Título: Sobredosis
Pareja: Jongin x Kyungsoo (y otras)
Género: AU
Rating: M (+18)
Palabras: 3.416
Resumen: Hay varios tipos de sobredosis. Jongin se ve envuelto en un remolino de poder, control y emociones desde el momento que un extraño le dice que el apocalipsis se acerca y que él debe ayudarles a detenerlo.
sobredosis s. f. Cantidad excesiva de una medicina o de una droga que suele causar intoxicación o incluso la muerte.
droga s. f 3 fam. Cosa que atrae hasta el punto de ser más fuerte que la voluntad.
Sobredosis (I)
El cuándo empezó a consumir, Jongin no lo recuerda con exactitud. Tal vez fue en la sexta fiesta, o en la cuarta y en la sexta admitió que le gustaba. No lo recuerda con claridad, pero tampoco le importa mucho. Es algo que hace los fines de semana, después de todo; cuando siente que ya no tiene control en absoluto sobre su vida y sucumbe bajo la presión. Necesita alejarse, sentirse poderoso, dueño de sí mismo. Entonces cada viernes o sábado, hacia las cuatro de la madrugada, cuando su estómago ya solo contiene ron y coca-cola, Jonghyun aparece con una sonrisa enorme y le esconde una bolsita en la mano durante un apretón no muy largo.
Tampoco podría decir si la primera vez fue hace mucho tiempo. No está seguro de cuánto es la medida exacta de mucho o poco. Nunca la supo, ya sea que le hablen de alguna sustancia, o incluso de cosas inmateriales. Sí sabe que fue alrededor de dos años atrás. Taemin consideraba importante que su mejor amigo conociera a los nuevos amigos que había hecho en la Universidad, así que Jongin se vio arrastrado a cuanta fiesta universitaria hubiera y cuanto club estuviera abierto. A él no le molestaba en lo absoluto: era de los pocos en su colegio que tenía identificación falsa e historias que contar sobre chicas borrachas abrazándose a sus hombros. La música era buena y él podía bailar; al principio eso le bastaba para atravesar la noche.
En algún momento pensó en dejar de escaparse de casa y concentrarse exclusivamente en estudiar, pero el ambiente con luces brillantes le agradaba y estaba harto de sentirse extenuado por la beca que parecía que jamás le darían. Además, los amigos de Taemin no solo eran realmente simpáticos, también persuasivos. Le enseñaron a sentirse mejor. Y allí, sentado en un sofá entre cuerpos laxos dormitando y parejas demasiado concentradas en lo suyo, con la garganta caliente por el alcohol y su mente un poco nebulosa, todo se siente realmente mejor. Incluso puede soportar las conversaciones raras que extraños le inician, que usualmente acaban en carcajadas.
Conversaciones como la que el chico rubio enfrente suyo intenta darle.
-¿Me entiendes? Estas lunas son señales del apocalipsis. El fin está cada vez más cerca y nosotros necesitamos hacer algo.
Jongin se ríe.
-Entonces hay un eclipse ¿y todos nos morimos? -Intenta ser serio, pero no puede evitar encontrar absurdo lo que dice.
-Sí, ¡no! Quiero decir sí, es un eclipse pero no uno cualquiera. La luna se pondrá completamente roja y el sol será cubierto por las tinieblas y la oscuridad se desatará. Es uno de los sellos del… ¿acaso siquiera sabes qué dice la Biblia? -pregunta el chico rubio. Frunce ligeramente las cejas, exasperado, y suspira frustrado cuando Jongin se encoge de hombros. Todavía no está lo suficientemente ebrio como para olvidar que religión y política son temas de conversación que no debe tocar cuando está en un club con personas desconocidas. Aun si quien le habla sea realmente apuesto y se vea incitante cuando se muerde el labio inferior mientras busca la mejor manera de explicarse. Quizás Jongin estará encima de él en alguna esquina del edificio más tarde, si acaso vuelven a rellenar su vaso o Jonghyun se digna a aparecer-. Bueno, te lo resumiré. Hay siete sellos que deben romperse antes de que se produzca el apocalipsis. En las últimas seis centenas de años se han ido rompiendo los sellos anteriores, pero nadie le ha prestado realmente atención. Pero ¿todos estos terremotos ocurriendo en el mundo? Son solo el preámbulo de lo que traerá la ruptura del sexto sello. Y eso empezará esta noche, con la primera luna roja.
