Había tardado más de lo planeado en regresar al S.XXI , el cuerpo cada vez se resentía más y Junhong se preguntaba si aquel negocio en el que se había metido terminaría con su salud.
El chico australiano dominaba el extraño don de viajero en el tiempo y lo utilizaba para agenciarse las mejores joyas de cada época, ganaba grandes sumas de dinero y se relacionaba con los más poderosos del país. No asistía a eventos ni se promocionaba, dejaba que la voz corriera y la gente acudiera a él desesperada por conseguir aquello que creían imposible. Junhong no siempre accedía a los caprichos de los clientes, existían límites, pues no quería cambiar el curso de la historia.
Lo primero que hizo al estar de nuevo en la habitación fue encender el ordenador y ver si alguien había contestado a su entrada en el foro, las visitas habían subido varias cifras pero no había comentarios nuevos. Junhong suspiró agotado y se tumbó en la cama esperando que en alguna parte del mundo alguien viera el mensaje y lo ayudara. Daría todo lo que tenía si era preciso, pero tenía que encontrarla.
El tono del móvil lo despertó en mitad de la madrugada y Junhong adormilado se retorció entre las sabanas y leyó el mensaje que acababa de recibir.
«La conozco, sé dónde está»
Junhong no pudo contener la alegría, se echó el pelo hacia atrás y se sentó sobre el colchón pulsando la opción de contestar.
«¿Dónde puedo encontrarla?»
El sueño se esfumó en cuanto recibió la respuesta pero su cuerpo seguía resentido así que mientras leía una y otra vez aquella dirección Junhong se perdió en un bucle de recuerdos y futuras conversaciones. Había funcionado, la espera había terminado.
A la mañana se aseó, desayunó un vaso de leche y pan tostado y salió de casa. Leyó de nuevo la dirección que le había mandado aquella persona misteriosa y se guardó el móvil en el bolsillo.
«Ven a verme y te lo diré todo.»
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Cuando aquel chico misterioso entró en la casa y se aseguró de haber cerrado con llave la puerta Xiao Ya se acercó a él lleno de curiosidad pero sin intención de parecer entrometido.
-Disculpe yo… - dijo de manera cauta y sin llegar a tocarlo, con la mirada fija en el suelo y el cuerpo contraído por la tensión acumulada del viaje.
- Me llamo Bang Yong Guk, pero puedes llamarme Bang -se acercó y le agarró las manos con efusión-. Muchas gracias por haberme liberado, te debo la vida.
El primer impulso de Xiao Ya fue alejarse, sus mejillas adquirieron un tono rosado y no fue capaz de mirarlo fijamente. Aquel hombre que lo agarraba y decía llamarse Bang era más grande que él y lo intimidaba con una grave voz.
-No muerdo, ¿eh? -se echó a reír y le revolvió el pelo, al mover las manos las marcas de las muñecas le recordaron lo que había pasado e hizo un gesto de dolor que Xiao Ya atisbó a ver en una sutil ojeada.
-Prepararé un baño.
Xiao Ya subió las escaleras rápidamente y abrió el grifo, colocó jabón y champú en la estantería y sacó del armario la mejor toalla que tenía para que su invitado se secara. No tardó mucho en tener todo listo y bajar las escaleras, allí Bang seguía de pie en mitad del salón observando todo y luego fijando sus ojos oscuros en él. Xiao Ya apartó la mirada lo más rápido que pudo e intentó calmar la respiración cuando su corazón se aceleró al sentir la mirada profunda de aquel hombre.
-Ya está listo -dijo con tono neutro y subió de nuevo hasta el lavabo guiando a Bang. Le mostró cómo funcionaba todo y antes de cerrar la puerta hizo una leve reverencia.
