Título: No es cara o cruz
Pareja: Kai/Suho
Género: AU
Rating: PG-13
Palabras: 3.900+
Resumen: ¿Cuáles eran sus posibilidades de estar con Joonmyun?
Nota: Pitchthit para la primera ronda de
CarayCruz (y se puede leer
aquí). Basado en la canción What If. No hay orden cronológico de eventos, pero creo que igual se entiende.
No es cara o cruz
Valor uno.
-¿Has oído alguna vez de los universos paralelos? -le preguntó Joonmyun con la respiración agitada, aliento a menta pero cálido contra su mejilla. La luz artificial y fría creaba un halo alrededor de su cabello negro que le recordaba la cantidad de veces que había oído a la gente compararlo con un ángel. Joonmyun distaba bastante de ser un ángel, con sus labios pálidos y curtidos, más que nada por el frío de Seúl. Tampoco era lo contrario.
-¿Crees en eso? -le preguntó él, con una risita. Sorna casi pura, aunque cargada con interés.
-Creo en que es posible -contestó al instante con una ceja alzada y voz grave, como si lo hubiese estado reprendiendo o como si lo hubiese estado desafiando a que lo contradiga.
Él calló; no porque Joonmyun le inspirara miedo, sino que por respeto. E interés. Había algo ciertamente interesante en todo lo que hacía y decía Joonmyun, algo que no todos notaban, disfrazado bajo capas de modestia, educación y cortesía. Joonmyun también era redundante a veces, pero entre su redundancia y sus adornos, se hallaban las verdaderas intenciones de sus palabras; inteligentes, mordaces, adorables. A veces eran un misterio a descubrir, pero a él siempre le habían gustado los desafíos.
-Según la física cuántica, se crean cientos de universos paralelos a cada momento. Cada uno es producto de una decisión. Cuando decides, se crean cuántos universos son potenciales según la cantidad de posibilidades, la cantidad de opciones entre las que tenías que elegir -le explicó en voz baja, aunque más alta que un murmullo. Al oído, como cada vez que hacía cuando le hablaba de temas muy importantes o muy triviales-. ¿Lo puedes imaginar? Cientos, miles, de universos sucediendo al mismo tiempo. Ahora mismo estamos viviendo en el universo alterno de otro. Podría haber otro en el que estemos juntos, por la calle, de la mano -le comentó y él hubiese jurado que sintió el roce fantasmal de dedos recorriendo la palma de su mano derecha-. O en el que casi y no nos habláramos. O podría haber uno en el que ni siquiera nos conozcamos.
Quiso bufarse, reírse y decir «hyung, por favor» como cada vez que Joonmyun hablaba tonterías del tamaño de dejar la compañía, de no practicar más, de despedirse del mundo del entretenimiento. Pero no lo hizo. No hizo nada en absoluto.
Es que Joonmyun no hablaba tonterías. Hablaba de probabilidades.
Probabilidades que él desdeñaba.
Valor cero con once decimales.
Jongin llegó a su edificio bien entrada la noche, con el cansancio anudándose en su espalda y lo ojos casi a punto de cerrársele. Se sentía como si estuviera en el punto culminante de la fatiga, consecuencia de una larga rutina que no paraba de extenderse; una que, técnicamente, no debería sentirse como tal porque había dormitado las últimas dos noches en uno de los sillones de la compañía. Movió un poco los hombros para intentar relajar sus músculos; hasta los sillones más cómodos en apariencia dejaban de serlo tras un par de horas.
Al ver los casilleros del correo, consideró por un segundo si debería revisar el que le correspondía a su departamento en ese momento o dejarlo para después. No recordaba la última vez que lo había abierto, quizás tres semanas atrás, cuando había tenido más de un día libre. Optó por hacer un esfuerzo y, al menos, retirar de allí su correo antes de que empezara a acumularse. No que no fuera a hacerlo en su casa. Se sentía demasiado agotado como para exigirse un poco más de energía para revisarlas. Sólo eran facturas y correo basura.
La pila de cartas quedó encima del desayunador, junto a la taza medio vacía con café frío del martes y junto al pequeño Taj Mahal de plástico.