Jongin asiente sin perder la sonrisa incrédula. El muchacho a cada palabra parece más un lunático, pero le sirve de la botella de vodka que lleva en la mano. Ha sido la conversación más bizarra e interesante que ha tenido en la noche y, quizás, en todo el último mes.
-Pero nosotros, tú y yo, Jongin -enfatiza su nombre como si quisiera asegurarle que le habla únicamente a él. Quiere decirle que no hay nadie más que le esté escuchando sus disparates, porque Taemin desapareció apenas encontró la oportunidad-, somos parte de un grupo selecto. Un grupo que podrá detener el apocalipsis.
-Así que Dios hace sonar la trompeta y nosotros… ¿qué? ¿Nos ponemos la capa y salimos a combatir el mal? No, mejor. ¡Nos hacemos unas alas y volamos hacia el sol! -Se le traba la lengua hacia el final de la oración y eso hace que se ría más.
- ¡Entonces sí has leído la Biblia! -exclama el muchacho, tan molesto como sorprendido, y su expresión le produce otra carcajada. Jongin siente cómo le golpea levemente con la botella en la rodilla para ganar nuevamente su atención-. ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Sabes todo lo que me habrías ahorrado? -le regaña. Chasquea la lengua levemente antes de continuar-. En resumen: sí, combatiremos el mal.
Jongin serena su risa.
-¿Y con qué poderes? Porque la última vez que lo comprobé… -empieza Jongin con sorna pero se interrumpe a sí mismo. Entonces sus ojos se iluminan y tratan de enfocarse en el hombre rubio delante de él, sobre el extremo de la mesa que no está repleto de vasos y líquido volcado-. ¡Ya sé! ¡Yo agarro a las sombras por la espalda y tú las golpeas! -Y se ríe.
Está pasando la noche más ridículamente divertida de su vida y solo ha tomado unas cuantas medidas de vodka. Pero tendría que tener más cuidado, piensa por un momento, porque el chico se está enfadando y eso alejará la posibilidad de sexo. Y el chico es apuesto y Jongin ha estado bastante solo últimamente. Aunque si lo piensa una segunda vez, podría mandar al demonio el sexo porque se la está pasando en grande. Se apuesta a sí mismo que si Taemin no se hubiese esfumado una hora atrás, ahora estarían los dos doblándose de la risa, agarrándose de los hombros del otro para no caerse.
Es un poco tonto pensarlo, porque, luego del primer par de meses, Taemin jamás se ha quedado toda la noche con él. Jongin siempre se amanece en el departamento de alguien o sentado en el banco de un parque cercano a su casa, donde espera a que su cabeza se esclarezca lo suficiente como para escabullirse nuevamente dentro, sin que nadie lo note.
-Bueno, tus poderes aún no han despertado, pero tenemos que… antes de que las lunas… -balbucea el chico para sí y a Jongin le cuesta entenderle por encima de la música estridente y las conversaciones de la multitud-. Sé que no me crees, pero tú tienes poder, solo que… ¡Agh, ¿cómo te lo explico?! -gritó impaciente y se revolvió el cabello con una mano.
Jongin volvió a reírse con descaro.
-Mira, lo único que quiero que me expliques es qué demonios te fumaste -le dice, dividido entre intentar ser siquiera amable o desternillarse de la risa.
El chico clava la mirada en la suya. Está serio y pareciera que lo está leyendo con facilidad. Cualquier rastro de ironía o sarcasmo se desvanece de la mente de Jongin en cuanto ve la sonrisa ladina que, de repente, dibuja en sus labios. Es una sonrisa que, de alguna forma, no parece correcta en el rostro armonioso del chico.
-Por favor. ¿Fumar? Nada -contesta. No hay inocencia en su tono de voz ni ironía. Es la frase que ha sonado más sincera para Jongin de todas la que ha dicho en la noche.
-Entonces, ¿qué fue? ¿Ácido?