En la habitación de al lado Xiao Ya se sentó sobre la cama y se abrazó a si mismo sobrecogido por todo lo que había pasado en un par de horas. Había vivido más acción en aquel día que en el resto de su existencia y aquel chico que había encontrado en extrañas circunstancias le había devuelto la tranquilidad espiritual que le otorgaba servir a un hombre y sentirse útil. Además tenía la corazonada de que era inocente, a pesar de desconocer porque estaba encerrado, sabía que era una buena persona. Y su instinto jamás le había fallado.
Ahora bien, tendría que irse, Bang no podía quedarse mucho más en aquel sitio o terminarían encontrándolo. Quizás él también tendría que encontrar una nueva casa, después de todo era cómplice. Divagando sobre el futuro se perdió en sus pensamientos y sólo volvió al mundo real cuando escuchó aquella voz al otro lado de la puerta.
-Ya voy -dijo un poco apresurado y se acercó al lavabo para lavarlo todo pero antes de agacharse y recoger la ropa del suelo de nuevo lo estaba sujetando por los hombros.
-Deja eso ahí, creo que tenemos una conversación pendiente, ¿no? Te debo una explicación.
Ambos bajaron al piso de abajo en completo silencio, se sentaron sobre el sofá y Xiao Ya a pesar de sentir la mirada atenta de Bang sobre él no levantó la vista del suelo.
-Primero dime cómo te llamas, ¿no? -insistió con la mirada y se pasó la lengua por los labios cuarteados.
Xiao Ya se estremeció al sentir su voz de nuevo y asintió obediente.
-Puede llamarme como quieras
Xiao Ya se sorprendió a sí mismo con aquella respuesta, claro que tenía un nombre; uno real. Quizás tenía demasiados vínculos con el pasado pero no se avergonzaba de ello ni su origen. Entonces, ¿por qué había dicho eso? Probablemente estaba usando el mismo patrón que con su antiguo amo quién lo había bautizado.
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Bang quiso preguntar por qué decía eso, si en realidad no tenía nombre y a donde quiera que fuera cada persona lo llamaba de manera distinta. Si aquella era una manera de no revelar información a un fugitivo de la ley, que él mismo había ayudado o si simplemente era demasiado tímido como parecía. Todas las preguntas se quedaron en meros pensamientos fugaces y Bang no se entrometió, decidió que después de lo que aquel chico había hecho por el se merecía respeto y que lo tratara bien.
- ¿Qué te parece si te llamo Himchan? -dijo mirándolo fijamente y sonrió al ver como Himchan le devolvía la sonrisa todavía cabizbajo-. Y mírame a la cara -añadió- insisto en que no muerdo.
-De acuerdo.
Los ojos de Himchan eran oscuros y rasgados, mucho más pequeños que los suyos, en general su cara era como la de una muñeca antigua de porcelana. Muy femenina. Su manera de comportarse también era atípica y lo llenaba de curiosidad.
-Supongo que te preguntarás porqué estaba ahí encerrado -Himchan no dijo nada pero Bang continuó hablando-. Me encerraron porque dicen que incito al pueblo a revelarse contra los altos cargos. No se trata de eso, en realidad, comparto lo que sé. Creo que es justo que si existen dos versiones de algo; nosotros, los ciudadanos, podamos disponer de ambas y elegir lo que creer. Por supuesto cuento con información privilegiada, he vivido muchas cosas, ¿sabes?
Bang se tomó un descanso y carraspeo antes de seguir hablando. Tenía que medir las palabras, probablemente Himchan no entendería todo. Los viajes en el tiempo no eran algo común, de hecho era el único que podía hacer tal cosa. Y las pocas veces que se había atrevido a confesar dicha anomalía lo habían tomado por loco.
-Pero quiero que sepas que te agradezco lo que has hecho y te debo la vida, esos hombres estaban dispuestos a matarme. No sé… No sé que habría hecho sin ti.
La voz de Bang se quebró y cogió aire recomponiéndose en pocos segundos. Expresar sus sentimientos a través de palabras era complicado, se sentía vulnerable y además por la expresión de Himchan no le estaba entendiendo mucho.