Valor cero con noventa y seis decimales
El «Jonginnie» se sintió como un suspiro contra sus labios, una petición fantasmal, una súplica quebrada. También sintió cómo lo miraba, cómo lo observaba como un halcón, cómo lo desnudaba y lo dividía, lo rompía de a poco en busca de algo, algo, lo que fuera. Joonmyun estaba a la expectativa, un hilillo de esperanza latente en sus pupilas.
Jongin se apartó, su interior revolviéndose en rabia, y se volvió hacia el cielo nocturno de Seúl. No se podían ver muchas estrellas, pero las que avistaba, brillaban con una fuerza envidiable.
-No nos falta casi nada, hyung -dijo con dientes apretados, mientras movía sus dedos rítmicamente en el aire pesado de la noche. Era parte de una nueva coreografía que no podía perfeccionar y que le estaba sacando los nervios-. Estamos tan cerca del final del camino.
-¿Lo estamos?
Valor cero con cuarenta y siete decimales
-Sabía que eras un amigo de mierda, pero no que eras tan de mierda -le escupió Sehun al entrar al estudio, sin siquiera saludarlo o hacer algún tipo de gesto.
No era algo raro; Sehun jamás habituaba a saludar, sólo daba pequeños asentimientos con rostro imperturbable. Tras años de conocerse y ensayar juntos, Jongin había aprendido a leer más allá de su tono chato y sus expresiones neutras, y su relación se había vuelto muy cercana, repleta de insultos. Así que ver el ceño fruncido y la evidente mueca de disgusto en los labios de Sehun, le hizo sentir que sus entrañas pesaban muchos kilos, toneladas, más. A eso le tenía que sumar el dolor de cabeza que le estaba martillando el cráneo por dentro desde que había abierto los ojos esa mañana.
Estuvo tentando de decir que tampoco era para tanto, mas Sehun se le adelantó, como si le hubiese leído la intención.
-Llegaste tarde a mí cumpleaños y lo único que hiciste fue beber mierda tras mierda, hasta volverte un maldito puercoespín. O peor; un imbécil insufrible -continuó, escupiendo cada palabra como si fueran ácido. No se atrevió a interrumpirle para comentar que era lo más animado que lo había visto en un sábado a la mañana. No sería muy inteligente de su parte, ni vendría al caso-. Encima, cuando te ibas antes del pastel, vomitaste en mi puerta.
Jongin no pudo apartar su mirada de sus zapatillas.
-¿Lo siento? -ofreció. Un poco de culpa se debió haber reflejado en su voz, porque Sehun sólo bufó algo que se pareció a un «más te vale que lo hagas» antes de darle la espalda y empezar a estirar. Sin embargo, no era suficiente. Sehun seguía molesto y él estaba demasiado inquieto, incapaz de contenerse a sí mismo. Abatido, dejó escapar un murmullo mezclado con un suspiro, un intento de explicación que le sacaba el aire-. Él estaba ahí.
Su amigo se volteó, todavía con el ceño fruncido.
-Claro que sí, es Joonmyun-hyung -comentó con obviedad. No obstante, su voz ya no irradiaba pura furia, también contenía un alto porcentaje de disculpa.
Jongin creyó recordar que le había llamado «traidor» en algún momento de la noche, pero en ese momento, con la cabeza despejada y la culpa que lo comía lentamente, Jongin lo entendía. Aun después de tantos años, Joonmyun había seguido en contacto con ellos, animándolos en cada paso de sus carreras. Sehun no podía no invitarlo.
Ese no había sido su verdadero problema.
-No estaba solo -añadió en voz baja.
El peso de la sonrisa de Joonmyun hacia otra persona, hacia el hombre de la sonrisa felina, aún dolía hasta resquebrar su pecho. Quiebres a cada segundo más dolorosos y más profundos. Ni siquiera la bruma inducida por el alcohol le había ayudado a no sentirla. Parecía que sus costillas se habían quebrado en miles de pedazos y que su corazón había sido apaleado cuando vio las manos entrelazadas.
El único signo de comprensión por parte de Sehun, fue su boca entreabierta. Y el abrazo incómodo que le dio más tarde, cuando ambos entendieron que, en realidad, Sehun no entendía.
