A veces dan ganas de tirarse de los pelos + 04. Dependencia

Mar 14, 2010 15:14

 

04. Dependencia

Ninguno de los merodeadores hubiera podido pensar la dependencia que puede llegar a sufrir una persona por parte de otra. Ninguno de ellos se hubiera imaginado una dependencia mayor que la de James por parte de Lily. Ninguno de ellos hubiera imaginado que iba a necesitar a alguien tanto como para suicidarse en el caso de que esa persona faltase.

Y Sirius mucho menos.

Ese era el problema, desde hacía un par de semanas, el merodeador había gastado una broma a su amigo Remus. Le había dicho unas palabras malditas, le había dicho algunas cosas de las que ahora se arrepentía, había soltado lo peor de lo peor en su mayor momento de furia. Le había herido. Y Remus no le hablaba.

Cierto, en varias ocasiones había dejado de hablarse con James, pero jamás por más de un par de horas. Se había pasado sin hablarle a Peter durante dos semanas. No le había hablado a Lily por más de dos meses.

Pero nunca había pasado mucho tiempo enfadado con Remus. Y ahora que lo estaba, se desesperaba solo por el hecho de saber que Remus le odiaba o algo parecido.

A Sirius nunca se le había dado bien pedir disculpas, pero sabía que no le iba a quedar otro remedio. Recordaba las muchas veces que Remus le había apoyado, le había aconsejado, le había ayudado con la tarea, le había detenido antes de cometer una estupidez, le había dado un golpe cuando lo necesitaba, le había librado de castigos.

¿Y qué había hecho Sirius por él?

Nada. Sirius no recordaba haber hecho nada por su amigo, y le atormentaba el simple hecho de saber que era el causante de la depresión de su amigo. Dependía de Remus para muchas cosas. Le necesitaba mirar cada día al despertar. Necesitaba que Remus le vigilase por la noche cuando tenía pesadillas, generalmente durante las cuales se volvía malvado y les mataba. Necesitaba que cuando le castigaban alguien le riñese. Necesitaba que le diese esa seguridad con la mirada. Necesitaba que le quitase la cerveza cuando estaba pasándose de la raya. Le necesitaba. Y no entendía de donde había salido tanta independencia.

Y le daba vueltas y vueltas al asunto, tumbado en su cama, a media tarde. Con la camisa y la corbata desabrochadas, con una almohada bajo la cabeza y las piernas estiradas, mientras fumaba algo que no era precisamente tabaco. James, sentado en su cama, paseaba la mirada de Sirius a Remus y al revés, nervioso por la situación de dos de sus mejores amigos. Peter caminaba de un lado a otro de la habitación, nervioso por su cita con Lisa esa misma tarde. Y Remus leía, tumbado en su cama. Leía sobre algo que Sirius no sabía qué era exactamente. Pero aunque Sirius quisiese nunca  hubiera acertado a ver las miradas que le echaba Remus.

Porque Remus se sentía culpable por haber dejado de hablarle a Sirius, pero Remus no podía aguantar que Sirius le tratase de ese modo de vez en cuando. Cierto era que Sirius había hechi mucho por él. Sirius le había comprado ropa. Sirius le había obligado, literalmente, a salir de su mundo oscuro. Sirius le había tomado la mano cuando Remus soñaba que era un hombre lobo y asesinaba a sus amigos. Sirius le había dado sus deberes de pociones cierto día que el lobo no los había hecho, llevándose el pelinegro toda la culpa. Sirius le había ayudado a superar el hecho de no saber volar. Y lo importante de veras: Sirius había propuesto la idea de ser animagos ilegales y acompañar a Remus en luna llena.

-Flashback-

Remus estaba nervioso. Les iba a decir la verdad sobre su condición. Llevaban poco más de seis meses siendo amigos, pero se merecían saberlo. Porque Remus, pese a todo, les tenía en alta estima. Tragó saliva y miró a James, sentado enfrente suyo y que se distraía con un colgante que se le había caído a alguien y en el cual ponía “Lily”, el chico no sabía a quién se le habría caído, pero pensaba averiguarlo, se había jurado devolverlo a su dueña. El pequeño y tímido Peter, siempre con sus ojos curiosos. Y Sirius. Mirándole fijamente a los ojos, sin sonreír ni hacer nada. Simplemente prestando atención. Remus respiró fuerte y lo soltó de golpe.

