En ocasiones, odio Sevilla. Odio que, por arte de magia, todo se llene de obras de nuncacabar que empiezan a la vez, de múltiples cosas, en múltiples sitios. Odio gastar unas tres horas al día en ir y venir de la facultad. Depender de autobuses que tardan media hora en venir y que, cuando vienen, están llenos, a horas tan poco propicias como las 14
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