Título: el rifle.
Género: oneshot; canon.
Idioma: castellano.
Calificación: Nc-17
Pareja: jack&ennis.
Nota: inspirado por uno de los muchos fragmentos del guión (desgraciadamente) eliminados del montaje final de la película.
¡Muchísimas gracias por leer! :)
Ennis se había negado en redondo a aceptar el regalo; un rifle cuyo precio multiplicaba por dos o por tres su paga mensual (y la paga mensual de Alma) y que previsiblemente habría levantado -de haber sido Ennis tan estúpido como para habérselo llevado a casa- una ola de recriminaciones y preguntas difícilmente aplacable con sus torpes y habituales evasivas.
No; no había ninguna necesidad de eso. Ni -ya puestos- del rifle. Ennis tenía muy claro, desde hacía algunos años, qué era exactamente lo que buscaba en estos viajes (cosa aparte y distinta es que supiera o no definirlo) y desde luego, no eran ni rifles, ni relojes, ni cazadoras de pieles, ni ninguna radio nueva para el coche. Ennis se estrujaba el cerebro preguntándose porqué Jack no parecía darse cuenta de lo que era tan obvio.
Lo que era obvio para uno, sin embargo, no era obvio para el otro; y a todo este asunto le siguieron horas de caras largas y silencios no menos largos, hasta que, como era costumbre entre ellos, las ganas de poseer lo que durante meses habían deseado y ahora por fin tenían a mano -es decir: el uno al otro- se hacían imposibles de obviar, por muy profunda (y obvia) que fuera la decepción, en un caso, y la irritación, en el otro.
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Cerrada a cal y canto la tienda. Esparcido a sus anchas el aroma concentrado y siempre echado en falta (pubis, culos, sudor, plástico, cuero, vaquero, pies y goma): pura y bendita gloria. De un pequeño gancho se encendió y se colgó una lamparilla que osciló todo el tiempo sobre sus cabezas. Las botas, a un lado; los pantalones y las camisas, al otro. Cero palabras y mil posturas. Una pausa para un abrazo que (doloroso, necesario, indigente) costaba la misma vida romper. Un nuevo ángulo. Más de esto; mucho más de aquello. Enigmas que se resolvían por casualidad: así eran sus acoplamientos. Que nadie les preguntara cómo o porqué hacían lo que hacían; no habrían sabido responder. Y se alegraban de no saberlo.
Pasados sus buenos cuarenta y cinco minutos, se detuvieron. Pero no se separaron. Medio muertos y tumbados el uno sobre el otro, aspiraron con dificultad el ambiente viciado que habría hecho vomitar a cualquiera.
Con mucho, (muchísimo) esfuerzo, Ennis estiró un brazo buscando el tabaco. No lo encontró. Daba igual.
-El mío está fuera.
-¿mm?
-Mi tabaco; lo tengo en la chaqueta: fuera.
-Pues ahí se puede quedar. No creo que pueda moverme.
Y no era ninguna exageración. En absoluto.
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Una ráfaga de aire frío le despierta. Se incorpora. Ennis no está a su lado y la tienda está a medio abrir. Sale.
Ennis está de espaldas a él; de pie, totalmente desnudo (como él). Parece concentrado y no se vuelve aunque, con seguridad, ya ha oído los pasos que se acercan.
-¿Has cambiado de idea? -le pregunta Jack apoyando la barbilla (piel de gallina contra piel de gallina) sobre su hombro.
Ennis, con el rifle en las manos, gira un poco la cara y le da un pescozón para volver a continuación a su silenciosa inspección -No. Pero es un buen rifle -comenta al cabo de un rato, como si lo acabara de descubrir. Y por primera vez desde que lo recibiera, muy bajito, le suelta: “Gracias, amigo”.
Jack levanta las cejas, toma aire y asiente.
Ennis se da la vuelta: “¿Qué vas a hacer con él?”.
Jack le quita el arma y responde pensativo: “No lo sé” -lo pesa un par de veces- supongo que devolverlo.
-He pensado -empieza Ennis sin apenas despegar los labios. Carraspea; escupe, continúa: “que puedes quedártelo tú y...”
-De eso ni hablar- interrumpe Jack, haciendo el amago de pasarle otra vez el rifle.
-¿Me dejas terminar? -Jack apoya el rifle en el suelo y se calla-. Decía, que te lo podías quedar tú, Jack, sólo para guardarlo -tose- para guardármelo. Y Luego, te lo traes cuando nos veamos -concluye encogiéndose de hombros (en el lenguaje corporal de Ennis, este último gesto suele significar: “amigo, es lo único que de momento se me ocurre para no joderte la historia”).
Jack sonríe: “Me parece bien. Después de todo,” -sus ojos inspeccionan en apenas un segundo todas y cada una de las montañas- “supongo que éste es el mejor sitio para usarlo.”
Ennis está de acuerdo. En efecto, éste es el mejor sitio. Parece que han llegado a un acuerdo. Bien; ahora, a disfrutar en condiciones.
-Bueno, amigo, no sé tú, pero yo voy a ponerme algo encima -dice Ennis pasando por delante de Jack en dirección a la tienda. Sólo llega a dar tres pasos: una barra se ha interpuesto en su camino inmovilizándolo en una jaula de calidez más que familiar-. ¿Qué carajo quieres ahora? -Ennis intenta levantar y apartar el maldito rifle; en el forcejeo, no le queda más remedio que apoyarse contra el caliente muro de carne más o menos musculosa en según qué zonas (pero dura siempre como el granito en una; en esa zona.)- ¿Quieres pelea? -consigue darse la vuelta aunque todavía dentro del cerco improvisado por Jack. Y a continuación, hace un último esfuerzo por liberarse; aunque de un modo un tanto sorprendente: rodea con sus brazos a su carcelero para apretarse aún más a él.
Se besan con furia. Se retuercen no saben muy bien con qué propósito y terminan en el suelo, formando una peculiar telaraña de piernas, brazos y rifle. Pelean un poco más. Gruñen, se ríen.
-Oye -dice de repente Ennis.
Jack se para jadeando con dificultad: “Qué”.
-El chisme éste -dice señalando el rifle que en ese momento está alojado entre la ingle derecha de Jack y la cadera izquierda de Ennis- está descargado, ¿verdad?.
-Diablos, pues claro que sí -responde Jack incorporándose y sentándose de rodillas. Coge el rifle y lo comprueba. Descargado-. ¿Lo ves? -se lo da a Ennis para que lo examine con sus propios ojos.
-Mmm, vale.
- Sí, vale. -Los ojos de Jack empiezan a brillar...- Vale, pero... -Chasquea los labios y sin más sutilezas, desliza la mano por su vientre- ésta de aquí, lleva cargada ya desde hace un buen rato -susurra a la vez que comienza a pajeársela.
Ennis se queda paralizado (más bien: hipnotizado) mientras mira la polla de su amigo aparecer y desaparecer bajo la mano que le está ofreciendo tan repentinas y rítmicas atenciones. Traga saliva y consigue volver en sí.
(“Qué coño estás haciendo ahí parado, Ennis del Mar”).
Y como no encuentra ninguna respuesta convincente, se avalanza como una fiera sobre su amigo; lo derriba, se acomoda entre las piernas ya generosamente abiertas y se apropia con labios, lengua, garganta y manos de la deliciosa polla (su deliciosa polla).
Sí, toda para él; que le diga alguien lo contrario. Y no piensa parar hasta conseguir que vacíe completamente su deliciosa munición, justo en su garganta.
(“Sí, maldita sea")
¿Hay mejor forma de morir?
fin