La sonrisa del muchacho se acentúa mientras se levanta de su lugar sobre la mesa y se desploma a su lado sobre el sillón. Sus rodillas se tocan y tiene su nariz perfectamente recta muy cerca del hombro de Jongin, de forma que cada vez que expira, aire cálido golpea su piel fría.
-Eso es para principiantes -espeta y suelta una carcajada ahogada. Coloca una mano sobre la pierna de Jongin y aprieta sin hacer fuerza-. No, lo que yo tengo es más potente. Es pura, de la mejor calidad -añade y acaricia su pierna con calma. No aparta su mirada de Jongin en ningún momento, mientras se acerca a su oído para susurrar-: ¿Quieres?
No debería. Una parte de su cerebro se pone inmediatamente en alerta y le grita que no. El chico es prácticamente un desconocido porque, aunque se presentó antes de empezar a hablarle, Jongin no recuerda su nombre ni por asomo. Kim algo. Solo han tenido una conversación absurda sobre el fin del mundo, de la cual él se ha pasado más de la mitad tomándole el pelo. No sabe nada de él ni de sus intenciones, porque «salvar el mundo» no puede ser verdad; nada más que una excusa pobre para hablar o un disparate de borracho.
Y han compartido una botella de vodka. La abrió frente a sus ojos y fue el primero en tomar una medida. Hasta el momento no había demostrado más interés que en charlar y beber, y su semblante es sereno y, de alguna forma, tranquilizante.
Y técnicamente son conocidos. Llevan más de una hora juntos y puede hacerse una mejor idea del chico que la que tiene de algunos de sus antiguos compañeros de colegio. Sabe que empieza a beber de a sorbitos, dos o tres, y luego acaba el vaso de un tirón, por lo que es de las personas que le gustan hacer una pequeña introducción y luego van directo al grano. Más allá de lo que su conciencia puede decir, es una lógica que a Jongin le ha servido toda su vida. Y lo que parece ser el centro de interés del chico puede ser compatible con el de Jongin.
Y tiene coca.
Tiene una bolsa con polvo blanco escondida en la funda de su celular y la saca con absoluta tranquilidad, resguardado entre las sombras del club. Le regala una sonrisa serena mientras despeja un rincón de la mesa y se asegura de que no esté muy sucia o húmeda. Luego abre la bolsa y con su contenido forma una línea larga e irregular. Como si fuera un ritual habitual, saca una tarjeta de crédito dorada de su billetera y la golpea dos veces sobre la mesa antes de dividir la línea en dos y afinarlas hasta que son largas y casi perfectas.
Jongin consigue a duras penas enfocarse en la tarjeta de crédito más allá del trabajo que realizan con ella. Brilla bajo las luces y flashes del club; tiene un símbolo raro dibujado sobre su superficie y apenas se distinguen las letras del nombre. Kim Joon-algo. Termina de perfeccionar las dos líneas horizontales y la tarjeta es guardada descuidadamente en el bolsillo del pantalón.
-Haz los honores -lo invita el chico rubio.
Él lo mira apenas por un segundo. La sonrisa que tiene es grande y animosa, confiable. Desvía su mirada hacia la mesa. Jongin jamás fue bueno con las cantidades. Podría decir que cada línea tiene más de un gramo de cocaína, pero también podría equivocarse. Sin embargo, ni siquiera le interesa saberlo. Hay coca, está allí frente a él y lo invita al mejor viaje de su vida.
Se tapa un orificio de la nariz y acerca su rostro a la mesa. El polvo brilla cristalino contra la superficie desgastada. Es lo único que Jongin realmente registra antes de comenzar a esnifar. En cuestión de segundos acaba y se recuesta contra el sillón, esperando a que empiece a surtir efecto. Mira por el rabillo del ojo a su acompañante y le hace un gesto. El chico le sonríe y se acerca a la línea. Esnifa apenas el inicio de ésta y se aleja. Saca nuevamente la tarjeta de crédito y empieza a empujar el polvo hacia el borde de la mesa y dentro de la bolsa.
-¿Por qué? -pregunta Jongin, repentinamente confuso.
-Ya estoy alegre. La guardo para después, por si alguno de los dos la necesita -contesta con simpleza.
-Así que sí estabas colocado cuando empezaste a hablarme.