Valor cero con sesenta y un decimales
-Hyung, ¿cómo llevas la universidad? -le preguntó para pasar el tiempo mientras esperaban a que los otros salieran del restaurante, y se revolvió un poco en sí mismo. La brisa no era tan fresca como para hacerlo temblar, pero la incomodidad y los pequeños remolinos de aprensión en sus entrañas no ayudaban. Le costó aceptar que no era miedo a ser reconocido, o sino se habría puesto una gorra que cubriera por completo su cabello ahora platino.
-Mucho mejor de lo que esperaba -contestó Joonmyun con una sonrisa ligeramente condescendiente-. No he tenido muchos problemas con mis materias, hasta ahora.
-No me extraña -resopló y Joonmyun le contestó con una carcajada corta pero genuina. Jongin estaba siendo sincero y, si lo seguía siendo consigo mismo, se había sentido bien. Se había sentido como antes-. ¿Y las clases?
-Pues he conocido a unas personas bastante interesantes en ellas -señaló-. Claro, no son nada como celebridades, pero… interesantes -dijo con una sonrisa grande, cálida, que estremeció a Jongin por las razones equivocadas.
Había pasado el tiempo y aun así, se encontraba intentando descifrar a Joonmyun. Debería haber aprendido la lección, se dijo.
Valor cero con cuarenta y cuatro decimales
Sehun detuvo la música de manera abrupta, casi ruda, que Jongin en realidad no percibió. Él continuó bailando un par de pasos de la coreografía por pura inercia. Mantenía su mirada en la pared de espejo, pero ciertamente no estaba mirando. Si lo hubiese estado haciendo, habría prestado atención a cada uno de sus movimientos, no tan pronunciados y, más bien, descuidados.
-¿Por qué Joonmyun-hyung y tú no están juntos?
Eso sí lo sacó de su sopor. Se giró hacia Sehun y lo descubrió sentado en uno de esos sillones demasiado cómodos en apariencia. Tenía una botella de agua en sus manos, que le convidó desinteresadamente, como si sólo le estuviera ofreciendo un descanso.
Era obvio que Sehun no le ofrecía un descanso.
Él levantó una ceja, entre sorprendido y confuso. Si consideraba su actitud durante el cumpleaños de su amigo, podía entender de dónde salía eso, pero lo que no entendía era por qué lo traía a colación. Sehun no era muy curioso por naturaleza, ni tampoco tan resentido como hacer presión en las heridas.
-Mira lo que somos. Lo que hacemos.
-No vengas con esas -contestó Sehun, haciendo caso omiso a la obviedad-. ¿Cuánto la cagaste?
Jongin se tensó y se encogió un poco, sobrecogido por la crudeza de su amigo.
-No…
-Vomitaste en mi puerta; todavía no pude sacar ni la mitad de tus entrañas de mi alfombra, me lo debes -comentó, tan inexpresivo que en otro momento Jongin hubiese dudado de su veracidad-. Responde.
Dándose por vencido, Jongin se dejó caer a los pies del sillón.
-No había posibilidad para nosotros.
Sehun resopló, como si todo fuera demasiado gracioso o como si la estupidez de Jongin no tuviera límites.
-Claro que la había, sólo que la cagaste -afirmó-. La pregunta es cuánto. Dependiendo de eso, puedes recuperarlo.
Esa vez fue su turno de resoplar.
-Mira, hablo en serio -continuó Sehun, con voz dura-. ¿Recuerdas que mi hermano es estadista? Pues me explicó que hay una fórmula muy sencilla en teoría: la probabilidad de suceso se mide cuando se divide la cantidad de casos exitosos por la cantidad de casos posibles. -Al ver la expresión de Jongin, lanzó un gruñido exasperado y rebuscó algo en sus bolsillos para explicarse mejor. Al final, sacó 100 won-. Es como cuando lanzas una moneda y pides por cara. Hay dos casos posibles; por lo que divides uno por dos y ahí tienes la probabilidad de suceso: 0,50. -Para demostrar su punto, lanzó la moneda al aire y por poco no la atrapó-. Cuánto más cerca es a uno, mayor posibilidad tienes de lograrlo, de recuperarlo.
Jongin frunció el ceño, para nada convencido.
