás. Toma un atajo para llegar al ala oeste del castillo. Aparta las sábanas tendidas en los patios. Salta las vallas de los huertos. Choca, y hace desmoronarse una pila de leña, y los imperios airados del señor Schickel, el escribano, le persiguen hasta la entrada de las caballerizas cuando hace volar por el aire todos sus papeles. Cuando alcanza las cocinas, el señor Schmidt, el profesor de Gus, le observa con la cuchara de estofado a medio camino de la boca y a Brian le entran ganas de reírse porque vaya pinta que debe de tener: el futuro Rey de Babilonia, bañado en sudor, con las ropas hechas un guiñapo y un amasijo de plumas blancas asomando por debajo de la suela del pie derecho, de haber atravesado a gritos la tertulia de un grupo de pollos.

"Errr, ¿Majestad?"

"¿Ha pasado por aquí? Un chico rubio" levanta la mano hasta la mitad de su cabeza "Así de alto" deja escapar un jadeo "Casi seguro que con una túnica enorme"

El señor Schmidt le mira con los ojos muy abiertos, congelado en el acto de llevarse la comida a la boca y luego lanza una mirada de súplica a Blake, el cocinero, que traga saliva y señala en dirección a la puerta que lleva a las habitaciones.

"Está en la segunda planta. El cuarto del fondo, el que da al jardín, si no me-"

"¡Gracias!" grita Brian, que está ascendiendo ya por la estrecha escalera de caracol. Deja atrás salones y cuartos, baños de piscinas aromáticas y llega al final de la segunda planta, frenando en seco para quedarse plantado en el marco de la última puerta.

JustinJustinJustinJustin

Justin.

Justin está de espaldas, asomado a la ventana que da al jardín. Las puntas de su pelo rozan la capucha de su túnica, y finos mechones se agitan en el murmullo más suave del viento. Apoya los codos en el poyete y algo en la forma en que su espalda se curva, como cediendo bajo el peso, hace que Brian solo quiera alargar la mano, y tocarle, buscar la piel bajo la túnica y-

Solo es capaz de quedarse dónde está.

"Justin" consigue decir, y luego más bajito "Justin"

Justin se da la vuelta.

Es como… se miran a los ojos y ahí está, frente a él. El tiempo no ha pasado. Nunca le ha buscado. Nunca le ha perdido. Justin está frente a él y Brian no puede pensar en nada más. Está vivo. Intacto. Justin agacha la cabeza, rehúye una sonrisa y Brian encuentra el valor para ir a buscarla.

"Pensé que-"

"Creía-" Justin agita la cabeza, su pelo es tan claro que el sol pareciera llorar al tocarlo.

"He estado…"

Justin asiente.

Un paso. Otro paso. Están en el centro de la habitación. El viento sopla fuerte por las ventanas arqueadas.

"Te…" Justin cierra los ojos un segundo y aprieta los labios, una curva en la comisura de su boca. Brian ríe y se acerca. No es capaz de decir nada y quisiera decirlo todo. Da un paso más y cree que se rodean, como los animales, olfateando el momento en el aire, los sentimientos contenidos en el centro y el instinto a flor de piel, atentos al instante en que se tocan.

Y no puede más. No quiere esperar más porque hay magia -vaya si lo sabe− hay magia para la que no existen palabras. Es una magia visceral, que tiene que sentirse, olerse, tocarse, y esa es la clase de magia que quiere hacer con Justin.

Recorre los últimos centímetros que les separan, y le besa.

Ha habido otros besos. Ha habido cientos, millones de besos. Pero cuando los labios de Justin se abren, suaves, calientes, dulces como es dulce saborear por fin el anhelo más hondo del alma, a Brian le parece que este es el primero, el más importante de todos los besos. Las manos de Justin acarician la piel de su cuello y Brian es luz, y el primer estallido del universo, el calor que desprende un cielo sembrado de estrellas. Se besan largo e intenso y todo el miedo, toda la angustia, la soledad y el vacío, se disipan como las nubes descubren el cielo al final del invierno.