-No, estaba completamente sobrio. Aunque ahora… Te decía la verdad.
Jongin se ríe nuevamente. La música está más animada y las luces un poco más brillantes. Ya sabe lo que vendrá en unos minutos y le complace. Alegría, energía y control.
-¿Verdad? Era una locura.
-El mundo está lleno de locuras, hasta que las personas descubren sus certezas. Era una locura que la Tierra no fuera el centro del universo y sin embargo ahora aquí estamos, en un planeta que sabemos es solo un punto más, perdido en la inmensidad. Y aun así, todavía nos sentimos el centro del universo, que somos lo único importante y que hay que salvar. Qué ironía, ¿no?
-Ah, no. Filosofía o lo que sea, ahora no -ríe Jongin. Está emocionado, eufórico, y su compañero es agradable-. Tienes suerte de ser lindo. -«A pesar de pirado», añade mentalmente. Le acaricia el cabello rubio y se lo despeina, luego desciende su mano hacia la mejilla. Siente cómo su corazón se está acelerando y se ríe. Se ríe de la euforia, de la expresión de su acompañante y de la situación en sí.
A cada instante todo es más poderoso; la música, las luces, sus latidos.
El chico atrapa su mano bajo la suya y solo lo mira expectante. Jongin no sabe cómo explicarle, cómo borrar su sonrisa o cómo decirle que todo está bien. Todo está maravillosamente bien. Y quizás todo está excesivamente bien, porque la piel del muchacho es suave y el corazón de Jongin está muy acelerado. Late, late, late. Late demasiado pero no le importa porque está a centímetros del chico. Late, late, late. Está a latidos de besarlo.
Late, late y late. Y, de repente, Jongin colapsa y se derrumba sobre el chico rubio, quien solo sonríe.
*
Puede sentir el suave ronroneo bajo su cuerpo y le cuesta reconocer dónde está. Empieza a recobrar la conciencia pero su cabeza da vueltas y el sopor no quiere desaparecer. Ni siquiera puede abrir los ojos, sus párpados están muy pesados y él está cansado. El simple acto de respirar parece requerir demasiada energía, así que se niega a hacer algo tan agotador como parpadear.
Si los murmullos lejanos que no cesan de zumbar en su oído se callaran, él podría dormir nuevamente y perderse entre los rincones de su inconsciente. Podría también alejar esa molesta sensación en su pecho, cada vez más punzante. Pero Jongin rara vez se consideró una persona con suerte. Las voces no solo no se callan, sino que se vuelven más fuertes. Hasta el punto en que puede reconocer sin dificultades lo que dicen.
-No entiendo por qué no vino Yixing -sisea alguien. Suena molesto y un poco exaltado-. ¡Le debo haber roto al menos dos costillas!
-Todavía no sabemos si le podemos confiar esto a Lay -contesta otra voz, más lejana y distorsionada. Sin embargo es ligeramente familiar.
-Y tú, además, tienes que aprender a controlarte -dice alguien más, de manera casi cortante. La superficie sobre la que está hace un movimiento brusco y Jongin siente cómo su cuerpo se sacude. Oye un chirrido agudo y siseos en otro idioma que, por el tono, deben ser insultos. Le recuerda a los chirridos de la goma raspando el asfalto y al auto de carreras que siempre quiso-. Agh, odio Seúl y su tráfico.
-No, no lo haces.
-Tienes razón. Odio conducir. -Y la otra persona se ríe con calma. No obstante, quien está más cerca de Jongin solo bufa por lo bajo.
Entonces Jongin se espabila. Está en un auto. Lo están llevando a algún lado sin su consentimiento. Y su pecho duele como los mil demonios. Deja que un quejido se escape de sus labios y se acomoda mejor en lo que está seguro es un asiento de coche. Oye como la persona a su lado ahoga una exclamación y anuncia que ha reaccionado. Jongin se queja nuevamente y al instante se maldice, porque el dolor se acentúa. Unos dedos acarician su pecho y cree oír un «lo siento» que lo confunde.