-Soy un hombre lobo-dijo, rápidamente.

James soltó el collar y abrió la boca y los ojos de par en par. Se apresuró a recoger el colgante y luego siguió mirando a Remus, sin poder decir nada. Peter se puso a boquear y tartamudear, “Tu, tu, tu, tu, tu… Un un un un… hombre lo.lo.lo.lobo?!”.

Sirius simplemente asintió y sonrió, y el comentario de Sirius le pilló desprevenido.

-¡Qué injusto es el mundo!-dijo como si nada-Tu no tendrías que ser un hombre lobo, YO tendría que serlo-añadió con su sonrisa pícara de siempre.

Remus alucinaba. ¿Sirius decía que él tendría que ser un hombre lobo? Remus no se lo creía, y mucho menos cuando Sirius levantó el puño y lo estrelló contra la mesa, dando por sentado algo.

-Jimmy, Pete… tenemos que hacer algo… hay que tratar el “pequeño” problema peludo de nuestro amigo… -comenzó ante la mirada de ojos muy abiertos de un James que no se lo creía y los tartamudeos de un Peter asombrado.-¿Habéis oído hablar de la animagia-preguntó Sirius.

-fin del flashback-

Remus no pudo evitar suspirar. Dependía de Sirius, pero eso era algo que nunca iba a confesar. Tampoco iba a confesar que hacía un par de años que no le atraían las chicas. Ni iba a confesar que Lily le había contado que “en el fondo” le gustaba James. No iba a contar que Lisa había pensado en pedirle a Peter que saliesen juntos. Y mucho menos iba a confesar que estaba enamorado de Sirius. No iba a confesar que las palabras que el animago le dijo hacía unos días le habían dolido. Y nunca, nunca, nunca, iba a confesar que dependía del chico que no dejaba de removerse en su cama, pensando en el modo de hacer que dejasen de estar enfadados. No iba a confesar que le agradaba que James estuviese allá, desesperado, mirándoles alternamente, buscando su propia solución al problema.

-Tenéis que acabar con esto-dijo James, decidido a hacer que los dos chicos volviesen a hablarse. Remus exhaló aire y dejó el libro a un lado, se incorporó y miró a James a los ojos, buscando esa solución. James no la tenía, pero no aguantaba verles así. Por eso Remus negó con la cabeza y se levantó de la cama, comenzando a caminar hacia la puerta.

-Esto va a acabar ahora mismo-soltó Sirius de pronto, levantándose de su cama, rápidamente y yendo hacia la puerta antes que Remus. Se plantó entre el hombre lobo y la salida y aunque Sirius sabía exactamente qué decir, no lo dijo aún. Remus se cruzó de brazos y enarcó una ceja, mirando a su amigo.

-¿Qué es lo que va a acabar?-preguntó Remus, con sorna en la voz, sarcástico como pocas veces-¿Pretendes que, después de todo lo que dijiste, de todo el daño que me hiciste el otro día, yo…?

No llegó a acabar la frase, nunca. Sirius nunca sabrá qué es lo que Remus iba a decir. Porque Sirius, el sex symbol de la escuela, el más hetero entre los heteros, el único que tropezaba adrede con la misma piedra más de dos veces, le estaba besando. Le rodeaba con sus brazos musculosos, le besaba con dulzura y pasión, pidiendo ese perdón que nunca podría articular. Nadie le había enseñado a querer, ni a pedir perdón. Era un Black y en su familia esas dos cosas estaban prohibidas. Por eso Sirius había aprendido a amar por sí mismo.

James abrió los ojos como aquel día en primer curso que Remus les reveló su condición. James les señaló, alucinando. Y Peter directamente se desmayó.

Y es que Remus quiso resistirse, pero… ¡Joder! Sirius le estaba besando. Y era difícil resistirse cuando tu mayor sueño se estaba realizando justo en ese momento. Sirius se separó del lobo, quien tenía aún los ojos cerrados y rehusaba de abrirlos. Y fue entonces, cuando, tragándose todo su orgullo, Sirius le acarició una mejilla y le abrazó.

-Te necesito, Remus, te necesito.-dijo solamente.

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