Justin se aparta un poco, toma aire y ríe, una carcajada amplia y sonora cuando Brian no le deja escapar y vuelve a besarle, sintiendo como como su propia sonrisa le cosquillea en los labios. Es una sensación extraña, como si durante mucho tiempo, lo que se dibujaba en su boca hubiese sido menos real, menos profundo, menos como esto y ahora regresara como si alguien hubiese borrado todas sus líneas falsas dejándola más clara, más limpia. Real.

"No vas a volver a irte nunca" le dice y luego añade, cuando Justin alza una ceja, divertido y parece que va a replicar "Por favor"

Justin baja la mirada y algo en su expresión se ensombrece un poco.

"Creía que no-"

Aún tiene los dedos enredados en el pelo de Brian, pero su cuerpo parece alejarse sin hacerlo. Brian no piensa dejarle.

"Luego" le besa otra vez, respira en su boca, niega con la cabeza, "Luego" porque ya habrá tiempo "Luego"

Justin sabe a la brisa templada de la mañana, al polvo del camino, al futuro y a todas sus posibles direcciones. Y Brian ya no siente ningún miedo, solo siente, amor, y esperanza y ansias por vivir el tiempo que espera, sin prisa, todo aquello que está por llegar.

"¿Y ahora?" Justin apoya la frente en su frente, moviendo la cabeza despacio, en una caricia. Le roza los labios y Brian quiere lamer las intenciones que ocultan sus labios. Nota el calor de sus dedos en la cintura, por encima de la tela de la camisa. Ahoga un suspiro cuando Justin tira hacia arriba y le acaricia la cadera en círculos pequeños, estudiando sus formas con los pulgares. Su sangre reacciona al contacto, se arremolina, fluye salvaje, como si quisiera dejarse leer, susurrar palabras escondidas contra la yema de sus dedos.

"Tú y yo. Ahora, tú y yo"

ºººº

"No me lo puedo creer"

"¿Y eso por qué?"

"¿Brian Kinney? ¿El príncipe descarriado? ¿El centro de todas las fiestas y los tórridos encuentros de una noche? ¿Sabes cuantas historias se cuentan sobre ti?"

"Ja. Ja. JaJa"

"Y ahora eres padre"

Brian se estira entre las sábanas y sus rodillas chocan contra las rodillas de Justin. Se gira hacia un lado y aprovecha para hacer que sus piernas se entrelacen. Le besa en la curva oscura que forma su cuello contra la tela de la almohada, solo porque sí.

"Si alguien me lo hubiera contado hace un año habrían tenido que coserme la boca para lograr que me parara de reír"

"Bueno. En realidad, eso aún tiene que decidirlo él" dice, bajando la cabeza hasta su pecho y tratando de hacerle cosquillas con el pelo deliberadamente. La idea era que sonara sin más, pero a Brian le está costando no dejar la guardia baja, un poco de su inseguridad encuentra la manera de colarse y la mano de Justin le acaricia la nuca.

"Estoy seguro de que sí"

"¿Uhm?" gruñe, dejando un mordisco rápido en el relieve que forma su clavícula, a modo de maniobra de distracción. Una cosa es que esté intentando ponerse en contacto con su lado más humano y accesible y otra muy diferente que sea fácil.

"De que si quiere"

"Eso espero" aunque no es tan difícil una vez empiezas, la verdad.

"Me alegro de que le trajeras" Brian abandona por un momento su concienzuda exploración del hombro de Justin y reposa la cabeza sobre la almohada, a su lado. El mago le mira con atención y Brian hace un esfuerzo para no adelantarse un dejar un beso en la comisura de su ojo, justo dónde una sombra alarga la curva de sus pestañas "Creo que te hacía falta"

"Por lo visto había un montón de cosas que me hacían falta"

Es una expresión como cualquier otra, sin ninguna intención (excepto la de volver a besarle, hacer otra vez eso que acaban de hacer sobre la cama) pero Justin frunce el ceño y Brian le conoce lo suficiente para saber que lo ha entendido completamente al revés y en lo que está pensando. Abre la boca para hablar pero Justin se levanta hasta quedar medio sentado sobre el colchón, el peso de su cuerpo apoyado en una mano.