-Esto no es cara o cruz -replicó con la mandíbula tensa y voz temblorosa. Sus puños se habían cerrado con fuerza, hasta el punto que cada vena y cartílago sobresalían-. Las cosas no son tan sencillas. Ni tan… matemáticas.
Sehun solo se hundió de hombros y le entregó la moneda.
Valor cero con setenta y siete decimales
«¡Compré tu último álbum! ¡Es asombroso!! Sehunnie y tú hacen una buena sub-unidad.», decía el mensaje que había recibido esa mañana y que recién durante los minutos de espera en Inmigración pudo abrir. Habría sabido que era de Joonmyun sin siquiera leer el ID. Siempre tan correcto para hablar y escribir, que, sinceramente, le daba envidia. Joonmyun habría sido perfecto para la cámara.
Además, nunca se olvidaba de saludarlo para cualquier ocasión. Cumpleaños, debuts, premios, fracasos.
Quiso decirle que no tendría que haberlo hecho, que él le tenía una copia reservada en su dormitorio y que quería dársela en mano, pronto. Y que también quería contemplarlo mientras la escuchaba, con los ojos cerrados, seguramente. Porque cada vez que Joonmyun se encontraba inmerso en una canción, cerraba los ojos y balanceaba la cabeza mientras intentaba vocear las letras, que no conocía.
También quería mostrarle las coreografías, bailar frente a él sin premura ni la presión del escenario, con libertad. Oír la emoción en su voz cuando lo halaga, con esa dulzura y corrección tan propia de él. U oír cómo lo critica, siempre con sutileza y palabras adornadas, mientras corrige sus posiciones con caricias suaves, aun cuando el mismo Joonmyun tiene dos pies izquierdos.
Al final, le envía un emoticon.
«Deberíamos juntarnos, así me firmas mi copia y me vuelvo la envidia de millones de adolescentes. ;D», recibió como respuesta, casi en seguida.
La fila empezó a avanzar, con parsimonia pero de forma ininterrumpida. Se cuestionó por unos segundos si eso no podría significar algo más.
«Estoy yendo a China. Tour», contestó y vaciló por unos cuantos segundos en si debía añadir algo más, una broma o un emoticon aunque sea. Por pedido de las aeromozas, puso su celular en modo avión.
Recién esa noche, en el hotel, su teléfono vibró con una respuesta.
«Ah.»
Valor cero con cuarenta y dos decimales
-¿Cuánto? -cuestionó Sehun, de nuevo.
Con fastidio, Jongin reveló su mano. Sehun pareció desinflarse contra el sillón, pero al menos mantuvo su boca cerrada por unos cuantos minutos. Jamás pensó que desearía tanto que se callara, cuando años atrás deseaba que por fin hablara, así podían construir un buen ambiente de trabajo. Lo cual deseaba estar haciendo en ese momento: ahogarse en trabajo, música y dolores musculares.
Cuando se levantó para poner de nuevo la canción, Sehun volvió a hablar.
-¿Sabes? Hay otra teoría. Una que dice que un uno es equivalente a un cero coma nueve nueve nueve nueve… un coma nueve infinito, periódico o como se diga -explicó, sin muchas vueltas y, quizás, un poco esperanzado-. Nada es absoluto.
Jongin lanzó la moneda una vez más. Una sonrisa sardónica tomó posesión de sus labios.
Cruz, de nuevo.
Valor cero con tres decimales.
Algunos lunes, cuando sus hermanas no estaban disponibles y él no podía visitar a su sobrina, Jongin optaba limpiar el departamento en el que vivía solo hacía ya más de un año. Solía parecerle extraño al resto de la población que él descansara los lunes y que ayudara a mantener entretenida a las masas los domingos. Si era sincero consigo mismo, lo prefería así. No tenía que malgastar cada domingo solo y cada lunes intentaba mantenerse ocupado, lo cual no era difícil con una ciudad como Seúl vibrando a su alrededor, pero a veces debía detenerse y hacerse cargo de sí mismo.
Él era de los que consideraban que uno no ensucia tanto cuando no está mucho en un sitio, ni se pierde con facilidad cuando tiene una dirección fija.