Reúne energía y abre los ojos. Todo se ve nubloso por unos segundos. Las luces de neón brillan con intensidad y parecen borrones de colores en las ventanas del auto. No sabe a qué velocidad irán, pero no debe ser baja. Mirar hacia afuera lo marea e intenta desviar la mirada hacia otro lado. Entonces se topa con un rostro muy cercano al suyo, que lo observa con fijeza. Es un hombre con ojos redondos y grandes, y pupilas oscuras y profundas. Tiene el ceño fruncido en lo que podría ser preocupación.
Jongin no entiende nada. El miedo se apodera de su mente y su corazón empieza a latir con mayor fuerza. ¿Por qué demonios está allí? ¿A dónde carajos lo llevan? ¿Y por qué no recuerda ni una maldita cosa? Lo último que registró su memoria es estar en un club, a punto de besar a alguien, y de repente ¿está en un auto? ¿De quién? ¿Qué le pasó? ¿Qué hizo? ¿O qué no hizo?
Quiere hacer audible alguna de sus preguntas, pero más allá de la adrenalina que siente sigue estando exhausto y solo consigue que un gemido de dolor vuelva a salir de su garganta.
-Deberías volver a dormirte -le aconseja el chico a su lado. Sus ojos grandes lo hacen ver inocente y no puede ser mucho mayor que Jongin. Él quiere negarse, pero siente que unos dedos le cierran los párpados.
Las luces se apagan, el rostro se oscurece y Jongin se duerme.
*
Lo despiertan con un chorro de agua en el rostro. Abre los ojos en el acto, sorprendido. Siente que se ahoga y toma una bocanada de aire que le sacude el cuerpo y le causa dolor. Tiene frío y la superficie en la que se halla es dura. Intenta mirar a su alrededor. Ve el horizonte recargado de cemento de Seúl fundiéndose en la noche y siente el viento golpear su piel húmeda, lo que le produce un escalofrío que recorre toda su espalda. No le cuesta notar que está en un lugar elevado. Tampoco que no está solo.
-¿Dónde estoy? -pregunta desconfiado.
-En mi casa -responde uno de los hombres mientras se le acerca e inmediatamente Jongin retrocede-. En la terraza, de hecho. -Su voz es suave y ese cabello rubio con ese rostro armonioso es repentinamente demasiado familiar para Jongin.
-Kim Joon…
-Puedes llamarme Suho.
Frunce el ceño y el miedo que poseía se mezcla con coraje.
-Qué mierda. ¡¿Qué demonios quieres…?!
-Ya te dije -le interrumpe. Da otro par de pasos hacia delante y su figura se recorta contra la luna. Entonces Jongin lo nota: no es el astro que está acostumbrado a apenas ver, blanco y oculto entre nubes de polución y luces de neón, si no que es una luna enorme, de un rojo brillante y profundo que se asemeja a la sangre. Suho resplandece delante de ella, con su cabello rubio adoptando destellos carmesí-. Que despiertes. Y rápido, que no tenemos mucho tiempo.
Jongin lo mira confundido. Ya está completamente sobrio y seguro de que el chico está loco. No encuentra una explicación a la situación que no sea absurda. O terrorífica. No quiere realmente pensar en lo que le está sucediendo y en cómo acabó allí, pero es lo único que se le pasa por la cabeza. Desea con todas sus fuerzas que lo que consumió haya sido LSD y ahora solo esté teniendo una alucinación bizarra. Las sensaciones que recorren su cuerpo son increíblemente vívidas pero, lamentablemente, no tanto como para que sus deseos sean realidad. El miedo es miedo y los escalofríos son escalofríos porque realmente los siente, en total sobriedad.
Se le pone la piel de gallina de solo darse cuenta.
La expresión amable de Suho súbitamente no lo parece tanto cuando hace un gesto con la cabeza. Y su mirada podría ser calculadora. Sin embargo Jongin no puede decidirlo porque rápidamente un hombre alto y con mirada severa lo agarra de la camiseta y lo arrastra hacia el borde. Luego lo alza y lo lanza hacia atrás.
El pánico inunda su cuerpo y lo ahoga. Estira los dedos intentando agarrarse a algo. Es inútil. No hay nada más que oscuridad.
Lo único que Jongin ve es la luna roja mientras cae.
Sin betear. Juro que mañana lo hago. Edit: Mentí, la obligué a A. Gracias A♥