Bang esperó una reacción por parte de Himchan, lo observó durante un instante que se hizo eterno y finalmente se levantó nervioso frotando con las palmas de las manos los pantalones. No sabía qué hacer.
Himchan lo observaba desde el sofá y no decía nada. Lo seguía con la mirada a donde quiera que fuera y aquello ponía nervioso al fugitivo.
- ¡Di algo no! -soltó exasperado al continuar el silencio y Himchan abrió la boca, por fin.
-No me debe nada, me gusta ser útil. Lo ayudaré en lo que necesite.
La predisposición a ser útil y ayudar de Himchan pilló por sorpresa a Bang pero pronto su mente empezó a trabajar en un plan que los salvara a ambos de aquel problema.
-Está bien, entonces ven conmigo. No hay tiempo que perder. Y deja de tratarme de usted, por favor.
Bang se levantó y cogió a Himchan por el brazo, subió de nuevo las escaleras y analizó el piso con la mirada.
-Mete en una mochila todo lo que te importe, puede que no regreses aquí durante un tiempo - O tal vez nunca, pensó.
Tan pronto lo dijo, Himchan empezó a guardar cosas en una mochila que estaba sobre el escritorio. Bang se dedicó a observar la escena sin moverse del marco de la puerta y una vez más se fascinó por la sumisión que ofrecía Himchan y su belleza. A penas prestó atención a los objetos que cogía durante aquel momento embelesado por la delicadeza de sus movimientos. Cualquier cosa en manos de aquel hombre semejaba un pequeño tesoro.
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Un ruido siniestro le atravesó los oídos y la luz oscura que desprendía una bombilla llena de polvo que colgaba del techo fueron lo primero que percibió Youngjae cuando abrió los ojos en medio de la confusión y el dolor de cabeza que sentía.
Youngjae se frotó los ojos y se incorporó en el sofá sobre el que descansaba. Buscó con la mirada aturdido un cartel que le indicara donde se encontraba pero todo lo que alcanzó a ver fueron latas de cerveza, tabaco, ropa tirada por el suelo y una televisión enorme acompañada de unos altavoces del mismo tamaño. En la pantalla la imagen era siempre la misma, la caratula de un cd. Los dibujos eran ambiguos y los colores apagados. La voz del cantante sin embargo era pura energía y en cierta manera aquella energía que transmitía la música hacía aquel lugar más acogedor.
Antes de ponerse en pie apoyó las piernas en el suelo y echó un último vistazo a su alrededor, ¿qué hacía ahí? No entendía nada. De hecho si hacía un poco de memoria lo único que recordaba era un antiguo local y un puesto de trabajo que, seguramente, ya no sería suyo.
Youngjae se levantó y se tambaleó un par de segundos, apoyó las manos en el respaldo del sofá y buscó la salida con la mirada.
- ¿Qué haces culo inquieto?
Se volvió al sentir unas manos sobre sus hombros, se asustó más echando el cuerpo hacia atrás en un impulso natural del cuerpo. Aquel chico era asiático como él, sus ojos sin embargo estaban maquillados de color negro y de sus labios gruesos pendía una cadena de color plata que se unía con otro pendiente en la oreja izquierda. Su cuerpo estaba lleno de marcas y tatuajes y la ropa era únicamente negra, pantalones de cuero y camiseta de asas. Le sorprendió verlo descalzo y que su cabello no fuera su color natural a juzgar por las raíces.
-Perdona pero, ¿Quién eres? ¿Qué hago aquí? -las preguntas salieron sin filtro, su cerebro las formuló al mismo tiempo que los labios pronunciaron aquellas palabras y Youngjae se giró para observar mejor a aquel hombre.
-Tranquilo, no muerdo.
Youngjae observó una vez más a aquel chico y parpadeó confuso, por supuesto que no mordía, más le valía. ¿Qué clase de animal haría eso? Su cerebro se puso en funcionamiento rápidamente formulando una respuesta obvia a aquella pregunta pero se mordió la lengua antes de contestar como un maleducado. Si algo conservaba a pesar de las idas y venidas eran los modales.