No obstante, a lo largo de los años, en algún punto, Jongin se volvió un desastre.
Era probable que fueran muchos, demasiados, los puntos como para encontrar el correcto; era probable también que no fuera solo uno. Así como era probable que él supiera cuáles eran a la perfección.
Dejó escapar una risa mezclada con un bufido, como cada vez que quería decir «por favor», que eran tonterías.
Como cada vez que no eran tonterías, que eran probabilidades que él rechazaba.
Decidió empezar a organizar su cocina, lo primero que se veía apenas se entraba al departamento. «Lo que le importa al mundo es como te ves», se repitió por lo bajo. Las palabras de Joonmyun siempre, de alguna forma, se anclaban en él.
En el desayunador vio el pequeño Taj Mahal de plástico, una de las pocas cosas que había mudado consigo a cada dormitorio en el que había vivido. Había una pila de cartas ya viejas a su lado y Jongin la tomó para separarlas entre facturas y correo basura; papeles a desechar ahora o papeles a desechar luego. Entre las propagandas halló un sobre champagne con letras doradas, demasiado elegante como para ser una carta normal y sin estampilla.
Cuando se dio cuenta de lo que era, quiso poder reír a carcajadas por la ironía del asunto. Solo Joonmyun podía mantenerse tan tradicionalista como para enviarle por correo ortodoxo una invitación a su boda con otro hombre. Con otro que no era Jongin, quien sólo miraba fijamente el fino papel.
La celebración había sido el sábado.
En serio quiso poder reír. Estaba solo.
Valor cero con ochenta y nueve decimales
Una ironía. Para Jongin fue una jodida ironía. Del destino, del universo, de sus decisiones, de lo que fuera.
El mismo día en que Jongin se enteró que debutaría con otros cuatro chicos, fue el día que se enteró que Joonmyun regresaba definitivamente a la universidad a estudiar Ciencias Políticas. Fue en el mismo lapsus de un par de horas, incluso, cuando los demás trainees los felicitaban con sonrisas forzadas.
Llorar se hacía por tristeza o por felicidad. Era la primera vez que sabía de alguien que llorara por una ironía.
Quizás no era solo eso, quizás sus lágrimas también contenían impotencia y decepción.
Valor cero con noventa y nueve decimales
Era demasiado temprano para estar recorriendo los pasillos de la compañía, pero los débiles rayos de sol ya se entrometían por las ventanas y hacía tiempo que Jongin sospechaba que nunca era demasiado temprano. Aún en pleno agosto, había chicos que se levantaban alrededor de las cinco de la mañana para ejercitarse. «Hay miles de cosas que pueden suceder», le había dicho un superior hacía unos años, cuando Jongin había estado contemplando pasmado una hoja con un rap, «y tendrías que estar preparado para cada una de ellas.»
Era demasiado temprano y, sin embargo, Joonmyun ya estaba allí, inclinado contra la ventana más cercana al estudio de grabación. No era extraño verlo por allí con hojas y hojas pentagramadas de canciones que nunca podía conquistar por completo sin empezar a toser. Pero lo normal era verlo cantar con diligencia cada nota, no observar con aire distraído cómo despertaba Seúl.
No pudo evitar sonreír. La piel pálida casi como la nieve de Joonmyun tenía ahora un ligero bronceado que brillaba bajo la tenue luz solar y la potente artificial. Pero nada era comparable al brillo de su mirada, que siempre lo encontraba, de alguna manera, pendiente de él, de sus movimientos, de sus sonrisas.
-Te traje esto de mis vacaciones -le dijo con una sonrisa cálida mientras rebuscaba en la bolsa que había dejado a sus pies. La línea de su espalda, su pose más relajada, le hicieron notar que había algo diferente con Joonmyun. Pero lo había extrañado tanto durante esa semana, que dejó de lado su suspicacia habitual-. No es mucho, pero su historia es muy bonita -intentó explicarse, como si precisara hacerlo con él. Era tan típico de él, siempre tan correcto, aun cuando era innecesario. Era como si tuviera miedo de ser perpetuamente malinterpretado. Y, al mismo tiempo, siempre embrollaba sus verdaderas intenciones-. En serio es bonita --le aseguró mientras le ponía entre las manos un objeto no muy grande, de plástico, blanco y lleno de detalles que hasta parecía grotesco.