"Lo siento. Lo siento mucho"

"Mi madre me lo ha contado todo. No importa. No-"

"Sí. Sí que importa. Yo…" La expresión de sus ojos está llena de culpabilidad, y Brian quiere insistir, decirle que no le hace falta, que nada de todo eso es importante ya. Que están juntos y que todo ha pasado. Pero tal vez, piensa, sí que sea importante para Justin.

Así que le escucha mientras el mago le explica la historia desde el principio. Detalles y acontecimientos que hablan no solo acerca de lo que pasó, sino del hombre que tiene delante, de sus miedos, y sus motivos. De sus dudas. Del compromiso y la voluntad de terminar la tarea que se le había pedido llevar a cabo. Esa noche Justin le habla de Serra, la ciudad en el cielo. De los años que pasó estudiando la magia antigua y poderosa que formaba los cimientos de su familia desde mucho antes de lo que se recuerda en los libros y en las leyendas. Le habla de cómo aprendió esa magia y llegó a dominarla. Le habla del momento en que se dio cuenta de que no era suficiente, de que la magia rígida y conservadora que los Taylor habían sembrado y recogido durante generaciones se estrechaba como un yugo para el hijo prodigio, el muchacho prometedor que había memorizado sus lecciones, asistido a sus clases y practicado esa magia como se le exigía hasta que no pudo soportarlo más. Justin le habla entonces del comienzo la guerra y cómo en aquel momento, tres años atrás, supuso para él una liberación que no lo era en realidad.

"No me alisté porque quisiera ayudar, Brian. Aquello que te dije… no fui justo. Te mentí. En aquel momento no quería ser mejor. Lo hice por egoísmo. Porque quería escapar y en aquel momento me pareció la única manera. Me marché de Serra y pasé más de un año en la costa de Ru-Inat, intentando evitar que entraran. Al final, lo hicieron de todas formas. Sortearon a los ejércitos e idearon la forma de escalar los acantilados de Rasumm, el único punto por el que pensábamos que estaríamos protegidos. Nos creímos más fuertes y nos vencieron. Para entonces, la guerra ya no era una herramienta, una excusa de la que podía servirme. Había visto demasiado. Y entonces tu madre me hizo llamar" El flequillo se agita sobre su frente cuando niega con la cabeza, envuelto en la visión de su recuerdo "Le costó mucho convencerme. Para entonces no quería alejarme de allí. No sabiendo lo que pasaba mientras yo estaba lejos"

Brian apoya la espalda contra la madera fresca del cabecero de la cama, notando las espirales y recovecos de las tallas contra la piel.

"¿Y por qué lo hiciste?"

Justin bufa una risa. Sus hombros suben y bajan y la curva suave de sus costillas se marca bajo la piel.

"Me dijo que debíamos estar preparados. Que si la historia se repetía y la guerra alcanzaba Babilonia, si ocurría como la última vez, debíamos poner nuestros ojos en el futuro y que ese futuro necesitaría a su nuevo Rey"

"Entonces también sabías eso" dice Brian, tragando saliva.

"Sabía muchas cosas. Pero no podía contártelas"

Una idea se abre paso entre las sombras de los recuerdos de Brian. Una nota a pie de página, un recordatorio guardado para referencia futura, junto con el canto de los mirlos y las notas dulces de una flauta. Un pedazo de tela que se desprende, en mitad de la corriente de un río.

"Intentaste decírmelo en el camino a Serra. Y en…"

Justin asiente despacio.

"Era todo un engaño. Pude conjurar el dolor y dormir tu corazón para que no lo notaras. Cambiar tu apariencia a ojos de otros. Pude transformar a Hon porque su propia magia permitía que se mantuviera el encantamiento. Pero nunca existió un hechizo. Al fin y al cabo es cierto, no se puede vivir sin corazón" dice con una sonrisa tensa "A veces, me parecía que te habías dado cuenta, como en Ionamar. Llegó un punto en el que era incapaz de soportar como sufrías cada día. Pero entonces llegamos a Monrra, y empezaste a verlo. Ella tenía razón. Viste todo aquello y empezó a afectarte. Y se lo había prometido. Le había prometido que no flaquearía. Pero cuando estábamos en el desierto… Ya no fui capaz de soportarlo en el desierto"

"Lo que me pasó allí… ¿fueron ellos? ¿Porque estaban tan cerca?" Brian cierra los ojos y por un momento es capaz de sentir la asfixia, el sabor de la arena en sus labios quemados. El dolor, y la pena. La llama extinta de su voluntad. Y la esperanza. Ese vacío, y la nada, y el momento en que recuperó la esperanza. "Creí oírla. Podía oíros a todos, como si estuvierais en mi cabeza. Pensé que…"

"No lo sé" contesta Justin, pasándose la mano por la frente, como tratando de aliviar un pesar profundo y fantasmal "No le afecta a todo el mundo de la misma manera. Y había… otras cosas" añade, sosteniéndole la mirada.