- ¿Qué hago aquí? -insistió una vez más sin darse por vencido y lo miró fijamente, sin miedo, dispuesto a escuchar la verdad.
-Te encontré en el suelo de un lavabo en un bar de mala muerte, -dijo finalmente expulsando aquellas palabras con cierto desdén-. Te imaginarás en qué condiciones, ¿verdad?
Al escuchar su respuesta Youngjae asintió e insistió con la mirada esperando recibir más información.
-No tengo ni idea de porque te hicieron eso. Y no me preguntes porque te recogí porque no lo sé ni yo -concluyó exasperado el chico de apariencia extravagante-. Puedes quedarte esta noche si quieres y luego largarte, no te cobraré nada -bromeó y se rió de manera despreocupada a pesar de mantener una postura rígida.
El sonido de la dulce risotada de aquel chico hizo que Youngjae se sintiera un poco más seguro a pesar de que todavía tenía miedo. Se sorprendió de lo bonita que era su voz y la sonrisa tan brillante que tenía, a decir verdad si no fuera por aquella capa de pintura y la vestimenta, Youngjae habría jurado que le gustaba. Le inspiraba confianza.
Durante varios segundos aquellos pensamientos lo abstrajeron de la realidad y cuando escuchó que su salvador chasqueaba los dedos regresó a la tierra y sonrío cortado notando cierto escozor en la parte superior de del labio. Así que pronto los labios se volvieron una fina línea de preocupación y buscó un espejo con la mirada.
-Espera, el espejo está en el baño. Ven -le hizo un gesto con la mano y se metió en el servicio abriendo el armario mientras Youngjae se observaba el rostro y el resto del cuerpo exclamando cada vez que encontraba un nuevo golpe.
¿Dónde estaba? Definitivamente le habían propinado una buena paliza. Youngjae se llevó las manos a la cara y deseó con todas sus fuerzas viajar a un tiempo mejor. A dónde pertenecía por ejemplo.
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Daehyun sacó el botiquín que tenía entre las toallas y el papel higiénico del armario y sonrió satisfecho al encontrar gasas y agua oxigenada en medio del caos que era la casa. Se giró para ofrecerle ayuda a su invitado y se quedó paralizado cuando con el bote en una mano y las gasas en la otra se encontró a aquel chico sollozando.
El primer impulso de Daehyun fue salir, dejar que se desahogara, después de todo no sabía que lo había conducido a aquella situación y consolar a las personas no era algo que se le diese especialmente bien. Quiso, sin embargo, ayudar como lo había hecho hasta ese momento y se acercó sin soltar lo que llevaba en las manos. Dudó cuando sus ojos se cruzaron con los de aquel chico que expresaban miedo y dolor, y por un breve momento se imaginó saliendo por la puerta y obedeciendo al primer impulso pero cuando quiso darse cuenta era demasiado tarde. Daehyun había apoyado las cosas en el lavabo y le estaba ofreciendo la toalla a aquel chico asiático para que enjugara sus lágrimas.
-Me llamo Daehyun, ¿Y tú?
-Young...Youngjae -titubeó mientras aceptaba la toalla y se limpiaba la cara con delicadeza para no hacer presión en las partes lastimadas.
-Youngjae, voy a curarte ¿De acuerdo? -Dijo y de nuevo cogió el bote de agua oxigenada y las gasas-. Siéntate aquí -señaló el váter que tenía la tapa levantada y Daehyun bajó de golpe sin cuidado.
Youngjae obedeció sin pronunciar palabra y se sentó, apoyó la toalla en las rodillas y cerró los ojos, pues sabía que aquello le dolería. El primer contacto con aquella sustancia fue fresco y le relajó a pesar de la sensación de escozor. Sintió como las manos de Daehyun se paraban en cada parte de su cara que había sido golpeada y como poco a poco bajó por el cuello y...