No obstante, Jongin había visto varias imágenes de la verdadera edificación como para desconocerlo.
-Es el Taj Mahal -murmuró mientras lo observaba detenidamente.
Joonmyun asintió.
-Cuando lo ves en persona… es impresionante. No sólo por las joyas y cada detalle, sino porque puedes ver, puedes sentir, que es un sitio construido en base al amor y reforzado en mármol -le contaba con un tono suave, dulce, que le habría parecido si no fuera porque los ojos de Joonmyun estaba bien abiertos y fijos en él. Expectantes-. Lo mandó a construir el emperador en honor a su esposa. Su relación había sido rechazada por todos al principio, pero ellos lograron sobreponerse. Fueron una pareja muy enamorada y muy feliz -comentó con un suspiro suave-. Por eso, cuando la perdió, él enloqueció y mandó a construirle lo más grande, lo más precioso e inmaculado en su honor. Pero ni eso era suficiente para él. No se comparaba a su amor… -acabó con otro suspiro, más pronunciado y alejó su mirada del rostro de Jongin hacia sus manos, que sostenían con fuerza el souvenir.
Jongin supuso que todo eso debía significar algo más. Después de todo, a las palabras de Joonmyun debía ir descifrándolas, destripándolas de su poesía y sus adornos, hasta dar con su verdadera intención. Y, aunque adoraba los misterios, a veces no quería lidiar con ellos. No porque lo superaban, sino porque era demasiado fáciles.
No le había costado mucho dar con las intenciones crudas de Joonmyun, estaban dispuestas delante suyo, al alcance de su mano como para tomarlas o romperlas, tal como el Taj Mahal de plástico.
Preso de un miedo repentino, tomó la mano de Joonmyun con fuerza y se acercó a su rostro, a sus labios, con el anhelo vano de confundir la situación, de ganar tiempo, de borrar ideas.
-India es asombrosa -susurró Joonmyun, sin embargo-. Me abrió la mente. Hacia nuevas culturas, nuevas posibilidades… Deberías ir conmigo la próxima vez; podrían ser lugares como Francia, España, Dinamarca -ofreció contra sus labios, el aliento cálido y con olor a menta, y cerró la distancia.
El cuerpo de Jongin se tensó al completo. Eso definitivamente significaba algo. El beso no duró mucho y, cuando se separaron, por primera vez tenía un gustillo amargo en la boca. A palabras, sentimientos, atorados en su garganta.
-Hyung… no estoy seguro de poder.
Valor cero.
Jongin vio las fotos de la boda en las redes sociales de sus amigos. Una celebración ni muy pomposa ni nada sencilla, en unos jardines tan preciosos, repletos de verdes y amarillos, que costaba creer que se encontraban en la azotea del edificio donde ahora residían Joonmyun y su nuevo esposo. No era otro que el mismo hombre flacucho y con la sonrisa felina que Jongin había visto en el cumpleaños de Sehun y que, según podía vislumbrar en las fotos, estaba atravesando los mejores momentos de su vida.
No podía guardarle rencor. No cuando él mismo se hallaba incapaz de cerrar las pestañas con las fotos de Joonmyun. Se veía precioso, etéreo, con un traje blanco perfectamente entallado y una sonrisa enorme, producto de una felicidad absoluta.
Joonmyun era feliz. Tendría que haber estado más preparado para ello.
Jongin cerró los ojos para contener sus lágrimas, sin éxito. Por un buen rato buscó algo con qué distraerse, pero sólo encontró 100 won a mano. No servía; nada lo hacía para apaciguar el dolor en su pecho, como si alguien lo estuviera quebrando, despedazando sus costillas y apaleando su corazón.
Se cuestionó si no podría trasladarse a un universo completamente diferente.
Lanzó la moneda.
Cruz.
·
·
·
Valor uno
Cara.
Cuando Joonmyun habló contra sus labios, aliento cálido y con olor a menta, Jongin no se tomó mucho tiempo en descifrar las intenciones de sus palabras.
El sí se escapó de sus labios, casi inaudible, antes de besarle con ganas.