Su rabia. Su arrepentimiento. Su miedo. La sensación de haber dado la espalda a todo lo que amaba, sin haber sido capaz jamás de demostrar todo lo que significaba para él.

Sí, otras cosas.

"¿Y dónde has estado todo este tiempo?" dice Brian por fin, haciendo la pregunta que más le importa de todas. La que lleva royéndole los huesos desde el momento en que le vio. Vivo y absolutamente todo lo que le quedaba por desear. Dónde. Dónde estabas, Justin ¿Y por qué?

"Después de mandaros de vuelta a ti y a Hon me retuvieron durante un tiempo, pero tu hermano ganaba terreno y habían perdido la verdadera baza que realmente les importaba. Hay algunas cosas que sé hacer, aparte de transformar a hombres en pájaro y simular encantamientos para engañar a príncipes mimados y caprichosos" dice con tono más ligero, agitando los dedos en el aire, lo que hace que Brian piense en medusas diminutas y en universos enteros que caben en una cajita; en el enorme poder que es necesario para trasladar a alguien a otro lugar "Así que logré escapar. Viajé hasta Tebia y me uní al frente de magos que luchaba por repeler el ataque en esa zona. Escuché rumores de uno de esos príncipes mimados lideraba al ejército que expulsó a los Ura de At Sará. Estuve a punto de ir entonces pero…"

Brian se inclina hacia delante, de tal manera que sus rodillas se tocan y solo con alargar la mano podría acariciar el brazo de Justin. Su cara, sus labios. Besarle de nuevo.

"¿Pero?"

"Te mentí, Brian. No dejé de mentirte. Ni siquiera cuando empezó a costare tanto hacerlo que-" Justin cierra los ojos y su pecho sube y baja con dificultad, como si el aire luchara por escapársele. Cuando vuelve a abrirlos, Brian reconoce en él su propio dolor, el otro extremo de ese hilo frágil y casi intangible. El dolor de desear algo con todo tu corazón y no saber si alguna vez podrás tenerlo "Deberías odiarme"

Fuera, la noche empieza a espesarse en el cielo y la luz de los farolillos que iluminan los paseos nocturnos por el jardín de mimosas se asoma a las ventanas del cuarto, parpadeando con la respiración tranquila de las luciérnagas, encendiendo los colores de las pinturas de Gus, que adornan el cuarto. Brian piensa en la permanente sensación de pérdida, en la incertidumbre y la angustia de los últimos meses. No quiere pensar en lo que podría haber sido. En la vida que le esperaría sin Justin. No sabe que hubiera ocurrido si este amor, este amor loco y enraizado en su interior como las raíces de los árboles, se hubiera ido consumiendo con la soledad y la espera. Si el paso del tiempo le hubiese llevado a perder la esperanza. Hubo tantas posibilidades de perderle para siempre, y en cambio…

"No te odio"

"Ya"

"No te odio" Su cuerpo toma por él la decisión de acercarse, una fuerza más poderosa que cualquier miedo, que cualquier duda. Y es que sea cual sea la decisión que Justin espera que tome ahora que le ha contado su historia, ha estado tomada desde el principio. Porque ha imaginado este momento mil veces y para todas ellas, solo hay una única respuesta.

"No te odio, Justin. Te quiero"

Y como la vida siempre es, de hecho, un poco menos perfecta que los sueños, Justin estalla en carcajadas.

"Oye, que estoy hablando en serio"

"Sí, claro"

"Ya lo verás"

"Esa es otra de las cosas que no esperaría haber oído nunca" ríe Justin, con una mano apretada sobre el estómago. Pero el pesar, como un velo que alguien hubiera descorrido de pronto, escapa del azul de sus ojos y Brian sabe que, sin importar lo que haya ocurrido antes, o lo que tenga que venir después, ha ganado esta batalla.