-Es… ¡Espera! -se bajó la camiseta nervioso y lo miro sonrojado-. Aquí…ya lo puedo hacer yo, gracias-. Youngjae abrió las manos para coger las gasas de la mano de Daehyun y seguir con las curas pero nada se paró en sus manos. Alzó la mirada confuso y se topó con la mirada traviesa de Daehyun que negaba con la cabeza.
-Estás herido, deja que lo haga yo. Además apuesto lo que quieras a que no tienes ojos en la espalda -Daehyun no pudo evitar reír al hacer el último comentario y continuó haciéndole las curas por el resto del cuerpo.
La mayoría de los golpes que tenía Youngjae eran moratones pero alguno de los agresores (porque aquello lo había hecho más de una persona) había utilizado una navaja, estaba casi seguro. Y a lo largo del abdomen y espalda había varios cortes de poca profundidad, por suerte . Daehyun deslizó los dedos por el corte más profundo que tenía Youngjae en el hombro derecho y luego pasó la gasa con cuidado. Suspiró al imaginar lo que dolía aquello y se levantó una vez terminó, recogiendo todo.
No tenía ni idea de medicina y sabía que aquello probablemente no serviría de mucho pero era todo lo que le podía ofrecer. Al día siguiente cuando se fuera ya iría a un médico y recibiría el tratamiento necesario para no tener cicatrices y aliviar el dolor.
-Si quieres puedes tumbarte en mi cama y descansar. Yo estaré aquí, en el salón -Señaló el sofá y sonrió mientras bajaba el volumen del televisor con el mando a distancia.
Youngjae lo siguió hasta el salón colocándose de nuevo la camiseta y cuando Daehyun lo invitó a dormir se llevó las manos al estomago avergonzado de los sonidos guturales que delataban el hambre que tenía.
-Ah, tienes hambre, ¿no? -Daehyun le indicó donde estaba la cocina y después de ver como Youngjae entraba se acercó y abrió la nevera-. Sírvete lo que quieras, no hay gran cosa lo sé, pero algo es algo.
Pasaron varios segundos que se hicieron eternos y Daehyun decidió ofrecerle directamente cada cosa ante lo indeciso que era su invitado
-Aquí tienes varios platos precocinados y ahí tienes leche -señaló varios estantes del refrigerador-. En la mesa hay fruta. Siento no ser un supermercado.
-Está bien, está bien. Gracias -Youngjae tomó un cartón de leche que ya debía estar abierto a juzgar por el peso, un plátano y una manzana del frutero. Después miró nervioso a Daehyun y lo siguió andando hacia el salón de nuevo.
Daehyun se sentó en el sofá y puso los pies sobre la mesa, sacó de su bolsillo un mechero y una cajetilla de tabaco, encendió un cigarrillo y le dio una calada. Arqueó una ceja y miró interrogante a Youngjae cuando vio que estaba a su lado y mordisqueaba como un roedor la manzana.
- ¿No tienes dientes? -dijo entre risas expulsando el humo del tabaco y al ver como se endurecía el rostro de Youngjae se percató de que en realidad lo que pasaba era que la manzana era demasiado grande para el labio agrietado de Youngjae.
-Espera -husmeó entre los papeles de la mesa y sacó una navaja-. Ten, si la cortas ya está.
Youngjae la aceptó sin pronunciar palabra y Daehyun se sintió extraño al no escuchar como aquel joven le daba las gracias de manera educada como había hecho hasta el momento. Continuó fumando y cerró los ojos sin preocuparse de nada más.
Los siguientes minutos con su último disco de fondo y las canciones que cantaba todos los días en bucle sobre el mismo escenario lo hicieron regresar a la realidad, a la vida que tenía y los problemas a los que se enfrentaba, Daehyun se consumió inmerso en sus propios pensamientos y abrió los ojos al sentir como la ceniza del cigarro caía sobre él, sacudió la camiseta y apoyó la colilla sobre el borde la mesa. De nuevo volvió al mundo personal, a aquella historia que existía entre él y los viajes en el tiempo, sus sentimientos y los secretos que jamás revelaría.
