Título: Everything
Personajes: Dean
Género/Rating: Mayores de 13
Resumen: Los sentimientos de Dean al verse solo en la carretera, sin Sam y sin su padre.
Advertencias: algo de Angst(?), unas pocas insinuaciones de sexo het.
Nota: Antes del piloto.
Resonaba la música en el bar de carretera, en la que se bebía hasta el agua del florero, dentro era hirviente y sentía que se ahogaba con toda la gente encerrada junto a su algo borracha persona pero mientras pudiese de alguna manera de olvidarse de la partida de…, trata de borrar sus pensamientos el no quiso saber de él y el tampoco quiere, no le necesita.
Dos Jack Daniel desaparecen para que el termine de decidirse; mira más que interesado a la chica que casi le suplicaba para que se la cogiese y le diera la mejor noche de su vida -según el obviamente- y la toma de la mano y besándole la boca ni siquiera soltándose cuando conducía al límite de lo permitido y con la chica tocándole su creciente erección. Llegan al sucio motel provocándole maullidos a la chica que serpenteaba contra la barata puerta de madera de su habitación. ¿Camille?, ¿Christine? Ya ni se acordaba pero lo único que importaba era como sus caderas encajaban con las suyas jadeando contra su boca mordisqueada.
Cuando entra y cierra la puerta todo desaparece para él. Excepto el delicioso cuerpo femenino que le espera desnudo entre mantas con demasiado almidón.
La habitación aun se mantiene a oscuras era de madrugada y la chica ¿Sophia? Seguía durmiendo desnuda a su lado. Se levanta sigiloso y no se preocupa de la andrajosa habitación, sus cosas le esperan tranquilas en su nena y la ropa roza con su cuerpo para marcharse sin preocuparse de ¿Kate? Al mismo tiempo que tensa los músculos para relajarlos su estomago ruge acusador. Con una sonrisa satisfecha por la sesión de anoche se acaricia su tenso vientre prometiéndole que en las desérticas rutas de Arizona le daría un desayuno digno para él. El cual Sammy le miraría acusador… lástima que ya no esté para recordarle que las grasas satualgo le harían explotar el corazón y que debía comer más pasto.
Un nudo se forma en su pecho, la respiración se atraganta y la saliva se forma espesa en su boca amargándole toda la noche anterior como si nada. La carretera larga y desértica le llama silenciosa para que sus penas desaparezcan como si fueran litros de gasolina consumidos en su ronroneante y negro impala.
Las cazas van y vienen.
Con los mismos moteles de siempre. Camas con cobijas que parecen hechas de cemento, cutres habitaciones con suciedad para provocarle a uno llorar. Luces intermitentes y personas no más limpias que la habitación, son cosas del día a día.
Las ciudades cambian. Los bares sucios permanecen de igual forma sórdidos y pútridos. Tal como le gustaba.
Iowa, Arkansas, Miami… todos los 51 estados menos… Lawrence es un sitio tabú el cual no merece de su atención ni todas aquellas lagrimas no derramadas; las cuales se acumulan como una inestable represa y que algún día saldrían libres y no sabría lo que ocurriría. Inseguridad tendría que ser su segundo nombre.
La carretera brilla por su solitario recorrer y siente su alma libre. No tiene a su padre, no tiene a él. Pero las carreteras siempre esta acompañándole saboreando las melodías de Boston, de AC/DC, de Led zepellin. E incluso en las noches más oscuras cuando la picazón de la separación provoca vuelcos en su corazón. Hey Jude suena constante y conforta lo que cree que puede serlo.
Se acostumbra poco a poco a la soledad. El pedir solo una habitación para él, curarse como puede las heridas y no cuidar ni que le cuiden las espaldas.
A veces se asombra de lo que le pasa con los días, con las semanas; meses… chicas que le enseñan material el cual desconocía y disfrutaba. Inclusive cuando decide experimentar con hombres en bares desconocidos y en callejones donde se ahogaba entre jadeos y placer con las sensaciones que descubría. Su mayor secreto sucio que se quedaba entre las millas y millas de cemento. Y las paredes metálicas de su nena.
Todo era igual pero sentía como cambiaba y que nadie estaba allí presenciando. Muy pocas veces sentía desesperación al ver el número de Sammy y sudaban sus manos -mucho más que cuando un Wendigo furioso le perseguía- por llamarlo. Entonces era cuando las botellas desaparecían y las resecas eran más que su cordura. Despertando frio y acompañado de su caza de la noche. Él o ella.
Todo era cíclico. Las noches en un motel desconocido, los días recorriendo mares y mares de ruta aun por conocer y por saberse como la palma de su mano y su negro impala. Tardes y madrugadas con el alcohol haciendo mella en su sistema.
Todo para no pensar en su destruida familia.
Todo para no pensar en el
Finnis.