"Ríete todo lo que quieras" dice, inclinándose para robar el sabor escondido en su lengua "Voy a demostrártelo"

En algún momento de la noche, Brian se despierta. Justin se aprieta contra su cuerpo, tendido a su lado. Aún están frescos, como recién impresos en la piel, el recuerdo de sus besos, los caminos que han encontrado sus labios. Se levanta y camina descalzo hacia la ventana.

Al otro lado se ha extinguido ya la luz de las farolas y arriba, mucho más arriba, la luna monta guardia, flanqueada por su perpetuo ejército de estrellas. Inclina la cabeza una vez, en deferencia a su custodia silenciosa. Un cojín impacta contra su nuca y cuando se da la vuelta, Justin le observa, divertido, envuelto en el susurro de las mantas y su sonrisa es una llama que nace de un soplido de viento.

"¿Se puede saber que estás mirando?"

Brian sonríe. Lo que mira es al hombre que tiene delante. Al mago que tiene tanto poder que Brian no es capaz de empezar siquiera a imaginarlo. Al hombre que busca la belleza que anida en el centro mismo de la magia. Al hombre que estuvo a su lado en el camino, que se negó a abandonarlo. Al hombre que le dijo una vez que podía dejar de tener miedo. Y sabe que, precisamente ahí, frente a él, está el lugar en que siempre podrá encontrar su corazón. Porque lo que Brian ve es luz, tanta, tanta luz, que ilumina todos los rincones oscuros.

"A ti, Justin. Te miro a ti"

FIN.

ººººº

Nota:

He pensado tantas veces en lo que diría una vez la historia estuviese terminada que todas las palabras se me hacen un lío en la cabeza.

Este viaje es algo por lo que yo tengo que dar las gracias. Empezó como un juego. Algo que iba escribiendo a medida que llegaban las ideas, y de alguna manera, creció hasta convertirse en la historia más larga que he escrito nuca y en un mundo que extraño como no pensé que extrañaría, porque con todos los momentos difíciles, los callejones sin salida, las notas resaltando casi cada parte del texto y las mil ideas que me parecía que no lograba atrapar y colocar en su sitio, he vivido en este mundo durante casi tres años enteros y añoro visitar sus ciudades, la sensación mágica de descubrir las sorpresas que me han estado esperando a la vuelta de la esquina.

Para mí, escribir es como vivir otra vida. Hacer una pausa y continuar viaje en otro mundo, dónde se quedó en suspenso en la última frase abandonada a medias. Es un continuo de pausar y retomar y he sido feliz en este mundo, más feliz de lo que jamás esperé que lo fuera.

Dar las gracias es una palabra pequeña, porque lo que significa está en el corazón de cada uno y parece que siempre se perdiera algo en la traducción. Sin mis dos chicas yo nunca habría podido hacer esto. Y sé que es una historia muy pequeña, en un mundo muy grande, pero significa mucho para mí, y les debo cada detalle querido de la vida que me ha permitido vivir esto. Habéis corregido tantas veces que no sé ni cómo os quedaba ganas, o cómo, si ya no os quedaban, conseguíais sacarlas. Me habéis ayudado no solo a escribir, sino a cómo escribir, porque yo sola me pierdo pero nunca he tenido que estar sola, porque vosotras siempre estabais tirando de mí desde el otro lado. (Incluso cuando me daba alguna crisis de esas mías, y me han dado Unas Cuantas) Cuando digo que no sabéis lo que eso significa para mí, es porque no lo sé ni yo, porque cada vez se me ocurre un motivo diferente. Así que igual la palabra no es gracias. Probemos con Todo.

A las demás, a las que habéis leído y comentado, gracias por ver lo bueno que haya podido haber en esto. Por haberme emocionado y animado y hacerme sentir que para alguien más ha sido un viaje turístico que merecía la pena.

Y a Brian y Justin, a quienes quería hace diecitantos años, pero vaya, no os hacéis idea de cómo os quiero ahora.

!fandom: qaf, ! fic?, !pairing: brian/justin

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