Youngjae tenía los labios cubiertos de leche y estaba luchando por no quedarse dormido sobre el sofá. Daehyun le retiró de las manos el cartón de leche y la monda del plátano y los dejó sobre la mesa. Cogió en brazos a Youngjae y lo recostó en su cama.
Cuando fue a cerrar la puerta Youngjae murmuró algo y Daehyun sin saber bien si hablaba en sueños o se dirigía a él dejó entreabierta la puerta y de nuevo se echó en el sofá, esta vez de cuerpo entero. Cogió el móvil que tenía sobre la mesa, justo al lado del cenicero que no había usado, y leyó atentamente cada notificación que había recibido.
Los tres primeros mensajes eran de sus compañeros de grupo preguntando donde se había metido, decidió no abrir la aplicación para que no supieran que los había leído y después borró el resto de emails de propaganda o cadenas que había recibido. Se registró en el foro que había descubierto hacía semanas y en el que todo el mundo buscaba a alguien. Revisó si alguien describía sus rasgos o algo que encajara con él pero no encontró nada. Se auto reprendió al sentirse decepcionado y luego masculló para sí mismo un gilipollas, quién va a echarte de menos. Abrió el último post que el usuario 1015 había abierto y leyó el mensaje.
Daehyun no tardó en contrastar los datos con la información que poseía. Conocía a la mujer que aquel chico describía. Sabía que no tenía que entrometerse, ella lo había elegido así, pero si 1015 la conocía eso sólo quería decir una cosa.
Un click y cinco palabras.
«La conozco, sé donde está.»
Daehyun dejó el móvil donde estaba y de nuevo encendió un cigarrillo. Por fin un poco de emoción en su vida.Ya era hora pensó, ya era hora.
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Jongup no tardó en encontrar la casa de aquel chico misterioso. Conocía perfectamente todas las rutas que iban a dar allí. Durante el camino se imaginó presentándose y entablando una conversación con él, una breve representación de todo lo que podría pasar si de una vez por todas se atrevía a dar el paso. Jongup pasó del típico ¡Hola! ¿Cómo te llamas? Mi nombre es… a pareces sacado de un cuento.
Imaginó, con una sonrisa en los labios, como aquel chico se sonrojaba al escuchar los cumplidos y después alzó la vista esperando verlo asomarse por el enorme ventanal de la casa. Pasaron los minutos y ni rastro de él. Jongup esperó sentado en un banco de piedra que había a escasos diez metros y no apartó la mirada de la instalación. Durante aquel tiempo continuó imaginando todo lo que podría pasar y sintió como la llama de esperanza que iluminaba todo dentro de él haciendo de su corazón un sitio cálido se apagaba poco a poco al ver que las horas pasaban y pronto tendría que coger el tren sin poder despedirse.
Jongup se levantó y alzó la vista por última vez hasta el ventanal. Por un breve segundo le pareció ver que las cortinas se movían. Después de permanecer con la vista fija en aquel punto durante al menos cinco minutos decidió marcharse sin éxito y apenado.
Caminó cruzando la calle con las manos en los bolsillos y apretó los labios derrotado al ver como aquel chico, el ser más hermoso que jamás había visto, corría de la mano con otro hombre y se encerraba de manera apresurada en aquella casa sin volver la vista atrás.
El trayecto hasta la estación fue mecánico, Jongup sacó dinero de la cartera y pagó el billete de tren. Se dirigió hacia el conductor y le enseñó el ticket antes de subir y acomodarse en uno de los sillones de la parte trasera del vehículo.
Cansado a causa de todas las emociones que había vivido en las últimas veinticuatro horas, todas las decisiones que había tomado y con el cuerpo contraído por los nervios Jongup corrió la cortina de la ventana y se dispuso a dormir.
Muy pronto aquella ciudad sería un mero recuerdo de una vida ingrata y comenzaría de nuevo.
╰☆╮ Continuará ╰☆